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Un hombre común

en Transexuales

Un hombre común

Yo era un tipo normal de cuarenta años. Tenía una vida normal, un trabajo normal, una familia normal. Todos los altibajos que puede tener una persona que no está loco o es un artista. Las angustias, los problemas, los fracasos que cualquiera puede tener. Las alegrías, los éxitos y la felicidad que un hombre común puede soportar.

Había vivido con una mujer durante diez años y me había separado. Le dejé nuestra casa y me fui a vivir a un departamento de un ambiente humilde pero lindo, muy luminoso.

Todo era igual hasta que me pasó lo que les voy a contar.

Al mudarme a este apartamento, me cambiaron ciertos hábitos, un nuevo barrio, nuevos medios de transportes, almacenes y vecinos. Yo nunca había vivido en el sur de la ciudad. Habituarme a esos pequeños detalles, no es una cosa fácil de adaptarse. Pero el vivir solo después de tanto tiempo de compartir todo, es una sensación muy interesante.

Las pocas cosas que me traje de mi viejo hogar y las dos valijas en que entraban toda mi ropa. No sé si fue el destino o un mensaje que me envió mi ex, pero mezclada entre mis cosas encontré una bolsa muy coqueta en la que había un conjunto de ropa interior femenina que me parece, que le había regalado a ella, hace años y no lo había estrenado. La llamé para devolvérselo, pero no quiso aceptarlo, es más me dijo en tono irónico, que le quedaba muy chico y como estaba sin estrenar se lo podía regalar a otra. Todo quedó ahí, lo metí en un cajón y me olvidé del tema…

Unos días más tarde, era un sábado a la tarde y hacía calor, me había dado un baño y estaba en bolas en mi cuarto, cuando sonó el timbre de la puerta, pensé que era el portero, ya que el timbre era en la puerta y no abajo. Miro por la mirilla y era un tipo de mi edad, que recordaba conocer.

- ¿Quién es? - Pregunté

- Soy Juan, vivo el piso de arriba. – Yo estaba desnudo, no sabía que hacer, entre abrí la puerta y le pedí un minuto de tiempo, que ya lo atendería.

Saqué mi salida de baño y me la puse y volví a la puerta a recibir al vecino inoportuno.

- Disculpá la tardanza es que acababa de salir del baño.

- No disculpame a mí, por molestar a esta hora. – Me miraba como queriendo descubrir por donde se colaba mi piel entre mis piernas. Me puse algo incómodo pero, me pareció solo una impresión atolondrada.

- Pasá, ¿En que te puedo ayudar?

- Es por una tontería… Te veo todas las mañanas cuando vas a tomar el colectivo y me preguntaba ¿Dónde conseguiste ese portafolio?

- Es Brasilero, lo compré hace muchos años, pero recién hace unos meses que lo uso… es muy cómodo. Disculpame, no me presenté, yo soy Aldo. – y agregué, volviendo al tema. - Aquí no vi nada similar.

- ¡Qué lástima! Tenía la esperanza de poderlo conseguir.

Charlamos un rato más y luego se retiró. Era un tipo de mi edad, un poco más grandote que yo, muy agradable, me cayó bien.

Al día siguiente me lo encontré en la parada de colectivos y charlamos sobre el clima y esas cosas que se deben hablar con alguien que conocés pero que no tenés ningún tema para conversar.

Así con encuentros fugaces, pasó la semana y el sábado a la misma hora, volvió a tocar la puerta. ÉL Sabía que yo era docente, porque se lo comenté y vino a pedirme el favor de que le corrigiera un texto que tenía que presentar en el trabajo y que le era muy importante porque se jugaba el puesto en ello. En ese momento volví a sentir su mirada en mí. Pensé que era su forma de agradecer el favor que le iba a hacer, de reforzar sus palabras.

Lo hice pasar y se sentó en la sala, en el único sillón que poseía, yo me tiré en unos almohadones. Leí atentamente el informe y le hice algunas preguntas, para saber si lo que había escrito tenía alguna relación, no quería hacerle correcciones y que esto fuera un error mío, ya que cuando se escribe un informe técnico debe respetar y abolir ciertas reglas. El texto era un desastre, lleno de errores gramaticales y ortográficos.

