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El Poder de Osvaldo 19: Amigas íntimas

en Control Mental

Helena llegó a su casa algo aturdida. Últimamente le resultaba imposible recordar dónde había estado o lo que había hecho, lo cual la tenía sumida en un estado de confusión perpetua. Es por ello que, a pesar de haberse convertido en la mayor zorra de todo el instituto, su mente seguía creyendo que nada había cambiado en su vida.

Helena saludó escuetamente a sus padres y corrió a encerrarse en su habitación. Al cambiarse le sorprendió encontrar una gran mancha de humedad en sus braguitas, pero por mucho que trató de esforzarse, no pudo recordar en que momento se había podido excitar tanto como para manchar la fina prenda.

Decidió no darle más importancia y, tras dejarlas con el resto de ropa, extrajo un nuevo tanga del cajón y se lo puso. A Helena le gustaba usar braguitas de niña, consideraba que los tangas y las bragas de encaje eran vulgares y hacían parecer a las mujeres unas putas. Pero hacia meses que únicamente usaba ese tipo de ropa interior que se clavaba en su rajita y en su culo haciéndola sentir incomoda a cada paso, incomoda pero también… excitada. Sobre aquel ajustado tanga únicamente se puso una camiseta de talla ancha que le servía de camisón.

Tras acomodarse, se dispuso a sentarse en el ordenador para mirar las redes sociales. Fue precisamente al abrir el Facebook cuando se encontró la primera sorpresa. Parecía como si alguien hubiera estado manipulando su computadora y, en lugar de su cuenta, en su pantalla se abrió un extraño perfil lleno de pornografía.

Lo primero que pensó es que se trataba de algún tipo de virus. Sin embargo, algo en el nombre del perfil llamó su atención: Putita H. “H”, como “Helena”, no podía ser una casualidad. Alguien le estaba gastando algún tipo de broma. Y de pronto uno de los enlaces llamó su curiosidad.

Se trataba de un video porno en el que se veía a una jovencita mientras era sometida a una salvaje sodomización. No fue capaz de reconocerse a sí misma en las imágenes, pero algo en aquella escena le resultaba terriblemente familiar. Y sin darse cuenta empezó a excitarse mientras se revolvía en la silla de su escritorio.

Paso un video tras otro viendo las mas variadas obscenidades, muchas de las cuales estaban protagonizadas por ella misma y, sin embargo, era incapaz de reconocerse. Su cuerpo empezaba a responder a la pornografía. Sus duros pezones se clavaban en la camiseta y tenia las braguitas tan mojadas que se le habían pegado a la piel dejando que se transparentaran los labios de su pequeño y abultado coño. Sus manos empezaban a explorar inconscientemente su cuerpo ansioso. Fue entonces cuando la vio.

Lo primero que llamó su atención fueron esos dos grandes pechos y la larga melena pelirroja. Mas tarde le vio la cara y la reconoció. ¡Era su amiga, Sandra! Le estaba comiendo el coño salvajemente a otra chica en aquel video. Helena no podía creer que su amiga fuera lesbiana. Fue entonces cuando sintió como su coño se incendiaba.

Su mano izquierda se había detenido en uno de sus pechos y lo mantenía apretado inconscientemente. La otra mano siguió divagando por su cuerpo hasta dar con su encharcada vagina. Se entretuvo un rato jugando con sus pringosas braguitas hasta que finalmente las apartó a un lado para poder chapotear alegremente en su coño.

Era incapaz de desviar la mirada de la pantalla mientras veía a su mejor amiga sorbiendo ansiosamente el coño de una desconocida. Su mano se había perdido ya bajo sus braguitas y dos deditos hurgaban insistentemente en su estrecha y supurante hendidura.

No perdió detalle del cuerpo de su amiga cuando ésta cambió de postura en la grabación, mostrando a la cámara sin ningún pudor su culo y su voluptuosa vulva peluda. A Helena se le hizo la boca agua al contemplar ese coñito, deleitándose con un primer plano de la rajita abierta de Sandra mientras hundía dos deditos en su propio coño encharcado.

Estaba a punto de correrse cuando alguien llamó a la puerta de su habitación. Se arregló como pudo, poniéndose de un tirón el pantalón de chándal que había dejado tirado sobre la cama, y se levantó para abrir la puerta sintiendo sus ya mojadas braguitas sobre su vientre.

“-Helena, cariño, tienes visita.”

