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La LIbertad_11

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No quise analizar aquello, además que debía centrarme en la conversación con mi tía, que parecía un poco nerviosa, porque acababa de hablar con Pablo, que no sabía nada de mí,  y yo no había dado ni noticias. Traté de tranquilizarla, explicándole que estaba muy cerquita, que tardaba apenas unos minutos y que, de hecho, -mentí- me había pillado casi saliendo. Algo me dijo de que Pablo iba a pedir unas pizzas para cenar. Bufff. Qué planón. Pizza cuando había tenido a mí alcance el más delicioso bollito.

Y ahí ya se puso a hablar sin parar, y a mí me costaba centrarme. Había estado tan cerca… y yo seguía realmente excitada cuando… vaya, resulta que mi mirada, hasta entonces perdida en la oscuridad que se iba cerrando en la calle, mirando a través de la ventana al punto donde Lorena había tenido sus ojos enormes mirando mis tetas, dejó de vagar, enfocó y lo vio. Lorena vivía en una calle estrecha, como casi todas las de la zona.

Ya he dicho que estaba oscuro, y las casas que estaban ocupadas hace rato que habían encendido la luz, pero el edificio de enfrente estaba mayormente a oscuras. Sin embargo, en una de sus ventanas, justo enfrente de donde Lorena y yo llevábamos toda la tarde, estaba ese hombre, un señor ya mayor, un viejecito. Un viejecito que no sé cuánto tiempo llevaría ahí, pero que estaba segura de que había llegado a contemplar sobradamente la escena del masaje. Eché de menos a Lo, la situación me puso nerviosa, muy nerviosa. A punto estuve de saltar de allí, salir corriendo, tirarme al suelo, no sé.

No tanto por el hecho de ser observada en esa situación íntima con una amiga, al fin y al cabo era un desconocido del que no había nada que temer, y el hecho de estar semidesnuda me preocupaba a medias. Francamente, ya he dicho que disfrutaba del exhibicionismo como de una práctica sexual más. En realidad, desde que mi amiga Mer me convenció la vez primera para hacer topless, me acostumbré a sentirme espiada. Quiero decir, que allí estás como si nadie te mirara, haciendo que todo es normal, pero siempre miras, y sabes también que te miran a ti. Me acostumbré a sentirme mirada. A saberme mirada, y deseada en secreto. Y pronto aprendí a encontrar esa sensación tan excitante como en realidad es.

Al fin y al cabo, siempre hay alguien que te va a mirar y, cuando lo hace, no deja de significar que está disfrutando tu cuerpo desnudo. Así, sin más. Y eso, la mayoría de las veces, una vez que superas tontos prejuicios y consigues que no te moleste, suele resultar extremadamente agradable. De ahí a buscar calentar, a jugar a tener contactos íntimos con otras personas con más gente alrededor, manteniendo la desnudez, a ir pasando cada vez más a mayores, sabiéndote observada, siendo consciente de que otros se excitan de sólo verte, a ti, a tu cuerpo desnudo, a lo que haces con él… Empecé con tonterías con mis amigas, aunque a ellas nunca les gustó. Menos a Sandra, claro… jiji. Con ella aprendí a eso tener sexo en sitios públicos, directamente, sin más… no baños ni rincones de oscuros locales, no. Hablo de parques, hablo de jardines, de plazas. Hablo de la calle.

Yo ya antes lo había hecho una vez con Javito en una playa del norte. Bueno, supuestamente solos, aunque fuéramos luego descubiertos… nos excitó tanto que repetimos otras veces… Pero con Sandra, bueno, empezamos así, luego ya íbamos a las playas nudistas a provocar… ella se acababa plantado al lado de un tío que le molaba y le empezaba a comer el rabo… jjijji y nunca nadie nos dijo nada. Yo misma me aficioné durante un tiempo a buscar sexo por las playas nudistas de media España, yéndome sola cuando estaba allí en verano. De ahí a hacer barbaridades en Madrid con Sandra, o dejarme hacer en conciertos u otros lugares públicos, sólo hubo un paso… y ahí sí que no me costó meter a Nurita y Meri. También a Javito, claro, y luego a otros, para follar en baños, discotecas, cines, pero también a plena luz del día.

De hecho, cuando vivía sola, no me preocupaba nunca en mi cas de estar sometida a indiscretas miradas desde lugares que yo ni controlaba ni conocía. En la terraza de mi ex-casa llegué a tener alguna experiencia bastante explícita en este sentido, con un par de vecinos a los que atormenté el último verano allí, cuando Sandra ya había dejado de vivir conmigo. Dos chicos solos en el calor de Madrid, pobrecillos, les calenté tanto que estoy convencida de que alguna vez debieron quedar taaan calientes, que no tendrían más remedio que aliviarse entre ellos. Aunque homosexuales no eran, de eso también doy fe, ya que cuando entraron en el juego supieron corresponder mi generosidad varias veces… Pero, sí, sin saberlo con certeza, estoy convencida de que mis provocaciones debieron de terminar por desencadenar algo entre ellos. Siempre es así, el deseo sexual es algo arrollador en el ser humano, y yo eso es algo que he aprendido bien.

El caso era que, volviendo a aquella tarde y, una vez dejada clara mi nula vergüenza a mostrarme desnuda, claramente lo que me había descolocado era el hecho de la sorpresa, el hecho de haber estado jugando todo el rato a que aquella ventana era un espejo, como si estuviésemos encerradas en una habitación donde nadie sabía de nuestra presencia, cuando en realidad, estábamos perfectamente expuestas a la vista de cualquiera desde el exterior. Lo había pensado en su momento, pero luego lo obvié. De alguna manera, pensaba que con Lorena todo quedaba entre nosotras, que ella misma era como una especie de fortaleza inexpugnable. Y supongo que lo que suponía el estar derribando ¡por fin! esa fortaleza me hacía el preocuparme cero por cualquier problema externo que pudiera detener aquella maravilla… También hay otra cosa, y es que el estar hablando con mi tía contribuyó a ponerme nerviosa, con una sensación de culpa acumulada que empezaba a pesar demasiado sobre mi cabeza. Estar casi follando cuando debía estar cuidando a su hijo… al que, por otro lado, me había casi follado aquella misma noche… claro, eso hizo que, puntualmente, mi desnudez robada se convirtiera en algo más sucio que excitante, aún más si la persona que me la robaba era aquel sucio viejecillo.

