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Jodiendo sin parar

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DESLECHADO

En oscura habitación yo me encontraba,

esperando impaciente tu llamada;

el teléfono, muy quieto, no sonaba,

y el carajo lo tenía bien parado.

Y es que al sólo pensamiento de tus curvas

y la suave exquisitez de tus nalguitas,

la razón me la embotas y la turbas

y mi verga, como bien sabrás, la excitas.

El teléfono sonó, yo, presuroso,

escuché con el cuerpo sudoroso,

tus palabras insinuantes y coquetas.

Mas, no pude acudir a tu llamado,

pues tanta excitación me había embargado,

que me hice, a tu salud, ¡cinco puñetas!

VESPERTINA

Pinta luz de crepúsculo la tarde,

que llega mortecina a tu ventana,

mi verga, en bien cogerte, ahora se ufana,

haciendo de virilidad alarde.

Tu coño, de coger tanto, ya te arde,

pero tú eres hembra que es muy sana

que de su arte sexual mucho se ufana,

¡que tu coño, por siempre, vergas guarde!

Seguiremos jodiendo hasta que quieras,

que, presiento, será hasta que amanezca,

pues te gusta coger de mil maneras.

En la cama te incendias como yesca

y antes de enseñarte, tú así no eras,

¡pero cuanto ganaste con mi pesca!

OPORTUNIDAD

Reposando tu cuerpo suavemente.

te encontré sobre el lecho, bien desnuda;

me acerqué junto a ti, discretamente,

pues, si estabas dormida, era mi duda.

Perfilábanse los senos en tu pecho,

y tu carne, la apariencia blanca daba,

de un armiño tendido sobre el lecho,

que con celo de artista te enmarcaba.

Tus piernas contemplaba con azoro,

y el coño, que lucía rizos de oro,

grabado me quedó en el entrecejo.

Y hoy, cómo me reprocho de ese instante,

en que ansiosa esperabas un amante,

el no haberte cogido, ¡por pendejo!

IMPULSO

Estando frente a ti, se irguió mi picha;

te quedaste mirándola de hinojos,

con ansia devorábanla tus ojos,

reflejándose en ellos honda dicha.

Tus manos recorrieron la cabeza,

tentando con los dedos, como loca;

trataste de metértela en la boca,

pero no te cabía de tan gruesa.

Besaste la cabeza enfebrecida

y en mis huevos seguiste enardecida,

dejando de tus labios las dulzuras.

Ya no pude aguantar ese tormento

y, ensartando tu boca, en un momento,

con mi verga expandí sus comisuras.

 

CABALGATA

Después de un rico palo descansaba,

quedándome en el lecho bien dormido,

mi pene poco a poco se arrugaba,

pues en lides de amor quedó vencido.

Entre tus blancas manos lo tomaste,

y como toque mágico de un hada,

con sabio acariciar me masturbaste,

dejándola al instante bien parada.

Después, pediste en premio a tus constancias,

de nuevo, que calmárate las ansias,

y sin pensarlo más, te me montaste.

Te clavaste la espuela entre las piernas,

haciéndome gozar horas eternas,

cuando, como Amazona, cabalgaste.

COMPROMISO

Perdónenme que ahora me dilate,

pues quiero ver si salgo de este brete;

colgado me ha dejado como arete,

el que había creído mi gran cuate.

Coger ahora a las dos, será un combate,

que cumplir, como macho, me compete;

espero les responda con mi ariete,

que el coger tanto así, tal vez me mate.

Muy bien, ahí les va el primer envite,

que hará sentir lo grueso del palote,

que ansioso, hasta los huevos, ya se embute.

Si salgo bien librado de este quite,

les seguiré metiendo mi camote,

pues no habrá cosa alguna que me inmute.

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