miprimita.com

Sorprendiendo a Concha

en Sexo con maduras

SORPRENDIENDO A CONCHA

Cuando me desperté, abrí los ojos y la vi acurrucada a mi lado, respirando profundamente. No era demasiado guapa. Siendo sinceros, le sobraban unos kilos, y algunos años, pero a mí siempre me gustaron las mujeres maduras. Son mi debilidad, lo reconozco. Me encanta desvirgar a mujeres maduras. ¿Qué cómo es posible? Uffff... es una historia larga de contar.

Me llamo... un momento. Ahora se supone que yo tendría que decir "me llamo fulanito, mido un metro noventa, soy musculoso y rubio, y tengo un mango de veinticinco centímetros (por lo menos)". Mmm... si esperas eso, mejor cierra este relato y busca otro. Me llamo C***, tengo veintisiete años, mido más o menos un metro setenta, estoy bastante delgado, aunque soy fuerte porque hago escalada libre, y la verdad, nunca he perdido el tiempo en medirme la polla.

Trabajo en una tienda de informática, y suelo visitar bastantes casas y empresas para instalar los equipos informáticos. Además me encargo de labores comerciales, atención al cliente, todas esas cosas. Llevo siete años en esto, y vaya, no se me da mal del todo. Durante el transcurso de mi trabajo, he tenido la ocasión de conocer a un montón de gente, de lo más variopinto: ejecutivos, familias, estudiantes, empresarios,... y un buen puñado de mujeres. En una de esas visitas conocí a una directiva de una empresa, de unos cuarenta años, responsable de compras de una conocida cadena de alimentación, que nos encargó la instalación de una red interna.

Al grano: acabamos follando como locos. No me pregunten cómo, ni por qué. A la tipa aquella le gusté, le di morbo, y echamos un par de polvos.

Desde entonces, tengo verdadera pasión por las mujeres maduras.

Me he tirado a un número bastante respetable de ellas, sin demasiado esfuerzo: tienen ganas de sexo, de carne fresca, y yo les doy una buena ración de polla dura. Me he follado a amas de casa, a solteronas, a viudas, a ejecutivas agresivas... a todo tipo de mujeres.

Pero lo que más me gusta es desvirgarlas. Por ejemplo, a esta soltera de cuarenta y pocos que ahora duerme a mi lado, ignorante. Hace una semana tuve que ir al hospital de mi ciudad para llevar seis equipos completos de oficina. Y allí conocí a Concha, que es la mujer que va a tener un despertar inolvidable.

Concha es enfermera. Es alta, casi tanto como yo, de pelo castaño y con unas gafitas muy graciosas que ocultan sus ojos marrones, y una cara un poco aniñada, sin arrugas, aunque no sea demasiado guapa. Está un poco fondona, aunque tiene un buen par de tetas, pero se pone una ropa que no le favorece mucho, pantalones holgados y blusas. Es una madurita interesante, pero para nada espectacular, si no fuera por el morbo particular que me despierta. Tiene cuarenta y dos años y está soltera, vive sola en un apartamento. Precisamente cuando nos conocimos, enseguida conectamos porque resulta que vive en mi barrio. Un par de cafés, un paseo y un poco de complicidad la convencieron para venir a cenar a mi casa. Y después de la cena, el vino, y después del vino, un rollo patatero acerca de que se siente sola, de que los hombres patatín y patatán, rollo que naturalmente escuché atentamente, aunque realmente en lo único que pensaba era en meter mi polla en su coñito de solterona lo antes posible.

Y así acabamos, yo tirándomela con buen ímpetu, aunque sin grandes exhibiciones (esas quedan para hoy, dentro de un ratito). Ahora ella duerme, hoy es sábado y no trabajamos, y tengo un buena sorpresa para ella.

Voy a desvirgarle el culo pero a base de bien.

