miprimita.com

De como la vida me due cambiando

en Amor filial

Nací en el cuerpo equivocado

Si es así, desde que tengo memoria me he sentido una niña. No fue que yo deseara ser una nena, lo era. No solo había heredado los rasgos de mi madre, la forma de hablar y mi voz, la de caminar y mi andar, mis gustos y mis capricho siempre fueron femeninos.

Yo no fui violada, ni tenía deseos prematuros de sexo.

Fui un niño solitario, ya que no me interesaban los juegos de los chicos y las mujeres no me aceptaban en sus rondas.

Me hice una buen lector y siempre fui buen alumno, el mejor del colegio. Pero yo no sentía deseos de vestirme de cómo una nena, ni mucho menos.

Mis padres se habían resignado a tener un hijo "raro". Quizás creyeron que cuando llegue la adolescencia, las hormonas brotarían y yo sería el hombrecito que ellos deseaban que fuera. Intentaron incentivar mi parte masculina hasta me llevó a debutar con una puta, pero todo fue en vano. Yo hacía esfuerzos pero no daba resultado. Me dolía mucho no ser como ellos querían.

Mi madre se enfermó y ellos se pasaban meses en la capital y yo quedé a cargo de mi tío Arturo, que es el hermano mayor de mi padre, soltero y muy mujeriego.

Siempre me llevé bien con él, cosa que nadie entendía, ya que éramos lo opuesto, él masculino y seductor y yo un insulso, híbrido. Sin embargo sentía que me entendía con mi tío.

Me hice cargo de su casa y todas las tareas; Ordenar, era una típica casa de soltero, limpiar y cocinar. Aunque solíamos compra en la rotisería, comida hecha.

Papá venía a visitarme y a darle plata a su hermano para mi manutención, una vez cada mes, se quedaba el fin de semana y luego volvía a Buenos Aires.

Un año después terminé la secundaria, mi madre seguía internada y cuando termine el verano tendría que decidir si iba a seguir estudiando o me pondría a trabajar.

Una noche escuche una discusión entre mi padre y mi tío:

- Por mí se puede quedar, no es un gasto para mí, si quiere trabajar o estudiar es una decisión que tomará, no lo apures, es brillante.

- No quiero que esté más tiempo aquí, Quiero que se venga con nosotros.

- ¿Lo hablaste con él?

- No… Pero quería hablarlo antes con vos, ya que él se siente bien en tu compañía y se entienden… Pensé que vos me darías una pista para saber como encararlo.

- Para mí, lo tenés que hablar con tu hijo, decirle lo que pensás y escucharlo. ÉL está adaptado a esta ciudad, no le será fácil irse y menos a una ciudad tan grande y tan competitiva.

- Pero allí podría estudiar y tiene más opciones que aquí.

- No te voy a decir nada más. Mi consejo sigue siendo el mismo que siempre, te lo digo desde que te diste cuenta que algo pasaba: Escuchalo, es muy inteligente, seguro que más que vos y yo juntos. Y tendrá mucho para decir.

Escuchar esa conversación me había hecho bien. Sabía que mi tío me valoraba, pero pensé que para mi padre, era un estorbo, sobre todo desde que mamá se enfermó.

Papá me invitó a que pase unos días en la capital, para que vea a mamá y de paso conociera un poco. Pobre papá, nunca supo como hablarme.

Estuve diez días en la ciudad, visité todos los días a mamá y recorrí de punta a punta Buenos Aire. Fui a todos los museos, vi teatro, cine y entré en todas las librerías de la ciudad, trayéndome un buen cargamento de libros nuevos, de esos que nunca llegan a la Biblioteca popular.

Esa fue la última vez que vi a mi madre, ya que murió un mes después.

Los sueños de papá de vivir en la capital se derrumbaron con el desenlace de la vida de mamá. Papá volvió y me fui de la casa de mi tío. Lo extrañé como loco, pese a que volvía a mi casa, donde había nacido y donde estaba más cómodo ya que era mucho más grande y confortable.

Papá tapó su dolor con trabajo y yo pasé a hacer las mismas cosas que hacía para mi tío en casa. Estuve un año estudiando agronomía que era la carrera más conveniente con el incipiente éxito de la soja. Aunque no era lo que más me gustaba era imprescindible estudiar algo con salida laboral, ya que teníamos un buen pasar, pero con la enfermedad de mi madre había mermado, nuestro estándar de vida.

