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La historia de Aldo y Linda

en Transexuales

La historia de Aldo y Linda

Aldo es un hombre ahora, pero cuando era chico fue manoseado por los chicos de barrio que eran un poco más grandes que él. Lo trataban como a una nena, cosas de la niñez, le tocaban la cola y lo hacían que les toque las pijas. Nada muy grave pero quizás son cosas que te marcan.

Vive en una ciudad pequeña del norte de la provincia de Buenos Aires, Pergamino.

Y ahora cree que puede ser homosexual.

Se casó con una muchacha del pueblo y tuvo dos hijos.

Con ella cogía y se excitaba como un loco. Como todas las parejas, en un momento eso se enfrió y la cama se enfría rápidamente si no se hace algo… Y la verdad es que Aldo estaba preocupado, pero de esas cosas no se hablan en los pueblos. A ella le pasaba lo mismo y un día hizo algo nuevo… Pasó sus dedos por la raya de culo de él y eso reavivo las relaciones sexuales de ellos… Claro que cada vez ella fue experimentando mas esa sensación y fue introduciendo sus dedos en el ano de Aldo y sus orgasmos mejoraron mucho, tanto como en un principio. Pero su felicidad le duró poco ya que en un accidente de autos, lo dejó viudo. Después de unos años de abstinencia, comenzó a tener relaciones con una mujer pero en la capital. Ella era una profesional, le hacía masajes y cogían luego. Varias veces le tocó el ano y él se alteró, porque le vinieron a a cabeza las veces que esos chicos le pasaban sus vergas por su raya del culo y sobre todo su recuerdo de su mujer. Su performance mejoraba notoriamente cuando esto pasaba, pero no se animaba a pedirle a ella que lo penetre. Todo eso lo asustó mucho y pensó que era homosexual. Le encantan las mujeres pero esas sensaciones que había experimentado en su vida, lo estaban poniendo, por demás, curioso.

Fue entonces que leyó esta página y mis relatos y por un impulso me escribió un mail felicitándome por lo mucho que se había excitado con ellos. Si los mails de mis lectores son interesantes le contesto y el de Aldo lo era.

Así que lo contesté y fuimos intercambiando fotos, preguntas y mensajes, cada vez más largos y más calientes… donde nos contábamos nuestros miedos, nuestras historias y nuestras fantasías.

Pese a tener dos hijos de corta edad se las arreglaba para que cada tanto hacerse unas escapadas a la capital, allí veía a su amiga masajista, pero con lo fluido que se había hecho nuestra amistad, hicimos una cita para conocernos. La idea era encontrarnos en un café del barrio que era bastante solitario y oscuro. Su única condición era que fuera como Linda. A mi me parecía que Aldo no era muy de mi tipo, pero era interesante lo que me escribía y tampoco era un desastre… pero no quería que viniera a casa de una, ya que si no me pasaba nada iba a estar muy incomoda, ya que no lo quería perder como amigo.

El encuentro era a las diez de la noche, que en Buenos Aires es temprano y eso me ponía en una situación difícil ya que debía salir de mi casa vestida de mujer, caminar por la calle y luego estar con él en un lugar público.

Salí de casa como a las diez menos cuarto, quería llegar medio tarde y aprovechar que había empezado la novela que está en su momento culmine, hay menos vecinos y pude salir sin que nadie me vea… Estaba vestida con una mini de bambula de la India, una remera negra lisa, y unas botitas cortas con taco fino de diez centímetros. Un juego de tanga y corpiño negro y medias haciendo juego. Para terminar una cartera chiquita donde apenas entraban las llaves, los cigarrillos, un rouge, unos pañuelos descartables, y una cajita de condones.

Cuando entre al café estaba bastante oscuro y pocos clientes, pero en una mesa del fondo estaba Aldo, que al verme entrar se levantó y me fue a buscar.

Nos saludamos con un beso en la mejilla y nos sentamos… El mozo se acercó para tomar el pedido.

- Yo estaba tomando un gin tonic… Vos ¿Qué vas a tomar? - Me dijo alcanzándome el menú.

Me puse muy nerviosa, ya que tendría que hablar y mi voz es bastante gruesa. Entonces decidí no aflautar mi voz sino hacerlo de forma pausada y baja.

- A ver… por favor pedime un vodka con… No mejor una caipirinha.

- Puede taerle una caipirinha, por favor.

El mozo se retiro y nos quedamos en silencio… el me miró y me dijo.

- Estás más linda que en las fotos…

- Gracias.

- Es verdad sos muy femenina.

- Gracias.

- Estoy tan nervioso que… Es como si fuera la primera vez que tengo una cita. –hizo un gesto pícaro y luego agregó-

Es que hace mucho que no salgo con nadie… pero eso vos ya lo sabés.

