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Mi vida cambia

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Mi vida cambia

Hacía un mes que estaba trabajando como secretario del dueño de la empresa. Tengo veinticinco años y mi vida era normal hasta que entré en la empresa, ya que una vez dentro trabajaba como un loco, pero el suelo lo valía.

Entraba a trabajar a las ochos, a veces iba a la empresa y otras tenía que ir a su casa y me iba a las veintiuna o veintidós horas, algunas veces tenía que trabajar los fines de semana y eso así que mi vida social hubiera muerto.

La verdad que estaba muy cansado, pero al cobrar me di cuenta que solamente gastaba en viajes, ya que la comida y casi todo era pagado por mi jefe. Comía en restaurantes lujosos, o me convidaban habanos cubanos de esos que cuestan treinta o cuarenta dólares. Es que mi jefe era generoso y yo me esmeraba bastante en mis tareas, nunca me quejaba y no pedía salir del trabajo para nada…

Había días que lo despertaba con un llamado importante y lo acompañaba hasta su casa a altas hora de la noche.

Adivinaba lo que me iba a pedir y le solucionaba todo los inconvenientes que se iban presentando.

La verdad es que yo sentía que además de ser eficiente, mi jefe me quería y yo había aprendido a quererlo. Lo que pasa es que ningún otro secretario aguantaba el ritmo de trabajo que mi jefe imponía.

El viernes veintitrés de septiembre me dice:

- Mañana me voy a Punta del Este.

- Me parece bien que tome un descanso.

- Es mi cumpleaños y me voy la chacra, vuelvo el martes.

- ¿quiere que le saque un pasaje?

- No voy en la avioneta.

Pensé que era una suerte, ya que el sábado podría dormir toda la mañana y después ir a recorrer para comprarme algo de ropa ya que a veces no estaba a la altura de las circunstancias, cuando en reuniones de trabajo cenaba o almorzaba con mi jefe.

Al terminar el día me despedí y volví a casa. Caí rendido en la cama y dormí como un perro. Hacía más de un mes que no dormía tranquilo sin pensar en todo lo que debía hacer al despertar. Pero a eso de las siete de la mañana, sonó el celular, (que me proveía la empresa). Desperté desesperado, pensé que me había dormido todo el fin de semana y estaba llegando tarde al trabajo.

- Hola

- Hola. ¿Antonio?

- Si señor. – Era mi jefe con vos tranquila y despejada, cosa rara ya que siempre estaba en tensión. – Feliz Cumpleaños – Agregué.

- Gracias pibe, ayer cuando te ibas me olvidé de decirte algo… ¿Vos vendrías a Punta del Este conmigo? Si no tenés nada que hacer… - Las palabras parecían ordenes, saliendo de su voz. – Nada de trabajo es solo esparcimiento… - agregó.

- Me encantaría… pero… La verdad es que no tengo ropa para ir a la playa…

- No te preocupes, yo allá tengo de todo y si no te va o no te gusta salimos y compramos algo… ¿Te parece? – Ese tono ya lo conocía, era una orden y no acatarla, me pondría en jaque. No tenía forma de salir de ese embrollo y por otro lado. viajar en avión, conocer esa playa e ir de millonario me seducía.

- Bueno.

- Venite ya para acá, tomate un taxi, que salimos en media hora. No te olvides los documentos y no traigas nada, allí hay hasta cepillo de dientes para estrenar.

Cinco minutos más tarde estaba subido a un taxi viajando hacia la casa de mi jefe.

Al llegar, me estaba esperando en su auto así que me bajé de un coche y me subí al otro.. Yo estaba entre dormido y excitado por la emoción de viajar en avión e ir a pasar un fin de semana de lujo. Me sentía sucio ya que no tuve tiempo ni para bañarme.

- Gracias por acompañarme… ¿Conocés Punta?

- No, ni nunca volé.

- Te va a encantar… ¿Te da miedo?

- No sé, estoy tan dormido…

El día era hermoso, ni una nube y el sol de la primavera brillaban y la temperatura era perfecta. El avión era de esos chicos con seis asientos, tenía un bar y el piloto era muy experto ya que casi no se movió. En un poco más de una hora estábamos aterrizando en Punta del Este. Allí nos esperaba un auto, que yo mismo había alquilado desde Buenos Aires. Tras una escala en el supermercado, donde mi jefe compró un montón de cosa, más de lo que podríamos consumir en un fin de semana.

