miprimita.com

Juegos perversos (7: ¿nunca has probado el sex...)

en Sexo Virtual

JUEGOS PERVERSOS 7 (¿Nunca has probado el sexo telefónico?)

(CAPITULO ANTERIOR: http://www.todorelatos.com/relato/56451/)

Finalmente me decidí, cogí mi móvil, me acosté sobre la cama de matrimonio y llamé a Armando.

- ¡Hola preciosa! – Saludó antes de que yo pudiera decir nada.

- Hola, ¿Puedes hablar? –Le pregunté.

- Sí, estoy solo, mi mujer y mi hija han salido a comprarse ropa y el chico está en casa de un amigo estudiando. ¿Y tú, estas sola?

- SÍ, Marcos ha salido con una amiga – le dije – y quería descansar un poco, pero te echaba de menos.

- ¡Vaya! Qué hermoso suena eso y más cuando hace sólo un par de horas que no nos vemos. Yo también te echo de menos y ya tengo ganas de que sea mañana.

- ¿Y tengo que esperar a mañana? – Le pregunté traviesa.

- Ahora mismo, sabes que no podemos quedar, mi mujer llegará en cualquier momento – Justificó.

- Lo sé, pero hay otras maneras de ser malo – le advertí.

- ¿A que te refieres? – Me preguntó.

- ¿Nunca has probado el sexo telefónico? – Le interrogué.

- No, pero tú podrías enseñarme como se hace ¿no? – Me dijo él con picardía.

- Claro. Dime ¿Dónde estás?

- En el salón ¿Y tú?

- En mi habitación, completamente desnuda – le advertí.

- ¿De verdad? – Me preguntó.

- Sí. Estoy echada sobre la cama, con las piernas abiertas y empiezo a acariciarme el sexo – me insinué.

- Mmmm, me gusta imaginarte así. Bien, ¿Qué tal si te introduces un par de dedos en esa vagina húmeda que imagino? - Me propuso.

- Vale, pero tú tienes que acariciarte tu sexo, bájate la cremallera del pantalón y sácalo – le indiqué

- Mmmm, si. Estoy acariciando mi polla mientras imagino como beso y lamo esos labios vaginales tan tiernos – me indicó.

Creo que realmente ambos estábamos excitados. Nuestras respiraciones a través del hilo telefónico sonaban fuerte y entrecortadas. Al parecer la química entre ambos funcionaba más allá de la distancia.

- Me encanta imaginar como mueves tu mano sobre tu sexo – añadí yo – y pensar que es mi mano la que lo hace

- Sí, me estoy poniendo a mil – me contó Armando.

- Bien, pues ¿Adivina que estoy haciendo ahora? – Le pregunté traviesa – es algo que te gusta mucho.

- A ver, ¿Te estás introduciendo un dedo en el ano? – Preguntó expectante.

- Sí, y es algo tan delicioso – musité con voz enardecida.

- Uhmm, me encanta cuando te pones así, tan excitada, tan… puta.

Reí pícaramente. Me encantaba, porque con él no me sentía avergonzada sino todo lo contrario, me sentía segura y… enamorada, parte de algo que sin él no tenía sentido. Me sentía mujer y amante, no un objeto para utilizar cuando uno quiere a su antojo.

- Y a mi me encanta que te encante – añadí – sigamos.

- Sí, imaginemos que tus dedos son mi polla y se mueve sinuosa dentro y fuera de ese ano palpitante.

- ¡Ah, sí! – Gimoteé, con cada palabra de él y cada gesto estaba cada vez más excitada. Y no me costaba demasiado imaginarle a mi lado, dándome ese cariño y esa pasión que sólo él sabía darme.

- Eso es, cielo. Siente como te taladro, como mis manos acarician tus senos y mi boca besa tu cuello con suavidad.

- Sí. Siento como te mueves, como tu sexo entra y sale de mí una y otra vez.

Ambos nos habíamos metido por completo en la historia, como si de verdad estuviéramos juntos en una cama, como si el teléfono hubiera desaparecido por completo. Nos habíamos sumergido en nuestro propio mundo de fantasía y pasión a través de nuestras voces y nuestros deseos.

- Siento como mi sexo se hincha dentro de ti – musitó Armando – pero no quiero correrme aún, quiero que esto dure un poco más, por eso saco mi sexo de tu ano.

- Y yo me acuesto boca arriba, esperándote con las piernas abiertas – le susurré, excitada.

- Eso es. Estás tan preciosa con esa carita de excitación, tus mejillas sonrosadas, tus ojos brillantes, tus labios hinchados, me obligan a desearte aún más. Acaricio tu sexo suavemente

- Y yo me revuelvo sobre la cama. Te atrapo con mis piernas para que te acerques más a mí y me penetres otra vez.

- Sí, y lo hago. Despacio, con tranquilidad, voy introduciendo mi pene en tu húmeda vagina.

- Síii – musité- lo siento penetrando insondable en mí. Buff, estoy a mil.

- Y yo cielo, estoy… buff, creo que voy a correrme – me anunció.

- Yo también

Los gemidos de placer empezaron a sonar a ambos lados del auricular y ambos estallamos en sendos orgasmos.

Cuando nuestras respiraciones se calmaron Armando me preguntó:

- ¿Estás bien?

- Sí, muy bien.

- Deberíamos cortar, mi mujer puede llegar en cualquier momento.

- Sí, Marcos también podría llegar, aunque…

- Bueno, nos vemos mañana.

- Sí. Te quiero – le dije.

- Te quiero – respondió él.

Colgó y luego colgué yo. Me sentía dichosa y feliz tras aquella conversación y el gusto amargo que me había dejado lo sucedido con Marcos y Tania había desaparecido.

