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Juegos perversos (9: esa primera vez)

en Hetero: Primera vez

JUEGOS PERVERSOS 9 (Esa primera vez)

(Capitulo anterior: http://www.todorelatos.com/relato/56846/)

(En aquel momento sonó mi móvil pero preferí no cogerlo imaginando que la llamada sería de Marcos, ya que no me apetecía hablar con él.

- ¿No lo coges? – Me preguntó Armando.

- No, seguro que será Marcos y no quiero hablar con él.

- No se tomó muy bien tu decisión de irte unos días de casa ¿verdad?

- Nada bien, cree que voy a dejarle y…

- …¿Y no lo vas a hacer? – me interrumpió Armando.)

 

- No lo sé, aún no lo sé. Sé que contigo me siento mejor que con él, pero después de tantos años…

- Claro, supongo que no es fácil – sentenció Armando.

- Pues no.

- Bueno, decidas lo que decidas yo… en fin, que…. – No supo que más decirme y se quedó callado.

De nuevo el silencio volvió a cruzar la habitación, hasta que Armando me preguntó curioso y tratando de desviar el tema:

- Y cuéntame, ¿cómo fue tu desvirgamiento?

Sonreí extrañada pero picaramente ante la pregunta y le interrogué:

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Sí.

- Vale, te lo cuento pero antes, ¿Por qué no cenamos? Tengo hambre.

- Esta bien – aceptó.

Nos levantamos de la cama y nos vestimos. Yo me puse un simple camisón y una bata, Armando volvió a ponerse la ropa que llevaba. Nos dirigimos a la cocina y tras rebuscar en la nevera empecé a hacer una ensalada, mientras Armando sacaba algunas salchichas de Frankfurt y tras poner la sartén sobre el fuego me dijo:

- Bueno, cuéntame.

- El que ¿esa primera vez? ¿Y por qué no me cuentas tú la tuya? - le pregunté yo.

- Bah, no fue nada del otro mundo – dijo quitándole importancia.

- ¿Fue en tu noche de bodas?

- Sí – respondió lacónicamente.

- Pues cuéntamela, venga, luego te cuento yo como fue la mía.

Y así mientras hacíamos la cena, Armando fue desgranando aquella primera vez:

"Como ya has adivinado, fue durante mi noche de bodas. Ambos éramos muy jóvenes, recién cumplidos los 20. Catalina había querido esperar hasta aquella noche, ya entonces era muy mojigata y yo lo aceptaba porque la amaba, o eso creía y porque entonces no conocía nada más.

Aquella noche, ambos estábamos muy nerviosos, pero sobre todo ella, supongo que por la inexperiencia. Lo malo es que yo era tan inexperto como ella, ya que desde los 16 años sólo había salido con ella. Bien, cuando llegamos a la que iba a ser nuestra casa lo primero que hicimos fue dirigirnos a nuestra habitación. Una vez allí, empezamos a desnudarnos, primero tuve que ayudar a Catalina a quitarse el vestido de bodas, sobre todo porque tenía un montón de botones en la espalda que iban desde su cuello hasta donde la espalda pierde su casto nombre. Lo hice despacio, como si destapara un hermoso regalo y quisiera disfrutar de la sensación. Pero cuando terminé de desabrochar los botones, Caty se apartó de mí y se desnudó ella sola, sin permitirme que yo le ayudara. Así pues, yo también me desnudé. Una vez desnudos ambos nos quedamos paralizados sin saber que hacer, hasta que decidí tomar la iniciativa y me acerqué a ella, la tomé por la cintura y la besé tiernamente, Catalina se dejó hacer y en realidad eso fue lo que hizo durante toda la noche, dejarse hacer. Tras los besos, empecé con las caricias, mientras ella seguía con aquella actitud totalmente pasiva, la acosté sobre la cama y seguí besándola. Catalina trató de acariciarme muy tímidamente pero al sentir que yo entreabría sus piernas y me colocaba entre ellas se detuvo. Se quedó paralizada y más cuando sintió mi mano hurgando en su sexo para tratar de excitarla. Yo sólo hacía lo que mis amigos me habían aconsejado, así que traté de introducir uno de mis dedos en su sexo. Catalina se quejó inevitablemente, puesto que su sexo aún no se había lubricado y yo como hombre inexperto aún no sabía que eso era algo imprescindible para tener una relación sexual sin problemas.

