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El poder de Osvaldo (8: Dulce hogar)

en Control Mental

 Osvaldo se despertó a la mañana siguiente con una agradable sensación en la poya. Al principio creyó que seguía soñando, pero las sensaciones en su miembro eran evidentes, alguien le estaba regalando una mamada sensacional. Sentía una lengua recorriendo tímidamente el tronco de su mástil, jugueteando esporádicamente con su capullo, para después retirarse dando paso a los labios que, rodeando suavemente aquel miembro, lo iban engullendo lentamente hasta acogerlo dentro de su cálido interior.

 Su visitante iba acercando su cuerpo al del chico, apoyando sus pechos desnudos sobre el vientre del muchacho, que podía sentir los pezones endurecidos rozándose contra su piel. Cuando el chico al fin abrió los ojos descubrió a su hermana mayor, Laura, con la poya aún metida en la boca. Su hermana se encontraba completamente desnuda a excepción del minúsculo tanga con que cubría su intimidad y en la postura en la que estaba, de espaldas a él y con el cuerpo reclinado sobre la cama, le ofrecía una vista inmejorable de su culo, surcado por una fina tira de tela que se hundía en él, clavándose entre sus firmes glúteos, para volver a aparecer bajo ellos, resaltando el paquetito que formaban los labios de su abultada rajita.

 Tras las formas de su delicada espalda, se perfilaba también el contorno de sus voluptuosos pechos aplastados sobre el cuerpo del muchacho, vibrando con cada movimiento; la imagen la completaban las elegantes facciones de su rostro y unos labios carnosos, entre los que mantenía atrapada la poya de su hermano. Cada vez que retiraba el miembro de su boca para volverlo a engullir otra vez, sus labios resbalaban a lo largo del tronco mostrando el hermoso lunar que se ocultaba bajo su nariz.

 “Está preciosa!”- Pensó el muchacho mientras la miraba detenidamente.

 Pronto Osvaldo no pudo contenerse y alargo una mano para empezar a sobarle el culo de su hermana. Ésta sin embargo, en lugar de interrumpir su faena, empezó a chuparle la poya aún con mayor intensidad y se limitó a ladear ligeramente la cabeza para comprobar que su hermano efectivamente estaba despierto.

 El chiquillo había deslizado una mano entre los glúteos de la chica y estaba empezando a sobarle el coño, descubriendo que su humedad había bañado completamente la parte interior de su tanga. Al percatarse de esto, apartó la fina tira del tanga e introdujo tres dedos en el coño de Laura, que estaba chorreando;  al sentir la intrusión, Laura ahogó un gemido contra el miembro que estaba devorando, produciendo un obsceno sonido que resonó en toda la habitación mientras seguía chupando aquel mástil con renovado entusiasmo.

 Ninguno de los dos pronunció una sola palabra, lo único que podía oírse en aquella habitación eran los sonidos producidos por la intensa mamada que Laura le estaba realizando a su hermano, junto con el chapoteo de los deditos de su hermano al clavarse en su húmeda cueva y las repentinas arcadas que asaltaban a la muchacha cada vez que sentía aquel miembro incrustarse en su garganta.

 A ésta perversa sinfonía pronto se unieron los jadeos de Osvaldo, que no tardó mucho en descargar una enorme cantidad de leche en la boquita de su hermana. Ésta al recibir la corrida en su boca, se sintió arrastrada hacia un poderoso orgasmo que crecía con cada una de las palpitaciones con que la poya de su hermano golpeaba su paladar. Finalmente las piernas le fallaron y la chica se derrumbó en el suelo mientras se sujetaba fuertemente la entrepierna con ambas manos y se corrió ruidosamente, aullando y jadeando entre convulsiones, mientras yacía espatarrada en el centro de la habitación.

 Y de pronto la chica pareció volver en sí y se quedó mirando a su alrededor por unos instantes con la mirada perdida, estaba en estado de shock. No recordaba cómo había llegado hasta ahí, lo último que recordaba era salir de la ducha en dirección a su cuarto, sin embargo ahora estaba desnuda, tirada en el suelo de la habitación de su hermano. La toalla con la que se había cubierto al salir del baño, ahora estaba cuidadosamente doblada a un extremo de la cama, pero ¿cómo había llegado ahí? Además tenía el coño mojado y ese liquido pringoso por todas partes… el sabor agrio en su boca... entonces miró  a su hermano y, comprendiendo que algo terrible estaba pasando, algo que escapaba a su control, rompió a llorar como una niña.