* * *

Me levanto sin hacer ruido y abro lentamente el cajón de mi mesilla, de donde saco cuatro cuerdas, finas. Con mucho cuidado de no despertarla, y aprovechando que duerme boca abajo, ato con cuidado sus manos a los barrotes de la cama. Lo mismo hago con sus piernas, bien abiertas. Entonces, una vez atada, y sin preocuparme ya, le quito las mantas. Está desnuda.

Concha se despierta, y cuando intenta moverse, nota que tiene las manos y las piernas atadas, y lo que es aún peor, está boca abajo y desnuda.

- ¡¿Qué coño pasa?! ¡C***! ¡C***! - ella se debate y grita, tratando de soltarse.

- Shhhh... tranquila Concha, tranquila.

Ella trata de mirarme, sacude la cabeza y bizquea con sus ojos miopes, sin sombra de sueño.

- ¡Suéltame, joder! ¿Qué estás haciendo? ¿Es una broma? ¡Suéltame!

Yo simplemente paseo por la habitación, preparándolo todo: un paquete de pañuelos, unos condones, y un par de botes, uno de crema lubricante y otro de un analgésico en pomada: lo va a necesitar después de nuestra pequeña sesión.

Ella no me ve, pero estoy seguro que la postura en la que está no le gusta ni un pelo. Yo la miro, sus nalgas un poco fofas y blancas, su coñito peludo asomando entre ellas, su espalda suave, su cabeza, que mira a un lado y a otro tratando de saber qué estoy haciendo, mientras sigue gritando... y sobre todo, oculto entre los cachetes de su culo, un pequeño, cerrado, arrugado orificio que no sabe lo que le espera.

- ¡¡Ya está bien, joder!! ¡¡Suéltame, cabrón!!

Ella se desgañita, pero no puede saber que desde que me dedico a la caza de maduras he insonorizado la habitación (me costó una pasta), y que puede gritar todo lo que quiera. Mis vecinos no se van a enterar de nada.

Ya está todo listo. Sólo falto yo. Me quito mi calzón, y veo que, como anticipándose al banquete, mi polla está dura como una roca y casi palpitante. Entonces me acerco lentamente hacia la cama, y le acaricio el pelo.

- Ay, Concha... tranquila.

Ella gira la cabeza y me mira a los ojos. Está furiosa, y sigue gritando sin parar.

- ¡¿Cómo que tranquila?! ¡¡Suéltame, cabrón!! ¡¿A qué coño crees que estás jugando?!

Entonces hace algo que me disgusta. Que me disgusta muchísimo. Tratando de tranquilizarla, acaricio su mejilla con ternura, pero ella me muerde. ¿Os lo podeis creer? Me pega un pedazo de mordisco de la hostia. Yo aúllo, y me miro la mano enseguida: estoy sangrando. Eso sí que me pone furioso. Grito un par de maldiciones, pero enseguida me calmo. Voy a curarme al baño mientras ella grita y maldice. Me desinfecto la herida, y me miro al espejo sonriendo, pensando "la venganza es un plato que se sirve frío".

Cuando vuelvo me arrodillo en la cama, a su lado, y me inclino un poco hacia ella.

- Me has hecho daño, Concha, cariño.

- ¡Jódete, cabrón! ¡Suéltame!

- No, creo que no.

En ese momento acaricio su espalda, con parsimonia, disfrutando del momento, hasta llegar a sus nalgas. Son suaves, y están un poquito caídas. Las aprieto, y me lleno las manos con esa carne. Están apetitosas, y las muerdo un poco. Ella parece calmarse un poco, pero enseguida pregunta:

- ¿Pero qué pasa? ¿Qué vas a hacer?

Creo que empieza a sospechar algo que no le gusta nada. Con mi mano separo las dos nalgas a la altura de su anito, y lo miro de cerca. Es un poco como me lo imaginaba, pequeñito, oscuro pero limpio, muy prieto, cerrado, fruncido, con algunos pelitos alrededor. Con el anito al aire, y casi como si se temiera lo que viene después, Concha calla y se queda muy quieta. En ese momento yo aprovecho su silencio para decirle:

- Concha, te voy a dar por este culito tan apretado hasta que te lo reviente.