Llegamos a una chacra con una casa enorme. Un ejercito de servidumbre salió a recibirnos. Bajaron dos maletas que mi jefe traía y todos los alimentos que habíamos comprado.

Mi jefe entró en la casa y desapareció de mi vista, como si yo no estuviera allí, mientras un sirviente, me acompañó a mi cuarto. La pieza era más grande que mi departamento, una cama matrimonial muy mullida y el baño tenía una bañadera gigante con hidromasaje, miles de toallas en cada uno de los rincones, espejos enormes y sobre un estante jabones, perfumes, lociones y otros frascos que no sabía para que sirvieran. Era otro mundo y en ese mundo yo no estaba en sus listas.

Estaba yo todavía sorprendido por la magnitud y opulencia de todo lo que me rodeaba, cuando siento que suena el teléfono.

- Antonio, ¿Está todo bien?

- Si, señor, es bellísima la casa y el cuarto…

- Me alegra que te guste… ¿Qué querés almorzar?

- Primero me gustaría darme un baño, pero si está todo listo me lo doy después de comer.

- Si mejor te bañas después, dormimos la siesta y así me das tiempo para buscar algo de ropa para vos.

Salí de mi cuarto y fui hasta el comedor donde estaba la mesa servida para dos, mi jefe entró detrás de mí, pasó su brazo por mi hombro, llevándome hasta el mesa y me dijo:

- ¿Tenés hambre?

- Un poco.

- Bueno sentate.

Comimos como reyes y bebimos mucho… Luego del café, el mejor que tomé en mi vida, nos dirigimos a nuestros cuartos. Así pude ver que la pieza de él, estaba al lado de la mía y que se comunicaban con una puerta. Cuando llegamos a la puerta de mi cuarto me dijo algo que no entendí.

- Cuando nos levantemos tengo una sorpresa para vos. – y agregó después de esperar una respuesta que yo nunca le di. – Quien te dice que si te gusta te de un cuarto en mi casa de Buenos Aires.

Me despedí y entré a mi cuarto, no sabía si bañarme antes de acostarme o acostarme y luego bañarme… pero me dio cosa ensuciar esa cama tan rosas con mi suciedad así que abrí la bañadera con agua caliente y sin esperar a que se llene, me desnudé y luego me metí y disfruté de ese baño, ya que yo no tenía bañadera. Luego me acosté desnudo en esa cama gigante.

Las palabras de mi jefe volvieron a mí. - Cuando nos levantemos tengo una sorpresa para vos. Quién te dice que si te gusta, te de un cuarto en mi casa de Buenos Aires. Pensé que siempre que tomaba demás tenía esas actitudes de generosidad conmigo y me tranquilicé.

Dormí dos horas, me levanté y fui al baño, medio dormido, todavía tenía ganas de mear. Algo raro ocurría ya que no había quedado ningún rastro de que me había bañado Todo estaba ordenado como cuando llegué y mi ropa no estaba donde yo la había dejado. Estaba en un aprieto. Si mi jefe me llamaba no podría salir ya que no sé como, mi ropa había desaparecido. Fui hasta el cuarto y abrí el ropero… estaba lleno de ropa de mujer colgada de forma perfectamente ordenada, por colores y por tamaños.

Los cajones llenos de ropa interior femenina y veinte pares de zapatos lujosos en el fondo del placard.

Encontrarme en una pieza llena de ropa femenina me excito un poco y estaba yo fantaseando cuando sonó el teléfono… seguro que era mi jefe para que saliera y fuéramos al centro, como habíamos quedado en el almuerzo.

- ¿Antonio?

- Si, señor.

- Me tomé el atrevimiento de pedirle a la sirvienta que lleve su ropa a lavar.

- AAAh. Me había asustado.

- Igualmente no ibas a salir con esa ropa. Yo te prometí ropa nueva. Abrí el ropero y allí encontrarás muchas cosas lindas para ponerte.

Yo no sabía que contestar, en todo el ropero no había nada de ropa para mí.

- Cualquier duda llamame, el interno es el cien. – y cortó

Fui nuevamente hasta el armario y lo abrí. Busque por todos lados y no encontré ni una sola prenda que no sea muy femenina. No me animaba a llamarle y decirle que toda la ropa era de mujer. Me senté en la cama y dejé pasar un rato. El teléfono volvió a sonar…

- ¿Ya estás lista? – preguntó mi jefe.