“-¡¿Qué me has hecho, maldito?!”

 Lentamente Laura iba recuperando la memoria acerca de lo que acababa de pasarle y, a medida que recordaba, su desesperación fue en aumento. Osvaldo la miraba fríamente desde la cama, analizando cada una de sus reacciones, pero el verla ahí desnuda, todavía con restos evidentes de ambas corridas sobre su cuerpo y esa mirada desvalida en su bello rostro, hizo que la poya del muchacho despertara de nuevo.

 Por algún extraño motivo, Laura mantenía su vista clavada en el miembro de su hermano y, por mucho que trataba de desviar la mirada, sus ojos volvían a posarse una y otra vez sobre aquella poya que rezumaba su propia saliva. La repentina erección no pasó pues por alto a su atenta vigilancia y, como impulsada por una fuerza superior, de pronto sintió la necesidad de ofrecerse a su amo. Lentamente se fue incorporando hasta tumbarse de nuevo en la cama, recostando su cuerpo de forma que su culo quedará elevado y listo para ser follado.

 Quería resistirse, concentró todas las fuerzas en detener lo inevitable, pero aún y así se vio a sí misma metiendo los dedos bajo las tiras de su tanga y deslizando la prenda a lo largo de sus muslos para dejar al fin su húmedo coño expuesto a la atenta mirada de su hermano. A cada paso que daba hacía su humillación se sentía más y más excitada. Y se odiaba por ello.

“-Veo que todavía te quedan fuerzas para luchar, pero dime una cosa; ¿qué es lo que quieres que haga ahora mismo?”

  Las ideas se amontonaban en la cabeza de la joven. Pensó en decirle a su hermano que la dejara en paz, que aquello estaba yendo demasiado lejos, sin embargo cuando habló las palabras que salieron de su boca fueron bien distintas.

“-¡Fóllame, hermanito! Lo necesito.”

 Y lo que más la horrorizó fue el descubrir que sus palabras habían sido sinceras. Realmente necesitaba ser follada y tenía que ser él, su propio hermano, quien lo hiciera; lo deseaba con todas sus fuerzas, estaba tan excitada que su coño empezó a liberar una secreción espesa que resbalaba por sus piernas, poniendo la piel de gallina a su paso y haciéndola estremecer.

“-Ésta vez no te voy a follar, serás tú quien me folle. Quiero que te montes sobre mi polla y que pongas toda tu alma en follarme.”

 Ya casi no le quedaban fuerzas para seguir luchando y aquella orden hizo que Laura al fin se rindiera al morbo que empezaba a sentir por la situación. Esta vez no opuso ninguna resistencia, se incorporó de nuevo y, tras subirse a la cama, se colocó en cuclillas sobre su hermano y fue descendiendo hasta enterrar por completo su poya en el encharcado agujero, cabalgando sobre ella como una amazona, mientras miraba en todo momento a su hermano directamente a los ojos.

 La pericia de su hermana mayor pilló a Osvaldo totalmente por sorpresa, últimamente se había acostumbrado a los sencillos polvos de su hermanita Marta que, aunque muy ardiente, continuaba siendo más inexperta que él y aún no había tenido la oportunidad de probar a fondo una folladora experimentada como estaba demostrando ser su hermana. Quiso llevar la situación al límite y, tomando a Laura violentamente por el pelo, la atrajo hacia él para susurrarle una nueva orden al oído.

“-A partir de ahora, cuando folles conmigo, vas a sentir más placer del que puedas soportar. Quiero que a cada embestida de mi poya sientas el placer apoderarse de tí, eliminando todo lo demás y llenándote por completo.”

 Y de pronto Laura empezó a sentir su cuerpo estremecerse, mientras sentía aquél miembro penetrar en ella, quemándola por dentro con cada embestida. Aquella nueva sensación era apabullante, sentía un placer tan intenso que, en algunos momentos, rallaba el dolor. Era más de lo que podía resistir, sin embargo aunque intentó detenerse, su cuerpo no le respondía y seguía embistiendo una y otra vez aquél mástil que se clavaba en sus entrañas haciéndola enloquecer. Pronto perdió por completo la consciencia de sus actos y empezó a decir cosas sin sentido mientras hundía en su agujero el hinchado miembro de su hermano.

