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La amante

en Hetero: Infidelidad

LA AMANTE.

Despierto desnuda sobre mi cama. Miro hacía la ventana por la que entra el sol y allí está él, mirando el horizonte, la gran ciudad. Ha sido nuestra primera noche juntos y eso me hace feliz, muy feliz, por fin una noche para nosotros dos, disfrutando de nuestros cuerpos, amándonos sin tener que depender del reloj como hacemos cada tarde de 5 a 7.

Le observo, su espalda, sus hombros, su talle se dibujan perfectos al contraluz de la ventana y verle allí desnudo me excita, me evoca recuerdos de lo sucedido anoche en esta misma cama. Su boca recorriendo mis senos, descendiendo hacía mi sexo. Y esos recuerdos encienden mi entrepierna, por eso me levanto de la cama y me acerco a él. Aprieto su culo con mi mano izquierda y beso su hombro derecho. Luego le pregunto:

¿Qué miras?

La ciudad, es preciosa ¿verdad?.

Sí – respondo y vuelvo a besarle el hombro sin dejar de acariciar su culo.

Se gira hacía a mí y me mira a los ojos, y dice:

Tu también eres preciosa.

Sus labios se acercan a los míos y nos besamos profundamente, mientras mi mano juguetea con su sexo inerte, que poco a poco va cobrando vida. Nuestras lenguas se enredan dentro de nuestra boca. Y entonces, él me empuja hacía abajo. Sé lo que quiere porque yo también lo deseo. Me pongo de rodillas, cojo su sexo con ambas manos y empiezo a lamerlo, marcando círculos sobre el glande con mi lengua, rodeándolo una y otra vez, me lo meto en la boca y lo saboreo, vuelvo a sacarlo y vuelvo a lamer el glande, luego el tronco y vuelvo al glande para introducírmelo de nuevo en la boca. Y entonces, lo saboreo, lo degusto como si fuera el más rico manjar. Él enreda su mano en mi pelo y tira de él para que mueva mi cabeza sobre su sexo, haciendo que este entre y salga de mi boca. Hasta que no puede más y me obliga a ponerme en pie, su mano acaricia mi sexo húmedo y me susurra:

¿Quieres que te folle?

Sí – respondo, mi cuerpo arde de deseo y de nuevo el recuerdo de la noche juntos vuelve a mí.

Su cuerpo sobre el mío moviéndose cadenciosamente y sus besos en mi cuello mientras nuestros cuerpos se amaban envueltos en el fuego de esta pasión.

¿Y dejaras que lo haga como yo quiero?

Sí – respondo sin temor.

Me empuja hasta la cama y me tiende sobre ella. Abro mis piernas y se acomoda sobre mí. Volvemos a besarnos apasionadamente mientras con sus manos estruja mis senos, luego desciende por mi cuello lamiendo. Me estremezco y gimo cuando su boca está ya sobre mi seno, lo mordisquea, lo lame, chupa el pezón y mi cuerpo se estremece. Desciende por mi vientre hasta mi sexo y siento su boca caliente sobre mi clítoris, su lengua se enreda en él, y lo lame, lo chupa, lo estira y lo muerde. Mientras mi cuerpo se enciende, deseando más y más. Su lengua se mueve como una cobra sobre mi sexo, siento como penetra en mi vagina y todo mi cuerpo se estremece, gimo, estoy a mil. Su boca bebe mis jugos que han inundado mi entrepierna. El deseo de ser poseída es cada vez más fuerte y él lo sabe. Mis gemidos se intensifican y entonces él me hace dar la vuelta para que quede tumbada boca abajo sobre la cama. Se pone entre mis piernas y guía su sexo hasta el mío, muy despacio lo va introduciendo en mi, hasta que por fin, siento como me llena. Nos quedamos un rato quietos, sintiéndonos. Sus manos buscan mis senos y los aprieta, los estruja, luego empieza a moverse, mientras clava sus dientes en mi hombro y me quejo levemente. Se mueve, primero despacio y siento como su sexo entra y sale de mí, poco a poco va acelerando sus movimientos, estoy a mil y siento que me voy a correr de un momento a otro si sigue moviéndose así, también él se va a correr, lo sé, lo siento porque su sexo se hincha. Sé como le excita hacérmelo así, sintiendo como mi culo choca contra su pelvis.

Anoche fue todo más lento, más pausado, por primera vez ambos podíamos detenernos en mirar al otro, en experimentar el deseo del otro.

Pero ahora hay prisa, prisa por llegar al éxtasis, prisa por terminar el acto. Estoy casi llegando al orgasmo cuando siento como él, dando un par de fuertes empujones, se derrama dentro de mí. Yo también me corro. El acto ha terminado. Él se acuesta a mi lado. Nos quedamos frente a frente y nos besamos. Luego mira el reloj de la mesilla y dice:

Tengo que irme ya, Adela llegará en media hora y tengo que estar allí.

Ya, lo sé, anda, vístete y vete. – Le digo, como si le estuviera dando permiso, pero en realidad me duele, me duele porque él es de otra, porque esta noche dormirá con ella como todas las noches.

Me duele, porque yo sólo soy su amante y no tengo derecho a nada, sólo a un par de horas cada día y alguna noche como esta. Pero nada más. En cambio ella, ella lo tiene todo, excepto lo único que yo tengo, su amor.

De repente suena el teléfono. ¿Quién demonios será?

Hermanita, ¿qué tal? Estoy a punto de llegar y te llamaba para preguntarte por Antonio, supongo que se ha portado bien.

Buenos días, Adela. Claro que se ha portado bien, al menos a mi no me consta que sea al revés – le miento y de nuevo el dolor me alcanza.

Pero ¿qué puedo hacer si amo al marido de mi hermana?

 

Mujer sensual (21 de Mayo de 2007)

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