Sorprendentemente, la cosa mejoró cuando colgué. Dejar de poner excusas a mi tía me tranquilizó. Me había calmado, y estaba decidida a aprovechar el momento para irme. Preferí olvidarme del tipo, mejor hacer como si no le hubiera visto. Además, era Lorena la que me preocupaba, y no él, ni Pablo o mi tía. Afortunadamente, debía tener claro que Lorena había tenido la mejor muestra de mis buenas intenciones… y había respondido mejor que bien.

Recordé el olor. El olor de su coño. Conozco demasiado bien el mío, en todo tipo de situaciones… y sé diferenciarlo de otros sin problema. Mi amiga tenía la almeja mojada, o yo era virgen. Si hasta lo había tocado, lo había tenido literalmente en la punta de los dedos… En fin, más sentía yo, dejarla con el calentón. Al fin y al cabo, también yo llevaba un calentón de caballo. Y, o mucho me equivocaba, o ella se debía de estar aliviando en esos momentos, masturbándose encerrada en el baño. Un día antes, eso habría sido casi impensable en Lorena, para mí. Me costaba imaginarla haciendo el amor con un chico, aunque novios había tenido, y alguno bastante estable. Joder tenía que joder, como todas. Pero me costaba pensarlo…. Hasta que la vi en combinación de lencería en la escalera. Hasta que conocí su cuerpo.

En fin, había aprendido ese día que, a mi amiga, el sexo en el cuerpo le sobraba. Me levanté, decidida a apagar la luz, sintiéndolo mucho por aquel abuelillo. Especialmente, (y debo dar un dato significativo que había olvidado mencionar hasta ahora) porque, desde el principio, había estado masturbándose mientras me observaba. Es que ya digo que eso no era algo que me preocupase más de lo debido. No dejaba de ser parte del juego, un juego al que yo hace mucho que decidí lanzarme a jugarlo sin ningún tipo de red. Y ya casi no distingo entre que alguien se excite viéndome desnuda y, aunque lo disimule, me folle de mil maneras en su mente, de otra persona que, de una forma u otra, siempre que no me violenten contra mi voluntad, llegue a expresarlo de una u otra forma. Es más, casi prefiero que lo expresen, eso es algo que me enorgullece y que, normalmente, me excita.

Nada me excita más que sentir el deseo sobre mi propio cuerpo.

Quizás por ello, precisamente, dudé un momento antes de apagar la luz. Momento que aproveché para intentar verle un poco mejor. Era corpulento, grandón, casi gordito diría, con tripa, aunque con cuerpo grande en general. Siempre me han gustado los tíos así, es cierto. No podía distinguir si era peludo, pero estaba convencida de que sí, tenía barba y bastante pelo en la cabeza aún, así que me imaginé un señor velludo y corpulento, aún fuerte, de manos gruesas y capaces de todo. Intenté concentrar un poco más la vista... No podía ser. ¡Aquel viejo tenía un aparato descomunal! Y una increíble erección entre las manos. Desde mi puesto de observación podía verla a la perfección, pese a la distancia. Hasta entonces, la oscuridad, la culpa, los nervios, habían hecho que no me fijase, percibiendo su masturbación casi solamente por los movimientos de su manos y su cuerpo. Quiero decir, que la polla casi la había entrevisto, o incluso imaginado, pero no había reparado en ella, porque ni le había prestado atención. Me daba cuenta en ese momento de que era imposible no verla.

¿Cuántos años tendría ese hombre? ¿Cómo era capaz de mantener la brutal erección de esa tranca de sueño, que ni en mis mejores deseos habría pensado poder tener delante algún día? Aún en la distancia se veía enorme ¿cómo sería de cerca? ¿Cómo sería tocarla? ¿Estaría tan dura cómo parecía? ¿Tan caliente como yo? Porque me acababa de pegar un calentón viéndole como no conocía hacía tiempo. Todavía mayor que el que traía, que ya es decir. Y ríete tú de Lorena o Carlos. Joder, me había puesto cachonda como una perra con aquel viejo salido. Pero de no poder aguantarlo…

Es que no podía irme. Bueno, debía asumir que la culpa de todo la tenían precisamente Carlos, Lorena, mi prolongada abstinencia y ese día tan demencial que llevaba. Seguramente también de las extrañas condiciones meteorológicas, con aquella tormenta amenazadora como nunca, pero que no terminaba de descargar, mientras la humedad ambiental y la temperatura continuaban un desenfrenado ascenso que lo envolvía todo en un bochorno irrespirable, una atmósfera densa, irreal,  pegajosa y embriagadora. No me vi capaz de aguantarlo más. Y no podía dejarle así. Aquél venerable anciano había hecho el esfuerzo de levantar aquel mástil sólo para mí, sólo por mis tetas, mis tetas, quizás ya no tan jóvenes, pero bien llenas, y frescas, para él. Giré el flexo apuntando directamente a mi pecho. Lo menos que podía hacer era favorecer que las viese bien. Siempre me enseñaron a tratar con respeto a las personas mayores…

El abuelo aceleró su paja. Impensable, pero me estaba poniendo todavía más cachonda. No, no iba a dejarle solo así. De hecho, a mí también me iba venir bien relajarme, estaba taaan tensa... Me bajé el pantaloncito con las bragas, todo junto, de un golpe. Arqueé el cuerpo ofreciéndole mi coño. No sé cuántos años podía hacer que ese hombre no vería nada así. Yo estaba tan cachonda que llevaba ya todo fuera y muy colgando, labios y clítoris, y todo disparado, fuera de mis muslos y de mi vulva, bajo la negra mata de espeso pelo. Me ponía muy bruta estar así, desnuda, cachonda, en casa de Lorena, calentando a ese tipo, que no dejaba de ser un vecino suyo.

