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Juegos perversos (11: chocolate y fantasía)

en Fantasías Eróticas

JUEGOS PERVERSOS 11 (CHOCOLATE Y FANTASÍA)

(CAPITULO ANTERIOR: http://www.todorelatos.com/relato/57358/)

- (¿Y cual es tu fantasías erótica? Aquella que siempre has soñado y no has podido realizar nunca.

Le miré de reojo y le pregunté:

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Sí, venga hemos hablado de nuestra primera vez, ahora toca hablar de las fantasías. Tu me cuentas la tuya y yo te cuento la mía.

- ¡Uhm! Vale – acepté dispuesta a empezar a contarle esa fantasía – Mi fantasía...)

Mi fantasía… verás recuerdo que hace algún tiempo no sé donde, en una revista o algo así, vi una foto de una chica desnuda cubierta de chocolate. Y recuerdo que al mirarla mi imaginación empezó a discurrir. Me imaginaba a mi misma, bañada con aquel chocolate y una lengua masculina lamiendo poco a poco cada centímetro de mi piel. Empezando por mis piernas y descendiendo, lametón a lametón, despacio, sin dejar una sola gota de chocolate, hasta mi ingle. Aún recuerdo como mi sexo se humedeció pensando en aquella fantasía.

- Uhm es una fantasía hermosa y excitante – dijo Armando. Acabábamos de llegar a la casa del pequeño paseo que habíamos dado.

- Sí, pero supongo que no es fácil de realizar.

- ¿Por qué no? En esta vida no hay nada imposible, sólo tenemos que hacer una olla de chocolate espeso, tenderte en el suelo y.... – me respondió Armando con mirada pícara.

- Tú estás loco, no pretenderás que ahora...

Armando afirmó con la cabeza y añadió:

- Hoy tú serás el postre.

Sonreí sin acabar de creerme lo que acaba de decir. Entramos en la casa y Armando se dirigió hacía la cocina, donde empezó a rebuscar todo lo necesario para hacer el chocolate: leche, cacao, un poco de harina, azúcar. Comenzó a preparar el chocolate, y mientras lo hacía yo le observaba, me parecía imposible que aquella fantasía que una vez había soñado pudiera convertirse en realidad, y sobre todo lo más imposible era lo que estaba dispuesto a hacer. Me acerqué a él y le abracé por la espalda.

- Te quiero.

- Yo a ti también.

Mientras él seguía con la receta, yo decidí ir a prepararme para aquella fantasía. Una vez en la habitación empecé a desnudarme y recogerme el pelo en un moño, mientras pensaba en que era hora de decidir, que debía dejar a Marcos y seguir mi vida con Armando; a fin de cuentas él estaba dispuesto a hacerlo por mí, y en aquellos últimos días me había demostrado una y otra vez que sus sentimientos por mí eran fuertes y reales. Así pues, sí Armando había decidido poner toda la carne en el asador por mí, era justo que yo también hiciera lo mismo por él.

Terminé de arreglarme y salí al comedor, Armando ya lo tenía casi todo preparado. Había cogido un plástico grande, del tamaño de una alfombra y lo había puesto en el suelo del comedor, frente a la chimenea.

- ¿Ya está todo listo? – Pregunté.

- Sí, sólo faltas tú y el chocolate, que lo tengo enfriando con cubitos de hielo en la fregadera

- Bien, pues empecemos ya – dije, sintiendo como mi sexo se estremecía al imaginar lo que estaba apunto de suceder.

Armando me quitó la bata que me había puesto y bajo la que no llevaba nada. Me abrazó y me besó, y mientras lo hacía introdujo su mano entre mis piernas, comprobando la humedad de mi sexo.

- ¡Buff, estás a mil! – Musitó.

Seguidamente me cogió de las manos y me ayudó a que me tumbara sobre el plástico. Una vez sobre él, Armando me miró y preguntó divertido:

- ¿Estás dispuesta?

- Sí – respondí yo.

Armando fue a buscar la olla de chocolate, volvió junto a mí y con cuidado empezó a esparcir el líquido por encima de mi cuerpo. Primero por las piernas, ascendiendo desde mi sexo, por mi tronco, mientras yo mantenía los brazos pegados a mi tórax y sentía como el viscoso líquido, resbalaba por mi piel y me untaba por entero. Abrí las piernas y cuando sentí el cálido chocolate resbalar por mi sexo no pude evitar sentir un pequeño estremecimiento.

