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Mi vida cambia (3)

en Transexuales

Después de ser cenicienta de la nena pobre seducido por mi jefe el millonario, yo había tapado todo. Esa sensación que llevaba desde mi infancia fue descubierta por él y despertarlos.

Son las seis de la mañana, mi jefe duerme a mi lado, con sus cuarenta y cinco años, es un lindo tipo de hombre, varonil, amable, elegante, caballero, Así es él. Ustedes ya lo conocen y conocen mi historia: El trabajo exigente, el viaje a Punta del Este, la ropa de mujer, el paseo, la noche, el volver como si no hubiera pasado nada, hasta esta noche en que fui penetrada por primera vez.

Con el trabajo que me trajo olvido, olvidar la felicidad es imposible, pero lo había logrado, tapar todo como lo había hecho toda mi vida. ¿Cuántas veces estuve en situaciones confusas y no lo dejé salir? Y ahora estoy aquí acostado al lado del mi hombre., que duerme después de haberme desvirgado.

Todas las preguntas y todo eso que guardé por tantos años, se hacen presentes en este momento. Todo se me mezcla. Todo es tan real… todo fue tan deseado, estaba tan sensible, hyper sensible y no estoy sola, ya que él está a mi lado. Con su poder, con su belleza, con mi deseo.

Mi jefe podría tener a la mujer que quisiera, podría seducirla o comprarla. Podría tener a cualquier hombre, seducirlo o comprarlo, sin embargo esa noche era mío. Y tendrá que despertar y tendrá que verme. Tendrá que levantarse y verme, tendrá que despedirme, para no verme nunca más. Quizás quiera tenerme a su lado como su secretario y usarme una que otra vez, como lo hizo ayer. Hay una opción mas, la increíble, En la que hago de su novia y vivíamos juntos… Que un príncipe se enamore de una plebeya. Que él sienta lo mismo que siento yo, en este momento. Ni en las novelas, más estúpidas de la televisión, podría pasar pero ya sé que eso no pasará porque no tengo suerte y los sueños, sueños son.

Mi cabeza divagaba en la madrugada, cuando su brazo me busca en la cama, su mano queda dormida en mi pecho y todo en lo que pensaba, se esfuma, para dejarme soñar un poco más. Y entonces me veo trabajando con él, vestida y hermosa, sin ocultar, sin fingir. Porque donde hay una necesidad, hay un deseo. Donde hay un deseo, hay un derecho y yo tengo el derecho a desearlo. Su brazo pesa en mi pecho alejando todos los fantasmas. Pero despertaremos en su casa, juntos en su cama. Todo es muy fuerte.

Unos minutos después sentí que se despertaba y por instinto me hice la dormida. Se desperezó y por unos segundos quedó inmóvil. Seguro que no entendía que estaba haciendo yo ahí. Quizás yo me tendría que haber ido antes que se despierte… pero era una idea que no había tenido. – ¡Cómo no se me había ocurrido! Me dije para mí.

Se levantó y sigilosamente fue hasta el baño. Escuche como orinaba y como se lavaba los dientes. Volvió a la habitación, caminaba a los pies de la cama, abriendo y cerrando armarios y cajones tratando de no hacer ruido, era obvio que no quería que yo me despierte, para poder salir… Yo me quería desintegrar y aparecer en cualquier otro lado. Escuche como prendía la ducha y ese era mi momento. Quería ir al baño y bañarme junto a él pero mi raso ciño pudo más. Salté de la cama, me puse mi tanga y la camisa que usó mi jefe la noche anterior y corrí hasta el cuarto de huéspedes. Allí me puse mi ropa y sin cruzarme con nadie, gané la calle, me tome un taxi hasta mi casa.

Bajo la ducha de mi baño sentí alivio, por mí y también por él.

Una hora mas tarde llegué al trabajo y por suerte mi jefe no había llegado. La oficina estaba ya en plena acción, era común que eso pasara, Me preparé un café y me puse a trabajar… tenía mucho que hacer.

Hay un detalle importante: Estaba muerto, me dolía todo, músculos y huesos. La ducha caliente me había relajado pero no llegó a recuperarme de una noche de sexo. Me tomé dos aspirinas para levantarme un poco el ánimo. Suena mi celular; era él.

- Hola

- ¿Dónde estás?

- Estoy en mi escritorio – dije como si no hubiera pasado nada.