Así pues continué, no sé como pero mi sexo estaba totalmente excitado y erecto, a pesar de la poca pasión que Catalina le ponía. Supongo que sería porque por fin iba a hacerlo y por aquel entonces, Catalina aún era una mujer hermosa y excitante, o por las ganas que tenía de estrenarme, no sé. Guié mi erecta verga hacía el estrecho agujero de Caty y como pude fui penetrándola despacio. Ella empezó a quejarse, diciendo que le dolía, pero en lugar de detenerme continué, a fin de cuentas y según mis amigos era normal que ellas les doliera la primera vez. Cuando por fin la hube penetrado por completo empecé a moverme dentro y fuera de aquel seco agujero. Catalina ya no gemía por el dolor, ahora lloraba y soportaba el dolor tan bien como podía. No sé como no me di cuenta de lo mal que lo estaba pasando, supongo que la inexperiencia de ambos no era el mejor consejero en aquella situación. No sé durante cuanto tiempo estuve bombeando, sólo sé que finalmente llegué al tan ansiado orgasmo y me sentí en la gloria. Cuando terminé Caty pareció sentirse aliviada por fin y yo… Una vez más me comporte como un desalmado, me giré dándole la espalda, apagué la luz y me puse a dormir, sin preocuparme de ella. Así fue mi primera vez y ahora me doy cuenta de lo estúpido y egoísta que fui"

Tras oír aquella confesión me acerqué a Armando y le dije:.

- No fuiste estúpido ni egoísta, sólo fuiste inexperto, igual que ella. Estúpido y egoísta fue Marcos ayer, cuando me obligó a follar sin que yo lo deseara, eso sí fue egoísta, pero tu actitud en esa primera vez sólo fue fruto de una gran inexperiencia.

- Supongo – sentenció Armando algo entristecido – Bueno, ahora te toca a ti.

Habíamos acabado de hacer la cena y ya teníamos la mesa puesta, así que nos sentamos, me serví y empecé a contarle:

"Mi primera vez fue cuando tenía sólo dieciséis años. Fue con Marcos, el tenía 18 y algo más de experiencia que yo, aunque entonces aún éramos dos adolescentes que creían en el amor y…

En fin, fue un fin de semana en el que por fin conseguimos liberarnos del control de nuestros padres. Teníamos su casa para nosotros solos así que decidimos que aquel sería el día. Era un sábado por la tarde, habíamos comido en un burguer y después, con toda la vergüenza del mundo (sobre todo por mi parte) habíamos ido a una farmacia a comprar condones. Llegamos a su casa y nada más cerrar la puerta Marcos se abalanzó sobre mí para besarme salvajemente. Me acorraló contra la pared y empezó a acariciarme; era verano, así que sólo llevaba una faldita corta y una camiseta. Marcos escaló con sus dedos por mi pierna y fue subiendo poco a poco la falda hasta llegar a mi sexo, apartó las braguitas y comenzó a tentar mi sexo que estaba chorreando de deseo.

Evidentemente no era la primera vez que practicaba juegos sexuales con Marcos, ya que hasta aquel momento, algún tocamiento o sexo oral sí habíamos practicado. Pero puesto que era la primera vez que íbamos a practicar la penetración, yo estaba muy nerviosa.

Bueno, como decía, Marcos me tenía acorralada contra la pared, besándome y acariciando mi sexo. Los suspiros y gemidos de placer escapaban de nuestros labios sin cesar.

- ¡Uff, nena como me pones! – exclamó Marcos y sin más, me cogió en brazos y me llevó hasta la habitación de sus padres.

