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No fuí a trabajar

en Transexuales

Ese viernes no fui a trabajar

Ese viernes, no fui a trabajar, estaba solo en casa, mi mujer se había ido a su ciudad por unos trámites que debía realizar y yo me había quedado hasta tarde viendo televisión y no me desperté hasta tarde por lo que decidí llamar al trabajo y decir que estaba enfermo. Yo nunca falto y además siempre llego temprano, así que no tuve ningún problema.

Estaba entre levantarme y quedarme un poco más en la cama, tenía todo el día por delante y el fin de semana para estar solo, en casa y poder hacer las cosas que nunca podía hacer.

Decidí darme un baño de inmersión, bien caliente, con esos aceites que usa mi esposa. Me afeitaría con todo el tiempo, que nunca tenía, me pondría algo liviano y cómodo, para poder aprovechar de no hacer nada que no me corresponda, que no desee.

Puse en el equipo, un CD de Prince y me desvestí.

El vapor subía de la rebosante bañera, dejé caer unas gotas de aceite en ella; un aroma fuerte e intenso inundó el baño. Me sumergí en el agua y rápidamente sentí relajado y feliz.

Miraba mi cuerpo y sentía suave mi piel, ya que el aceite me estaba haciendo efecto.

Jugaba con mi pene, con los bellos que lo rodean y los que sube hasta mi ombligo. Una afeitadora, que mi esposa usa para depilarse, se encontraba en la jabonera. ¿Y si me depilo los poquitos pelos de mi panza…? Me la pasé por la panza y me dejé un triángulo perfecto en mi pubis. Luego me saqué unos pocos pelos que me salían alrededor de mis tetillas y sin pensarlo dos veces, levanté mis huevos y me rasuré la parte de debajo de mis bolas, hasta llegar a mi ano. Con la suavidad que había quedado en mi piel, estaba súper entusiasmado, No podía entender que me había hecho hacer eso…

Estuve en el agua hasta que se enfrió y entonces me salí y me sequé,

Me puse la salida de baño de toalla que usa mi mujer y me afeité hasta quedar sin un pelo en mi cara, Sentía los poros bien abiertos y eso hizo que me fuera muy sencillo y que a su vez me pueda poner muy quisquilloso con respecto al producto final de mi afeitada.

El CD se había terminado así que volví al living y lo puse para que empezara de nuevo. Cuando me volteé me vi reflejado en el espejo grande. La salida de baño es rosa intenso y dejaba ver mis rodillas, mi pelo caía sobre la solapa de toalla y mis ojos resaltaban, con un brillo especial… ¿Qué estaba pasando? Corrí hasta la habitación, abrí el cajón de Sheila, mi esposa y busqué en su cajón de ropa interior.

Tenía una veintena de bombachas de distintos estilos, textura y tamaños. Saqué una y me la puse, volví a verme al espejo del living. Me probé varias hasta que encontré una que me calzaba bien, busqué el corpiño que hacía juego y después de varios minutos me miré y me gustó los que observaba. Estaba afiebrado de lujuria y decidí seguir mi impulso hasta el final. Me probé casi toda la ropa de mi esposa y terminé pintándome los labios de color rojo intenso. Pantalón de jean eslatisado, que me marcaba la cola. Una blusa gris brillante, sin mangas que me llegaba hasta media cola. Medias negras tres cuartos y sandalias de taco de siete centímetros, con tiras finas por el empeine. Sin darme cuenta eran como las cinco de la tarde, cuando me sentí satisfecho y cómodo con mi jueguito. No había almorzado y en realidad no había hecho nada de lo que creí que iba a hacer.

Me preparé un café y unas galletitas y comí algo. Caminaba por la casa, haciendo ruido con los tacos, si bien nunca había caminado con tacos, no me costó nada acostumbrarme a ellos. Estaba tan entusiasmado con el juego, que estuve tentado de depilarme las axilas, pero eso ya era mucho, no solo le debía dar explicaciones a mi mujer si no a los muchachos con los que juego al fútbol y a todos los que me vieran en la piscina. Así que deseché la idea.