- ¿Por qué te fuiste así?

- Tenía cosas que hacer en casa.

- Me hubiera gustado que desayunáramos juntos. – Mi corazón ya latía como un caballo salvaje y agregó. ¿La pasaste mal?

- No, no pero ya está bien. – Con tono de impaciencia. Quería cortar la llamada para poder pensar bien.

- No te gustó – me dijo resignado.

- No es eso es que me parece que… estoy confundido… sería mejor que lo hablemos en persona y no por teléfono…

- OK. Está bien, esta noche hablaremos largo y claro. Veremos todo lo que debemos aclarar. – y sin cambiar su tono tierno y protector, me indica; ¿Estás en mi escritorio? Busca la carpeta del proyecto y hacé los cambios que habíamos arreglado y haceme dos copias.

No tardó ni diez minuto llegar y así fue todo el día, trabajando como locos como si no hubiera pasado nada.

Después de diez horas de estar de un lado a otro sin parar estaba rendido, hasta me había olvidado de la noche y de la conversación matutina con mi jefe. La oficina ya estaba desierta, solo quedábamos muy pocos trabajando.

Había terminado con todo, trabajé tanto que al otro día no tenía nada para hacer. Me estaba preparando para dejar todo listo para mañana e irme a casa, cuando escucho su voz en el intercomunicador: - Linda, vení. – me puse colorada, y mientras me dirigía a su puerta, miraba para ver si alguien lo había escuchado.

Cuando entré lo vi sentado en su poltrona, dándole la espalda a la puerta, con su mirada perdida en el ventanal que dejaba ver la ciudad iluminada y brillante.

- Sentate. Me ordenó. – Estoy muy cansado y me imagino que vos también.

- Si. – dije agónicamente, sabiendo que no importaba si contestaba o no.

- Pero quiero decirte que tenés razón,,, tenemos que hablar. Dejó pasar unos segundos y empezó a decir todo lo que me imaginaba que iba a decir… yo estaba dispuesto a perder el trabajo, con toda la bronca que me daba ya que me gustaba trabajar allí.

- Trabajamos mucho hoy, y lo hicimos bien. Hacemos un buen equipo. Sos el mejor asistente que tuve. Pero eso no es importante. - Era obvio que me iba a despedir.

- A mí me parece que es muy importante el reconocimiento del trabajo.

- ¿vos querés hablar de trabajo? - Me dijo sorprendido.

- Bueno, no es precisamente de trabajo pero entiendo que así no va mas.

- Si, ya sé, no soy tonto. Sos capaz de hacer cualquier cosa por no perder el trabajo. Hasta aguantarme a mí y mis cositas. Pero no es como vos crees. Para nada.

- ¿Y que es lo que yo creo? - perdido por perdido, dije en tono desafiante.

-Que solo quiero humillarte, que te hice degradar. Y que si quiero tengo todo hasta tu cuerpo.

- Eso no es lo que creo o lo que siento. Esta relación es despareja, como lo es siempre entre el jefe y el empleado… pero lo que quiero es no salir herida. (se lo dije en femenino, estaba, totalmente loca)

- ¿Qué me estás diciendo?

- Quiero decir que me gustás y vos solo querés jugar conmigo. – Él se empezó a reír, con una carcajada fuerte.

- Ahora entiendo. Yo no juego nada. Te lo advertí la primera vez que estuvimos solos. ¿Te acordás?

- Las cosa que deciden cuando uno se calienta no son para tomar enserio. En una cama uno puede decir lo mas lindo del mundo y cuando acaba, quiere que todo desaparezca.

- Eso lo dije porque me gustaste desde la primera vez que te vi. Cuando te vestiste de mujer frente al espejo me volviste loco. Pero lo confirmé a noche cuando hicimos el amor. Porque yo quiero creer que ayer hicimos el amor ¿No es cierto? – Asentí con un pequeño movimiento de cabeza… no podía creer lo que estaba escuchando. – Esta mañana quería desayunar con vos y proponerte que vinieras a vivir a casa.

La verdad es que no podía dar crédito a lo que me estaba diciendo, pensaba que todo eso era un sueño y que me despertaría en mi cama, solo y sudado. – pero veo que vos tenés otros planes.

- Yo no tengo ningún plan. Todos los hombres que hacen negocios piensan que todos estamos calculando cada paso que damos… yo no soy así.

- Entonces vayamos a casa. Le pido a Clara que haga algo de cenar.

