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Juegos perversos (8: me encanta tu culo y...)

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JUEGOS PERVERSOS 8 (Me encanta tu culo y me encantaría follártelo)

(CAPITULO ANTERIOR: http://www.todorelatos.com/relato/56711/)

(-¿Qué haces? – me preguntó - ¿Te vas? – Se levantó acercándose a mí – Por favor, no me dejes. Lo siento, de verdad, yo no quería hacerte daño – me suplicó tomando mi cara entre sus manos – Venga, nena, yo te quiero, y no podría vivir sin ti, dime que no te vas, cielo.

Miré su oscuros ojos negros y…)

 

Miré sus oscuros ojos negros y…le dije:

- No, sólo me voy por unos días, el fin de semana. Necesito estar alejada de ti, recapacitar, pensar y… - me aparté de él y seguí metiendo ropa en la bolsa.

- Pero dime que no me dejarás, cariño.

- No lo sé, Marcos, necesito pensar, ya veremos lo que decido – sentencié.

- ¿Cuándo volverás? – me preguntó. Parecía realmente preocupado y triste por la situación

- No lo sé, pero supongo que el lunes o el martes, no lo sé – le respondí nerviosa.

Me vestí y sin desayunar salí de casa. Estaba decidida a pasar aquellos días sola, aunque no sabía donde.

Cuando llegué a la oficina, busqué a Elisa, pero no la encontré. E iba a sentarme en mi silla cuando detrás de mí, oí la voz que Armando que me llamaba desde la puerta de su despacho.

- Nena, ven.

Me levanté de la silla y le seguí. Armando cerró la puerta con llave y luego se acercó a mí.

- ¿Puedo preguntarte algo?

- Sí, claro.

- Es que he visto que llevabas una bolsa y quizás te vas de viaje…

- No… bueno… - empecé a explicarle – Es que ha pasado algo con Marcos y he decidido alejarme unos días de él, tres o cuatro, quizás, para recapacitar…

- ¡Ah¡ ¿Y dónde irás? – me preguntó Armando con curiosidad.

- Pues aún no lo sé. Quería preguntarle a Elisa si podía pasar unos días en su casa, pero…

- Oye ¿por qué no pasamos el fin de semana juntos?

- ¿Tú y yo? – pregunté sorprendida - ¿Dónde? ¿Qué le dirás a tu mujer?

- En mi casa de la sierra.

- ¿Cómo? Pero si…

Se acercó a mí y poniendo su dedo sobre mis labios me hizo callar, a la vez que me cogía por la cintura con el otro brazo para pegar mi cuerpo al suyo.

- Está todo controlado, pensaba proponértelo igualmente. Quiero que pasemos el fin de semana juntos en mi casa de la sierra. A mi mujer no le gusta ir allí ahora en invierno, así que no hay problema, le diré que tengo una reunión en casa de un importante cliente y todo solucionado, no te preocupes.

- Bueno, está bien – acepté - … si ya lo tenías planeado.

- Sí, además puedes quedarte los días que quieras allí.

- Eres un sol – dije abrazándole y dándole un apasionado beso. Como siempre, él sabía como hacerme sentir segura y apartarme de los problemas que Marcos me ocasionaba.

En aquel momento alguien llamó a la puerta, lo que me sobresaltó.

- Tranquila, está cerrado con llave. Anda, ve a abrir a ver quien es.

Me dirigí hacia la puerta, abrí y allí estaba Elisa, con cara de enfado.

- ¿Sé puede saber que estás haciendo? ¿Tú sabes como se ha quedado Marcos?

Sabía que Marcos no iba a tardar en buscar un paño de lágrimas, pero no pensé que este pudiera ser Elisa y que además le llamara y explicara tanto tan pronto y con tanta rapidez.

Cerré la puerta tras de mí y cogiendo a Elisa del brazo me la llevé hasta el baño. Una vez allí le recriminé:

- ¿Se puede saber que bicho te ha picado? ¿Por qué te pones así? Sólo le he dicho a Marcos que necesito unos días para pensar nada más.

- Pero él cree que le vas a dejar.

- No sé si eso va a pasar o no, ya se lo he dicho; sólo sé que esta mañana me forzó ha follar con él y eso ha sido la gota que ha colmado el vaso. Necesito un tiempo para pensar, nada más.

- ¿Y sé que puede saber que es lo que tienes que pensar? Te has enrollado con tu jefe porque las cosas con Marcos no te van bien, ahora te vas unos días de casa porque te ha forzado, ¿qué quieres pensar, acaso aún le quieres, quizás Armando es sólo un juego para ti? ¿o quizás estás jugando con ambos y ese es el problema, que no sabes con cual quedarte?

- No lo sé, Elisa, sólo sé que necesito estar alejada de él unos días.

- ¿Y se puede saber donde pasarás esos días alejada de él? – Me preguntó Elisa.