“¡Ufff, joder! ¡qué gusto! ¿ya tienes lo que querías, maldito cabrón? mmmmmm ¡joder, qué poya! me estás matando de gusto, cabrón, mmmmm, ¡ufffff! ¿te gusta cómo folla tu hermanita, hijoputa? ¡dime! ¿te gusta así cabrón? arffff, uuffff ¡cabrón, qué poya tienes! Mmmmmm, no sé como lo has conseguido, mmmmmm, no sé que me has hecho, mmmmmm, pero siempre lo había querido, ¡ah! ¡sí! ¡así, hermanito, así, sigue! mmmmm ¡oh, qué gusto! ¡ah, joder! ¡sí! ¿te gusta eso verdad? ¡asiiiiiiii, qué gustooooooo! ¿te gusta follarte a tu hermana? Ufff ¡joder! Mmmmmm Eres un cerdo.”

 Laura decía todas esas obscenidades mientras seguía moviéndose sin parar sobre la poya de su hermano, follándose al muchacho con un movimiento circular que mantenía en todo momento su miembro aprisionado en el interior de su vientre para, de vez en cuando, cambiar el ritmo con una serie de sentadillas que le proporcionaban una penetración salvaje, subiendo y bajando sus caderas de forma que la poya casi llegaba a asomar la cabeza fuera de su gruta antes de que volviera a hundírsela de un solo golpe, quedando sentada de nuevo sobre los huevos de su excitado hermanito.

 Cada vez que aquel duro miembro se hundía en sus entrañas la muchacha dejaba escapar un sonido gutural. Ya no eran obscenidades, ni tan siquiera gemidos, lo que salía de sus labios, sino más bien una serie de gruñidos propios de un animal. Laura parecía estar perdiendo la razón; tenía la cara roja y desencajada, y su mirada, aunque ausente, seguía fija en su hermano. Su coño estaba hinchado y los pocos pelillos que mantenía cerca de la rajita se habían puesto de punta y relucían a causa de la humedad.

 Pronto la muchacha tuvo su segundo orgasmo, mucho más intenso que el anterior. Laura se relamía de placer, disfrutando de cada largo instante, mientras seguía cabalgando con furia la poya de su hermanito, haciendo que la herramienta entrara y saliera cada vez con más violencia de su inflamado coñito. Ya en el clímax, llevó ambas manos a sus pechos y empezó a pellizcarse con fuerza los pezones mientras gruñía y berreaba de placer.  Ambos estaban tan concentrados en la espectacular follada, que no se dieron cuenta de que alguien les había estado espiando desde la puerta.

 Era la pequeña Marta. Se sentía frustrada, puesto que aquella mañana no había recibido la visita que acostumbraba a hacerle su padrastro desde hacía semanas. Tampoco le había visitado en toda la noche, así que la pobre chiquilla no había tenido a su alcance nada parecido a una poya desde la cena de la noche anterior. Ni siquiera entonces llegó a probar una poya en condiciones, todo se lo habían llevado su madre y su hermana, aunque al menos le habían dado una buena dosis de lengua. Sin embargo la pequeña no se sentía en absoluto saciada y había pasado toda la noche metiéndose los deditos con furia, esperando que llegara su salvador a ensartarla con su duro sable.

 Pero su padrastro nunca llegó, por eso la pequeña esclava, tras una larga sesión de pajas matinales, había ido a ver a su amo en busca de instrucciones. Al llegar, sin embargo, le encontró ocupado en su hermana mayor y pensó que a su amo no le agradaría ser interrumpido en ese momento, así que se detuvo en la puerta. Sin embargo, ver la manera en que Laura estaba cabalgando sobre su poya excitó todavía más a la pequeña diablilla, que tuvo que llevarse la mano a la ingle para empezar a acariciarse otra vez, pues ya lo había convertido en una mala costumbre.

 Tras las espectaculares corridas que Laura fue encadenando con su hermano una tras otra, ambos se derrumbaron sobre la cama fundiéndose en un cálido y largo beso, todavía con la poya palpitando en su vagina. Estaban agotados y el silencio volvió a apoderarse de la estancia.

 Fue entonces cuando la pequeña Marta, que aún seguía en el pasillo, pudo escuchar los sonidos que escapaban de la habitación de su madre, pues hasta ahora no los había oído. Y, viendo que sus hermanos no se movían de su postura, la chiquilla decidió ir a curiosear tras la puerta de sus padres.

