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Esclava de sus deseos (3)

en Dominación

ESCLAVA DE SUS DESEOS (3)

(Resumen del capitulo anterior: Amparo recibe el primer castigo, tras desobedecer a Néstor, pero con ese primer castigo viene también el primer acto sexual entre ellos, lleno de pasión desbordada. Tras eso él la hace anillar para marcarla como suya, pero al desobedecerle nuevamente, un nuevo castigo la espera. Para leerlo: http://www.todorelatos.com/relato/57557/)

Vi que Néstor llevaba un pequeño consolador en su mano y no sé porqué pero me temí lo peor. Y efectivamente, cuando se situó detrás de mí, mis temores se confirmaron. Sentí como Néstor trataba de separar mis nalgas con una mano y como con la otra pasaba el consolador por el ojete de mi culo.

Esto hará que el castigo sea más doloroso – dijo cínicamente.

Parecía que mi dolor le excitara, que le gustara verme sufrir, pero sabía que al final de todo aquel dolor que tanto le excitaba había la recompensa del placer para ambos. Por eso ya no me sentía tan asustaba como la primera vez que Néstor me había azotado. Aún así, saber que iba a ser penetrada por el ano con aquel consolador si que me asustaba un poco, jamás aquella zona de mi anatomía había sido utilizada ni penetrada por nada ni nadie…

Sentí como Néstor intentaba introducir el consolador en mi ano, le costó hacerlo e incluso tuvo que usar algo de crema para que resbalara más fácilmente. Cuando logró que empezara a entrar, gimotee por el dolor que me producía. Poco a poco fue metiendo el consolador hasta lograr que entrara completamente. Yo gemía por el dolor, el castigo no había hecho más que empezar y ya deseaba que terminara.

Seguidamente Néstor cogió con firmeza la vara y empezó a pegarme. El primer golpe fue el peor ya que el dolor del azote se unió al del movimiento que el consolador hizo en mi ano. Y así, golpe tras golpe el dolor se doblaba y me obligaba a gritar, hasta que empecé a suplicarle a Néstor:

¡Por favor, para ya, por favor, no puedo más!

No eres tú quien decide eso – argumentó con insolencia y al oír su voz noté la excitación que aquella situación le provocaba.

Pero a pesar de sus palabras se detuvo, sentí como se acercaba a mí, y como acariciaba mi sexo; lo masajeó suavemente durante unos minutos hasta que logró que me excitara, mi sexo se contrajo al sentir aquella caricia y todo mi cuerpo se erizó. Entonces, acercó su falo a mi húmeda vulva y me penetró de un solo empujón brusco y violento que me obligó a gritar otra vez. Luego sujetándome por las caderas empezó a arremeter una y otra vez con rudeza, empujando cada vez con más fuerza. En pocos segundos, ambos gemíamos y yo me sentía dichosa, dichosa de sentirle, dichosa de ser suya. Cada empujón que Néstor me propinaba, me elevaba hasta el cielo y no me importaba la brusquedad con que me follara ya que aquello era lo que yo deseaba. Sentir la polla de Néstor penetrándome a la vez que tenía el consolador en el ano era una sensación nueva y diferente, que a media que Néstor se movía dentro y fuera de mí, hacía que el placer fuera aumentando poco a poco, hasta que alcancé un intenso orgasmo que casi me hizo perder del sentido. Sentir mi sexo aprisionando su verga con fuerza, hizo que también Néstor se corriera llenándome con su leche.

Tras eso, cuando ambos nos calmamos, Néstor se incorporó y se dirigió hacia la puerta y antes de que saliera le supliqué:

No me dejes aquí toda la noche, por favor.

Pero él pareció no escucharme e impertérrito cerró la puerta y me dejó allí ataba al caballete y con el consolador en mi ano torturándome.

Tardé un rato en conseguir dormirme sobretodo por lo incomodo de la postura, pero supongo que al final lo logré ya que desperté unas horas más tarde, cuando Néstor me estaba desatando, me cogió en brazos y me llevó hasta su cama. Me depositó sobre ella, me tapó amorosamente y se acostó a mi lado diciéndome:

Duerme, cielo.

Desperté envuelta en sus brazos y me sentí la mujer más dichosa del mundo. Le miré a los ojos, estaba despierto mirándome.

Buenos días.

Buenos días – le respondí.

Entonces Néstor acarició mi mejilla y me besó apasionadamente, de tal modo que sentí como su sexo, que reposaba a la altura de mi vientre se hinchaba. Bajé mi mano hasta allí y acaricié el erecto pene. Pero rápidamente, Néstor apartó mi mano diciéndome:

Ahora no, tenemos que ir a trabajar. Y pórtate bien sino quieres ser castigada.

Obedecí ya que no tenía muchas ganas de sufrir un nuevo castigo, ya me dolía bastante el culo para soportar una nueva tanda de latigazos o varazos. Prefería recuperarme un poco, además y como él había dicho, debíamos ir a trabajar.

Ponte boca abajo, cielo, tengo que ponerte la crema - me ordenó. Me extrañó que me llamara "cielo" pero no dije nada.

Me coloqué bocabajo y dejé que untara las heridas con aquella crema. Al terminar, me dijo:

Ya puedes ir a vestirte, y ya sabes, ponte sexy.

Me vestí y peiné. Después desayunamos y partimos hacía el trabajo. De nuevo en la oficina tuve que soportas las mismas miradas lascivas de mis compañeros, pero en especial las de mi jefe, y la bronca de Elba que me acusó de ser una calienta braguetas.

Ese tal Néstor te está…, no sé que te ha hecho, pero te esta convirtiendo en una puta.

