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A L B A

Lucías sobre la cama

toda tu blanca belleza,

y un mechón de pelos finos

se veía entre tus piernas.

Blanca tu piel contemplaba,

del color de la azucena,

tus labios de rojo fuego,

la redondez de tus tetas;

todo de ti me excitaba

y me paraba la verga,

que en aquellos instantes

se mostraba dura y tiesa.

Acaricié suavemente

tus pezones de cereza

y besé tu carne blanca

de una tersura sedeña,

llegando, de tus dos muslos,

hasta la hermosa confluencia,

mojada ya con los jugos

que lubricaban tu pepa.

¡Qué aroma tan agradable

ése tu perfume de hembra!

¡Éxtasis de sexo y fuego

daba su éxotica esencia,

que embotaba mis sentidos

y aturdía mi cabeza!

Lamí los labios candentes,

titilando con la lengua;

en tu vulva ya excitada

me apliqué con tal destreza,

que en unos cuantos minutos

te venías placentera.

Grandes eran tus deseos

y más tus ganas de verga,

por eso es que con gran prisa

te la enterré toda entera,

iniciando un mete y saca,

con lentitud tan extrema,

que me incitabas cachonda

a no dejarla por fuera.

Apresuré los envites

gozando así con tus penas,

cuando entrabas en el éxtasis

que te hacía ver estrellas.

Cuando yo te la sacaba,

no dejabas que saliera

y me exprimías el pito

atrapando la cabeza,

obligándome de nuevo

a perforar tu caverna.

¡La locura nos llegaba

al salir gotas de esperma,

que lubricaban tu coño

como lluvia que refresca,

logrando que más aprisa

nuestros sexos se vinieran,

cuando ya por fin mis huevos

liberaron leche espesa,

que la boca de tu coño

se tragó cual fiera hambrienta,

¡Qué hermosa y cálida noche,

toda ella muy placentera,

en que gocé de tu cuerpo

y tu desnudez completa!

Al recordar los momentos

de emociones tan intensas,

me vengo sin proponerlo

al parárseme la verga!

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