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Sin ti

en Autosatisfacción

SIN TI

Llevaba demasiados días sin verte, sin sentirte, sin tenerte, sin ti. Quizás por eso aquel día me levanté con un cosquilleo entre mis piernas que no había forma de calmar.

Todo empezó cuando me desperté. Recibí tu llamada contándome cuanto me echabas de menos y las ganas que tenías de verme. Aún quedaban tres días para que tu viaje de negocios terminara, pero ambos estabamos deseosos de sentirnos. Y así fue como a través del teléfono me contaste lo que me harías, donde me besarías, que zonas de mi cuerpo acariciarías. Todo eso unido al deseo que ya sentía hizo que la temperatura de mi cuerpo y el deseo crecieran. Pero no quise apagarlo en ese momento, ya que debía ir a trabajar.

Durante la mañana no pude dejar de pensar en lo que me habías dicho y en la humedad que habías desatado en mi entrepierna. Y eso hizo que mi deseo aumentara. A la hora de la comida pude distraerme un poco hablando con Elisa, pero por la tarde mi deseo se acentuó aún más. Sobre todo al tenerme que quedar a terminar un proyecto y descubrir, una de las veces que fui al lavabo, a María y su jefe haciéndolo sobre la mesa del despacho.

Al llegar a casa, ya no podía resistir más. Necesitaba apagar aquel fuego que me quemaba por dentro. Desatar mis impulsos y entregarme al placer. Me desnudé por completo y me observé en el espejo mientras mis manos acariciaban mi cuerpo, deteniéndose especialmente en mis senos, que amasé y mimé acariciando mis pezones, que se pusieron duros como piedras. Luego descendí hasta mi entrepierna y también la acaricié, sintiendo como los jugos mojaban mis dedos.

Recordé entonces que hacía un año, cuando habías iniciado aquellos viajes de negocios que te alejaban de mí un par de veces por semana, durante un par de días, me habías regalado una caja; dentro había un hermoso vibrador que según me habías explicado lo hiciste construir especialmente con la forma y medidas de tu propio pene, era de látex y tenía una forma perfecta, con sus venas y sus arrugas idénticas a las de tu polla. Aún no lo había utilizado, ya que nunca te habías ausentado más de dos días, con lo cual había podido resistir el deseo. Pero está vez, llevabas ya cinco días fuera, y aún te quedaban tres y mi deseo aumentaba día a día así que necesitaba apagarlo. Busqué en mi armario la caja y la hallé al fondo del último cajón. La extraje, la abrí y allí estaba. Nuevo, reluciente, hermoso. Deseé chuparlo nada más verlo y lo hice. Me desnudé completamente, me senté en nuestra cama, lo saqué de su caja, que dejé en un rincón. Acerqué el aparato a mi boca y lo lamí, cerré los ojos e imaginé que era tu miembro el que lamía. Me tumbé sobre la cama y pasé el aparato por todo mi cuerpo. Acaricié mis senos con él, descendí por mi vientre y finalmente llegué a mi monte de Venus. Lo restregué por él suavemente, como si fuera tu pene el que de verdad lo hacía y todo mi cuerpo se estremeció. Toqué el botoncito y el aparato empezó a vibrar. Apliqué el glande sobre mi clítoris y el cosquilleo me hizo gemir. Luego empecé a moverlo de mi clítoris a mi vulva y de mi vulva a mi clítoris, la vibración que producía el aparato hacía que todo mi cuerpo se agitara. Comencé a gemir excitada deseando más. Por eso dirigí el aparato hacía mi húmeda vulva y me lo introduje despacio, una vez dentro empecé a moverlo lentamente, metiéndolo y sacándolo de mí como si fuera tu miembro. Cerré los ojos, y mi imaginación, junto a la excitación que el aparato me producía, me transportaron a sentir tus besos, tus caricias, tus empujones y soplidos de placer. Ya no estaba sola en aquella habitación con mi vibrador, tú estabas conmigo, haciéndome feliz, llevándome hasta el límite del placer. En poco segundos, empecé a correrme, a sentir como las paredes de mi vagina estrujaban aquel instrumento de placer, que me llevaba hasta el límite del éxtasis. Cuando dejé de convulsionarme saqué el aparato de mi sexo. Y me quedé quieta sobre la cama.

Empezaba a conciliar el sueño cuando sonó el teléfono. Lo cogí y tu voz sonó diciéndome:

Hola princesita.

Hola – respondí.

Llevo un rato acostado en la cama imaginándote desnuda, así que he pensado que sería una buena idea llamarte.

Yo también estaba pensando en ti – te confesé – ¿quieres que te cuente lo que acabo de hacer?

Claro, preciosa, cuéntame, que pensabas.

¿Recuerdas el vibrador que me regalaste para que usara cuando te fueras de viaje?

Sí – respondiste tú.

Bien, pues es que hoy te echaba tanto de menos, que...

¿Qué? – Preguntaste impaciente.

Qué no he podido evitar la tentación, lo he sacado de su caja, y....

¿Lo has usado? – Me preguntaste; yo te imaginaba desnudo sobre la cama, tendido, aguantando el teléfono con una mano y con la otra tocándote tu sexo, que seguro estaba ya a media asta.

Sí. Ha sido maravilloso, he tenido un orgasmo fantástico, mientras imaginaba que eras tú quien me hacía el amor.

Vaya, que lástima no haber estado ahí – susurraste - ¿Sabes que estoy haciendo ahora con mi mano? – me preguntaste.

Supongo que estás desnudo sobre la cama y te estas tocando el sexo – me aventuré.

Sí, efectivamente. Imagino que mi mano es la tuya que se mueve cadenciosa sobre mi pene, dedicándole delicadas caricias de placer, mientras tú también te acaricias tu sexo, húmedo después de ese maravilloso orgasmo – me indicaste.

Y efectivamente mi mano estaba acariciando mi sexo mientras me contabas esa fantasía.

Ahora chupas la punta de mi verga y tus dedos se introducen en ti. Ambos estamos muy calientes – continuaste. Nuestras respiraciones sonaba entrecortadas

Cariño, me estoy poniendo a mil – te avisé.

Muy bien preciosa. ¿Tienes el vibrador cerca?

Sí – musité. Lo tenía sobre la mesilla, así que lo cogí y lo acerqué a mí.

Bien, cógelo y acaríciate el sexo con él. Inmediatamente empecé a musitar.

¡Uhmm!

Muy bien, nena. Ahora métetelo dentro.

Hice lo que me pedías y muy suavemente lo introduje en mí. Tus jadeos en mi oído, por efecto de las caricias que tu mano ejercía sobre tu sexo, me daban la sensación de que estabas a mi lados y eso hacía que el placer se intensificara. Empecé a mover el aparato dentro y fuera de mí como tú me indicabas, y en pocos segundos sólo se oían gemidos de placer a través del auricular del teléfono. Estabamos haciendo el amor a distancia y era una sensación increíble sentirte junto a mi a pesar de eso. En pocos segundos ambos alcanzamos el orgasmo. Cuando dejé de gemir me preguntaste:

¿Cómo estás mi cielo?

Bien ¿y tú?

Muy bien, ha sido increíble.

Sí, mi cielo. Espero que la próxima sea cuerpo a cuerpo.

No lo dudes Princesa, vuelvo mañana – me anunciaste alegre.

Grité de alegría y nos dimos la buenas noches con un tierno beso a través del teléfono.

Mujer Sensual. Julio 2007