Me empecé a frotar las tetas, mordiéndome los labios, mientras me tocaba con fuerza el coño, repasando con rudeza mis dedos por el pubis, tirándome del pelo del sexo, -las blancas hojas sobre la blanca mesa se llenaron de gruesos trazos negros al tiempo que largos pelos caían arrancados por la violencia de mi masaje- un regalo para Lorena, pensé. Igual daba, estaba tan cachonda que mi cabeza ya no medía, sólo pensaba en correrme. ¿Se habría paseado alguna vez desnuda Lorena delante de ese tipo? ¿Se habría masturbado para él? ¿Habría hecho alguna puta como yo alguna vez algo parecido para ese cerdo? ¿Y si aquello era ya un ritual entre ellos, que aquel fatídico día me tocaba protagonizar a mí? ¿Se comunicarían entre ellos? ¿Llegaría Lorena a saber lo que yo había hecho con su vecino?

Ya nada me parecía imposible, pero imaginar a mi amiga desnuda, tocando su coño excitado, me puso a mil. El tipo aceleró el ritmo de su masturbación, recorriendo largamente el descomunal falo con su mano, arriba abajo, arriba abajo, sin duda estaba excitadísimo también. Yo me metí un dedo, dos, ¡cuatro! de golpe al coño, muy abierto y chorreante. Hubiese necesitado quizás un poco de preparación, pero la brusquedad fue soportada gracias a la fuerte excitación. Me masturbé rápido, tampoco necesitaba mucho esfuerzo, claro. Pero lo cierto es que no quería tampoco, ni por asomo, que Lorena saliese del baño y me pillase así. Una cosa era haber estado a  punto de dejarle tocarme las tetas, y otra estar desnuda haciendo barbaridades en su salón… sin contar al tipo aquel del edificio de enfrente. Joder, y pensar que había estado a punto de estar haciendo eseo mismo pero con ella… ¿por qué coño había alargado todo tanto? Si hubiese ido más rápida ella y yo habríamos follado, en lugar de estar masturbándonos por separado en dos rincones de su casa. Otra vez mis eternas dudas, mis eternos miedos, el sabor de la culpa.

Aceleré mis movivimientos al máximo, de manera que rapidísimamente me llegó el orgasmo. No por esperado y rápido fue menos intenso: mi cuerpo no tenía el momento de sexo suave, ya os podréis imaginar: demasiadas emociones, demasiado fuertes, además de absolutamente imprevistas, en menos de 24 horas.Tuve que agarrarme al tablero de la mesa, me temblaron las piernas cuando se me empezó a retorcer de gusto el coño:

-       AAAhhAAHhhhaAhhahhmmmmgghhh

Traté de contener mis gritos de placer, cerré los ojos y apreté los puños. Traté de abrir los ojos para ver cómo el tipo disfrutaba de mi corrida, aunque el placer me hacía llorar, pero... ¡joder! Una mujer, mayor pero mucho más joven que el abuelo, estaba tirando de él, arrastrándolo fuera de la habitación. Traté de componerme. La luz del cuarto donde estaban ellos lucía ahora con acusadora potencia. Ciertamente, aún más a la vista implacable de la luz artificial, aquella verga era descomunal sin ningún lugar a dudas. Estiré la mano para apagar el flexo. No quería que la mujer me viera, bastante problema tenía ya el buen hombre. Jajaja, no podía ser, ¡había un manchón enorme en la ventana!, al principio creí que veía borroso porque mis ojos se llenaron de lágrimas cuando me corrí -a veces me pasa cuando me da mucho gusto, cuando el placer es muuuy intenso por ser muy fuerte pero concentrado en muy poquito tiempo...  

Bueno, como decía, lo que parecía ser una enorme mancha de lefa, había empapado buena parte de la ventana, un círculo que podía tener fácil más de 40 cm de diámetro… Vaya, aquel abuelillo era un superdotado, no cabía duda. Su espeso charco de leche empezaba a chorrear en el cristal, enturbiando aún más la vista de lo que pasaba dentro. ¡Y todo eso había salido gracias a mí! estaba excitada y orgullosa, no podía remediarlo. Afortunadamente, parecía que la tipa, que debía ser su hija, no había llegado a verme. Menos mal, bastante tenía el hombre con lo que tenía, su hija debía pensar que le había dado por pajearse delante de la ventana sin más, así que mejor no imaginar que le hubiese pillado haciendo eso mientras espiaba a una inocente jovencita en pelotas. Miré a la calle. No se veía mucho movimiento. La verdad, tampoco me había parado a pensar que se pudiese ver también algo desde abajo, no creía, estando detrás de la mesa, pero... Jijij, debería pensar un poquito más la próxima vez antes de... ¡por lo menos en casa de mis amigas!

Pero en fin, ya repuesta del orgasmo, aunque no del todo de la experiencia, me subí las bragas, y me limpié manos y muslos en los pantaloncitos, que quedaron visiblemente pringados. Igual me daba, aunque eran de ella: así, ya puestos, podía compensar a Lore dejándole un poco de mi mejor olor. Recogí la blusa, y me la puse. Toda aquella excitación, culminada con la monumental corrida, me tenía sudando abundantemente, claro, así que mis pechos seguían marcándose, con los pezones todavía muy duros,  debajo de la tela holgada y húmeda. Era curioso, pero después del numerito de stripteasse que me había marcado para Lorena y para aquel tipo, me sentía asfixiantemente vestida, por mucho que la blusa me tapara lo justito.

La tela gastada trasparentaba mucho ya, la verdad. Además, estaba como dada de sí, y con las tetas hinchadas del calentón, como estaban, y erguidas libres sin sujetador, pues lo cierto es que parecía que iba enseñando como una puta. Aunque si había algo por lo que escandalizarse, era más bien el pantaloncito, en realidad. Tenía toda la parte baja, alrededor de mi coño, literalmente encharcada en un moco blancuzco, diáfanamente rodeado por un cerco amplio y oscuro en la tela, de color naranja del pantalón. Decidí sacármelo cuanto antes de encima, a ser posible antes de que saliese Lorena del baño (se retrasaba más de lo normal, y eso me reafirmaba mi sospecha de que no estaba satisfaciendo necesidades muy distintas de las mías…)

Me convenía estar lista para salir disparada cuanto antes, y evitar así nuevas situaciones incontrolables... Así que entré en su habitación, quitándome de nuevo, al tiempo, el pantaloncito. Una vez ya en bragas, me enfundé de vuelta el pantalón vaquero pirata que había traído. Fue una sensación extraña, tenía las piernas pringosas y las braguitas empapadas como si las hubiese recogido de un cubo de  agua. Tiré el pantaloncito sobre la cama, sin ningún cuidado. Cayó con la mancha hacia fuera, hacia arriba, totalmente evidente. Bueno, tanto mejor, la iba  a disfrutar más si no la dejaba secar, así húmeda, por lo que convenía que no tardara en descubrirlo. Dudé qué hacer con mi sujetador: me moría de calor como para ponérmelo, pero era una locura salir así a la calle. Se me veía hasta el alma, y más, porque la blusa estaba como reventada, pero... ¿dónde estaba mi sujetador? no podía ser, si lo había dejado allí con los pant...

