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El castigo

en Sadomaso

EL CASTIGO

Sí, así es, los números que aparecen en la lista de "Llamadas Recibidas" del teléfono de ella son míos. Pero eso, a ti, ¿en qué te pudo afectar? Solo a tu ego, por la sospecha de que ella tuviera un amante.

Deberías haber dado gracias a Dios por haberte concedido que una mujer tan hermosa como ella se haya fijado en ti, al grado de haber unido su vida a la tuya. No puedo negar que tú también tienes tus atributos: belleza física, fuerza y una gran facilidad de palabra para convencer a cualquiera, características que seguramente fueron las que le gustaron de ti. Yo, en cambio, flacucho, no muy guapo y con una conversación carente de atractivo para seducirla a ella, o a cualquier otra mujer.

Te has casado con ella y la tienes toda para ti, está todo el tiempo contigo, se divierte contigo, conversa contigo, te acompaña a la mesa y cuando llega la noche, al hacerle el amor, disfrutas de su maravilloso cuerpo, que muchos desearían para sí, contándome yo.

Y es que es una mujer que lo tiene todo, fue creada con todos los dones que un ser humano puede anhelar: belleza, inteligencia, simpatía, un cuerpo perfecto, hermoso y ardiente. Esto último se adivina al contemplar sus movimientos, su andar provocativo, que incita sin proponérselo, así, con gran naturalidad. Te apuesto que ella desconoce que está llena de sensualidad, pero cualquiera que se encuentra en su presencia, lo percibe.

Yo siempre he estado enamorado de ella. Desde que la conocí. Lo sabe, pero siempre ha terminado con mis esperanzas hablándome con la franqueza que proporciona una amistad sincera.

Para qué voy a mentirte. Desde que la conocí la he amado, la he deseado con todas mis fuerzas, he llorado amargamente de impotencia, y he sufrido el tormento que significa el tenerla tan cerca y no poder demostrarle mi amor.

Tú, en cambio, la tienes comiendo de tu mano. Y es que el amor que siente por ti aparece reflejado en su mirada y se entrega a ti con todo el amor que una mujer puede sentir por el hombre que ha elegido como compañero de toda su vida.

Por eso le he enviado esos mensajes, pues ella angustiada, ha recurrido a mí para ponerme al tanto de las infidelidades que has cometido, causándole un gran dolor, sintiendo su vida destrozada, pues ella te ama, a pesar de todo.

Mis mensajes no han tenido ningún propósito desleal, pues todos han sido con el ánimo de consolarla, para tratar de calmar el dolor que se ha agitado en su pecho, tratando de disculpar con ella tu comportamiento.

Te había dado una oportunidad, te advertí que no quería que ella derramara una sola lágrima, Por eso decidí aprisionarte, no falta gente que por unos pesos acepten someter a alguien tan fuerte como tú, y ahora te encuentras a mi merced. Te he juzgado y sentenciado. Tus faltas merecen un castigo. Sufrirás por cada una de las lágrimas de ella. Empezaremos por tu bien más preciado.

El que hablaba, con un filoso puñal cortó sin ningún remordimiento el pene y los testículos del cautivo, encadenado y desnudo, quien lanzó un grito desgarrador. Sería el primero de los incontables que habrían de salir de su garganta, y que serían guardados entre las cuatro paredes de su prisión.

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