Apenas pudo contener las respiración cuando vio aparecer a su amiga Sandra, con cuya imagen acababa de masturbarse. Todavía tenía las bragas calentitas y húmedas cuando invitó a su amiga a entrar en la habitación.

“-No… no te esperaba esta tarde.”- Helena sentía su lengua pastosa y una creciente incomodidad se fue apoderando de ella mientras sentaba a su amiga ante la misma pantalla que apenas unos minutos atrás había reflejado la escena lésbica que no conseguía olvidar.

“-Lo siento. ¿es que he interrumpido algo.”- Dijo Sandra, ajena a la turbación que estaba experimentando su amiga.”-¿Qué hacías?”

“-Na… nada… estaba mirando unos videos.”- La pobre Helena estaba tan turbada que no supo que decir más allá de disimular un poco la verdad. Notaba las braguitas adheridas a su coño causándole una sensación cálida y extraña, pero muy agradable.

Helena no podía dejar de mirar los dos grandes globos de su amiga que pendían bajo su fino vestido de tirantes. Se dio cuenta de que Sandra no llevaba sujetador y un extraño calor empezó a subir desde su entrepierna. Sandra, ajena a las lascivas miradas de su amiga, se había sentado ante el ordenador y, para el horror de su anfitriona, empezó a curiosear el escritorio de su Pc.

No tardó en encontrar las paginas porno que aún seguían abiertas en una ventana, se sorprendió al descubrir las guarradas que había estado mirando la mojigata de su amiga. Helena estaba paralizada por el temor a ser descubierta y fue incapaz de reaccionar cuando su amiga puso el primero de los videos. Aunque, extrañamente, Sandra no fue capaz de reconocerse en las imágenes.

El comportamiento de Sandra paso a volverse algo extraño, limitándose a mirar fijamente la pantalla mientras iba pasando uno por uno todos aquellos videos guarros hasta que apareció en la pantalla uno con una etiqueta en rojo donde se leía “nuevo”.

Sandra, pulsó sobre el video de forma mecánica y en la pantalla apareció su amiga, Helena, sentada en el mismo lugar donde ahora lo estaba ella misma. Helena enseguida reconoció la escena. ¡Eran las imágenes de hacía un momento! Y sin embargo, de nuevo fue incapaz de reaccionar. Se limitó a quedarse de pié, junto a su amiga, esperando que la pantalla mostrara lo inevitable.

Su vista seguía clavada en los impresionantes pechos de Sandra. A medida que la escena de su masturbación avanzaba en la pantalla, Helena vio como los pezones de su amiga empezaban a marcarse claramente en su vestido, grandes y redondos como dos cerezas.

De pronto Sandra, sin dejar de mirar la pantalla, empezó a revolverse en su silla, levantándose el vestido lentamente hasta descubrir su tanga negro. Esa visión encendió tanto a Helena que se lanzó desesperadamente sobre el escote de su amiga para empezar a mamar de sus grandes melones. Sandra por toda respuesta, se bajo el tanguita de un tirón y empezó a frotarse el coñito mientras gruñía, murmurando algunas cosas sin sentido.

Las manos de la rubia se confundieron con las suyas, ansiosas por explorar el cuerpo de su amiga. Y Helena empezó a masajear con vehemencia el chochito de su amiga, arrancándole pequeños gemidos a cada embestida. Pronto rodaron a la cama mientras sus lenguas se fundían en un húmedo y lascivo juego. Siguieron los besos y los abrazos hasta que la cabeza de la rubia fue a parar entre las piernas de la pelirroja.

Helena se fijo en la hermosa rajita que tenia frente a ella, cubierta tan sólo por una fina línea de vello pelirrojo. Pensó que aquel coñito le resultaba extrañamente familiar. Entonces, movida por un resorte invisible, sintió la necesidad de probar aquel manjar exquisito y empezó a devorar el coño de su amiga como si su vida dependiera de ello, arrancándole a Sandra un profundo gemido.

Siguió maniobrando en la cama mientras sorbía el supurante coño de su amiga hasta que su propio coño estuvo al alcance de la ansiosa boca de Sandra. La pelirroja de las grandes tetas no perdió la ocasión y, tras arrancar de un tirón el tanga de Helena, empezó a pasarle también la lengua a lo largo de la mojada rajita, deteniéndose de vez en cuando para besar su piel.

Helena sentía su cabeza dando vueltas por toda la habitación mientras un placer desconocido invadía su cuerpo con largas oleadas de fuego que la asaltaban desde su coño a cada lengüetazo que le propinaba su mejor amiga. De pronto sintió una descarga eléctrica atravesar su columna vertebral seguida de una excitación sin límites.