A continuación, Armando también se quitó la ropa, quedándose desnudo. Su sexo estaba erecto, supongo que por el morbo que le producía ver mi cuerpo desnudo e imaginar lo que a continuación haríamos. Se situó a cuatro patas a mis pies y sacando la lengua empezó a lamer. El primer lengüetazo subió desde mi tobillo hasta mi rodilla. La cálida y húmeda sensación de aquella lengua lamiéndome me gustó, y más cuando tras al primer lengüetazo le siguieron otros, hasta dejar mi pierna limpia desde el tobillo a la rodilla. Tras eso, Armando repitió la operación con la otra pierna, dejándola limpia de rodilla para abajo tras unos cuantos lengüetazos. Entonces, volvió a mi pierna derecha y comenzó a lamer desde la rodilla hasta la ingle, muy despacio, haciendo que toda mi piel se erizara. Primero lo hizo por la parte exterior de mi pierna y cuando terminó, lo hizo por la parte interna, haciéndome estremecer cada vez que su lengua llegaba al borde exterior de mi sexo. Sentí como este se humedecía cada vez más y como palpitaba vibrante de deseo. Era una sensación sublime. Cuando terminó con la pierna derecha, se dedicó a lamer la izquierda, logrando que mi sexo se empapara de deseo.

Tras eso, Armando acercó su boca a la mía y me besó. Sus labios sabían al dulce chocolate que había lamido de mi piel. Después de ese beso, descendió por mi cuello, lamiéndolo hasta llegar a mi clavícula, donde siguió lamiendo el chocolate. Relamió mis hombros y mi escote saboreando todo el chocolate que había y finalmente llegó a mis senos, los cuales empezó a lamer con mucha calma, primero

en círculos desde la parte exterior de estos hasta llegar al pezón, que chupeteó y mamo como si fuera un bebe tratando de sacar alimento de ellos.

Yo en ese momento estaba a mil, deseaba más que nada en el mundo que me tomara y me hiciera suya, porque no podía soportar más el deseo y las ganas que aquel juego me habían creado. Pero debía esperar a que todo el chocolate que me cubría fuera lamido por aquella boca que me estaba causando el más hermoso de los placeres. Cuando Armando terminó con mis senos, descendió despacio por mi tórax, haciendo resbalar minuciosamente su lengua sobre mi piel y lengüeteando cada resto de chocolate que pudiera haber, lo que hizo que en algunos puntos, la serpenteante lengua me hiciera cosquillas y no pudiera reprimir una sonora risa. Finalmente casi la totalidad de mi cuerpo estuvo limpio del dulce líquido viscoso. Ya sólo quedaba mi sexo.

Armando levantó entonces la cabeza, mirándome directamente a los ojos con picardía. Me lanzó un beso y luego hundió su cara entre mis piernas. El primer lengüetazo que dio desde mi vagina hasta mi clítoris, fue sublime, me hizo estremecer como ninguna otra caricia hasta ese momento me había hecho vibrar. Después siguió con lentitud lamiendo mi sexo y tratando de dejarlo limpio de chocolate. Chupó mi clítoris, arrancándome gemidos de placer y finalmente introdujo su lengua en mi agujero vaginal quitando los últimos restos que quedaban, hasta que loca de deseo le supliqué.

- Armando, házmelo ya.

Armando no se hizo de rogar, quizás porque él tenía tantas ganas como yo. Se colocó sobre mí, me besó apasionadamente y dirigiendo su verga hacía mi agujero vaginal, me penetró suavemente. Luego comenzó a moverse sobre mí, primero despacio y luego acelerando sus movimientos. Sentía como su pene entraba y salía fácilmente de mí. Sus labios besaban mi cara sin cesar y yo me sentía dichosa de

tenerle sólo para mí. La excitación iba aumentando poco a poco en mí, y apunto de alcanzar el orgasmo Armando se detuvo. Acercó su boca a mi oído y me dijo:

- Ponte en cuatro.

Armando sacó su pene de mí y se puso de rodillas, esperando a que yo me pusiera como él me había pedido. Cuando estuve a gatas sobre el plástico, Armando se colocó tras de mí y me penetró, a continuación empezó a arremeter con fuerza, una y otra vez, sin parar. Ambos empezamos a gemir excitados. Y en los siguientes minutos sólo nuestros gemidos inundaron la habitación. Armando me embestía de tal manera que podía sentir sus huevos chocando contra mi labios vaginales, parecía como si me cabalgara, para alcanzar el orgasmo. Sentí como Armando cogía mi pelo y tiraba de él. Ambos estábamos desatados, aquella experiencia no sólo estaba siendo realmente satisfactoria para mí, sino también para Armando, que excitado arremetía una y otra vez. Sus jadeos, sus movimientos, me ponían a mil y no tardé mucho en correrme sintiendo como las paredes de mi vagina estrujaban su verga que cada vez se hinchaba más dentro de mí. Hasta que también él alcanzó el orgasmo, llenándome con su leche. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, nos abrazamos y nos tumbamos sobre el suelo plastificado.