- ¿Perdón? – contesté yo con sorpresa, ya que había dicho lista en lugar de listo, Era obvio él quería que me vistiera de mujer… Estaba totalmente loco y yo no iba a aceptar ese juego. Hacía miles de cosas por él, bancaba todos sus caprichos y sos impertinencias, que son frecuentes cuando uno vive todo él dia con otra persona, hasta había dejado mi vida social. Pero esto era demasiado, había pasado la raya.

- Te preguntaba si la ropa era de tu agrado y si ya estabas lista para que vayamos al centro. ¿No habíamos quedado en eso?

- Pero señor, toda la ropa es de mujer…

- ¿Si? ¿y?

- ¿Qué quiere que me vista de mujer?

- ¿Y si usted quiere? Me gustaría.

- Pero…

- Es un chiste. Allí va la sirviente y le lleva algo para que se vista. – Se abre la puerta y entra una mujer de cuarenta años, muy linda para su edad. Todo fue tan rápido que no tuve reacción para taparme el pene. Ella no me miró siquiera. Dejó la ropa a un lado de donde estaba yo sentado y se retiró.

Una camisa, un par de medias y un jeans a estrenar de marcas muy cara… era mi talle exacto. Un cinturón de cuero y unas zapatillas Niké, como las que siempre quise tener. Tuve que ponerme una tanguita ya que no encontré un calzoncillo en la entrega que me hizo la cuarentona. Primero elegí la que me parecía mas grande, pero la diferencia entre una y otra eran ínfimas, así que primero descarté las rosas y las blancas y solo me quedaban dos rojas tres beiges y seis negras. Entonces descarté las de encajes muy sensuales y me quedé con una que me pareció la más sencilla. Era negra con un triangulito por delante y uno mas pequeño atrás… tuve que estudiarla bastante para ponérmela de la forma que correspondía. Sentir la textura de esa tela hizo que me excite bastante y mi pija ya no entraba en el triangulo de adelante pero me la acomodé mejor y ya no tuve problema. No sé si alguna vez usaron una tanga pero la verdad que la tira de atrás se te mete en el culo y es raro. No me gusta, no usar nada, así que me lo aguanté.

Fuimos a caminar por Gorlero, había muy pocos turistas y negocios abiertos. Así que tomamos un café en un barcito. Hablamos de muchas cosas y por primera vez como si fuéramos dos amigos y no como un jefe y su secretario. Su vida era muy interesante y contaba todo con maestría, luego me hacía preguntas y se interesaba en mis cosas intrascendentes. Vimos el atardecer y luego volvimos a su casa. La tanga se había hecho notar un par de veces pero nada grave, hasta me gustaba saber que la tenía puesta.

- Dentro de una hora comemos una picada en la galería. – Me dijo y entonces se fue a su cuarto y yo me quedé un rato mirando y disfrutando de la vista que daba el ventanal del living. Luego de veinte minutos me fui al cuarto. No sabía que hacer, y me acordé de mi tanga… me saqué el pantalón, los zapatos y me fui al baño a mirarme como me quedaba. Que de sorprendido al notar que la tanga me hacía una cola perfecta, nunca me había mirado mi cuerpo de esa manera, soy lampiño, solo llevó pelos en el pubis y en las axilas, me afeito una vez cada tanto y mas por costumbre que por la barba que me crece… Tuve ganas de probarme todas las tangas del cajón pero me contuve. Me volví a vestir y fui para la galería para comer la picada.

Allí estaba mi jefe, vestido muy informal pero super elegante como siempre.

Charlamos y luego cenamos. Tomamos coñac y él me propuso salir a bailar, pero yo estaba algo mareado de tanto alcohol… así que nos quedamos viendo como crepitaba el fuego en el hogar.

- ¿Estás bien? – me preguntó – Digo cómodo…

- Si la estoy pasando muy bien. Creo que hacía mucho que no me divertía tanto. Me encanta que charlemos y me siento cómodo.

- Esto puede ayudar bastante a nuestro trabajo, lo podemos hacer dos o tres veces al año y así limpiar la rispidez que la cotidianidad va creando... ¿No te parece?

- Si la verdad que si.