La charla continuó por más de una hora y el trago estaba buenísimo.

Era el momento en que algo tenía que pasar, pero no sabía si provocarlo o dejar que él tome la iniciativa. No terminé de pensar eso, que el me tomo la mano y me dijo:

- ¿Dónde seguimos la noche?

Deje que pasara un instante y luego contesté.

- ¿No te gusta este lugar? A mí me encanta por eso te lo propuse.

- Si, me encantó, pero quizás te gustaría ir a bailar o a pasear, tengo el auto, podemos ir donde quieras. – pensé que era muy galante y que no le daba vergüenza que lo vean conmigo. Se le habían desaparecido todos sus defectos y su puntaje había subido varios puntos.

- Me encantaría ir a bailar, pero con estas botitas me voy a morir.

- Te llevo a tu casa, te cambias y vamos. – dijo entusiasmado.

- ¿Te parece?

- Si, dale. – sin esperar mi respuesta llamó al mozo, pagó los tragos y me ayudó a levantarme. Me dejó pasar por entre las mesas y puso su brazo alrededor de mi cintura. Mi termostato empezó a decirme que me estaba calentando. Su mano me aferraba y dirigía mis movimientos entre las mesas, que se habían poblado.

Una vez afuera nos dirigimos hacia el auto que estaba en la esquina, e íbamos muy pegados el uno al otro. Buscó las llaves en su bolsillo y me abrió la puerta. Nuestras bocas quedaron a unos pocos centímetros y pareció que el tiempo se había detenido. Nos miramos y nos dimos un beso de labios, suave y tierno. Luego me sentó en la butaca y cerró la puerta.

- ¿Por dónde tengo que ir? – Me preguntó mientras apoyó su mano en mi cuello. Y yo estaba tan loca que no sabía como volver a casa. Suspiré y le indique… el manejaba bien despacio y recorrió esas cuadras casi como si hubiéramos ido caminando.

Al llegar me quedé esperando a ver si no había vecinos en las cercanías y por suerte estaba todo en calma, abrí la puerta y me bajé, pero antes de cerrar la puerta del auto, le espeté:

- No querés bajar, puedo tardar varios minutos. – y le regalé mi mejor sonrisa.

- ¿Querés que suba?

- Dale, te invito un trago mientras esperas… – Hizo un gesto y luego cerró el auto y me acompaño. En el ascensor nos volvimos a besar y cuando me iba a apretar contra el espejo nos detuvimos así que abrí la puerta y entramos en casa. Prendí la luz y el examinó el living y se fue a sentar en un sillón.

- ¿Qué querés tomar?

- ¿Tenés gin?

- Vodka

- Bueno.

Saqué unos hielos y llevé la botella para que se sirviera la medida que deseara… Luego me aleje bamboleando mis caderas y desde la puerta le dije.

- Esperame que me cambio y vuelvo. – Mientras abría el placard, pensaba en que ponerme, para ir a bailar… o me pongo algo cómodo para que nos quedemos en casa. Y opté por la segunda posibilidad.

Busqué mi babydoll negro y me saqué toda la ropa, quedándome solo con la tanga y el corpiño. Me puse mis zapatos más altos, que hacían que mi cola se parara aún más y mis piernas parecieran mas largas de lo que son. (Mido uno setenta y ocho.)

Me paré en el marco de la puerta, apoyé mi pierna derecha en una silla dejándole ver mis zapatos y le pregunté.

- ¿Te gustan mis zapatos? – él se quedó admirándome sin poder contestar. Entonces doblé la apuesta. - ¿Te parece que con ellos podré bailar?

Me acerqué hasta donde estaba él y me senté a su lado. Aldo me miraba sin atinar a nada. Estaba impresionado y yo pensé que lo había apurado. Estaba arrepentida de mi elección.

- Sos hermosa, sos una mujer preciosa. – y sin otro particular, nos besamos y esta vez su lengua penetró en mi boca.

Nuestras manos se mezclaron y las caricias se multiplicaron hasta que llegué a su cinturón y lo solté. Mi mano se introdujo por debajo, buscando su pija y allí estaba, parado y húmedo.

Bajé la cremallera, acerqué mi boca hacia él y me zambullí en su caliente miembro.

Su pene era más grande que el mío, eso no sería ninguna novedad, pero lo que mas me llamó la atención es su grosor.

El olor a hombre me embriagó y me lo fui comiendo hasta llegar al fondo de mi garganta.

Aldo estaba tan caliente que no tardó en acabar. Su primer chorro de leche desbordó de mi boca y un nuevo chorro golpeo mi cara. Él se acercó y lamió de mi cara su semen y luego nos besamos…

Continuarla…

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