Pero pasó algo que cambiaría todo. Una tarde estaba yo cambiándome en mi cuarto cuando mi padre entró por sorpresa.

- Gonzalo… - se quedó helado. Su mirada se clavó en mí. Hacía como cuatro años que nadie me veía desnudo y me dio pudor.

- ¿Qué es eso? ¿Qué te pasó?

- Nada, nada. – Me tapé como pude. Pero era imposible de ocultar. Mi padre se acercó hacia mí, me tomó del brazo que cubría y me miró directamente el pecho. No pude soportarlo y me puse una remera.

Le conté lo que me pasó.

- Cuando tenía catorce, quince años. Cuando mamá estaba internada todavía acá. Empecé a mojar la cama por las noches. No era pis…

Mamá me decía siempre que en su cajón tenía una pastillita para curar todos mis, males y problemas. Cada vez que yo estaba angustiado, o con algún problema en el colegio, ella sacaba una pastillita y me la daba antes de dormir y si había dormido mal seguía triste, me daba otra con el desayuno.

Entonces fui al cajón y había dos cajitas, una de edulcorante y otra. Saqué una pastilla de la otra y me la tomé. Como esa noche también mojé la cama, tomé otra por la mañana… así por varios días, y por suerte dio resultado, a la cuarta noche no eyaculé.

Y desde ese día lo tomé todas las noches. Con la caja vacía, compré más cajas y cuando se fueron a Buenos Aires, esto lo hice, con más frecuencia ya que no quería que el tío viera que manchaba la cama.

Al mes empecé a sentir un dolor en el pecho y mis tetillas crecían, entonces conseguí una faja elástica, para ocultar este problema… Cuando me di cuenta de lo que estaba tomando ya era tarde. Tres años tomé todos los días una o dos pastillas anticonceptivas.

Mi papá me escucho anonadado, entre mis actitudes innatas, mi manera de hablar y mis tetas, estaba hecho una mujer.

- No podés vivir así. Tapando tu cuerpo con una faja. Te hace mal… Te puede cortar la circulación. Sé que te da vergüenza pero tendremos que encontrar una solución.

Mañana iremos a la clínica a ver al Doctor Salinas… quizás haya alguna manera de hacerlas desaparecer… una dieta, un remedio que haga contra efecto o una cirugía… - El doctor Salinas fue el médico que acertó en el pronóstico de la enfermedad de mi mamá, cuando todos decían que lo de mi madre no tenía importancia.

Así que al otro día, al anochecer estábamos sentados en la sala de espera de la clínica.

Papá le contó lo que me había pasado y entonces le pidió que saliera que tenía que revisarme. Me hizo desvestir detrás de un biombo y mientras lo hacía, el me hacía preguntas.

- Lo que me contó tu papá ¿es así o tenés algo que agregar?

- Fue más o menos así. ¿Me saco el calzoncillo también?

- Si, todo. La faja también. Cuando estés listo sentate en la camilla.

Salí avergonzado y me senté en la camilla, el estaba anotando algo en una ficha y me miró: La cara del Doctor. Fue muy parecida a la de mi padre cuando me descubrió.

- Te hicieron mucho efecto las hormonas…

Me midió, me pesó, me revisó integro. Y luego nos sentamos nuevamente en su escritorio. En ese momento supe que mis pechos eran talla ochenta y cinco.

- ¿Lo hiciste a propósito? ¿Querés ser mujer?

- No fue tal como se lo contó papá. Fue una ingenuidad, creer que mi mamá tendría una pastilla mágica, que eso curaba todos mis males, mis angustias, era ella la que me curaba con sus cuidados y sus mimos. Seguro que lo que me daba era edulcorante y no anticonceptivos. Casi me tomo el edulcorante… que no me hubiera hecho ningún efecto y me hubiera decepcionado…

- Gonzalo, vos tenés que decidirte… no hay casualidades, lo que nos pasa, lo buscamos o lo aceptamos.

- ¿Decidirme a qué?

- Si vas a seguir así o vas a ser una mujer.

- No entiendo lo que me dice.

- Te digo que tus cambios, tu forma de actuar, tus pechos, todo vos sos una mujer.

Te movés, hablas, hueles como una mujer. Tus gestos, tus manos, tus palabras se parecen a tu madre.

- ¿y usted, qué sugiere?

- Que hagas una prueba y si todo evoluciona para ese lado, pensaremos en hacer los trámites jurídicos y la cirugía.

- ¿Y como voy a probar?