- Sé que puedo ser bastante exigente con vos, y por eso este momento de estar solos y poder conocernos mejor sería de mucho valor para los dos. Decime, ¿Hay algo que yo haga que te moleste mucho?

- No estoy preparado para contestar eso… tendría que haberlo pensado antes. No esperaba que llegáramos a este grado de intimidad. Me gusta trabajar con usted y todo lo que me ofrece al estar al lado suyo. Me gusta estar a su lado. – Mientras decía eso me daba como una cosa extraña, parecía que le estaba confesando un amor o una admiración extraña.

Se hizo un silencio y solo pensaba en irme al cuarto. Él encendió un habano y yo le dije que si no le molestaba me iba al cuarto, él me hizo un gesto que resumía el si anda acostarte y que me quede tranquilo que se quedaba fumando y mirando el fuego o eso es lo que quise entender.

Una vez en el cuarto me fui al baño mee, me lavé los dientes y me desnudé, volví a descubrir que estaba con la tanga puesta y me volvió la idea de probarme las otras que había desechado del cajón… saqué todas y me fui al baño a mirarme. Era increíble lo bien que me sentaban, yo estaba aturdido y fue entonces que empecé a mirar los otros cajones… en uno había medias, panty medias y ligueros. Hice mil combinaciones y cada una me quedaba mejor. Quedaba otro cajón lleno de corpiños y comencé a probármelos todos.

En los cajones del baño busqué algodón para hacer el relleno… Mi sorpresa fue increíble cuando en la primera puerta encontré una caja con un par de prótesis de siliconas. Las cargué en el corpiño que llevaba puesto y caí impávido cuando me vi en el espejo. El color de las siliconas era igual al de mi piel y ya deseaba ponerme un vestido. Busqué en el armario sin saber que buscaba… Un vestido negro corto fue el elegido. Me lo probé, creía que no me iba a entrar porque era muy apretado, me quedaba pintado… busqué un par de zapatos, todos tenían taco pero el que iba a quedar mejor por su brillo, tenía taco aguja bastante fino y alto. Todo lo que estaba en el armario parecía de mi talle hasta los zapatos. Me fui caminando despacito para no caerme ni desguinzarme el tobillo. No sé si fue el taconeo o alguna curiosidad de mi jefe, pero me lo encontré admirándome en el espejo… yo estaba esplendida y al segundo totalmente avergonzado. Traté de dar una explicación pero me fue imposible hacer que mi boca diera un sonido. Mi jefe no parecía sorprendido ni nada.

- ¡Estás muy linda! – me dijo y no se estaba burlando. Había en sus ojos un brillo especial. Se dio media vuelta y se iba a su cuarto cuando se paró se dio vuelta y estiró su brazo, en su mano pendía una bolsa. – Tomá. - Me dijo y se fue por donde entró. Quede paralizado y no atiné a nada. De repente mi miré al espejo y encontré la imagen de una mujer. Abrí la bolsa y estaba llena de cosméticos. Era mucho para mí. Me saqué todo y lo volví a poner en su lugar. Dejé todo ordenado como estaba antes de que yo lo saque.

Estaba otra vez en bolas y la noche estaba fresca. Así que me acosté y me tapé hasta la nariz.

La cabeza me daba mil vueltas Esa mañana me desperté en mi casa y ahora estaba en una chacra muy lujosa en Punta del Este. Había viajado en avión por primera vez, me había pasado toda la tarde con una tanga puesta y después estuve jugando a vestirme de mujer y para colmo me había descubierto mi jefe en ese momento… Era obvio que él había preparado todo para que eso pase. Y yo había dado todos los pasos que él había planeado. Me sentía usado, humillado, me quería esfumar, desaparecer. Me arrepentía de haber aceptado el viaje y todo… no sabía como iba a hacer para salir de ese cuarto mañana por la mañana. Tardé horas en dormirme.

Me despertó un golpe en la puerta… cuando abrí los ojos estaba la cuarentona con una bandeja con un suculento desayuno. Me acomodé y ella posó la bandeja con patas sobre mí. En la bandeja había un café con leche, unas tostadas, dulce de leche, medias lunas, un vaso de jugo de naranja, una servilleta, una rosa y debajo un sobre con una carta.

Tomé la taza y le di un buen sorbo. Agarré el sobre con la carta y la leí.