-Aaaha, aaah, aaah, aaah, aaaahah

Bastante comedido, ahogado sin duda por ella misma, ya que debía haberme oído entrar en la habitación, escuché, por primera vez en mi vida, cómo sonaba un orgasmo de Lorean. Justo en ese momento debía estar terminado de hacerse la paja. Jijijiji. ¡Se lo había tomado con calma! O se había hecho dos… Bueno, esos ruidos me hicieron caer en la cuenta de dónde estaba mi sujetador: con la forma de mirarme las tetas, y habiéndose quedado al borde del paraíso, seguro que no había podido evitar encerrarse con la prenda que más cerca había estado de su sueño dorado de aquella tarde.

Estaba claro entonces: naturalmente yo no se la iba a pedir. Y tampoco me iba a pasar nada por ir enseñando tetas un poco más aquel día. La verdad era que con el calor cada vez más insufrible que hacía, aborrecía la sola idea de ponerme aquella prenda. Lo cierto era que, aún teniéndola, lo más seguro era que la hubiera rechazado. El bochorno se había vuelto del todo insufrible. Tampoco era menos cierto que me estaba con ganas de sentirme un poco putón después del momento exhibicionista con el abuelito.Tenía ganas de que la gente me mirara sucio por la calle… Además, con lo oscuro que estaba ya fuera, con aquellas nubes negras que había terminado por envolver la ciudad, solo el que quisiera hacer un esfuerzo lograría ver algo de verdad. Y claro, si alguien se tomaba el esfuerzo de mirarme, tampoco iba yo a joderle la tarde poniéndoselo difícil, ¡jijiji!

Claro que tendría que ver luego qué hacía para evitar al salido de mi primo. Pero prefería eso y dejar que Lorena, ¡tan rica ella! disfrutase el completo: sujetador y pantaloncito empapado en mi flujo.

Se abrió la puerta del baño. Lorena salió, intentando aparentar tranquilidad. No terminaba de conseguirlo. En buena parte porque, por su aspecto, se diría que había sido follada por una banda en un callejón. El pelo revuelto, la cara congestionada, las bragas retorcidas y arrugadas, con una enorme y más que evidente marca oscura de humedad que hacía que la fina y casi transparente tela se pegase a su raja… pffff. Bueno, pues allí estaba: coño depilado, labios mayores finos y delicados, abiertos para dejar salir un grosero pegote oscuro, que no podían ser más que los labios menores, aplastados contra la tela. Mi amiga me recordaba cada vez más, muy peligrosamente, a Nurita.

Quizás también por eso me ponía tanto… Y eso no era lo peor. Llevaba la parte de arriba totalmente desabrochada ya. Total qué más daba. Suelto por fin el último botón, los dos trozos de tela colgaban a ambos lados de su torso balanceándose desde los tirantes. Sus pequeños pechos permitían que la imagen no fuera escandalosa, al quedar, en parte, todavía ocultos, según su movimiento. Pero cuando se quedó parada delante de mí, jadeando aún, agitada, con la cara descompuesta y sudada, tenía uno de sus pequeños juguetitos todavía ocultos. Efectivamente, era una mezcla entre Nuria y la Sandra. No tan pequeño como los de Nurita, pero lo cierto era que aquella teta era casi todo areola, enorme, abultada, hinchada (con algo de pecho aún por debajo, sí, ahí ganaba también a Ana), coronada con un pezón generoso, que no tenía nada que envidiar a los míos, pero muy oscuro, casi tan negro como los de Nur.

Por fin veía a mi amiga abiertamente en tetas. Y, waw, no estaba nada mal… de hecho, mucho mejor incluso que lo imaginado. Era increíble, se presentaba así… Y, por primera vez, completamente sudada. Olía a animal, brutalmente a coño, a sexo, a puta en celo. Sí, ella estaba sin duda tan emputecida o más que yo. ¡Lorena! Era casi impensable… Aunque yo, por mi parte, por calentorra que estuviera, espantosamente caliente, estaba relativamente tranquila. Tranquila y feliz.

Extraña sensación, extraña mezcla en aquel extraño día, que se me estaba haciendo interminable. Me sentía en una huida permanente, intentando huir de lo ocurrido con mis primos, del calentón de la mañana con la farmacéutica y, luego, lo de Lorena. Aquello había sido, en fin, lo más esperable, quizás, después de todo. Aunque yo lo hubiera considerado en realidad más deseado que probable. Sin embargo, con ella todo había ido rodado, en un continuo de situaciones casuales o provocadas, pero siempre muy suave y natural, un ritmo demasiado perfecto como para desaprovecharlo. Maldije a mis primos: Contemplando a Lorena, es que estaba claro que si yo hubiera hecho una mínima señal, nos habríamos pegado una ración de sexo de lo más brutal. Y, para colmo, estaba  lo del abuelo… otra sorpresa inesperada, pero ¿cómo era posible que se juntaran todas el mismo día? Al menos en ese plan sí que había vivido situaciones parecidas e incluso más morbosas, pero es que aquella había sido tan intensa y, sobre todo, ¡tan extraña! Y erótica, aunque ahí yo estaba taaaan cachonda ya antes, que me costaba ser objetiva.

Lo pero era que, por tranquila que me sintiera, seguía igual de caliente. Eso sí que no se me había pasado. Y Lorena, sobre todo la Lorena que tenía delante, habría sido un perfecto remedio. ¿Por qué mierdas me tenía que ir entonces? A pesar de mi última corrida, me daba la sensación de que no me había bajado ni una milésima la calentura. ¿Tenía opción, además, fuera de Lorena?