- Ahora voy a hacer entrar a tu padre y hablaremos los tres. Quizás debas intentar usar ropa de mujer, como primer paso.

Quedé muy impresionado con las palabras que el doctor nos dijo. Nos habló con claridad, sinceridad y franqueza; como lo hizo en el caso de mi madre.

- Sé que es un trago difícil de digerir, pero creo que es una prueba que Gonzalo, no puede dejar de hacer… Y no debemos esperar más. Un psicólogo, el cambio de hábitos. Piénselo bien.

Salimos de la clínica, más confundidos que al entrar. Papá tenía la esperanza de que el médico me haga reducir mis tetas y ya estaría todo arreglado, ni pensaba que el Dr. Salinas iba a salir con esto.

Al llegar a casa, cada uno se fue a su cuarto, no hubo palabras…

Yo estaba excitada, el solo hecho de no tener que usar más la faja en mi pecho, me hacía sentirme libre.

Siento que mi padre entra al cuarto y me dice:

- Andá a mi cuarto y la ropa que más quieras, puede llevarla toda, si lo deseas.

Había pasado un año de la muerte de mamá y toda su ropa seguía en su armario, como si papá estuviera esperando que ella vuelva a usarla.

Me paré frente al ropero y solo saqué un vestido y un conjunto de pantalón y camisa que ella usaba de entre casa… Pero vi que había ropa sin estrenar y otra que era o muy seria o muy sexy para mí. Luego saqué un jeans y unas remeritas de algodón para que metamorfosis no fuera tan abrupta.

Del cajón de la ropa interior saqué todo y un par de zapatos y sandalias de distinto tipo.

Me lo llevé a mi cuarto y lo ordené en mi placar. Luego fui a la cocina a cocinar.

Papá no habló en toda la cena y evitaba mirarme. Al terminar, se levantó y me dio las buenas noches desde la puerta y se fue a acostar. Lavé los platos y me fui al cuarto.

La ropa de mi mamá esta en un estante, la miraba y no sabía que hacer. Me desnudé y me probé una bombacha y luego otra y otra, hasta probarme todas… Y como si fuera una droga, me probé los corpiños, las medias y toda la ropa y calzados que había seleccionado.

A las tres de la mañana, caí rendida en al cama y me dormí vistiendo una tanga y mi primer corpiño haciendo juego. Nuevamente el Dr. Salinas había acertado el diagnóstico. Por la mañana me puse un jeans y una blusa que mamá solía usar para estar de entre casa. Fui hasta el baño y en el espejo grande me vi por primera vez vestida como mujer. Me llamó la atención mi cintura pequeña, como esa ropa estilizaba mi cola y mis piernas. Hasta los pies, enfundados en esas sandalias, se hacían femeninos. Si me dejaba el pelo un poco más largo, iba a parecerme mucho a mi madre a mi edad.

Papá se había ido al trabajo, así que yo desayuné y me fui a probar un par de zapatos con más taco para aprender a caminar bien. Hice los quehaceres de la casa y luego preparé el almuerzo. Quise irme a cambiar antes de que papá volviera a comer, ya que me parecía que mi cambio, él lo debería ir tomando de forma lenta, como para que s vaya acostumbrando.

Cuando iba para mi cuarto escucho su voz.

- Sos la viva imagen de tu madre.

Me quedé paralizada, por lo que dijo y por su presencia. Me di vuelta y volvía a la cocina, sin hablar. Serví la comida y comimos sin hablar. Prendió un cigarrillo, su mirada estaba perdida en algún lugar, hablaba del pasado, de mamá, de él, de mí cuando era un bebé.

- Tu madre, tendría tu edad cuando la conocí y son muy parecidas. – No sabía si el verme así lo ponía mal o bien. Creo que en algún lugar le complacía, en esa nebulosa que había entrado al verme vestida así.

- Yo no quería que me vieras así. ¿Si quieres me cambio?

- No, es mejor así, me tengo que acostumbrar. El doctor tenía razón, esta es tu verdadera personalidad.

- Eso pensé cuando ayer por la noche me probé esta ropa.

- Me quedaría horas mirándote…

- Quedate, no vayas a trabajar…

- ¿Cómo no me di cuenta antes? Mi hermano me lo decía y yo… Perdoname.

Me acerqué hasta su silla y lo abracé, necesitaba su aprobación y el necesitaba mi perdón.

- No tengo nada que perdonar, papá. – entonces él me abrazó fuerte, de oso, como nunca me había dado.