Como un reflejo profesional, se lo dije:

- Esto está muy flojo, no sé si está bien lo que dice pero la forma está mal. ¿Vos querés escribir un informe técnico o un texto informativo? Te lo digo porque aquí empezás de una forma y terminás de otra.

La cosa es que me pasé la tarde del sábado, trabajando para él, pese a eso, la había pasado bien, el trabajo era bastante interesante, charlamos y nos reímos mucho.

Se fue muy agradecido, prometiendo un regalo en forma de pago. A la hora volvió a tocar el timbre.

- ¿No vas a salir? – me preguntó.

- No la verdad es que no tengo ganas, tuve un plomo que me hizo trabajar toda la tarde y se fue hace un rato… - dije yo en forma irónica.

- Bueno, si es así… porque yo tampoco voy a salir y pensé que podría invitarte a cenar. Eso aparte del regalo que te debo, por lo de esta tarde…

- No sé, me da fiaca salir. – dije bostezando.

- Sos un viejito, venite y tomamos unos vinos… charlamos, tengo algunas películas ¿Qué te parece?

- ¿Cocinas bien?

- Tengo el teléfono de un restaurante chino que me manda lo que le pida.

- Hace mil años que no como comida china… El vino es bueno…

- Una selección impresionante que me mandan de la sucursal Mendoza. Es artesanal, de primera calidad.

Quedamos que a eso de las 21 horas yo estaría en su departamento. Sentía que tenía una cita a la que no quería ir pero me obligaban las circunstancias…

Me puse una camisa, un jeans y unas sandalias y me fui a su casa.

Su departamento estaba bien equipado, tenía todo lo que un hombre necesita, Una computadora último modelo, un plasma grande con sonido y todo… DVD, etc.

Su apartamento era más grande que el mío y además daba a la calle. Era evidente que ganaba buen dinero y que el favor que le había hecho era muy importante para él.

Comimos y bebimos bien, charlamos, como si fuéramos viejos amigos. Nos contamos los éxitos y fracasos amorosos, grandes momentos, deseos y fantasías…

Luego sacó un par de películas y vimos una comedia de enredos, en la que el protagonista se vestía de mujer, para conquistarse a una compañera de trabajo. Bastante, divertida y algo movilizadora, ya que el cambio que hacía el actor, lo hacía parecer una mujer bella en serio. Un par de escenas en que el estar vestido así le causa problemas con los hombres. El ser admirada y ser codiciada, lo hacen dudar de su hombría.

- Vos no podrías hacerlo. - le dije - ya que con esa cara, parecerías un travesti de esos que pagan por una mamada. - Juan tiene esas caras interesantes, angulosas, tan masculina que jamás podría pasar por mujer.

- ¿Vos lo harías? – Me preguntó.

- Eso solo pasa en las películas… ¿Sabés las horas que se debe pasar la maquilladora, la vestuarista, el iluminador, para que no se le note, que es un hombre?

- No te creas… Hay tipos que apenas le ponés una peluca, se pintan los labios y ya te los podés confundir… Vos mismo. Tenés ese tipo de cara, tus ojos son grandes y eso ayuda.

- Entonces me compraré una peluca y si pierdo el trabajo, me voy a Palermo a trabajar. – Nos reímos, hicimos un par de comentarios más sobre el tema y luego nos quedamos pensando en silencio.

La noche se cerró, con la última gota de vino y me volví a casa.

Nos hicimos amigos y nos veíamos casi todos los días, nos mandábamos emails, desde el trabajo y arreglábamos para ver algo en la TV cada noche… Me di cuenta que desde que me había separado me sentía solo y Juan era muy generoso y siempre me invitaba y pagaba él.

Yo no noté nada extraño de mi parte y menos de la de él. Me acostumbré a esa miradas que me daba cada tanto, como si viera a través de mí.

Nos divertíamos mucho y en poco tiempo hablábamos de igual a igual, aunque siempre terminábamos haciendo lo que él quería, mas por el entusiasmo que le ponía a todo, que por ser un caprichoso o mandón.

