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Juegos perversos (4: follada por un extraño)

en Hetero: General

JUEGOS PERVERSOS 4 (Follada por un extraño)

(Cuarto capitulo de la serie, si quieres leer el capitulo anterior, hazlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/54746/)

¡Buenos días! – Lo saludé.

¡Buenos días, mi reina!

¿Qué tienes pensado para hoy? – Le pregunté al ver su cara de picardía.

Ya lo verás – me respondió – primero dúchate y recuerda, te quiero completamente desnuda.

Vale – acepté.

Me duché y tras la ducha salí totalmente desnuda. Marcos estaba en la cocina desayunando, también completamente desnudo. Tenia una mirada canalla. Me senté a su lado en la mesa de la cocina, ya que tenía una taza y un plato perfectamente colocados para mí. Me puse café, leche y cogí una de las tostadas que Marcos había hecho. Cuando él tomó el último sorbo de su café se levantó, se puso tras de mí y agachándose ligeramente me besó la nuca, luego acarició mis senos, pellizcando los pezones y me susurró al oído:

Ayer Gustavo te puso a cien, ¿verdad?

Sí – respondí removiéndome en la silla. Él seguía acariciando suavemente mi cuerpo.

Sus manos descendieron hasta mi sexo, abrí las piernas y Marcos introdujo su dedo índice en busca de mi clítoris. Solté la tostada sobre el plato y dejé que Marcos me hiciera lo que quisiera. Yo poco a poco me iba poniendo a mil. Marcos descendió con su dedo hasta mi vagina y lo untó con mis jugos que ya eran bastante abundantes. Mi respiración era entrecortada y miles de imágenes que lo que suponía iba a suceder llenaban mi mente. La excitación iba aumentando en mí pero cuando pensaba que Marcos iba a hacerme levantar para follarme sobre la mesa sucedió todo lo contrario. Marcos se separó de mí, volvió a sentarse en su silla y me dijo:

Te he dejado una blusa y una minifalda sobre la cama. Quiero que te las pongas, con las botas de tacón que te compraste este invierno. Sólo eso, sin ropa interior y luego te vas a esta dirección – Me dio un papel donde había escrita una dirección a unas pocas calles de allí – Entras en el edificio, y verás dos puertas a tu derecha, entras en la primera y esperas allí. ¿Vale?

Vale – acepté, sin saber exactamente de que se trataba.

Podía imaginar de que podía tratarse, pero conociendo a Marcos, estaba segura de que nada sería como yo lo imaginaba. Terminé de desayunar y me dirigí a la habitación. Me puse la ropa que Marcos me había dejado sobre la cama. La blusa era tan justamente estrecha que marcaba perfectamente mis senos y los apresaba. La mini, más que mini parecía un cinturón, tan corta que apenas me tapaba el culo. Me puse las botas y cogí el bolso a juego, con lo imprescindible. Parecía un puta en busca de clientes.

Cuando Marcos me vió dijo:

Perfecta, seguro que le encantas. Ya puedes irte.

Me dio un tierno beso en la boca, a la vez que estrujaba mi nalga por debajo de la ropa, haciendo que de nuevo me pusiera a cien. Marcos sabía perfectamente como excitarme.

Caminé durante unos diez minutos hasta el edificio que Marcos me había indicado en el papel. La gente me miraba como pensando: "¡Qué tia más puta!". El edificio, parecía un edificio de oficinas. Al ser domingo no había nadie en la recepción, que estaba a la izquierda de la entrada, justo enfrente estaban las puertas que me había indicado Marcos. Entré en la primera. El cuarto estaba completamente a oscuras y estaba buscando el botón de la luz cuando entró alguien y una voz masculina me dijo:

No te gires, en esta habitación no hay luz.

Sentí como el cuerpo caliente del hombre se pegaba al mío, concretamente a mi espalda y acariciaba todo mi cuerpo de arriba abajo por encima de la ropa. Sobó mis senos y descendió hasta llegar a mis caderas, subió un poco la falda y rozó mi sexo susurrándome al oído:

Perfecto.

Por la voz, podía asegurar con certeza, que no era Marcos el hombre que tenía pegado a mi espalda. Pero tampoco era nadie a quien yo conociera. Sentía su verga erecta descansando sobre mis nalgas aún tapadas por la tela de la falda. Sus manos buscaron las mías y me susurró:

Apóyate aquí.

Depositó mis manos sobre una de las paredes de la pequeña habitación y osadamente le pregunté:

¿Qué me vas a hacer?

Follarte, como hizo ayer Gustavo y como hicieron aquellos hombres en el despacho de Marcos.

E inmediatamente oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Yo estaba un poco desorientada ante aquella extraña situación. Hacerlo con un desconocido en un lugar oscuro y en un edificio bastante solitario me intranquilizaba, ya que aquel extraño podía hacerme cualquier cosa, incluso violarme. Pero por otra parte, la situación también me excitaba. El extraño rozó mi sexo con sus dedos tratando de comprobar la humedad.