Creo que se vuelve loca.

- ¡¡Estás loco!! ¡¡Ni se te ocurra, cabrón!! ¡¡Maricón!! - ella se sacude y trata de soltarse de las cuerdas, pero las he apretado bastante y no tiene demasiado margen para moverse.

Yo, mientras, dejo que se sacuda hasta que se queda quieta en el colchón, con la respiración agitada.

- ¡C***, por favor, no lo hagas, por favor, por favor... por favor!

- Shhh... cállate. Desde que te vi en el hospital con el uniforme y ese culo bailón y abundante que tienes, no he hecho más que buscar la manera de romperte el culo. Además, me has mordido. Y eso va a tener su castigo, no te creas.

- ¡Noooo! ¡Por favor, C***, por dios, nooo!

Basta de charla. Tengo la polla dura como una roca, y ha llegado el momento. Así que paso la pierna por encima de las suyas, hasta terminar a horcajadas sobre ella. Concha trata de sacudirse, pero con mi peso y con las cuerdas apenas puede hacer nada.

- ¡¡Noooo!! ¡¡Noooo!!

Me excitan sus gritos. Desde mi posición, le agarro del pelo y tiro hacia atrás, hasta que se calla.

- Mira, Concha, no pienso parar, y además, tengo una desagradable noticia para ti. Como me has mordido y encima estás insoportable, te la voy a enchufar sin lubricarte. Tienes dos opciones: resistirte y apretar, con lo que te voy a abrir en canal y vas a tener un bonito desgarro, o aflojar y dejar que entre, con lo cual todo será más fácil.

A mí me suena razonable, pero ella se sacude una vez más y me grita:

- ¡¡Cabrón!! ¡¡ Hijo de puta!!

- Como quieras - le digo mientras le suelto la cabeza, que se estrella contra la almohada.

Empieza el show.

* * *

He exagerado un poquito porque estoy realmente disgustado y me duele la mano. No es que no vaya a lubricarla (sería casi imposible meterla), pero voy a hacerlo muy poquito, para que note bien el destrozo. Agarro el bote de lubricante de la mesilla y lo abro mientras Concha jadea y parece aguardar acontecimientos. Todavía se sacude de vez en cuando y lanza algún "¡hijo de puta!" en voz baja, pero la tengo bien dominada. Cojo una buena cantidad de lubricante y me unto la polla con él hasta engrasarla bien. Después mojo un dedo.

Abro sus nalgas con la mano izquierda, mientras que el dedo índice de la mano derecha se acerca a su objetivo. Cuando toco su ano, bien apretado, ella pega un respingo, hace fuerza y aprieta las nalgas y el esfínter. No obstante, hago presión y gracias al lubricante entra la punta del dedo.

- ¡¡¡¡Nooooooo!!!! ¡¡Aaah!! ¡¡¡¡Noooooooo!!!!! ¡Cabrón! ¡Aaaay!

Noto como se retuerce, y eso que apenas ha entrado la primera falange de mi dedo. Aprieto un poco más y meto el dedo hasta el fondo.

- ¡¡¡¡Aaaah!!! ¡¡¡¡¡Noooooo!!!!! ¡¡¡Aaaaah!!!

Su esfínter aprieta muchísimo, y lo noto muy cerrado, muy fruncido. Puedo sentir el calor de su interior, y noto como mi polla se endurece aún más. Muevo el dedo en círculos, despacio, mientras Concha suspira y se retuerce un poco.

- ¡¡Aaaahh!! ... no... no... sácalo... cabrón... ¡aaaay!

Entonces curvo un poco el dedo y lo saco despacio, arrancando de Concha un quejido y un suspiro. El anillo se vuelve a cerrar rápidamente, pero entonces empujo de nuevo el dedo dentro, Más rápido y más fuerte, hasta el fondo.

- ¡¡¡AAAAAY!!!