Sin embargo, una noche nos juntamos en su casa y el me contó que el informe que yo había corregido lo habían aprobado y eso quería decir que lo habían ascendido de cargo y lo más importante, un aumento en el monto de su sueldo… Juan estaba feliz y yo estaba contento, ya que había colaborado en su éxito.

Él era además de un buen tipo, muy capaz en su trabajo y se merecía lo que le estaba pasando.

Mientras me contaba los detalles, abrió una botella de Champagne del bueno y la bajamos antes de cenar. Había comprado sushi, para comer y otras especialidades de la comida japonesa. Estábamos súper alegres, por la noticia, por la comida y por el alcohol.

- Tengo el regalo que te prometí. ¿Lo vas a usar? – su mirada, volvió a aparecer, pero esta vez me invitaba a un juego.

- Claro, como no.

- Es que es algo que no te esperás y que vos me hiciste pensar que te gustaría. Tomalo, como una fantasía y nada más…

- Cuanto suspenso… Traélo que lo quiero ver.

- ¿Pero te lo vas a probar delante mío, aunque sea para decirme que no te gusta?

- Si te lo prometo. – a esa altura me encontraba de lo más intrigado.

- Bueno ve a mi cuarto está sobre la cama. Volvé con todo puesto. ¿OK?

- OK – le contesté y me fui a su cuarto a buscarlo.

Sobre la cama había varias bolsas y una caja. Abrí una bolsa y encontré un vestido corto negro, miré azorado en otra bolsa y encontré un conjunto de tanga y corpiño, también negro, era una broma o se equivocaron cuando le dieron las bolsas en el negocio, quizás una mujer esté abriendo un traje en este momento y me reí.

En las otras bolsas había una peluca morocha, de mi color de pelo y en la última un juego de cosméticos importante… Una fortuna en ropa, se había gastado esta mujer… La caja era de zapatos, Hacían juego con el vestido y tenían un taco ancho y pequeño cinco o seis centímetros…. Pensé que le había prometido probarme mi regalo así que acomodé todo en la cama y me fui, vistiendo, lo mejor posible.

Todo m quedaba, era mi talle, pero no me pareció extraño ya que soy menudo.

Como no tenía nada de experiencia, solo me pinté los labios. Me calcé la peluca y salí del cuarto, para sorprender a mi amigo. Me costaba caminar con los tacos, pero no me caía.

Llegué hasta donde él estaba y me miró. Puso una cara de sorpresa increíble.

- Estás mucho más linda de lo que me pude imaginar… - Ahora el sorprendido era yo. – ¿No te viste en el espejo? ¡Estás hermosa!

Yo no lo podía creer, Juan había comprado esta ropa para mí. Me tomó de la mano hasta donde había un espejo grande del techo al piso. Recién cuando me vi entendí lo que estaba diciendo. Yo no era yo; era una mujer que no conocía, el reflejo que veía. Era una morocha de esas que me dejan con la cabeza dada vuelta. El vestido me quedaba pintado, la cola se resaltaba y aunque no tenía muchos senos, estaba muy bien. Para colmo, Juan no paraba de piropearme y de mirarme con lujuria. Yo estaba confundido, no podía creer que podía ser cierto.

- Me dan ganas de manosearte… - Me dijo

- Me tocas y te corto la mano.

- Es que estás divina…

- Me voy a cambiar… - Él no intentó detenerme.

Cerré la puerta de la habitación y me desvestí, guardé cada cosa en su bolsa y los zapatos en su caja, me vestí y volví a salir… No estaba enojado, estaba confundido…

- ¿Cómo se te ocurrió hacer algo así?

- Disculpame, no pensé que te iba a molestar… No fue mi intención incomodarte.

- Está todo bien… no estoy enojado…

- La verdad es que te veías muy bien.

Terminé la copa de Champagne y me levanté para irme…

- ¿Te vas? No te vayas así.

- Estoy bien; mañana hablamos…

- No te llevás los regalos. - No le contesté y me fui.