No, para empezar desde luego que no tenía opción de quedarme con ella porque, más allá, no había otra que no fuese volver a casa de mis tíos para cuidar de Pablito. De Pablo, sin Carlos. Tenía que irme, ¡cuando tenía asegurado el sexo con Lorena! Me la podía haber follado tranquilamente en ese mismo momento. Ella se habría dejado hacer cualquier cosa sin chistar. Y me habría pedido más. Y me habría dado lo que nunca imaginé que fuera capaz de darme. ¿Iba a volver una oportunidad así? Quiero decir, lo que me atormentaba no era plantearme si tendría otra ocasión de acostarme con ella, de eso estaba segura, pero, ¿estando las dos tan calientes y deseosas como en ese momento? ¡Es que aquél era el día!

Podía incluso no hacer nada, dejar que la cosa siguiese, tranquilamente, su ritmo aquella noche. Antes de irnos a la cama ya habríamos explotado, me jugaba el cuello a que retrasarlo en esa jornada sólo habría contribuido a aumentar el deseo y el placer, pero el polvo estaba asegurado. El problema era que lo de mi primo era de todo menos opcional. Lo que había era lo que había.

Así que mejor no dar más vueltas. Lo cual dejaba claro lo que tenía que hacer con Lorena, pero no arreglaba el mayor de mis problemas. Era un problema personal. Muy personal. Dejándonos de vueltas, mi cuerpo necesitaba ya, a esas alturas, ¡imperiosamente! una polla. Una buena verga, un cipote bien grande y bien duro. Quería comerlo, sí, tocarlo, pasarlo por todo mi cuerpo, restregar su sudor por mi empapado coño y sí, sí, lo necesitaba dentro, ¡yaaaaaa! Un buen pollón y no un coño virgen. Cuanto antes, necesitaba que me follara un tío, no era capaz de seguir soportando aquél nivel de excitación sólo a base de pajas…

Joder, si en el fondo lo de Lorena iba camino de ser otra maravillosa oportunidad perdida, muy bonita y muy excitante, sí, pero no dejábamos de haber estado perdiendo el tiempo aquella tarde, cuando habíamos tenido la clara oportunidad de… Y así seguíamos, más tiesas que nada, a pesar de habernos provocado un buen orgasmo la una a la otra. Y, sin embargo, desde ayer sólo Pablo se había atrevido a dar el paso, y ponerme de verdad la mano en el coño, la polla en la mano. Pero nunca dentro, nada dentro -bueno, sí, pero solo fue la puntita, solo una mojadita, nada más, realmente nada pasó… Y es que yo necesitaba algo dentro, y no una mano, que para eso ya tenía las mías. Me sentía en un punto tan extremo, que ya no me valía ni que me hiciera la mejor comida una tía, ni siquiera una tan deseable y con ese cuerpo y ese culazo de Lorena.

Necesitaba verga. Necesitaba carne que llevarme al coño.

Sería el calor, sería el bochorno. Perdí la cabeza, envuelta en los vapores de nuestros coños que empantanaban aquel aire denso de su casa, cargado, ya demasiado espeso e irrespirable de por sí. Pero de pronto, lo vi claro. Lo tenía decidido: iba a volver a casa de mi primito y, si realmente quería jugar, jugaríamos. Vaya si jugaríamos. Aprovechando que no estaban papá ni mamá, y que el insípido de su hermanito habría salido, si el niño quería jugar a los médicos para aprovecharse de su inocente primita, ¿iba a ser yo la tonta que se lo impidiera? Pues si se atrevía a metérmela, tanto mejor.

Iba a intentar no forzar la situación, que fuera él mismo quien decidiera y llevara el ritmo. Aunque no dudaba que ese salido se moría por reventarme el coño. Eso sí, que como empezara, yo ya no pensaba parar. Me lo iba a follar tantas veces que lo iba a dejar seco. Si yo con que tuviera la mitad de leche y de potencia que la noche anterior, ya me arreglaba. Tenía toooda la noche para divertirme con él. Respiré hondo. Casi no me creía lo que acababa de decidir. Pero era una resolución firme. Estaba hasta el coño de que todo el mundo me calentara aquel día, así que si iban a seguir tratándome como una furcia, me iba a comportar como tal.

Me sentía embriagada por haber tomado la decisión al fin. Estaba segura de que podría controlar a Pablo, aquello no sería problema. Por lo demás… bueno, era un paso más en mi caída, en la pérdida más completa y absoluta de cualquier prejuicio sexual. Quizás el último que me quedaba por dar. ¿Qué más podía haber después de aquello? Pero, en fin, había llegado tan lejos (o caído tan bajo, dirían algunos, pese a que yo cada vez me sentía más alta, volando cada vez más libre), que ya me daba lo mismo llegar hasta el final. O quizás no, pero… ¡joder!

Si tan sólo Carlos se hubiera dignado a comportarse como un hombre… Es que no era normal lo que me había hecho. Eso era. Carlos no me había dejado otra opción. Era él, y sólo él, el que iba a dejar que su hermano pequeño me follara. Yo ya no tenía capacidad de seguir oponiendo resistencia. Así que, antes de subir a su casa, me pasaría a hacer una visita a esa chica tan dulce de la farmacia... pffff. ¿Sería posible que me estuviera acordando de esa chica y que eso me pusiera aún más caliente? Era cierto que había sido una experiencia extraña, y caliente también –una más, aquel día- pero tampoco era normal que me fuera a volver loca con ella, precisamente. Quizás sería más prudente entrar en otra farmacia, mejor. Si es que encontraba alguna otra abierta de camino. Sí. En mi estado, debía de ser prudente.

Por fin, Lorena rompió un silencio que empezaba a hacerse tenso de tanto alargarse.

- ¿Te vas...? – lo cierto era que parecía verdaderamente compungida...