La verdad es que estabas hermosa anoche, me gustará verte cuando salgas del cuarto tan linda con lo hiciste ayer. Espero que no te haya avergonzado, no fue mi intención está fresco pero vamos a la playa, espero que encuentres algo apropiado para ponerte. Gustavo.

Debo estar soñando… todos los recuerdos del día de ayer se atropellaban en mi cabeza. Y sentí como mi verga se había despertado también.

Dejé la bandeja a un lado y me levanté. Mi ropa no estaba y en su lugar había dos cabezas con pelucas de mi color de pelo pero una con el pelo largo y la otra con el pelo tipo melenita.

Fui hasta el baño y nada no había rastros de mi ropa… esta vez no estaba tan desesperado como la otra vez fui al cajón y me puse la tanga que estaba usada, abrí el ropero y saqué un jeans celeste, una camisita blanca y un suéter haciendo juego unas zapatillas altas blancas con vivos rosas que eran las únicas que había. Fui al baño y me miré en el espejo y noté que esa camisa debía ser llenada con un par de tetas así que me reconstruí. Me puse el corpiño busqué las prótesis y volví a ponerme la camisa. Y ahora me quedaba muy bien, busqué la peluca de pelo mas corto y me la calcé. Con miedo me miré en el espejo y encontré una mujer muy linda. De la bolsa que me regalo mi jefe, busque los cosméticos, me pinté los labios de color rojo y espolvoree mi cara con un poco de rubor. No me daba vergüenza que mi jefe me vea, sino que el personal de la chacra… Abrí la puerta de mi cuarto y salí con paso ligero hacia la sala que es donde pensé que estaba Gustavo… allí lo encontré.

- Hola linda, estás más preciosa que ayer. - Y me dio un beso en la mejilla.

- Hola – dije yo tímidamente.

- ¿Querés ir a la playa?

- Bueno.

Y nos subimos al auto.

Apenas entramos en la ruta que bordea el mar le dije:

- Yo no sé que hago vestido así.

- ¿Querías usar otro vestido?

- No te hagas el vivo. Me refiero a estar vestido de mujer.

- ¿No te gusta estar así?

- No… me siento presionado. Una cosa es estar en la intimidad de mi cuarto y es cosa mía. Y otra es esta trampa… toda esa ropa en mi habitación eso de sacarme la ropa del cuarto. Y…

- No lo vivas como una trampa. Es un juego.

- ¿Un juego? ¿Qué clase de juego es este en que solo uno solo de los participantes se divierte?

- Vos no te divertís porque no aceptas las reglas. No es para tanto, relajate y gozá.

- Eso es lo que se dice cuando te van a violar… relajate y gozá. Y yo me siento violado… ya no la estoy pasando bien.

- A ver. Pensemos. Yo te obligué anoche a vestirte de mujer. No. Te induje o te di los materiales pero ni te lo propuse..

- Bueno pero eso lo hice para mí, no para vos o para estar ahora aquí. – El estiró el brazo y me hizo un mimo en el cuello.

- Estás tan linda. ¿Cómo te tengo que llamar?

- Me estás cambiando de tema.

- Es que me gustás mucho.

- Me vas a decir que te gusto…

- Si no fuera así porque te voy a sacar a pasear y que me vean con vos.

El argumento era valido y ahora era yo el que me había quedado sin argumento. El aprovechó mi silencio para bajar su mano y apoyarlo en mi pierna y me dice.

- Mira linda, Estoy dispuesto a estar contigo, como si fueras mi pareja hasta que volvamos, después volveremos a ser igual que hasta antes salir de Buenos Aires, estás de acuerdo.

- Bueno…

- Entonces cambia esa cara, retocate el maquillaje que estamos por llegar.

Bajé el espejo del auto y me pasé el rouge por mis labios y me retoque las mejillas.

- Así está mucho mejor.

Detuvo el auto frente a un parador que estaba abierto. Y se bajó me abrió la puerta y me ayudó a bajar. Me tomó por la cintura y caminamos rumbo a la playa. Caminamos abrazados como si fuéramos una pareja normal. Habrán sido unos cuatrocientos metros eludiendo las olas y riendo, sintiéndolo a mi costado su cuerpo, que me protegía y me dirigía como lo hacen los novios con sus novias. Y así sin pensarlo me estaba besando con mi jefe.