Ya en mi cama, la cabeza no dejaba de pensar… La imagen en el espejo fue muy fuerte, di mil vueltas en la cama, no me podía dormir. Estaba excitado y no lo quería admitir… Me levanté, fume un cigarrillo, tomé una copa de vino y nada, esa imagen y esa sensación no se me iban de la cabeza.

Sentía las cosas que no pude sentir en ese momento. Como se metía la tira de la tanga entre mis nalgas, Como me ajustaba el corpiño en el pecho, el ruido de los tacos y el sabor del rouge que todavía se sostenía en mis labios. Tuve ganas de volver a sentirlo… Fue entonces que me acordé que tenía ese conjunto de ropa interior que mi ex pareja me envió entre mis cosas.

Con vergüenza me lo puse, me quedaba aún mejor que el que me regaló Juan hace unas horas. Me miré al espejo y me reí. Me hice una paja y luego me quedé dormido así vestido.

A la mañana siguiente, al despertar y sentir esas prendas ajustando mi cuerpo, me volvió la excitación… Me la saqué, ya que mi confusión ya era grande. Era sábado y tenía todo el fin de semana para mí y eso me ayudaría a borrar todo lo que me pasó anoche.

Ya había desayunado, eran como las once de la mañana, así que puse música y me quedé haciendo fiaca en la cama… Pediría una pizza al medio día y me quedaría en casa hasta el lunes que debía ir a trabajar.

A eso de las ocho de la noche, cuando me aprestaba a calentar la media pizza, que llamó Juan a la puerta.

- ¿Seguís enojado?

- No estoy enojado, te lo dije ayer y te lo digo hoy, no me enojé…

- ¿Querés subir? Tengo más champagne…

- Como algo y subo un rato… - No sé como hacía para convencerme de todo… y eso que lo hacía responsable de mi mala noche.

- Te espero.

Comí y como a la hora subí, creo que ya no me esperaba, porque estaba con una cara de tan aburrido, que estuve a punto de volverme a casa enseguida. Yo no quería ver películas, así que nos pusimos a charlar…

- No pude dormir nada

- Yo tampoco.

- Sé que estuve mal, pero no me quería quedar con la duda.

- ¿Vos crees que yo soy puto?

- No, para nada. La verdad es que quería verte así y me pareció que podías disfrutar del momento.

- No entiendo.

- Vos me hablaste de los problemas que tenías con tu mujer. Quizás vestido así podías entender, pensé que te podía a ayudar y la verdad es que no pensé que te ibas a ver así.

- ¿Verme así?

- Así de linda… Me encantaría verte de nuevo.

- Estuve toda la noche pensando dos cosas, ¿Por qué lo habías hecho? Y las cosas que sentí.

- ¿Qué sentiste?

- Fue muy extraño todo. La situación, vos, la ropa, verme en el espejo. Me pasé dos horas dando vuelta por la casa y recién me pude dormir después de una paja… - omití hablar de que me puse el conjunto que mi esposa me había mandado.

- Yo también, me hice una pensando en vos…

- Cómo te vas a hacer una paja pensando en mí… ¿Estás loco?

- Estamos hablando en serio, te estoy diciendo la verdad, estaba re caliente, con vos… ¿Si te vestís?

Me moría de ganas de vestirme nuevamente. Pero no, no iba a hacer eso, me encantaría llevarme la ropa y ponérmela en casa.

- No

- Me encantaría verte vestida para mí.

- Si, pero no.

- No hago nada, no vas a hacer nada que no quieras… Vení tomate otra copa y cuando estés entonada te vas al baño y te cambiás… Hacelo por mí. - Me sirvió la copa y brindamos… - Por nosotros.

Me levanté y me fui a cambiar. Me había convencido otra vez. A los quince minutos volví y Juan me esperaba en el sillón, hizo un gesto como invitándome a sentar a su lado. Me senté y nos miramos. Sus ojos me acariciaban y yo no podía impedir que lo haga. Estaba poseída por ese vestido, por esa mujer que se había apropiado de mí. Pensaba como un hombre y deseaba como una mujer. Juan estaba más confundido que yo e intentaba hacer cosas y se quedaba a mitad de camino.