 La escena que ahí se estaba desarrollando no era demasiado distinta de la que acababa de presenciar. Su madre llevaba puesto un conjunto de lencería de encaje. Marta no recordaba haberla visto nunca con algo tan sexy, sin embargo el conjunto estaba destrozado. Su marido lo había rasgado para liberar sus senos y también para acceder a su coño, follándola con fuerza, mientras la empotraba sin piedad contra la cama.

“-¡Ahaaaaa, qué puta eres Maite! ¡Joder, qué ganas tenía de follarte cómo Dios manda! Eres un frígida calienta poyas y me has tenido a dos velas todo éste tiempo. Pero ya has escuchado a tu hijito, a partir de ahora vas a tener que doblegarte a las órdenes de todos. ¡¿Entiendes eso so puta?! ¡Ha dicho de todos! ¡Y eso incluye al cabrón de tu marido que a partir de ahora te va a partir el chocho a diario!¡Y me da igual si tengo que compartirte con todo el vecindario! ¡¿Has oído zorra?! ¡A partir de ahora vas a ser nuestra puta!”

 La pequeña Marta se frotaba ansiosamente la rajita. Desde donde estaba se veía claramente la cara enrojecida e hinchada de su padrastro que, tumbado sobre la espalda de su madre, la embestía sin piedad. También podía ver la expresión de su madre que, consciente de su humillación, cumplía concienzudamente con su cometido aunque se resistía aún a sentir el evidente placer que le estaba causando, lo cual añadía una considerable dosis de morbo a su expresión.

 Aquello la estaba excitando más de lo que podía soportar, así que finalmente la ardiente niña se armó de valor y, entrando en la habitación de sus padres, fue directa a la cama, separó sus piernas y levantó su camiseta, mostrando claramente su excitado coño rubio a la vista de sus padres. Entonces miró fríamente a su madre y le habló en tono estricto.

“-Cómeme el coño, esclava.”

 Maite no pudo reaccionar, sintió que debía cumplir la orden, apenas tuvo tiempo de balbucear un ruego inaudible antes de que su cara se encontrara con el coño de su hija, el cual empezó a lamer inmediatamente mientras dos lágrimas de impotencia surcaban sus mejillas.

 Ramón, por su parte, se limitó a incrementar la violencia de sus embestidas, manteniendo en todo momento su vista clavada en el coñito de la pequeña y su mujer, que lo trabajaba a consciencia con la lengua. Maite estaba empezando a sucumbir al morbo de la situación y pronto los tímidos tanteos con que había empezado a explorar la tierna rajita de su pequeña se fueron convirtiendo en generosos lengüetazos que iba alternando con sonoros chupetones.

 A medida que la poya de su marido se abría camino más salvajemente en su interior, ella fue aumentando la intensidad del cunnilingus, hasta terminar devorando textualmente todos los rincones de la intimidad de su dulce hijita logrando que se corriera escandalosamente a los pocos minutos. Una vez lo hubo logrado, se concentró seguir follando sin tregua hasta que su marido hubo vaciado toda su carga en el interior de su coño.

 Solo entonces se sintió libre de obligaciones y, con el coño aún palpitando, se levantó de la cama y se dispuso a vestirse como cualquier otro día. Era lunes y la hora de levantarse había llegado, así que, aunque todavía podía sentir los restos de semen escapando de su cueva, trató de aparentar la más absoluta normalidad y, con la voz más tranquila que pudo encontrar, le dijo a su hija.

“-Marta, lávate y ves a despertar a tu hermano, ya debe ser muy tarde.”

 Pero Osvaldo ya estaba despierto, planeando cuidadosamente la prometedora jornada que aún le quedaba por delante, mientras acariciaba suavemente el coñito de su hermana mayor que aún seguía tumbada a su lado.

 Aún tuvo tiempo de pegarle un último polvo a la pequeña Martita cuando vino a buscarle, lo cual la niña le agradeció con una abundante corrida. Laura a su lado, seguía metiéndose los dedos, resistiéndose aún a ponerse en marcha.

 Y finalmente fueron a desayunar, reuniéndose toda la familia de nuevo alrededor de la mesa de la cocina, dispuestos a afrontar el comienzo de sus nuevas vidas.