Miré el reloj, eran ya las nueve de la noche y tenia hambre, así que me puse una bata y cené algo. Las horas empezaron a pasar... Las diez, las once, las once y media, las doce… y Marcos no aparecía, era evidente que aquella noche no vendría, seguramente estaría con Tania divirtiéndose de lo lindo, pensé. Finalmente, cerca de la una de la madrugada me fui a dormir. Pero extrañamente cuando empezaba a conciliar el sueño sentí una mano acariciando mi sexo desnudo, puesto que generalmente dormía sin ropa. La mano fue ascendiendo desde mi entrepierna, por mi vientre hasta alcanzar mi seno para acariciarlo, mientras poco a poco recobraba el sentido. Cuando estuve totalmente despierta pude comprobar que las caricias que sentía no eran producto del sueño, sino reales. Me giré y allí estaba Marcos, con cara de deseo, completamente desnudo y con su pene totalmente erecto.

- ¿Aún te quedan ganas de follar? – Le pregunté algo molesta.

- Sí, ya sabes que soy insaciable – respondió con la voz risueña.

- ¿Y no crees que ya es hora de descansar?

- Venga, cielo, una vez más, sólo una más, luego descansamos hasta mediodía.

- ¡No, Marcos! ¡Déjame en paz, ya te he satisfecho suficientes caprichos hoy! - Le grité enfadada.

- Venga, nena, no te enfades… Sabes que aunque me acueste con otras, tú eres la única a la que de verdad quiero.

- Marcos, no se trata de eso, y anda, vamos a dormir ya, estoy agotada. Ya hablaremos de esto mañana ¿vale?

- Vale – aceptó finalmente, dándome la espalda y dejándome por fin tranquila.

Cuando desperté a la mañana siguiente, me sentía excitada mientras notaba unos dedos hurgando en mi entrepierna.

- ¡Uhmm, que haces! – Pregunté somnolienta.

Marcos acercó su boca a mi oído y me susurró:

- Voy a follarte.

- ¡Uhmm, no, tengo que ir a trabajar! – Protesté abriendo los ojos y tratando de observar el despertador.

- Bueno, seguro que tienes cinco minutos, no tardaré más – me susurró melosamente Marcos, mientras un par de sus dedos, ya estaban dentro de mi vagina, acariciándola amorosamente.

Traté de protestar nuevamente, pero no pude, ya que aquellas caricias, me producían un agradable placer que me obligó a gemir.

Los dedos de Marcos se movían dentro y fuera de mi sexo cada vez a un ritmo más vertiginoso, mientras en mi cabeza miles de imágenes y situaciones se reproducían a la vez, la conversación telefónica con Armando, las escenas sexuales vividas con Tania y la pelea de la noche anterior con Marcos, lo que hacían que un millón de sentimientos encontrados no dejaran que me concentrara en aquel exquisito placer.

- ¡Marcos, para, déjame! – Protesté tratando de zafarme de su abrazo y sus caricias.

- ¡Ah, no, hoy no te escapas! – Sentenció con voz firme poniéndome boca arriba y colocándose entre mis piernas – hace unos segundos lo estabas deseando con todas tus fuerzas.

- ¡Pero ahora no me apetece! – Grité – ¡No así, y no ahora, déjame, imbécil!

Traté de apartarle, forcejeé con él, pero lo único que pude conseguir es que me inmovilizara cogiéndome las manos y sujetándolas por encima de mi cabeza y me abofeteara con fuerza gritándome:

- Estate quieta, puta.

Aquel modo de actuar parecía que le excitaba a Marcos, no sé si porque yo me resistía o porque él ejercía el poder, la cuestión es que notaba como su pene, que reposaba entre mis piernas, dispuesto a introducirse en mí, estaba cada vez más duro. Y Marcos no desaprovechó aquella oportunidad, guió su erecta verga hacía mi agujero y sin más la introdujo de un solo empujón. Me hizo daño y emití un pequeño quejido, que no causó ningún efecto en Marcos. Él sólo se limitó a recostarse cómodamente sobre mí y a moverse metiendo y sacando su verga de mi dolorido e impávido sexo. Traté de distraer mi mente recordando a Armando, recordando los días felices que habíamos pasado en la convención, la maravillosa noche de sexo y amor compartida con él; traté de imaginar cada segundo de aquella noche, cada lento movimiento de Armando sobre mí, cada tierno beso de sus labios en los míos, cada caricia de sus manos en mi piel… Y Marcos sobre mí, gemía, se movía cada vez más salvajemente y jadeaba produciéndome incluso cierto rechazo hacía él y hacía aquel asqueroso momento. Y una triste y solitaria lágrima nació de mis ojos para perderse por el vacío inmenso que la actitud de Marcos estaba causando en mi corazón.

Finalmente sentí como Marcos se corría y me llenaba con su semen, cuando terminó de convulsionarse sobre mí, se apartó diciendo:

- Ahora ya puedes irte a trabajar, putita.

Me levanté de la cama muy disgustada y enfadada por lo que Marcos acababa de hacerme y sobre todo por esa actitud prepotente que había tomado, así que cogí una bolsa de viaje que tenía en el armario y empecé a meter algo de ropa.

-¿Qué haces? – me preguntó - ¿Te vas? – Se levantó acercándose a mí – Por favor, no me dejes. Lo siento, de verdad, yo no quería hacerte daño – me suplicó tomando mi cara entre sus manos – Venga, nena, yo te quiero, y no podría vivir sin ti, dime que no te vas, cielo.

Miré su oscuros ojos negros y…

Mujer Sensual. (Enero 2008)