Todos los días estrenaba algo y me cambiaba dos o tres veces de ropa, quería recuperar el tiempo perdido. Podía vestirme de noche a las ocho de la mañana y quedarme en camisón toda la tarde, para esperar a papá con una mini infartante. Vacié todo el placar del cuarto de mamá y lo trasladé al mío.

Pasé un mes sin salir a la calle, hasta que por fin mi pelo estaba creciendo. Estaba segura que si salía a la calle nadie me reconocería, pero no me animaba. Con papá habíamos pasado la etapa de la sorpresa y se acostumbró a estar conmigo.

- Tenés que cambiar de nombre, no te puedo llamar Gonzalo vestida así. ¿Pensaste en algún nombre?

- Si, pero ninguno me cae bien… Y el que me gusta, no sé.

- ¿Cuál es?

- No te va a gustar y además es muy…

- A mí me gustaría que lleves el nombre que pensamos con tu madre por si eras una nena.

- A mí también… decímelo.

- Si hubieras nacido nena tu hubiéramos puesto Soledad.

- Ese es el nombre que yo quería ponerme, pero no me animaba a decírtelo por respeto a mamá.

- ¿Por qué? Si tu mamá se llamaba así.

- Y por eso mismo. Pensé que si me hiciera llamar así podría estar ofendiéndote o faltándole el respeto a ella.

- Sos tan parecida que ella estaría muy orgullosa de tener una hija tan hermosa…

Y para que veas esta noche iremos a cenar afuera… Así que ponte bien elegante, que vas a salir con tu padre.

Tardé dos horas en estar lista. Me bañé, me vestí, me pinté y el resultado me agradó.

Vestido corto ajustado rojo. Tanga y corpiño rojo de encaje, Medias negras Zapatos rojos con taco aguja de ocho centímetros… Me pinté los ojos, rimel y sombras. Mis labios y mis uñas competían en intensidad con el rojo del vestido.

Papá también estaba muy apuesto de traje azul.

Me puso una cadenita de plata en el cuello y un anillo haciendo juego, me dio un beso en la mejilla y salimos.

- ¿A dónde vamos a ir?

- A Santa Marta. – Una cuidad a quince kilómetros de la mía, que es más importante y con mas noche.

Cenamos en el lugar de moda. Al entrar sentí la mirada de los hombres. Nunca nadie me había visto vestida de mujer y nunca había estado en un lugar así de elegante y de moda. La comida estuvo bien y la verdad es que estaba disfrutando de la noche.

Luego fuimos a un boliche, de música moderna, bebimos y bailamos hasta las tres de la mañana… papá era un buen bailarín pero no un buen bebedor, así que estaba bastante mareado cuando salimos…

- Quedémonos en un hotel, no podés manejar así. – Primero se resistió y arrancó el auto rumbo a la ruta, pero luego entró en razón… y se detuvo en un motel.

La habitación que nos dieron era una típica pieza de motel, pequeña, pero confortable, limpia, TV, música funcional y cama matrimonial... Pero yo nunca había estado en un motel y no sabía que era un lugar donde las parejas del pueblo iban a tener relaciones y que los vecinos no se enteren… por eso estaba a las afueras, en la ruta.

Papá se sentó en la cama y se sacó los zapatos.

- Es blandito –dijo, refiriéndose al colchón. Luego se quitó el saco y lo colgó en una silla. Yo estaba petrificada ¿dormiríamos juntos? Era una pregunta ridícula ya que hace un mes hubiera sido cosas de hombres y ahora no tenía porque ser diferente.

Fui al baño Y me desvestí… Me arrepentí de haberme puesto ese conjunto de ropa interior tan provocativo. Me cubrí en una toalla y con valor salí del baño… Papá estaba mirando el canal de las noticias, me acosté a su lado y el me abrazó. Estaba con el pecho desnudo y seguro que solo tenía puesto el calzoncillo. Olí el sabor de su piel, fuerte, varonil.

- Voy a buscar una película. – y empezó a hacer zapping.

Varios canales, de dibujitos animados, otros de mujer y luego vinieron cuatro pornográficos, seguidos. Me puse colorada, pero él no podía verme. En el último se quedó. Una mujer estaba siendo penetrada por atrás por un hombre con un pedazo de magnitudes inimaginables para mí, que tenía un pene de cinco centímetros...