Me dijo, sumamente enfadada. Elba era muy feminista y bastante contestataria. En su cabeza no cabía una relación de sumisión entre un hombre y una mujer, como la que yo tenía con Néstor, por eso aún no le había contado nada, aunque sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo. Sobre todo si ella y Néstor llegaban a conocerse. Pero por más vueltas que le daba no sabía como hacerlo.

A última hora de la tarde mi jefe tuvo una reunión con sus superiores que se alargó más de lo esperado. Así que a las seis y dos minutos llamé a Néstor, ya que sabía que me estaba esperando en la puerta y le dije que iba a tardar un poco:

- ¿Cuánto? – Me preguntó curioso.

- Unos 15 ó 20 minutos – le respondí.

Nada más colgar vi que mi jefe salía de la reunión, se acercó a mí con unos papeles en la mano y me dijo:

Haz unas fotocopias de esto mientras yo voy al lavabo ¿Quieres?

Sí, ahora mismo.

Cogí los papeles y al salir al pasillo para ir a la sala de fotocopias vi a Néstor.

¿Qué haces aquí? – Le pregunté extrañada

He venido a buscarte ¿No está tu jefe?

Está en el baño, yo tengo que hacer unas fotocopias, ¿Me esperas aquí entretanto?

En lugar de responderme, Néstor me siguió hasta el cuarto de la fotocopiadora. Era un cuarto pequeño, donde teníamos la fotocopiadora y unas cuantas estanterías con material de oficina, es decir, hojas, bolis, etc.

Encendí la luz, me acerqué a la fotocopiadora, levanté la tapa y puse la primera de las hojas que debía fotocopiar. Cerré la tapa y cuando empecé a apretar los botoncitos, Néstor pegó su cuerpo al mío y empezó a acariciarme los senos por encima de la tela de la blusa.

¿Qué haces? – Le pregunté, no sólo porque su actitud me extrañaba sino porque además estábamos en mi oficina y me violentaba saber que mi jefe podría vernos.

Es que está ropa te hace muy sexy y deseable – justificó él con voz melosa, mientras introducía su mano por debajo de mi falda y buscaba mi clítoris.

Pero aquí, podría pillarnos mi jefe y… - me hizo dar media vuelta y tras besarme apasionadamente me dijo:

Sabes que no eres tú quien decide cuando y donde lo hacemos y también sabes que si te resistes serás castigada – señaló con voz firme y autoritaria.

Ante aquellas palabras sólo pude dejarme hacer, no quería ser castigada otra vez, estaba agotada de sus azotes y además para una vez que parecía que la cosa iba a ser diferente, no podía desaprovechar la ocasión. Por eso dejé que Néstor siguiera acariciándome. Sus labios buscaron los míos y me besó. Seguidamente, me cogió en brazos y me subió a la fotocopiadora. Seguimos besándonos, mientras sus manos me subían la minifalda. Su mano se adentró en mi sexo, acariciando suavemente mi clítoris y un gemido de placer escapó de mi garganta. Néstor dejó de besarme y acercando su boca a mi oído me dijo:

Cuando aparezca tus jefe me avisas.

Miré hacía la puerta y vi a mi jefe tras ella observando, pensé que entraría y nos llamaría la atención, pero en lugar de eso vi que se quedaba observándonos.

Esta mirándonos – le dije a Néstor.

Bien – dijo bajándose la cremallera del pantalón.

Yo estaba ansiosa de sentirle dentro de mí así que abrí mis piernas y me pegué a él desesperada, e inmediatamente sentí su glande jugueteando en la entrada de mi sexo, embadurnándose de mi humedad y luego como penetraba en mí de un sólo empujón. Gemí al sentir como entraba y le abracé con más fuerza si cabe. Néstor empezó a empujar suavemente y me preguntó:

¿Qué está haciendo? – Refiriéndose a mi jefe.

Creo que se está acariciando – le respondí, observando a mi jefe por la rendija que dejaba la puerta entreabierta.

Y en ese momento me di cuenta que saber que mi jefe nos observaba mientras hacíamos el amor Néstor y yo, me excitaba y hacía que todo mi cuerpo se encendiera. Poco a poco, Néstor fue acelerando sus movimientos, haciendo que su sexo entrara y saliera de mí más bruscamente, a la vez que mordía mi cuello. Un gemido de dolor escapó de mi garganta y me apreté contra él para sentirle más profundamente. Aquella situación tan extraña y novedosa para mí cada vez me excitaba más, sobretodo cuando observaba a mi jefe y veía como se excitaba. Saber que mi excitación y la de Néstor provocaba exaltación en mi jefe aún me excitaba más y hacía que la experiencia fuera más placentera. Y creo que esa misma situación también hacía que Néstor y mi jefe se excitaran.

- Se va a correr – le susurré a Néstor al oído, ya que había visto como mi jefe aceleraba el movimiento de su manos sobre sus sexo.

Eso hizo que también Néstor acelerara sus movimientos sobre mí, y empujara con más fuerza, una y otra vez, haciéndome sentir su pene resbalando por las paredes de mi vagina y excitándome hasta límites insospechados. Sentí el placer extendiéndose por todo mi sexo y aumentando poco a poco, hasta que me corrí entre espasmos y convulsiones hundiéndome irremediablemente en aquel sexo masculino que tanto me gustaba. También Néstor se corrió llenándome con su semen. Nuestros gemidos se confundieron en un canto de pasión. Y cuando por fin nos calmamos, vi que la puerta se abría y mi jefe entraba y …

Mujer Sensual (Marzo 2008)