La verdad es que Concha no está aguantando nada el dolor, me está decepcionando. Esto le va a hacer saltar. Con cuidado pero con firmeza, aunque me cuesta bastante, cuelo el dedo corazón junto al índice. Me cuesta mucho, y tengo que empujar bastante mientras Concha grita, noto como su cuerpo se tensa, pero al fin lo consigo enchufar hasta el nudillo después de un buen envión, momento en el que ella emite un largo quejido.

- ¡¡Aaaaaaaaaaaaaah! ¡¡Sácalos, hijo de puta!! ¡¡Sácalos!!

Nada más lejos de mi intención. Otra vez los muevo en círculos, los engarfio y los saco, para volverlos a meter enseguida. Estoy así un rato, hasta que entran sin demasiada dificultad. Tomo una decisión. Ya está. A por ella.

Me coloco bien, apuntando mi polla hacia su ano, apoyando con fuerza su espalda contra el colchón con la mano izquierda. Ella lo nota y se trata de zafar, pero la tengo bien agarrada. Apoyo mi capullo contra su ano, un poco enrojecido y reluciente de lubricante, y antes de empujar, le susurro:

- Relájate Concha o vas a ver las estrellas.

No me hace mucho caso, pero es igual. Aprieto un poco la punta, pero su ano está bien cerrado y no puedo entrar, porque además ella aprieta con decisión. Empujo, con firmeza, pero todavía con cuidado, pero no hay manera. Así que me preparo bien, enfilo mi capullo, duro como el pedernal, en su anito y le digo.

- Bueno, tú lo has querido.

Y empieza la masacre. Tengo experiencia en el sexo anal, y sé que por mucho que ella apriete, hay un momento de relajación para tomar aliento, así que espero que ella afloje un poquito y entonces... ¡¡empujar!!

El anito de Concha empieza a dilartarse un poco, aunque ella grita muchísimo y se retuerce como loca.

- ¡¡¡AAAAAAAAAAH!!! ¡¡¡PARA, CABRÓN!!! ¡¡¡AAAAAAH!!!

Pero la plaza está conquistada. Empujo con más fuerza, sin ceder, y noto como su esfínter se abre lentamente, cede, pierde la batalla... ¡zap!, la punta de mi polla entra decidida en su culo.

Concha bufa, y empieza a resoplar a intervalos.

- ¡Uf!... ¡uf!... ¡sácala cabrón!... ¡uf!... ¡aaaah!... ¡duele!... ¡oooh!

Su ano me aprieta mientras ella resopla, y noto mi capullo en su interior, caliente, prieto y suave. Miro cómo su esfínter está abierto, con sólo la punta de mi polla en él, y pienso "si ahora te duele, espera y verás". Dejo pasar un minuto para que ella se acostumbre un poco y deje de resoplar. Cuando veo que ya está un poco más tranquila, señal de que el dolor ha remitido un poco, le pego otro envión y le meto otro poco de polla.

- ¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAY!!!!!!!... ¡¡¡¡ HIJO DE PUTAAAAAAY!!!!!

Concha se arquea, y estoy seguro de que ésta le ha dolido pero bien. Podría metérsela de un golpe, pero prefiero que sufra un poquito, por haberme mordido. Así que, unos segundos después, sin darle tiempo a reponerse... ¡zas! ¡Otro poco para adentro!

- ¡¡¡¡¡UUUUUUUUUUUUUUUUGGGGGGH!!!!!... ¡ah!... ¡ah... - Concha gimotea, y gira la cabeza a un lado. Está muy pálida, y veo que dos lagrimones le caen de los ojos, y que aprieta los dientes, con la cara crispada de dolor. Su voz se convierte en un hilo, que apenas puedo oír - ... hijo de puta... cabrón... aaaaaah...

Estoy sudando a mares, y noto que ella también, aunque su sudor es frío. Miro su esfínter, totalmente estirado, apretando mi polla, y me dejo llevar por el placer que me dan sus tripas, tan calientes, tan suaves, aunque también es verdad que me hace un poco de daño porque sigue apretando mucho con su anillo. Le falta lo peor, porque apenas he metido la mitad de mi polla y lo más gordo está aún fuera. Pero en fin, la vida es dura... ¡otro empujón!