Y viendo su cara de felicidad, sintiendo sus besos sobre mis labios, pensé que era el momento idóneo para decirle que había decidido dejar a Marcos.

- Creo que ya he tomado una….- el pitido de su teléfono móvil me interrumpió.

Armando lo cogió y tras mirar el número en la pantalla dijo:

- Es mi hija, espera. Luego me dices lo que ibas a decir.

Armando se levantó y se alejó hacía las habitaciones, mientras yo me quedaba allí sentada, observando el jardín. Sin saber por qué tenía un mal presentimiento y sentía que aquella llamada no traería nada bueno. Mientras esperaba a que Armando volviera, me puse en pie, recogí la bata que estaba sobre el sofá y me la puse. A pesar de la buena limpieza que Armando había realizado con la lengua me sentía pegajosa, así que pensé que lo mejor sería darme un baño.

Pensativa me dirigía hacía el baño cuando Armando nervioso salió de la habitación diciendo:

- Lo siento mucho, cielo, pero tengo que irme. Caty está en el hospital

- ¿Qué? – Pregunté sorprendida.

- Sí, al parecer el dolor de cabeza ha ido a más y se ha desmayado y como la nena no ha podido despertarla la ha llevado al hospital.

- ¿Y te ha dicho que le pasa? – Pregunté preocupada.

- No, dice que le están haciendo muchas pruebas, pero aún no le ha dicho nada. Debo irme

- Sí, bueno, yo…

- Tú puedes quedarte aquí el tiempo que necesites – dijo acercándose a mí y rodeándome por la cintura – te dejo las llaves y en cuanto sepa algo te llamaré.

- Bien, gracias.

- No tienes por qué darme las gracias – me dijo, y nos besamos apasionadamente.

Tras eso, él preparó su equipaje, mientras yo me duchaba. Luego se marchó y me quedé sola en aquella gran casa. Recogí el plástico y limpié el comedor y los utensilios que Armando había utilizado para hacer el chocolate y sin darme cuenta se me hizo la hora de cenar. Cené y antes de irme a dormir, decidí hacer la maleta para volver a casa al día siguiente y decirle a Marcos que había decidido dejarle.

Repentinamente sonó mi teléfono móvil. Lo cogí, era Armando:

- Dime.

- Hola, querida. ¿Cómo estás?

- Bien, ¿Y tú mujer?

- Pues te llamaba para decirte, que… en fin, no está muy bien, creen que quizás tenga… un… - Armando no sabía como decírmelo, se le notaba nervioso y dudoso en su voz – ella… tiene.. un tumor en la cabeza.

- ¿Qué? – Pregunté quedándome sorprendida y sin saber que decir.

- Sí, aún no saben la gravedad de este, ni si podrán operarle, pero… nos han dicho que debemos prepararnos para lo peor.

- Vaya, cuando lo siento, yo… no sé… mañana volveré a casa. Podemos vernos y hablar, si quieres.

- Sí, no te preocupes, hablaremos, pero… no quiero dejarte… yo… pero ella…

- Shhh - le hice callar - ya hablaremos de eso mañana o cuando sea, no te preocupes, lo entiendo.

- Tengo que dejarte, viene mi hija y…

- Sí, buenas noches.

- Buenas noches.

Aquel nuevo golpe cambiaba las cosas radicalmente de nuevo. Era evidente que ante aquel fatídico hecho Armando no podía dejar a su mujer. Yo lo entendía, pero también parecía romperse algo dentro de mí, ya que aquello añadía una dificultad más a nuestra relación. De todos modos, decidí que pasara lo que pasara, trataría de ponérselo lo más fácil posible a Armando.

Tras la llamada, decidí meterme en la cama, estaba cansada y tenía sueño, pero mientras intentaba conciliar el sueño oí un extraño ruido en el jardín. Primero no le hice caso, pensando que quizás se trataba de algún animal, pero cuando el ruido se repitió unas cuantas veces en diferentes lugares del jardín (o eso me pareció) y acercándose a la casa, empecé a asustarme, por eso decidí levantarme. Me acerqué a la ventana y traté de mirar por las rendijas que dejaba la persiana, pero no vi nada. El ruido volvió a sonar, está vez más cerca de la casa, parecían pasos de alguien y…

Mujer Sensual (Febrero 2008)