Me quedé toda la tarde y la noche así vestido, mirando televisión en la sala y luego me fui a acostar… Lo más apropiado era que me pusiera una camisón de Sheila, así que busqué y me puse una de seda, que me quedaba muy bien. Así me dormí.

Al otro día, cuando desperté, me vi así vestido y todas esas sensaciones, de esos sentimientos brotaron nuevamente de mí. Fui al baño, bajé la bombacha y me senté en el inodoro e hice pis sentado, como lo hacen las mujeres. Así como estaba desayuné en la cocina, Ordené un poco la casa y luego me fui a cambiar. Ni lo dudé en volver a vestirme de mujer. Me probé mini faldas, faldas, pantalones, vestidos y los pocos zapatos que me entraban, Iba de el cuarto hasta el living, taconeando y me miraba en el espejo hacía alguna tarea del hogar y nuevamente me cambiaba.

Fue ahí cuando me di cuenta que un hombre del edificio de enfrente estaba mirando por la ventana de su casa. ¿Me habrá visto? Lo miré, yo estaba con una blusa a medio poner, una minifalda negra y unas botas negras de cuero. Él tendría mas o menos mi edad, bien parecido, con una barba de tres días, mucho más no podía ver ya que su ventana no me dejaba ver su cuerpo.

Nuestras miradas se cruzaron y luego siguió mirando hacia la calle. Me tranquilicé, cuando miré nuevamente y el tipo ya no estaba. A eso de las seis de la tarde, tenía que salir al balcón a regar las plantas y no me animaba, pensé hacerlo más tarde cuando no haya tanta luz, regué las de adentro y seguí en mi nuevo juego, cada tanto me retocaba el maquillaje, me volvía a pintar los labios y trataba de peinarme más femeninamente.

La noche iba tomando al día de rehén y ya no tenía excusa para salir al balcón y regar las plantas. Miré para todos lados, abrí la puerta y salía a fuera, con la regadera en la mano. Me parecía que el taconeo iba a hacer salir a toda la calle a las ventanas para ver quien era esa que osaba hacer semejante ruido. Pero nadie se inmutó, volví al entra, con la tarea realizada y una excitación impresionante.

Me preparé la cena y en el living me puse a comer mirando la televisión. Me preparé un trago y luego me estiré en mi sillón, corrí el televisor y me quedé un rato viendo una serie.

Me sentía algo raro y no era por mi vestimenta, ni por remordimiento, era algo incómodo, que no podía precisar. En eso, me levanto a buscar un cigarrillo y cuando vuelvo a sentarme, veo en la ventana de enfrente al tipo que me había estado mirando a la tarde. Me puse colorado y sentí un calor en todo el cuerpo. Esta vez el tipo no bajó la mirada y yo quedé paralizado. Sentí que me iba a desmayar. El vecino me sonrió y me cabeceó, como invitándome a bailar. Yo lo seguí mirando, si atinar a nada. Él me vuelve a mirar, me regala otra sonrisa y se aleja de la ventana. Me zambullí en el sillón a seguir mirando la televisión, sin dejar de observar de reojo, la ventana de mi vecino.

Habría pasado media hora y mi trago ya estaba terminado, cuando suena el timbre. Me costó pararme y caminar sobre los tacos.

- ¿Quién es?

- Antonio, el vecino de enfrente.

- ¿Y que quiere?

- Subir

La verdad es que no entendía nada ¿Qué quería este tipo?

- No, me parece que no da.

- Si estás preciosa. – hice silencio y él agregó. – Tomamos un café y nada más.

- Es que no puedo bajar a abrirte.

- Tirame las llaves por el balcón.

Busque un repasador y en él envolví la llave, Fui hasta el balcón y le arrojé la llave. No tardó ni un minuto en estar del otro lado de mi puerta.

- Hola. - Me dijo y estiró el cuello para darme un beso en la mejilla y me lo dio. Ya estaba temblando… y me maldecía por dentro por estar en esta situación. Paralizada, temblando y sin saber como reaccionar… Yo estaba que me moría.

Lo hice pasar, se sentó en el sillón y yo me senté a su lado. Antonio parecía tener la situación dominada y eso me parecía que estaba bien.

- Hace dos días que te estoy mirando.