Papá no se daba cuenta lo incómoda que me hacía sentir, el ver esas escenas. Un calor me invadió de arriba a bajo. Pensé que seguiría buscando una película pero no.

El hombre de la pantalla, sacaba su pene y acababa en la cola del la chica, tres largos chorros de semen. Papá estaba concentrado en la televisión y yo sentía como mi respiración y todo mi cuerpo se agitaba. Ahora entraba otro tipo y hablaban y reían los tres, entonces ella le bajó el pantalón al visitante y le empieza a sobar y chupar la verga. La de este otro tipo no era tan larga como la del primero pero era más gorda o eso me pareció. A esa altura era evidente que mi padre estaba caliente y yo también pero quise comprobarlo, bajé mi mano hasta su pija y allí estaba, cálida, firme, fuerte… Mi papá se sorprendió y giró hacia mí. Nuestras bocas quedaron a escasos centímetros.

- Soledad… - Atinó a decir, y me besó. Ss labios chocaba con los míos y su lengua buscaba abrir la mía. Sus manos jugaban con mis tetas y ya nada puedo decir que pasó. Papá hacía tres años que no tenía relaciones sexuales y estaba desbocado, no sabía que hacer conmigo. Me tocaba por todos lados. Me lamía y me mordía. Desprendió mi corpiño, corrió la tira de atrás de la tanga y lamió mi ano. Un relámpago estalló en mí. Me latía el culo y su legua iba excitándome más y más. Me incorporó y me puso en cuatro, se paró detrás de mí y me empezó a penetrar, yo gritaba como loca, el dolor que sentía me estaba haciendo saltar las lágrimas…

Sentía el ardor de esa poronga entrando y entrando, no paraba de perforarme.

Luego empezó a darme con fuerza, lentamente y el dolor no paraba… Sentía que su pene seguía creciendo dentro de mí.

Mis grititos, se mezclaban con la televisión.

Papá me estaba dando y dando, cuando sentí el primero de sus chorros llenarme de leche los intestinos…

Luego la sacó y se la vi, por primera vez, estaba mustia y un hilo de leche le colgaba de la cabeza.

- ¿Para ser la primera vez estuviste bien… - Me dijo, como si yo fuera su mujer. Me dio otro beso y se acostó a mi lado…

Debo confesar que pese a todo no me hizo sentir tan mal… Ya era toda una mujer.

Mas de Six Barral

En la cabina de un camión

Todo empezó en la red

Así fui suya

Laura, Osvaldo y yo Parte 2

Laura, Osvaldo y yo

En una playa Brasileña

Mi compañero de trabajo iv

Mi compañero de trabajo iii

Mi compañero de trabajo ii

Mi compañero de trabajo i

Una noche diferente Ultima Parte

Una noche diferente 2

Una noche diferente

Mi mujer se fue de casa

Mi primera noche

Alguien me está robando las bombachas 2

Alguien me está robando las bombachas

Leccion en casa

Vine a estudiar a Buenos Aires

Viaje iniciatico (2)

Viaje iniciatico

Karina, la hija de mi esposa

Bajo la lluvia

Un hombre común

Gemelos

Yo no empecé como todos cuentan

No fuí a trabajar (4)

No fuí a trabajar (3)

No fuí a trabajar (2)

No fuí a trabajar

Con diez años de casado

Yo soy Linda

Al llegar a Buenos Aires (2)

La historia de Aldo y Linda (2)

Trabajando en casa (2)

Al llegar a Buenos Aires

Trabajando en casa

Mi vida cambia (3)

Mi vida cambia (2)

Mi vida cambia

La historia de Aldo y Linda

Mi hijastra Katya (2)

Relaciones (4)

Relaciones (3)

Relaciones (2)

Relaciones

En el cine porno

Don Goyo (3)

Don Goyo (2)

Don Goyo

Así fuí descubierto por mi hermano (2)

Así fuí descubierto por mi hermano

Marcos, mi amante virtual (3)

Marcos, mi amante virtual (1)

Marcos, mi amante virtual (2)

Las fotos de Marcos

Salida de mujeres

Vestido de Mujer (3)

Vestido de Mujer (2)

Vestido para matar

La novia del panadero

No era hombre ni mujer

Enfermero de guardia

Lía y Guillermo

Katia, Mi hijastra (2)

Katia, Mi hijastra

Masajes

Con Paula

En una noche

Historia de internet

Lo mire con odio

Me miró con odio

Una cuestión delicada

Lo llamé

Mi novia no quería saber nada