- ¡Qué fácil! - Contesté en forma socarrona. – La llamo a Clara y prepara la cena.

- ¿Ves como sos? No es tan fácil. Ni para vos, ni para mí. ¿O te crees que sería fácil para mí?

- ¿Pero qué es lo que pretendés de mí? ¿Qué sea tu secretario, tu amante, tu concubina. Que viva encerrado en tu casa y que te espere vestida para vos?

- Primero quiero que me llames Gustavo… Yo no tengo casi vida social. Pero estaríamos, todo el día, juntos…

- Ya estamos, todo el día, juntos.

Me tomo la mano, me ayudó a levantarme y me llevó hasta el ascensor. El chofer nos llevó a su casa y allí me pidió que me cambiara para cenar.

Si me hubieran dicho, hace una hora, que iba a estar vistiéndome esa noche para él. le hubiera dicho que estaba loco. No sé de donde saqué fuerzas para ponerme bien, elegir un lindo solero ajustado y por supuesto un conjunto de portaligas, tanga y corpiño rojo y negro súper de loca. Me pinté los ojos, los labios, la peluca rubia y me fui al comedor. Gustavo ya estaba sentado y esperándome.

Comimos muy liviano, apenas tomamos una copa de vino. Lugo fuimos al living, él se prendió un habano y me convidó a mi un cigarrillo. Fumamos mientras mirábamos algo en el televisor, abrasados… Yo estaba muerta y no veía la hora de acostarnos.

- Tengo sueño

- ¿querés irte a acostar?

- ¿Sola?

- Andá, yo termino el habano y voy.

Así que le di un pequeño beso en la boca y me fui escaleras arriba. Me lavé los dientes y me fui desvistiendo. Con el bidet me lavé bien la cola; no quería que se encuentre alguna sorpresa si hacíamos el amor. Sobre la cama, descansaba un pequeño babydoll negro, transparente. Me lo puse y corrí al baño a ver como me quedaba. Era hermoso y me quedaba pintado, no veía la hora en que Gustavo me viera. Por suerte no tardó tanto. Lo esperaba desde el baño para que me viera mientras recorría la habitación. El aroma al puro y el solo hecho de verlo desvestirse me calentó. Estaba tan cansada que no sabía que hacer: lo dejaría a su entera voluntad.

Me acosté viendo como terminaba de sacarse la ropa. Solo en slip, se acostó y pasó el brazo para tenerme más cerca. Mis manos acariciaban su pecho, ingenuamente, como dándole la oportunidad de tomar la iniciativa o dejar esa noche en paz.

- Yo también estoy cansado.- Me dijo. Y luego agregó – No me voy a perder la posibilidad de hacerte el amor. – y con voz de pícaro, agregó. – No hay nada mas lindo que hacerlo cuando uno está cansado. – Sacó de su mesita de luz el frasco de vaselina y corriendo apenas la tita de mi tanga me empezó a dilatar el ano. Yo gemía sin resistirme y así sin mucho más, me acomodó y me penetró. No hizo falta hacer esfuerzo… La crema lo hacía resbalar sin causarme dolor, sin presentar resistencia. Se movía lentamente dentro de mí, haciéndome gozar cada poro de mi piel. Salía y entraba sin ritmo y profundamente. Se corrió dentro mío, apenas jadeando y dándome todo su placer. Luego, al igual que la noche anterior, tomó mi pequeña verga y me masturbó. La leche nos toco a los dos, El babydoll y su pecho quedaron mojados. Un abrazo y un beso fueron lo último que recuerdo de esa noche.

Cuando me desperté. Gustavo no estaba en la cama, ni en el baño, ni en la casa, solo una nota que decía. Tomate el día aquí tenés cien pesos para tus cosas… vuelvo temprano… llamame. Te amo Gustavo (Tu jefe)

Estaba muy sorprendida y contenta… Clara vino y me trajo el desayuno a la cama y luego me levanté me di un baño con hidromasaje incluido. Me vestí de forma informal, un jeans ajustado, una remerita blanca suelta con sandalias de taco y luego me fui a la avenida Santa Fe a ver vidrieras. En la galería, vi un cartel en un negocio de tatuajes en donde decía que se ponían aros y pircing. Así que me hice los agujeros en las orejas y me pusieron dos abridores de oro, muy lindos. Era una sorpresa para mi nuevo novio.

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