Luego seguimos caminando y terminamos en el parador donde estaba el auto… yo estaba congelada y si me después del beso me sentí mujer. La mujer de mi jefe. Allí tomamos un te caliente y luego volvimos a la chacra para almorzar… yo estaba confundida, por un lado quería seguir besándolo y estar con él y por otro tenía miedo de lo que pudiera pasar hasta donde quería llegar y hasta donde podría llegar yo.

Al entrar a la casa la mesa estaba servida y el hogar encendido, sin embargo no vi a ningún sirviente. Comimos y después de fuimos al living y charlamos un rato… Él estaba de lo más locuaz y eso me tranquilizaba ya que no era que se quería propasar conmigo. Pero unos minutos después me propuso ir a dormir la siesta… yo me ice la desentendida y cuando llegue a mi cuarto me metí en el. Él siguió como si nada y yo me dejé caer en la cama. Me saqué las zapatillas y me fui al baño a hacer pis me saqué la camisa y mis nuevos pechos estaban allí atrapados por un corpiño que hacía juego con mi tanga y estaba contenta que fuera así. Busque un camisón en el cajón y encontré un baby doll de seda que es ajustaba en mi cintura y apenas cubría mi cola. Si lo hubiera encontrado en el ropero hubiera creído que era un vestido.

Me fui a acostar cuando se abrió la puerta que separaba mi cuarto con el de Gustavo.

Él se acercó a la cama, levantó las sábanas y se acomodó a mi lado.

Sentí que su piel tocaba mi piel, su brazo pasó por mi cuello, guiándome hasta él y me besó Con un beso profundo, lento, lleno de pasión. Un abrazo nos puso de frente y nuestras manos recorrían las espaldas. Sentía que su trozo erguido junto al mío y la seda que me cubría, nos hacía subir la temperatura.

Yo estaba como loca, el calor de su pija y el olor que surgía, con cada movimiento me estaban embriagando y tuve el impulso de tocarlo. Entonces bajé mi mano por su panza, cruce su ombligo y allí ya estaba, húmedo, caliente y firme. Cuando pude palparlo, sentí un escalofrío. Lo recorrí, lo sopesé, lo apreté y él reaccionó con un acercamiento a mí. Corrí las sábanas, quería verlo, quería ver mi mano rodeándolo, acariciándolo. Me sentía volar. Acerqué mi boca a su pene y sin pensarlo lo lamí desde el tronco a la cabeza y sentí que expulsaba un líquido tibio y denso que sabía bien. Metí su verga dentro de mi boca y él gimió.

Sus manos apretaban mis nalgas, sus dedos rozaban mi ano yo me estremecía, cada vez que lo hacía. Entonces gozaba dos veces cuando su polla entraba y salía de mi boca y cuando sus dedos empezaron a abrir mi agujero.

Todo me era ajeno menos el deseo, Sentía todo extraño, desconocido. Hasta hace unas horas era un joven común, sin grandes sobresaltos y sin ninguna fantasía homosexual y mucho menos de travesti, Y hora sentía un deseo imperioso de satisfacer a mi jefe como toda una mujer. Todo lo que hacía y sentía era natural y deseaba besarlo y quería tocarlos y chuparlo y ahora deseaba que me penetre. Moría de ganas de que me coja con todo ese pene y sentirlo bien adentro.

- Antonio, tengo que confesarte algo. – Dijo mientras con una mano me dilataba el esfínter y con la otra masajeaba mis tetillas.– Nunca había estado con otro hombre. Y si bien planeé este juego, no sabía bien como sigue, hasta ayer vos eras mi secretario y ahora tengo un deseo increíble por vos, por tu cuerpo. - Mi culo latía y mis pezones estaban bien duros. – Sos toda una dama.

Sus palabras potenciaron mis sentimientos y mi boca multiplicaron sus habilidades y él también reaccionó.

- ¡Voy a acabar!

Me saqué la poronga de la boca y con apenas dos segundos su verga espezó a desprender chorros de leche que caían en mi rostro, en mi cuello y el último entró en mi boca. Él gemía y se tomó la pija para incrementar el ritmo y unos instantes después la introdujo en mi boca nuevamente. La dejé en ella hasta que perdió total tensión. Nos dimos un beso largo y tenue y nos abrazamos, lo había dejado rendido. Yo estaba feliz, no sabía bien porque, no entendía tantos cambios en mi vida.

Mi jefe se durmió en mis brazos hasta el día siguiente.

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