- ¿En serio?

- Si. Y recién hace un rato que me animé a cruzar la calle y tocarte el timbre.

- ¿Y por qué?

- Porque soy tímido.

- No. ¿Por qué me viniste a tocar el timbre?

- Porque me gustaste. Me gustó verte prepararte, cambiarte, caminar… Y cuando saliste a regar, estuve a punto de gritarte.

- Yo no te vi.

- Pero yo si te vi. Pensé que ibas a ir a una fiesta o que ibas a salir con alguien… pero como pasaba el tiempo y no salías, te preparaste la comida y te sentaste a ver televisión, supe que lo hacías para mí.

- Yo pensé que ni me habías visto.

La conversación termino por tranquilizarme, él no me daba miedo, es más me gustaba esta escena.

Traje el café y lo tomamos, entre charla y charla. Hasta que me dijo.

- Sos hermosa.

- No soy puto, esto es una revelación para mí. Hace un par de días que me vinieron las ganas de vestirme con esta ropa y nada más… no sé porque, todavía no lo puedo contestar.

Antonio se sonrió y me dijo.

- Yo no te voy a preguntar nada, ni quiero que me des explicaciones, lo que si sé, es que me gustaste y eso es todo. – Se acercó a mi boca y rozo mis labios con los suyos.

Sus labios, eran fuertes y pese a que solo fue un roce, sentí que me gustó su forma de encararme. Al no sentirse rechazado volvió a la carga y esta vez nuestros labios chocaron por unos segundos y se retiró esperando la respuesta.

- Esperá, me parece que esto no es lo que es.

Entonces me puso la mano en el cuello, cosa que me hizo cerrar los ojos y disfrutar de su mimo y tomándome por la nuca, me dio un beso. Su lengua buscó la mía y sin pensarlo yo correspondió a ese beso. Pero me zafé.

- Basta, Antonio, Pará…

Pero Antonio, no paró, entendió que mis palabras no decían lo que aparentaban, buscando mi boca, mientras su brazo libre me llevó hasta su cuerpo y ya no pude resistir.

Un beso se siguió de otro, cada vez más intensos, cada vez, más largos. Sus manos me acariciaba, el jean parecía impalpable de fino que lo sentía y el tacto de su mano en mi espalda me daba electricidad. Desprendió mi corpiño y me acaricio mis pequeños senos, como un experto. Yo lo dejaba hacer pero no hacía nada para que él goce. Tenía la mente en blanco, no podía pensar en nada, me sentía inhibido. Lo único que tenía claro, era que esto se tenía que terminar antes de que quiera pasar a mayores y no lo pudiera parar.

- Bueno, ya basta, todo estuvo muy bien pero basta.

- ¿No te gusta?

- No es eso, es que yo nunca estuve una relación con otro hombre… No quiero seguir, quiero que te vayas.

- Pero yo no quiero irme, me gustás mucho y la estamos pasándola bien, ¿No es verdad?

- Si, pero no estoy preparado para esto. No quiero, ni soy gay.

- Lo sé, pero esta noche sos una diosa y a mí me gustaría quedarme un rato más… Si querés no pasamos de aquí, charlamos, nos damos unos besos, nos acariciamos y punto… Un ratito y después, cuando me lo pidas me voy. No te voy a hacer nada que no quieras… ¿te parece?

Me levanté a buscar más café y así enfriar un poco el ambiente. Me saqué el corpiño en la cocina, ya que su propósito ya estaba cumplido. Mientras servía las taza, escuche que el prendía el equipo de música y disparaba el CD de prince que estaba puesto desde ayer cuando me bañaba. Yo venía con la bandeja y las taza de café, él estaba mirando i discoteca.

- ¡Qué buena música que tenés!