- No me apetece nada, Lore... me quedaría aquí contigo… con el mayor de los placeres, no lo dudes - pese a que eso hasta hacía sólo unos instantes era una verdad como un templo, cuando lo dije me sentí mintiendo. Era cierto lo que le decía de estar con ella pero, una vez decidido mi plan con Pablo… la única verdad era que moría por salir de allí cuanto antes. Porque, cuanto antes estuviese con Pablo, antes tendría la posibilidad real de echar un buen polvo. No quería más.

Igual que yo miraba sin ningún disimulo su pecho que había quedado al aire, Lorena me miraba también fijamente las tetas. Seguía con la blusa empapada en sudor, y desbocada, por lo que, desprovista de ropa interior, mis tetas y mis pezones se marcaban con claridad pegados a la tela mojada, amenazando, directamente, con desbordar el escote.

-       Lau... este... tengo tu sujet...

¡¿Sujetador?! Corté como pude su frase:

-       Pero oye, insisto en que me debes una invitación a dormir ¿eh? Y no te libras de acabar ese masaje… que me estabas poniendo malita… - no quería mi sujetador, claro, quería que se lo quedase ella… en fin, me hubiese gustado dejarle también las bragas, decirle que quería que el masaje me lo terminara en las tetas, yo qué sé… ya no me importaba ser explícita, a no ser por el miedo de liarla… y alejar la perspectiva de la polla.

Polla, polla, y sólo polla. No quería su coño, no. Necesitaba polla. Mi pobre niña. Al menos eso, dejarle mi sujetador. También con su pantalón, claro, que además se lo dejaba con una enorme mancha de mis flujos. Debería llegarle, ella iba a darle el mejor uso a mi prenda íntima, si le servía para excitarse y correrse otra vez más, y luego otra y otra… la imaginaba en su cama, con mi sujetador puesto y con el pantaloncillo, mojando su coño con mis fluidos, pajeándose sin freno durante toda la noche pensando en mí... ¡¡¡ahhh, no podía más, estaba salidísima!!!

- En cuanto saquemos un día para avanzar en serio, -seguí- y no esté Cristina, claro - hice esta observación bordeando el precipicio, no tenía otro sentido dejar de lado a nuestra compañera común del grupo de trabajo que hacer algo distinto del trabajo, y en lo que esa otra buena amiga no pudiese participar... Pero Lore me entendió, y no hizo el menor comentario... mi pequeña putita, ¡¡la tenía dispuesta a todo!! - me vengo y nos ponemos, ¿vale?

Esperaba no tener que explicar cómo y a qué nos teníamos que poner.

- Por supuesto, Lauri. Ya sabes que estás siempre invitadísima. Mi cama está a tú disposición... para lo que quieras… y yo… - Lorena intentó que su voz sonase insinuante, pero al final se le quebró. Me dio igual, debía reconocer que había echado el resto.

- Me gusta cómo suena eso... - yo sí conseguí dedicarle mi voz más sensual, acompañada de una húmeda sonrisa, pasando mi lengua por los labios abiertos. Me resultaba tan raro estar ligando con ella… - Pero hay veces que no queda otra - volví a mentir, en parte. Para compensar, me acerqué a ella, tomándola de la cintura con la mano derecha, y aproximándola a mí. - Bueno, adiós, que si no, no arranco nunca.

Ella subió su mano izquierda, no sé si con intención de interponerse entre nosotras, o de tocarme. Pero yo ya estaba en camino hacia su cara para darle un beso de despedida. Quería acertar en el borde de sus labios, a modo de pico involuntario, y ni siquiera eso. Solo un roce en la comisura de su boca, un leve anuncio de algo que podía ser. Al apretarme contra ella, su mano quedó detenida a medio camino, aprisionada entre nuestros cuerpos. Justo en mi pecho derecho. 

-       Oh! - dijo.

Yo no dije nada, porque me pilló desprevenida, concentrada en no desviarme demasiado, ni hacia un lado ni hacia otro, ni demasiado atrevido ni indiferente, pero desafiantemente casual... El contacto de su mano en mi seno me descolocó por completo. Por supuesto, erré el tiro. Para bien o para mal, aterricé de lleno en su boca. Tremendo pico. Al sentir mis labios sobre los suyos, cerró su mano sobre mi teta, por fin lo hizo, la sentí abarcarme por completo, llenarse la mano, sopesarme, apretarme y estrujarme levemente, prácticamente todo en un movimiento. Tenía las tetas casi fuera del escote, así que su mano llegó a rozar parte de mi pezón, mientras que, en mi otra teta, sentí piel con piel cómo se me clavaba, implacable, el suyo, duro, caliente, ya que su sostén abierto acababa de dejar al aire su pecho por esa parte, justo en ese momento. Yo cerré los labios sobre los suyos, aprisionándolos, besándolos con más fuerza de lo que ningún pico involuntario admitiría. Con el ímpetu acabé incluso asomando mi lengua, rozando su carne tierna... ¡y entrando a su boca abierta!

Sólo cuando recuperé el equilibrio conseguí retirarme, después de haber rozado claramente su lengua y sin saber cómo había sido capaz de evitar el brutal deseo de comerle la boca que me había entrado.

- ¡Waw! - dijo - casi te caes... - ¿qué? ¿me estaba dando una excusa? Jijiji…

- Si no me llegas a parar… - contesté guiñándole un ojo. Ahora yo se la daba a ella, mientras nos mirábamos, expectantes, divertidas, deseosas… - Ha sido...

- …una... ¿casualidad? - preguntó, nerviosa...

- Ha sido excitante. - No pude evitar soltarlo. Total, qué más daba, ya no había más por decidir, hoy estaba todo hecho...

- Sí... eso es verdad... jijijiji- le entró una absurda risita nerviosa – joder, Lau, yo…

- Tranquila, Lo… entre nosotras ya hay confianza, ¿verdad? – dije, acariciando su mano sin disimulo - De verdad que siento tener que irme… ¿hablamos, vale? – francamente, ante aquella situación, cuanto más claro quedara todo, mejor.

- Claro Lau, pásalo bien.

- Chao. – Y, sin más, me di la vuelta y salí de la habitación, y de la casa.

Me sentía pletórica. Había sido alucinante, no habíamos llegado a más porque no habíamos querido, pero ¡prácticamente había quedado con mi amiga Lo para follar otro día! Era una locura ¿no? Y lo peor, es que además la había dejado escapar sólo porque iba a meterme entre las piernas a mi primito Pablo...