Allí me echó sobre la cama y se puso sobre mí. Muy despacio nos fuimos despojando de la ropa, entre risas, besos y caricias. Y finalmente ya desnudos nos miramos a los ojos. Entonces su mirada aún era limpia y tierna. Marcos me besó cariñosamente y me preguntó:

- ¿Estás segura?

- Completamente – le contesté.

Así que sin perder más tiempo, Marcos se puso un condón, se colocó sobre mí, abrí mis piernas para recibirle y con mucha delicadeza empezó a penetrarme. Lo hizo despacio, y con mucha paciencia. En principio todo iba bien, hasta que llegó al cerrado himen y cuando venció sus resistencia sentí un leve dolor en mi interior que me obligó a gritar. Aquel pequeño grito asustó un poco a Marcos que se detuvo y me preguntó preocupado:

- ¿Estás bien?

- Sí – respondí – sigue.

Marcos siguió moviéndose sobre mi, acelerando sus movimientos poco a poco, mientras yo le rodeaba con mis piernas y le abrazaba contra mí. A medida que ambos íbamos cogiendo el ritmo sentía como el dolor iba desapareciendo y el placer iba creciendo, en pocos minutos tantos mis gemidos como los de Marcos, llenaban la habitación de placer, de deseo, de pasión. Marcos se movía firme pero delicadamente, mientras iba repartiendo sus besos por toda mi cara y mi cuello excitándome aún más. Pero a punto de llegar al éxtasis, Marcos se detuvo.

- ¿Qué haces? – le pregunté.

- Tranquila, es que no quiero terminar tan pronto.

Permanecimos un rato quietos besándonos, acariciándonos dulcemente, hasta que ninguno de los dos pudo aguantar más y empezamos de nuevo a movernos rítmicamente, hasta que nuevamente el placer empezó a nacer en mi sexo. Sentía que necesitaba llegar y le supliqué a Marcos que esta vez no se detuviera. Así que siguió moviéndose dentro y fuera de mi, hasta que sentí como mi primer orgasmo me llenaba por completo haciendo que mi sexo se inundara de jugos. Pocos segundos después fue Marcos quien llegó al orgasmo convulsionándose placenteramente sobre mí. Cuando se separó de mí, vi el condón manchado de mi sangre, y no sé porqué pero en un acto reflejo me acaricié el sexo y pensé: "Ya no soy virgen" y un par de lágrimas escaparon de mis ojos. Me sentía extraña, diferente, como si hubiera perdido algo valioso, pero lo mejor de todo es que lo había perdido con el hombre que amaba. Marcos me abrazó cariñosamente."

- Vaya eso si fue una hermosa primera vez – me dijo Armando.

Ya habíamos terminado de cenar y seguíamos sentados en la mesa.

- Sí, pero lamentablemente ahora las cosas ya no son como entonces.

- Bueno, a veces esas cosas pasan, ya sabes, la costumbre, el tiempo, el desamor.

Hubo un silencio entre ambos y seguidamente Armando me preguntó:

- ¿Qué vas a hacer?

- No lo sé, no sé si volveré con él, aún es pronto. Lo que ha pasado, lo que me ha hecho, no sé… Me ha dolido mucho.

- Supongo – añadió Armando – por muy mal que vayan las cosas entre dos personas que conviven juntas, actuar como Marcos lo hizo es algo muy vil.

- Sí, jamás pensé que Marcos llegaría a ese punto. No sé, últimamente está descentrado, sólo piensa en el sexo y…veo que yo no puedo seguir su ritmo. Además estás tú, que… no sé, eres tan diferente…

Armando se acercó a mí, acarició mi mejilla y me besó tiernamente, luego mirándome a los ojos me dijo:

- No pienses más en él, no hablemos más de él ¿vale?

- Vale – Acepté.

Nos levantamos y empezamos a quitar la mesa, cuando terminamos nos sentamos en el sofá y entonces le pregunté a Armando:

- ¿Y tú, vas a dejar a tu mujer?

Armando suspiró antes de contestarme…

Mujer Sensual (Enero de 2008)