- Gracias

Dejé la bandeja sobre la mesa y él me tomó de la cintura, atrayéndome hacia su cuerpo me colgué se su cuello y besamos. Así como estabamos, parados, él levanto la blusa y su boca me empezó a chupar mis tetillas, él estaba muy concentrado y yo, estaba a mil, sentía que mi pija ya no entraba en este jean tan apretado y el culo me latía. Nunca había sentido algo igual… para mí, hasta ese momento, el ano no era un lugar donde se manifieste el sexo. ¿Y si me toca? ¿Qué pasará? No tuve que esperar mucho para llegar a una respuesta, ya que mientras jugueteaba con mis pezones, sus manos atraparon mi cola. El pantalón me quedaba tan apretado que sentía como sus manos acariciaban cada centímetro de mi cola, y me dejé cuando su dedo dibujó la raya hasta hacer presión en mi ano. Mientras clavaba sus dientes en mis pezones y acariciaba mi culito con maestría, yo supe que no tenía retorno: Esa noche iba a conocer, lo que era tener una pija dentro de mí. Antonio, se dio cuenta de lo que estaba sintiendo y tomando mi mano la llevó hasta su bulto. Por encima de su pantalón lo fui acariciando y cada vez me iba animando a más. Desprendí el botón y dejé caer la cremallera, mi mano buscó su piel caliente. Tener una pija caliente en las manos fue muy fuerte. Él me besaba haciendo entrar su lengua en mi boca de forma rápida, era un mensaje, un mensaje que no sabía si quería entender… Su lengua era su pija y quería que yo se la mamara. Él mismo bajó su pantalón y su calzoncillo, marcándome el camino… Dudé e intenté hacerle una paja más violenta, como para saciar su deseo, pero él me precionó hacia abajo y yo me dejé caer arrodillado a sus pies. Mi cara quedó a merced de su verga y mi tentación pudo más que cualquier pudor…

La miré, estaba bien cerca, su olor podía sentir. Su tamaño era casi igual al mío. Su cabeza se cubría cada vez que yo subía su piel y quedaba descubierta cuando yo la bajaba. Besé su tronco y luego bese su cabeza. Lamí el líquido que estaba lubricando la punta. Y sin esperar conocer su gusto me introduje un poco en mi boca. Lo manoseaba y me lo metía buscando un ritmo, como me gustaba a mí que me lo hagan y Antonio lo estaba disfrutando. Chupe sus huevos y luego me la metí toda dentro… y eso lo puso a mil tanto que la sacó, - No quiero acabar en tu boca, quiero acabar en tu culo.

Entonces me empezó a desvestir. Le costó bastante sobre todo el pantalón que estaba como pegado a mi piel. Me dejó la tanga puesta y las medias…

Se colocó un condón y de un sobre que venía en la caja de profilácticos, me untó un gel que le hizo más fácil introducirme un dedo. Me esparcía la crema con ansiedad y con placer, yo gozaba de sus caricias y de sus masajes anales.

- Tené mucho cuidado.

- Lo tendré.

Me puso en cuatro y colocó la cabeza de su verga en el anillo de mi culo. Ante la presión mi culo fue cediendo, con poco dolor. Pensé que estaba, casi toda dentro, pero todavía no había entrado ni la mitad de su cabeza. Cuando volvió a presionar, sentía que me iba a cortar por la mitad.

- Me estás matando.

- Si todavía no entró nada.

Mi mano fue a palpar la zona, para verificar que ya estaba casi toda dentro pero era verdad; apenas me estaba entrando.

- No voy a poder…

Antonio no me contestó, no la sacaba, ni me la metía más, entonces volvió a hacer presión y esta vez vi las estrellas. Esta vez pe la había metido toda. Pero no era así.

- Ya pasa, falta poquito.

- No puedo más.

- Tenés el mejor culo del mundo.

- Me estás matando.

Fue entonces que dio el último empujón y sentí como se juntaban mis nalgas con su pelvis. Un grito desgarrador salió de mi garganta. Él esperaba a que mi esfínter se acomodara a su tronco, como yo lo había hecho antes con varias mujeres. Me decía cosas lindas sin dejarme que me saliera, pero tratando de no moverse. Cuando me sintió más relajado empezó a moverse, cada vez que lo hacía mi placer era mayor… Su pija iba creciendo dentro de mí y sin hacer nada, mi pija eyaculó leche. Casi al mismo tiempo el acababa dentro mío.

Luego, no hubo casi palabras, solo las imprescindibles. A mi me dolía todo. Me vestí, lo acompañé a bajo y nos despedimos…

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