El aire de la noche fue como un bofetón en la cara. La tormenta estaba a punto de estallar. 

Nada más salir al portal, un chico, con una pinta de gay absoluta, se me quedó mirando pasmado. Recordé mi blusa, empapada en sudor, con las tetas pegadas y el escote desbocado. Me miré. Tenía la teta que me había agarrado Lorena fuera, con el pezón tieso enganchado en el borde de la tela, tirando además hacia abajo del escote, y amenazando con liberar a la otra, que saltaba alegre a su lado. Me estaba viendo hasta el alma aquel tío... Me agarré el pecho con una mano, mirándole fijamente, y me lo guardé en la blusa, girándome rápido. Mientras sentía mis pezones ponerse aún más duros por la excitación y por el frío viento que empezó a soplar de repente, completando su erección hasta el máximo físicamente posible.

Quizás con ese viento al menos se me secaría rápido la blusa y no se me pegarían tanto los pezones a la tela, pudiendo pasar así algo desapercibida. Porque, a pesar de llevarlas bien guardadas, tenía la ropa tan desastrada que igual parecía que enseñaba todo. Nunca me había pasado algo así, estaba convencida que era de la excitación: tenía los pechos como hinchados, y no paraba de sudar… Así no podía ir a ningún lado, y menos llegar a casa de Pablo. Pero sentir la tela mojada pegada a mis pechos, frotándose sobre los pezones,  no hacía sino mantener y vigorizar su erección, y ponerme a mí cada vez más y más cachonda. Era inevitable, pero cada paso que daba hacia la casa de Pablo hacía que la imagen de su verga se fuese formando de manera más nítida en mi cabeza.

“Quiero follar, quiero follar... Voy a follar”.

…¿qué era aquello? ¿olía a mojado?...

Comencé a sentir los primeros goterones. Estaba empezando a llover. Eché a correr, enfilando lo más rápido que pude a casa de mis tíos. Me quedaban por lo menos diez minutos de caminata, y sabía que, si se ponía a llover, lo iba a hacer con furia. Igual me dio. Fue en cuestión de segundos: gotas como puños cayendo violentamente, un aire huracanado en la calle y, de súbito, un aguacero como los que sólo se ven en las películas de los monzones. Bastante antes de acercarme si quiera a la casa ya estaba empapada hasta los huesos. El pelo me caía a chorros sobre la cara. No había nada que hacer. Tenía la ropa como si me acabara de tirar vestida a una piscina.

Sentía las bragas mojadas por completo, pegadas al cuerpo; el vaquero empapado, como una segunda piel; la blusa absolutamente adherida a mi espalda y mi pecho… pero con la tela mojada haciéndose pesada, cayendo hacia abajo, resbalando por mis tetas… hasta quedar sólo enganchada por las canicas de mis pezones. Toda la parte superior de la areola asomaba claramente por el escote. Me lo tapé con las manos mientras corría, no por pudor, sino porque se me salían las tetas al correr. Así, tal cual. Los relámpagos iluminaban la calle y me devolvían el reflejo en los escaparates de mi cuerpo, que aparecía completamente desnudo de cintura para arriba si quitaba las manos. Aún cubierta por la blusa. Desde luego, había sido un error dejar el sujetador.

No había mucha gente en la calle, claro, y tampoco me preocupaba mayormente que la hubiese ni que me pudiesen ver. Eso, claro está, hasta lo habría disfrutado si la lluvia no me hubiera impedido hacerlo. Pero, ¿cómo iba a hacer para entrar así en casa de mi primo? En fin, no dejaba de ser un sistema de animarle a...

Había llegado hasta a la farmacia. La carrera y la sorpresa por la lluvia me habían hecho olvidar la prudencia de buscar cualquier otra mejor que aquélla. Pero esa noche sí que no tenía otra que comprar preservativos. Mi determinación por hacerlo con Pablo era tan total, que no tenía sentido andar luego con más pruebas, píldoras, y demás. Entré a la carrera, pues a la carrera llegué, sorprendiendo a la pobre farmacéutica que miraba caer aquella tormenta asombrada. Con pinta de que lo último que esperaba es que alguien fuese por la calle en ese momento, y menos que fuese a entrar en su farmacia de aquella manera. Y menos, que fuera yo. Se le pusieron los ojos como platos al verme entrar. Las tetas, las tenía tan grandes como antes. Y una sonrisa enorme surcó su cara de lado a lado.

- No me lo puedo creer...

- Hola - dije, algo tímida.

Hacía calor allí dentro, y yo misma hervía, pero mi ropa estaba completa y absolutamente empapada. Era guapa, guapísima. Preciosa. Creo que lo que me había llamado la atención de ella eran sus rasgos tan marcados, una nariz angulosa, delicada, una boca amplia, de labios carnosos y perfectamente delineados, casi como si sus contornos estuviesen dibujados sobre la piel, marcando ángulos y formas que le daban un aspecto a la vez duro y suave, firme y delicado. También su rostro, en general redondeado y amable, se veía matizado por los pómulos fuertemente marcados, dándole un fuerte carácter al conjunto. En definitiva, su cara tenía algo de masculino, a pesar de ser el colmo de la femineidad.  

Un rostro de mujer de verdad, de mujer a la que envidiar y, sin embargo, ese fondo como de tío, un aire varonil... No podía evitarlo, había salido cachonda de casa de Lorena y, a pesar de la tormenta, me había ido calentando aún más y más ante la inminencia de poder meterme a mi primo entre las piernas. Así que la confrontación con ese bellezón me puso al borde de mí misma. Empecé a respirar agitadamente. No pude ocultar mi nerviosismo, el súbito cambio de temperatura, y lo tenso de la situación, mi estado de ansiedad y excitación límites: estaba temblando y prácticamente jadeando, boqueando para poder meter algo de aire en mis pulmones.

