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Yo no empecé como todos cuentan

en Transexuales

Yo no empecé como todos cuentan, que de chico vivía solo con mujeres o que le robaba la ropa a mi hermana o a mi madre.

A mi me violó un hombre a los siete años.

Estaba volviendo de la casa de un compañerito de la escuela que vivía en la esquina de mi casa, cuando un tipo de unos treinta años de traje y maletín, me interceptó.

- ¿Vos sos del barrio?

- Si le dije, vivo aquí a mitad de cuadra,

- ¿Sabés para donde queda la avenida?

- Si, dobla en la esquina y son dos cuadras… esa es la avenida.

- Tengo que doblar a la izquierda.

- No para allá.

- No me podrías acompañar, tengo miedo de perderme y ya estoy bien perdido. – Lo pensé un segundo, era temprano y nadie me echaría de menos, así que acepté.

Fuimos a la esquina, y doblamos, hicimos la primera cuadra, charlando…

- ¿Vivís hace mucho aquí?

- Hace un año, más o menos…

- ¿Conocés la galería?

- ¿La de aquí a la vuelta? Si

- A mi me gustan las galerías siempre uno encuentra algo nuevo, o algo divertido.

- A mi también me gusta, a veces para volver del colegio entro en la galería y me quedo mirando la juguetería.

- ¿Querés ir a verla?

- Bueno.

Seguimos charlando, él me caía bien, parecía un hombre confiable y me trataba como si yo fuera una persona mayor. Ya en la galería y frente a la vidriera de la juguetería, yo elegía mi regalo, como cada vez que me detenía en esa vidriera. Un metegol de hierro, que estaba fabuloso. Él me leyó la mente.

- ¿Te gusta el metegol?

- ¡Es genial!

- Eso no puedo regalarte, pero si querés, podés hacerme un favor y yo te haré otro regalo.

- ¿Qué favor querés que te haga?

- Tenés que subir la escalera y te muestro.

No parecía ser algo difícil, así que lo seguí hasta el fondo de la galería y empezamos a subir la escalera… estábamos ya por el segundo piso y lo único que se escuchaba era nuestros pasos… Sin llegar a ninguna parte, él se detuvo.

- Aquí está bien, no nos verá nadie y me podrás ayudar bien. – Abrió el maletín y sacó una bombacha, como la de mi hermana pero más pequeña. – Se que te parecerá extraño, pero yo tengo una sobrina que es de tu edad y le compre esto y quería saber si era de su tallé.

La extendió por delante de mí, a la altura de mi cintura y luego me hizo dar vuelta y la apoyó en la cola, acariciándome por encima de ella.

- Así no me doy cuenta, ¿No te la pondrías para mí? Sería un gran favor, el último que te pido y te daré el regalo. – la verdad es que ni lo dudé, me bajé los pantalones y el calzoncillo y esperé a que me alcanzara la bombacha. Él se quedó mirándome unos instantes y luego me ayudó a ponérmela. Me hizo dar una vuelta y me dijo:

- Te queda bellísima, si no tuvieras esto creería que eres toda una nena. – mientras me agarraba mi pequeño pene por encima de la bombacha. Yo no sabía si decirle gracias o enojarme por lo que me había dicho. En otra ocasión le hubiera dicho una barbaridad por decirme que parecía una nena. Pero era tan gentil que me costaba negarme a lo que me pedía.

Bajó un poco la bombacha haciendo que mi pijita quedara descubierta y la empezó a agitar de forma continua, de arriba a bajo… Yo sentía una electricidad en todo el cuerpo y quedé como paralizado. Con la otra mano corrió la parte de atrás de mi bombacha, abrió mis piernas y empezó a acariciarme el ano. Di un brinco y cerré los ojos, nunca había sentido algo así. Estaba como en una nube, sintiendo cosas que nunca había sentido. Su dedo me iba penetrando, cada vez más profundo y agitaba mi pene cada vez más rápido. Empecé a temblar, mi corazón latía muy fuerte y no quería de dejar de sentir eso.

- ¿Te gusta?

- Si

- ¿Querés seguir?

- Si

- Dejó de agitar mi pene y se bajó la cremallera del pantalón, Sacó su enorme pedazo, o por lo menos eso me pareció en ese momento, y llevó mi mano hasta su miembro.

- Hace lo mismo que yo te hago. – y volvió a tomar mi pene. Yo lo fui imitando, pero su pene apenas podía cerrar mi mano a su alrededor y parece que lo hacía de forma muy lenta ya que me decía, más fuerte, mas fuerte… El dedo que tenía dentro de mi culo, entraba y salía y eso me hacía muy bien y fue allí donde hizo algo que me sorprendió. Puso mi verga en su boca y se la tragaba. Ni loco yo haría eso.

Su lengua jugaba con mi miembro mientras que su mano pajeaba su propio pene sobre mi mano. De la punta de su pija empezó a salir leche salpicando mi cuerpo desnudo. Fue muy impresionante.

Sacó su dedo de mi ano y lo olió.

- Lo hiciste muy bien. – me dijo y luego me ayudó a vestirme. Guardo la bombacha en su maletín y sacó una birome que tenía un barco y que si la movías, el barco se movía de un lado al otro. Era preciosa, fue la envidia de todos en el colegio.

Al salir de la Galería, me dio las gracias por él favor que le había hecho, que no se lo cuente a nadie y que me volviera a casa, rápido, que se había hecho muy tarde.

- Esto será un secreto entre los dos, no debes decírselo a nadie, otro día volveré y lo haremos de nuevo… si querés y tendrás otro regalo. ¿Está bien?

- Si. – dije tímidamente.

En mi casa nadie se preocupó por la hora de mi llegada. Escondí el bolígrafo unos días y dije que me lo había encontrado en la plaza.

Me lo volvió a hacer tres veces más, en el lapso de unas pocas semanas.

Me hizo chupar su pene como si fuera un helado y siempre me penetraba con sus dedos. Todo terminaba con la salida de su leche, salpicando mi cuerpo o mi cara.

Para ese momento ya sabía que lo que hacíamos no estaba bien.

Cuando no volvió más lo extrañé, pues sus regalos y la atención que me daba no la recibía de mi familia.

Ya nunca mas, pude dejar de desear usar bombachas.

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