Bajé la cabeza y sin poder mirarle a los ojos le respondí:

- En la casa de la sierra de Armando.

Elisa no me preguntó nada más, dio media vuelta enfadada y salió del baño dando un sonoro portazo. Me sorprendió su actitud, sobre todo porque parecía que le importara mucho el estado de Marcos, cuando hasta hacía unos días, siempre me había dicho que Marcos era un chulo que se estaba aprovechando de mí.

Aún así, en aquel momento sólo pude recapacitar sobre las palabras y preguntas de Elisa dándome cuenta de que tenía razón, aquel tiempo que había pedido a Marcos para estar sola era sólo un excusa para poder estar con Armando y no sentir tantos remordimientos. En realidad, estaba claro que mi propio corazón ya había decidido que camino tomar.

El día fue tranquilo a excepción de una llamada de la esposa de Armando que estuvo a punto de dar al traste con nuestro plan, pero finalmente no fue así. Armando me contó que su mujer llevaba unos días quejándose de dolor de cabeza y no quería ir al médico, pero había pretendido que Armando se quedara con ella todo el fin de semana, finalmente la convenció para que no fuera así y le dejara marchar.

Eran las seis de la tarde cuando salimos hacía la casa de la sierra. Por el camino, en el pueblo anterior a la urbanización donde se hallaba la casa, paramos para comprar algo de comida para los próximos días. Al llegar, la casa estaba fría por lo que Armando se dedicó a encender la chimenea que había en el salón, además de la calefacción, yo aproveché para deshacer la bolsa y guardar mi ropa en uno de los armarios de la habitación de matrimonio para que se desarrugara. Estaba inmersa en esa labor, cuando oí la voz de Armando diciéndome desde la puerta:

- Estas preciosa con ese traje.

Yo llevaba un traje de chaqueta con falda tipo tubo que marcaba perfectamente mis caderas y mi culo. Sabía que ese tipo de ropa le encantaba a Armando, por eso solía ponérmela con frecuencia para ir a trabajar.

- Gracias – noté que poco a poco se iba acercando a mí, por eso me doblé sobre la bolsa, rebuscando algo y echando mi culo hacía afuera, para que él pudiera contemplarlo mejo, intentando provocarle.

Sentí que llegaba a donde yo estaba y se ponía detrás de mí empezando a acariciar mi culo con delicadeza.

- Me encanta tu culo – dijo, doblándose sobre mi espalda – y me encantaría follártelo – añadió susurrándome al oído.

- ¿De verdad? Pues eso tiene fácil arreglo – añadí yo tirando la bolsa al suelo, no sin antes coger algunos condones que dejé sobre la mesita de noche.

Me tumbé sobre la cama y empecé a desabrocharme la falda. Armando no tardó ni un par de segundos en colocarse sobre mí y ayudarme a quitarme la falda, deslizándola suavemente sobre mis piernas, hasta dejarla caer al suelo. Seguidamente me desabrochó la blusa poco a poco, botón a botón, y dejándola entreabierta, como queriendo descubrir un tesoro tras ella. A la vez yo también trataba de desabrochar sus pantalones y quitárselos para dejarle desnudo ante mí. Poco a poco fuimos desnudándonos mutuamente, hasta quedarnos totalmente desnudos. Nos acomodamos sobre la cama, poniéndome yo debajo y Armando se puso sobre mí, me besó dulcemente en los labios y despacio, beso a beso fue descendiendo por mi cuello hasta mis senos, donde se entretuvo besándolos y chupeteándolos con dulzura. La sensación de su boca sobre mis pezones me llevó a un placer diferente y maravilloso, lo malo es que en pequeños flash backs de segundo me venía la imagen de Marcos abusando de mí aquella mañana.

Armando continuó el camino hasta mi ombligo y metió la lengua en él haciéndome estremecer, siguió hasta mi sexo, primer acarició con sus dedos y buscó sabiamente el clítoris y al hallarlo sentí como con la punta de su lengua lamía mi clítoris suavemente. Empecé a gemir excitada, me sentía en el cielo, volando entre nubes de placer. Inmersa en aquellas sensaciones noté como su lengua se introducía en mí agujero vaginal una y otra vez, produciéndome agradables temblores. Seguidamente su boca empezó a chupetear mi clítoris de nuevo, mientras mis manos se enredaban en su pelo y le animaban a seguir empujándole contra mi sexo. Poco a poco y con aquellas caricias bucales, Armando consiguió que fuera olvidando la desagradable experiencia vivida con Marcos, tanto que empecé a sentir los estertores del inicio de un orgasmo por lo que le supliqué:

- Para, para, no quiero correrme aún – jadeante de placer.