- ¡¡¡ARRRRRRGHH!!!!... ¡Mmmmmmmmmmmmm! - Concha está mordiendo la almohada, y arquea tanto la espalda que casi me salgo de su culo y me caigo. Afortunadamente para mí (y desgraciadamente para ella), estoy bien metido dentro, y no espero más, le arreo otro buen pedazo de polla para el intestino.

Casi me parece oir un rasguido, un sonido como de una tela que se rompe, y de repente noto un líquido caliente en mi polla. Miro, y veo que le he rasgado un poco el esfínter, y que unas gotas de sangre me están manchando. Concha está en silencio, pero gime un poco y da unos grititos entrecortados.

- Ay... ay... ay... ah.... auuuu... ay... ahh...

Le giro la cara, y la veo con la mirada fija, sudando, muy pálida, con la boca y los ojos muy abiertos. El cuello lo tiene muy tenso, con las venas y los tendones muy marcados. Las manos se agarran fuertemente a los barrotes de la cabecera. Ella gimotea y parece recuperar la consciencia. Noto que se ha aflojado algo, y siento las sábanas humedecidas, y un olor acre. Miro con curiosidad entre sus piernas, y veo que se está meando encima, todavía caen unas gotas de su coño.

Me río un poco, y le acaricio el pelo.

- Vaya Concha, acabas de mear la cama.

Ella retuerce la cabeza y me grita con voz entrecortada.

- Aaaaah... me has roto hijo de puta... ay... aaah... cabrón... mi culooo... aaaaay....

Ya apenas puede apretar, pero aún así contrae las nalgas. Su ano rodea mi polla, rojo y roto, y aún le queda casi la mitad. No hay piedad. ¡Un empujón más, otro poco más de polla llenando a esta solterona caliente!

- ¡Aaaaaarrrrg! ¡Aaaauuuuurrrrg! ¡Aaaaauuuuurrrrg!... ¡au!... ¡au!... ¡aaaaaaau!

Concha muerde la almohada, sacude la cabeza. No sabe dónde meterse, estoy seguro. Un poco más de sangre resbala por sus muslos, manchando los pelos de su coño, goteando sobre las sábanas. Realmente la estoy haciendo polvo el culo. Espero un ratito, pero no deja de gemir y de quejarse.

- Aaaaa... sácala cabrón... me arde... quema... aaaaa... hijo de puta, maricón... aaaauuuu, mi culoo...

Por segunda vez desde que le enchufé la polla, le hablo.

- Te lo dije, Concha, cariño. Te dije que te relajases o iba a ser una tortura... vamos, sólo te queda un poco...

Ella se calla pero sigue dando quejidos y gemidos de dolor. Así que... ¡allá va toda! Empiezo a empujar como loco, mientras ella aúlla de dolor...

- ¡¡¡AAAAAAAAAUUUUUUUUU!!!

Sigo empujando, aunque me cuesta mucho porque está muy cerrado todavía. Me duele incluso a mi, porque su ano es prieto y muy, muy caliente.

- ¡¡¡PARA, PARA... para, por favor!!!

No le hago caso y sigo empujando, sin detenerme. Me dejo caer con todo mi peso hasta que mis huevos tropiezan con su coño y mi estómago choca contra sus nalgas con un ¡plop! bastante cómico.

- ¡¡¡AAAAAAAUUUUUU!!!!

Estoy tendido sobre su espalda, y mi cara está junto a la suya. Concha aprieta los dientes y abre la boca a intervalos para lanzar largos quejidos. Está llorando a lágrima viva, y el color ha vuelto a su cara.

- Aaaaaaay.... aaaaaaay... aaaaay... aaaaay... aaaaaay.