La suave lengua de Sandra había empezado a explorar su ano mientras mantenía su culito abierto con ambas manos. Se sentía flotar, como en un sueño. Y cuando, sin previo aviso, Sandra deslizó una mano entre sus piernas para meterle de golpe dos dedos bien hondo en su vagina, fue demasiado para ella y, sin poder contenerse, se corrió salvajemente retorciéndose sobre el cuerpo de su amiga que seguía lamiendo su culito con fruición.

El orgasmo de Helena fue largo y muy intenso. A punto estuvo de olvidar que sus padres tomaban tranquilamente el café en el piso de abajo y ponerse a gritar como una poseída, impulso del que a duras penas puso sobreponerse mientras una tras otra le sacudían las tremendas oleadas de un orgasmo único en su memoria.

Tras aquella agotadora sucesión de placenteras convulsiones, Helena abrió de nuevo sus ojos y vio ante ella el precioso coño abierto de su amiga. Sus gruesos y suaves labios se habían entreabierto ligeramente para dejar emerger un grueso e hinchado clítoris que apuntaba a su nariz exigiéndole atención. Así que Helena, cuando aún temblaba con los últimos estertores de su brutal orgasmo, se lanzó de nuevo a comer aquel coñito pelirrojo, atrapando en su labios la suave protuberancia de su amiga, quién seguía lamiendo tiernamente su ano, haciéndola estremecer de placer a cada rato.

No tardó en sentir como su amiga arqueaba la espalda bajo ella, señalando que su orgasmo se aproximaba. Entonces, movida por el instinto, hundió tres dedos en aquel coño hinchado mientras con su otra mano le pellizcaba con fuerza los pezones provocando en su amiga un orgasmo sólo comparable al que había sentido ella misma hacia apenas unos instantes. Cuando los espasmos de su amiga se volvieron incontrolables, Helena sacó al fin los tres dedos que mantenía incrustados en el jugoso coño de la pelirroja y pegó su boca a aquella vagina chorreante tratando de atrapar los fluidos que emanaban de ella sin ningún control.

Aquel sabor viscoso y dulzón en su boca no le desagradaba en absoluto y, aunque no se parecía en nada al semen de su novio, le resultó de nuevo extrañamente familiar.

Siguió lamiendo con cuidado todos los restos de aquel espeso fluido que habían quedado diseminados sobre los labios del coño de su amiguita y después la besó en los labios sintiendo en su lengua el sabor de su propio coño. Aquello las estaba calentando de nuevo y no tardaron en magrearse hasta volver a correrse mientras se pajeaban la una a la otra sin que sus lenguas cesaran de danzar entre ellas,

La tarde dio paso a la noche y la voz de los padres de Helena avisando a cenar pareció sacarlas de un sueño. Pronto no recordarían ni siquiera el haberse besado y, por supuesto, ninguna de las dos reparo en el piloto de la cámara web que seguía encendido desde que Sandra había entrado a la habitación, perfectamente enfocado a la cama que quedaba justo detrás de la silla del ordenador, produciendo un nuevo video de gran éxito en la red.

Durante la cena, ellas fueron de nuevo dos amigas convencionales como habían sido durante tanto tiempo. Antes de despedirse, hablaron de chicos e incluso tuvieron tiempo para criticar a sus compañeros de pupitre. Tan sólo al ir a besarse, ambas se extrañaron por lo peligrosamente cerca que sus labios se rozaron en ambas ocasiones. Aunque lo que sin duda más las turbaba fue la punzada que ambas sintieron en su entrepierna.

Aquella noche Helena volvió a masturbarse pensando en su amiga. Por desgracia para ella, no era capaz de recordar todo lo ocurrido durante aquella tarde. Únicamente recordaba esa dos enormes e increíbles tetas marcándose bajo el vestido de su amiga del alma.

Finalmente se corrió pensando en su amiga mientras clavaba sus dedos en su aún estrecha vagina. Le preocupaban sus nuevos sentimientos, pues sabía que no tenia posibilidades con ella (o al menos eso creía), así que se prometió no volver a pensar en ello.

Promesa que ya en el fondo sabía que no iba a poder cumplir.

Y mientras tanto Sandra, en su casa, pellizcaba fuertemente sus pezones mientras imaginaba que era la cabeza de Helena y no su propia mano la que estaba maniobrando entre sus piernas.