Inmediatamente le hice tumbar sobre la cama y me situé frente a su sexo erecto y altivo que parecía pedirme a gritos que lo mimara. Lo acaricié suavemente mientras observaba a Armando que me miraba expectante. Entonces tomé el pene con mi mano, acerqué mi boca a él y sacando la lengua lascivamente lamí el glande muy despacio, luego me lo introduje enteramente en la boca y comencé a chuparlo como si fuera un helado, introduciéndomelo y sacándolo, deleitándome con su sabor, mientras Armando me observaba y gemía excitado. Yo trataba de tragar aquel manjar metiéndomelo en la boca hasta casi la mitad. Seguí chupando aquel falo que tanto me deleitaba, sintiendo como entraba y salía de mi boca, llenándolo con mi saliva y lamiendo el tronco con la lengua de vez en cuando, subiendo y bajando sobre él, para volver a metérmelo por entero en la boca y degustar de nuevo su dulce sabor, mientras Armando gemía cada vez más fuerte, señal inequívoca de que estaba realmente excitado. Cuando pensé que ya estaba suficientemente excitado le señalé mientras me colocaba en cuatro sobre la cama:

- Ahora tienes que introducirla un rato en mi sexo para que se lubrique bien con mis jugos y entre mejor en mi ano.

- Bien – aceptó él colocándose entre mis piernas y guiando su erecta verga hasta mi sexo.

Muy despacio me penetró y luego con las misma lentitud empezó a moverse dentro y fuera de mí, haciéndome sentir un agradable placer; luego fue acelerando sus movimientos y empujando cada vez con más fuerza, haciéndome gemir y estremecer de gusto. También y empecé a empujar hacía él cada vez más llena y más excitada. Tuve que detener mis movimientos para no correrme justo antes de llegar al orgasmo.

Le supliqué que sacara su sexo de mí.

- Primero ponte un condón – le pedí señalándole los que había dejado sobre la mesita de noche.

Armando obedeció, cogió un condón y se lo colocó con rapidez, tras eso volvió a ponerse detrás de mí.

- Ahora métela despacio – le apunté.

Armando me obedeció y muy despacio fue introduciendo su verga en mi agujero trasero, haciendo que entrara centímetro a centímetro, hasta que la tuvo completamente dentro.

- Ahora ya puedes empezar a moverte – y dicho esto Armando no tardó ni un segundo en empezar a arremeter una y otra vez.

Primero lo hizo despacio, dejando que mi ano se acostumbrara al tamaño de su pene y luego poco a poco, al sentir como su verga resbalaba fácilmente por mi agujero trasero, aumentó la velocidad de sus embestidas. En pocos segundos Armando empezó a gemir excitado mientras seguía moviéndose una y otra vez, empujando contra mí y haciendo que sus huevos rozarán de vez en cuando mis labios vaginales. Era una sensación sublime sentirle como nunca antes le había sentido, y sentía que a él también le gustaba aquella sensación de sentir su sexo envuelto por aquel estrecho agujero, ya que cada vez gemía con más fuerza, mientras me sujetaba con firmeza por las caderas. Finalmente Armando se recostó sobre mí y tomó mis senos con sus manos acariciándolos suavemente, mientras seguía arremetiendo una y otra vez. La habitación se llenó de gemidos, de placer compartido por ambos, de sexo y amor, caricias y besos. Éramos de nuevo dos seres en uno sólo perfectamente fusionados, amantes de un universo único en el que sólo existíamos él y yo. Armando me dio un tierno beso en la nuca y busqué su mano para unirla a la mía y así sentirme más ligada a él.

Poco a poco el placer iba aumentando y podía sentir como el cosquilleo característico del goce se repartía poco a poco por todo mi sexo, mientras a la vez sentía que el sexo de Armando se hinchaba dentro de mí, a la vez que su respiración sonaba cada vez más jadeante. Armando se incorporó y tomándome con sus manos por las caderas aceleró sus movimientos empujando con fuerza, oí como gemía en un grito maravilloso que sonó a música celestial para mí y finalmente nos corrimos al unísono.

Fue un momento maravilloso sentir como nuestros cuerpos se acoplaban hasta tal punto que llegábamos juntos al orgasmo. Una vez ambos terminamos de convulsionarnos nos acostamos sobre la cama, tapándonos con las sábanas y quedándonos abrazado.

- ¿Esta es vuestra habitación de matrimonio? – le pregunté con curiosidad a Armando, deseando que me dijera que no, ya que hacerlo en la misma cama que él lo había hecho durante años con su mujer me pareció algo sucio.

- No, esta es la de invitados. No quería usar la de matrimonio para…

- Ya lo entiendo – le dije sintiéndome más tranquila.

En aquel momento sonó mi móvil pero preferí no cogerlo imaginando que la llamada sería de Marcos, ya que no me apetecía hablar con él.

- ¿No lo coges? – Me preguntó Armando.

- No, seguro que será Marcos y no quiero hablar con él.

- No se tomó muy bien tu decisión de irte unos días de casa ¿verdad?

- Nada bien, cree que voy a dejarle y…

- …¿Y no lo vas a hacer? – me interrumpió Armando.

Mujer Sensual (Enero 2008)