Espero unos minutos. Cuando parece que se calma, empiezo a sacar la polla lentamente, mientras ella acompaña su salida con un "¡aaaaaaaaaaau!" lleno de dolor y sufrimiento. Tengo la polla manchada de sangre, lubricante, y creo que un poco de materia fecal. No me importa. No la saco del todo, sino que dejo mi capullo dentro. Después de refrescarla un poco (lo necesito, porque parece que la polla me arde, estoy seguro que está irritada, pero no puedo verlo hasta que no la limpie), cuando Concha se calla un momento, vuelvo a empujar como un loco, venciendo la poca resistencia que le queda ya al esfínter, roto y ligeramente desgarrado. Concha grita, llora, escupe espumarajos y arquea la espalda, y finalmente mi vientre vuelve a chocar contra sus carnosas nalgas. De nuevo espero un poco mientras se recupera.

- Ah... ah... uuuuhh.... cabrón... cabrón... me quema... aaaay... ¿por qué... me haces esto?... aaah...

Es una pregunta interesante, así que pego mi boca a su oreja y le susurro:

- Porque me gusta tu culo, apretadito, virgen... me encanta sentirlo calentito y ajustadito en mi polla... me gusta desvirgar culos de solteronas.

Ella rompe a llorar, respirando entrecortadamente. Saco otra vez la polla hasta el capullo, y otra vez ella gime mientras nota el recorrido de mi miembro a lo largo de su esfínter. Miro el estropicio. Tiene el ano muy rojo, con varias pequeñas heridas en el esfínter, y además se le ha vuelto un poco para fuera. Le tiemblan los cachetes, esos cachetes de carne blanca y suave, cubiertos apenas de un vello fino y rubio. Le doy un azote en la nalga, que se enrojece levemente, pero Concha apenas reacciona moviendo un poco la cabeza.

Una vez tomada la plaza, llega el momento de la conquista completa. Saco el capullo de su ano, y Concha gime en voz alta. El esfínter trata de cerrarse, pero apenas puede, quedando un hueco como de un dedo, con su culito increíblemente enrojecido. Mi polla está sucia, y la cabeza está casi amoratada, la noto irritada, pero hace tiempo que no disfruto tanto de una enculada. Así que enfilo otra vez hacia su esfínter, y empujo de nuevo sin hacer caso de los bufidos, los chillidos y los sollozos de mi víctima. Hago nuevamente tope con su culazo, pero ya no me freno. Comienzo a meter y sacar la polla despacio, en toda su longitud, disfrutando de abrazo y el calor de su recto.

- Aaaaaaaaaay.... buuuuf...aaaaaauuuuuu.... aaaaaaaayyyyy... uf... uf... uf...aaaaaaaauuuuu... para por favor.... aaaaayayayaya... basta.... buf... ooooooooogggggh... nooooooo... ah... ah... me quema... aaaaaaaah.... uuuf... uuuf... uuuf... mi culo.... basta... basta... basta... aaaaaaaayyyyy.... no... no... no... buf... aaaaaaauuu... auuu... mi culo... aaaaah... basta.... oooooh... - Concha llora y grita y jadea y gime y resopla.

Siento un placer inmenso mientras escucho a Concha lloriquear, quejarse de dolor mientras le doy por el culo. De momento estoy tumbado sobre ella, mientras con mis caderas saco y meto la polla de su acogedor y reventado anito. Pero ya no aguanto más. Me levanto sobre los brazos y empiezo a sacar y meter la polla con furia, tan adentro como puedo, moviéndola, profundizando, taladrándole la tripa a esta puta, y acelerando el ritmo, haciendo que sus carnes tiemblen como flanes.

- AAaaaaaaarrrgg... ooooooooogggg... nonononononono... por favor para... despacio... aaaaaaaau... aaaayyyyy... aau... au.... aaaaaaaaargh...