Se acercaba, poniendo su boca a milímetros de mi boca y luego se retiraba…

Tuve ganas de hacer todo lo que hice.

- Tengo ganas de besarte… pero no quiero que te ofendas y este instante hermoso que estamos viviendo se diluya por un error. – Entonces se volvió a acercar y me apoyó sus labios en los míos. Fue un toque, apenas un roce para sentir como un shock eléctrico en todo el cuerpo. La piel se erizó y mis tetillas se hicieron presentes… (Nunca había sentido mis pezones) Las piernas me temblaron. Al ver que yo no reaccionaba desfavorablemente, volvió a chocar mis labios, esta vez de forma más duradera.

Intuitivamente dejé abrí la boca dejando entrar su lengua. Sentir que su lengua penetraba mi boca, fue una sensación tan femenina, lo sentí en mi ano que se puso a latir. Estaba viviendo una cantidad de sensaciones placenteras y desconocidas, que me hacían traspasar cada uno de mis tabúes, de mis censuras, de mis miedos.

Me abrazó y me llevó hasta su cuerpo. Sentí su aroma, su piel sus deseos. Mi boca mordía su cuello, sus manos me recorrían, subían mi vestido y jugaba en mi cola.

Gemidos salieron de mi garganta, sentía que mis tetillas saltaban del sostén, cuando él se puso a jugar con ellas. Las lamía, dejando su baba en mis pezones, luego las soplaba y esto me daba escalofríos intensos, mis tetillas se elevaban y volvía a tacarlas con sus dientes afilados, con su lengua inquieta, con sus dedos fuertes.

Mi mano fue a su entrepierna y acaricie la zona por encima de su pantalón. Estaba caliente, parada, haciendo presión, queriendo salir y yo quería verla, quería saber cuanto pesa, como huele, a que sabe. Juan me acariciaba y jugaba conmigo haciéndome gozar, lo ayudé a despojarme de mi vestido y quedé en corpiño y tanga,. Ël se bajó el pantalón y su calzoncillo y pude tener acceso directo a su pija. Un poco me intimidó, pero él me agarró la mano y se la llevó hasta allí. La rocé, con las yemas de los dedos, su cabeza estaba húmeda, por sus líquidos lubricantes, que me permitiron subir su piel por todo el tronco y bajar con pasión. Juan se acomodó debajo de mí, como para practicáramos una sesenta y nueve, pero solo nos acariciábamos.

Juan tomó la iniciativa, corrió la tirita trasera de mi tanga y su lengua lamió mi ano. Fue una sensación tan fuerte que para callar mis gemidos, mi boca lamió su cabeza… Todo era maravilloso, Su olor y su sabor, me embriagaban, no tardé nada en tratar de comérmela entera.

Su lengua intentaba penetrarme y se ayudaba con un dedo. Estaba en el cielo.

Hace dos días esto me hubiera parecido un chiste de mal gusto, y ahora me sentía la Reina de Sabba. Todo lo que era imposible lo estaba viviendo lo estaba gozando, como nunca había gozado. Esto es lo que quería vivir y lo iba a terminar aunque fuera la última, la única vez. Su pija crecía por mi mamada y mi culo se dilataba, dándome placer, como nunca lo había imaginado.

Juan decía cosas, hacía ruidos y se movía, me estaba cogiendo por la boca. Si bien sabía lo que ocurriría no pude preverlo… Mi garganta se llenó de su leche. Fueron cuatro disparos que no pude contener, tragué un poco pero me rebalsaba. Su verga no paraba de moverse y yo no quería perder más de su néctar. Hacer acabar a un hombre era tan hermoso como el ser penetrado por sus dedos. Mi tanga no pudo contener mi leche, pero a eso a Juan no pareció importarle. Su pecho estaba mojado por mi leche.

Ambos quedamos exhaustos en el sillón. Como pude me incorporé y limpie su pecho con mi lengua y manos. Él quiso besarme y me besó, me abrazó fuerte y luego recostó mi cabeza sobre su pecho…

- ¿Estás bien?

- Muy bien. – le contesté.

Otro día les contaré como siguió mi historia, de como dejé de ser un hombre común.

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