¡Uhmmm, vaya, que mojadita estás! Ya me lo dijo tu novio, que eras más puta que ninguna y que en menos de un minuto te ponías caliente como una tea – y mientras decía esto hurgó a su antojo en mi sexo, masajeando mi clítoris e introduciendo uno de sus dedos en mi vagina.

Un agradable suspiro de placer escapó de mi garganta. Sentí que se agachaba tras de mí, me separaba levemente las piernas y empezaba a lamer mi sexo con mucha suavidad. Su lengua se movió diestramente por mi sexo, desde mi clítoris que se dedicó a chupetear y mordisquear, hasta mi vagina y mi ano, donde introdujo la lengua haciéndome estremecer de placer. Me sentía en la gloria y lo mejor de todo es que aquella era una de mis fantasías; hacerlo con un desconocido en un lugar oscuro donde no pudiera verle ni la cara. Quizás eso era lo que más me excitaba de toda aquella situación.

Mi amante se levantó de nuevo, colocándose tras de mí, me desabrochó la blusa y dejó libres mis senos, los masajeó y sobó a su antojo durante un rato, con ambas manos. Hasta que con una de ellas descendió hasta mi sexo y acarició mi clítoris. Volví a gimotear. Deseaba que me penetrara, que me dejara sentirle dentro de mí, pero él parecía querer alargar aquel momento lo más posible, parecía querer calentarme hasta el límite, hasta que yo le suplicara que me hiciera suya. Sentí como restregaba su verga por mi sexo, llenándola de mi humedad, como la llevaba suavemente de mi clítoris a mi vagina y luego a mi ano y parecía querer untarla con mi esencia. Yo me moría de ganas porque me penetrara y finalmente no pude resistir más y le supliqué:

Fóllame, hazme tuya.

Mi amante no se hizo derogar. Llevó su pene hasta la entrada de mi vagina y muy suavemente me penetró. Luego pegó su cuerpo al mío, me abrazó con fuerza y me preguntó susurrando en mi oído:

¿Cómo quieres que te lo haga, suavemente o salvajemente?

Aquella pregunta aún me excitó más y sentí como mi sexo repleto del suyo se inundaba de mis jugos.

Uff, no sé, sólo deseo que me folles – Le susurré excitada.

Y sin decir nada más, empezó a moverse, primero despacio, acariciando mi tórax hasta llegar a mis senos, que sobó suavemente, haciéndome estremecer. Y repentinamente empezó a acelerar sus movimientos, arremetiendo salvajemente, hasta lograr que sintiera el nacimiento de un orgasmo, pero al darse cuenta se detuvo. Permaneció quieto un rato, mientras besaba mi cuello muy suavemente, haciéndome sentir el roce de sus labios en mi nuca. Cuando estaba extasiada de nuevo, volvió a arremeter con fuerza, para hacerlo luego suavemente, mientras sentía como su sexo entraba y salía de mí haciéndome sentir un maravilloso placer. Volvió a parar, dejándome al borde del éxtasis. Su boca mordió el lóbulo de mi oreja muy dócilmente, haciéndome estremecer y otra vez volvió a embestir salvajemente, y estaba a punto de llegar al orgasmo cuando se detuvo. Aquella situación me estaba llevando al más maravilloso de los éxtasis, sentirme al borde del placer y que este terminara de golpe me producía un goce diferente que jamás antes había sentido.

No podía soportarlo más, necesitaba llegar al final, pero mi amante ocasional no me lo permitía, hasta que le supliqué:

¡Deja que me corra!

¡Uhm, vaya, la putita quiere correrse! Te gusta como te follo ¿verdad?

Síiii – musité mordiéndome el labio inferior.

Y sin mediar más palabras. El desconocido empezó a empujar con fuerza, cada vez más bruscamente, mientras apretaba mis senos con ambas manos, lo que hizo que no tardara ni dos minutos en correrme por fin.

El orgasmo fue bestial, y cuando las piernas empezaron a flaquearme, el desconocido me soltó y dejó que cayera sobre mis rodillas, rendida. Traté de serenarme de aquel maravilloso trance, mientras mi amante se vestía y sin decir una palabra salía de aquel oscuro cuarto.

Estuve unos minutos sentada sobre el frio suelo de la habitación pensando y sin comprender como podía ser que en tan sólo unos meses y gracias (o por culpa) de los juegos perversos de Marcos me había convertido en una "putita" como había dicho aquel desconocido.

Por primera vez empecé a sentirme sucia, ya que había llegado a un punto al que jamás pensé que llegaría, a follar incluso con un desconocido, a hacerlo con varios hombres, a hacerlo con el mejor amigo de Marcos delante de él y a dejarme tratar como una prostituta por su mejor amigo. ¿Cómo podía haber accedido a todo aquello? No lo entendía, pero en el fondo, me gustaba, eso era lo peor de todo, que en el fondo todo aquello, el ser tratada como una puta, me había gustado. ¿Me estaría convirtiendo una zorra?

Mujer Sensual (8 de noviembre de 2007)