Saco la polla completa, y espero unos segundos para que el esfínter trate de cerrarse. En ese momento embisto con fuerza, con saña, reventando ese culo de cuarentona, haciendo temblar todo el cuerpo de Concha, que llora a gritos, que se retuerce como una culebra, aún con fuerzas para resistirse aunque hace más de media hora que le estoy rompiendo el culo. Su esfínter sangra bastante, pero no me importa, porque estoy lanzado y empujo con todas mis fuerzas. Saco la polla, empujo, gozo de la caricia de su recto y de su calor, mi capullo se le introduce hasta el fondo y noto un placer indescriptible.

Después de unos minutos de unas embestidas feroces, cuando saco la polla, el ano de Concha ya ni se esfuerza en cerrarse, sino que el esfínter, sucio de sangre, lubricante, sudor y un poco de heces, totalmente vuelto hacia fuera y lleno de grietas sangrantes, literalmente reventado, se dejar perforar como si fuera de manteca. La pobre ya ni gimotea, simplemente llora y lanza un quejido cuando hago tope con sus nalgas y mis huevos le golpean el coño. Ya no tiene fuerzas para resistirse.

Me dejo caer otra vez sobre ella, que lanza un "¡aaah!" ahogado y sigue sollozando, y me agarro a su pelo, a su cabeza, mientras empujo con todas mis fuerzas. Un escalofrío recorre mi espalda, y noto como una corriente eléctrica en mis huevos, mi mente se queda en blanco...

Con un soplido y un largo grito, mis únicos ruidos en toda la desvirgada anal, me corro muy dentro del culo de Concha, con uno, dos, tres, cuatro, cinco estremecimientos que mi pobre exvirgen acompaña de otros tantos grititos, entremezclados con el llanto.

- Aaaaaaah... aaaaaah... aaaaaah... aaaaah....aaaaaah.

No paro de mover mi polla, ahora más lentamente, moviéndola con fuerza hacia los lados y en círculos, haciendo que Concha se crispe y se queje.

Me tumbo, me detengo, extenuado. Mi polla llena aún el culo de Concha, que llora temblando con fuerza.

- Aaaaaaaaah... mi culoooo.... aaaaaaaah.... aaaaaaah... aaaaaaaah.

Así sigue por unos momentos, hasta que le saco la polla, ya casi fláccida. Tiene el ano terriblemente dilatado, irreconocible, agrietado y perlado de gotas de sangre, que se escurren por los pelos de su coño. Algunos cuajarones de semen surgen también de su agujero, rojo como un tomate. Los rotos músculos tiemblan y palpitan, pero no se cierran. Está totalmente destrozado.

Voy al baño y me limpio cuidadosamente la polla. Escuece, está irritadísima, y tengo la cabeza muy roja e hipersensible. Apenas aguanto el roce del calzoncillo. Me doy una ducha, lavándome bien todo el cuerpo.

Cuando vuelvo a la habitación, Concha ha dejado de llorar, pero aún se queja a ratos, y da unos hipidos. Su esfínter sigue sin cerrarse apenas. Con una gasa y un poco de yodo, limpio bien las heridas de su ano, y aplico un analgésico. Cuando le toco los bordes del orificio, pega un salto, pero finalmente se abandona. Le paso la crema bien por dentro y por fuera, y termino dándole un beso en la frente y me voy a dar una vuelta hasta la hora de comer.

* * *

Cuando vuelvo al piso, Concha duerme, aunque se sacude en sueños. Su culo aún está muy rojo, pero ha dejado de sangrar y se ha cerrado bastante, aunque aún le queda un hueco considerable. Será un milagro si puede evitar cagarse encima cada vez que tosa, por lo menos durante una semana.

La desato, y se despierta totalmente atontada. La levanto, y como apenas puede caminar, la llevo a la ducha, donde la limpio a conciencia. El colchón está arruinado, lleno de orina, y las sábanas están para tirar, así que preparo la cama en la otra habitación. Con unas compresas frías en el trasero y unas pastillas para dormir, acuesto a Concha hasta el domingo. Entonces la llevaré a su casa y, ¿quién sabe?, quizá me vuelva a llamar.

Aunque, francamente, lo dudo.

FIN

Comentarios y críticas: rolvampiro@yahoo.es