-       Tranquila chica, tranquila... - me dijo, arrastrando las palabras - a ver, dime qué te pasa, anda…

Había salido detrás del mostrador, por lo que pude ver sus piernas monumentales otra vez. Se veían brillantes de sudor, como el resto de su morena piel. Vino hacia mí y, de manera inesperada, al menos para mí, se abrió un botón de la bata, que seguía siendo la única prenda que cubría su cuerpo, volviendo a la situación de su escote con la que me despedí de ella. Lo había hecho antes. Y lo volvía a hacer ahora. Las dos veces se había abierto la bata para mí. La diferencia era que ahora no había disimulado, motivo por el que yo tampoco vi la necesidad de disimular esta vez cuando me puse a mirarle las tetas y el canalillo. La muy puta...

Parece que se había quitado el sujetador. Porque antes lo llevaba, me acordaba de haberme fijado. Quise suponer que por el calor. Me dio por preguntarme si llevaba bragas. Bueno, al fin y al cabo me había pasado todo el día con una chica sin bragas,  o en bragas, así que tampoco sería tan raro que este pibón se hubiese quitado las suyas acosada por el calor insufrible de su farmacia. Aunque, eso sí, por muy caliente que me hubiera puesto mi amiguita, el cuerpo de Lo, al menos de momento, no parecía tener la carga erótica de aquella hembra, a la que imaginaba como yo, con la sexualidad a flor de piel, casi incapaz de contener los movimientos de su coño ni de retener la humedad de su vagina, frente a una Lorena cuya sequedad, al menos hasta haberla visto desmentida con mis propios ojos aquella misma tarde, siempre había dado por evidente, suponiendo que su constreñida sexualidad debía limitar su capacidad de excitación de manera casi involuntaria.

Pero aquella tía… me pregunté si el brillo de sus muslos realmente sería solo de sudor. No podía evitar pensarla haciéndose un dedo detrás del mostrador, metiéndose el índice en la boca antes de sumergirlo en sus entrañas, mientras disfrutaba discretamente de la contemplación de algún cuerpazo que pasara por la calle, al otro lado del vidrio del escaparate que separaba su local del mundo real. Pero en ese momento, en concreto, lo cierto era que yo contemplaba ávida e impúdicamente sus tetas, esas enormes berzas que, libres de la dictadura del sujetador, empujaban tratando de salir de la bata, cuyo escote, al límite de sus fuerzas, casi no era capaz de sostenerlas. Me preguntaba para qué llevaba sujetador esa chica, si sus tetas parecían dos globos perfectos, bien hinchados, insoportablemente ingrávidas y jóvenes.

Los pezones se le marcaban ahora en la tela dura de la bata, con tanta insolencia como solían los míos, aunque sabía que yo las tenía, a todas luces, mucho más pequeñas que las suyas. Dejé caer las manos a los costados, absorta, embobada. Ella sonrió, todavía más, si cabe.

- Las llevas fuera.

- ¿Qué…?

- Las tetas. Que las llevas fuera. ¿Te has dado cuenta que vas casi en top less verdad? Lo cierto es que te lo puedes permitir, tienes un cuerpazo de muerte, preciosa. Y unas tetas de infarto...

- ... - ¿por qué no era capaz de seguirla? ¿por qué no podía yo hacer referencia a sus pechos? ¡¡Pero si le daban mil vueltas a los míos!! Y me estaba lanzando aquellos piropos…

Me miré de reojo: efectivamente, el escote se me había quedado encajado bajo las pechuguis, que lucían radiantes, hinchadas y mojadas con los orgullosos pezones saludando a mi nueva musa…         

-       ¿Te quedaste muda? – mientras me decía eso, con todo el desparpajo posó sus manos sobre mis tetas y me las empujó hacia dentro para, con un hábil movimiento, esconderlas en mi blusa de nuevo – bueno, así mejor… o no, pero, por lo menos, más púdico… nunca se sabe quién puede aparecer… - me guiñó un ojo.

Sentí que me hacía pis mientras sus manos habían estado tocándome las tetas… ¡me había tocado las tetas! Así, sin más. Después de tanta historia con Lorena, a ella le habían bastado unos segundos, y ya…

-       Voy a cerrar aquí, ¿vale?... no vaya a venir algún pesado... Así que tú tranquila, y dime que te pasa. – Tras echar el candado, me cogió de la mano y me arrastró detrás del mostrador, hacia el interior de la tienda, lejos del escaparate y la visión directa de la calle.

Aunque fuera seguía el aguacero, y no había ni un alma en las aceras; era casi impensable que fuera a aparecer nadie.

- Dime ¿todo bien? ¿Qué pasó con tu prueba de embarazo? ¿No habrás tenido malas noticias?

- No, no que va, al contrario... todo sigue como esperaba... - Me miró fijamente, con una extraña profundidad. Sin relajar ni un poco su hermosísima y perturbadora sonrisa.

- Supongo que eso significa que no vas a ser mamá, todavía.

- No - sonreí - todavía no. Parece.

- Bien, le queda mucho por disfrutar a este bonito cuerpo, entonces, jiji - rió, cerrando los ojos y dejando llevar su rostro con una musical expresión de alegría.

Tenía los labios gruesos y jugosos, y los dientes delanteros deliciosamente separados.

- Sí...  – dije, sonriendo como una boba.

- Y, dime, ¿qué buscabas entonces?  

Me puse roja, súbitamente, aunque tal y como venía, corriendo, exaltada, excitada, tampoco sé si me notó demasiado. Aunque ella no dejaba tampoco de mirarme las tetas sin disimulo alguno, exactamente como yo hacía con ella, dedicándome alternativamente  miradas tiernas y profundas a mi cara.

- Bueno, pues... precisamente... de eso se trata, de no perder mucho tiempo… -  su cara se puso súbitamente seria; mis palabras habían comenzado sonando muy ambiguas, pero yo ya estaba terminando la frase que había pensado decir, sin darme cuenta de la posibilidad de jugar un poco con la situación - …para el disfrute de este cuerpo. Quería una caja de preservativos. -  Su sonrisa volvió, amplísima y fresca, de nuevo.

- ¡Eso está bien! Y yo aquí de guardia. Hay algunos que tienen suerte - ¿había oído bien? ¿Había dicho realmente algunos? ¿O sólo era mi deseo y mi imaginación? Debería haber dicho algunas, ¿no? Debería envidiarme a mí por follar,  no a quien me follara… - Dime, qué quieres, ¿caja pequeña, mediana, grande? - joder, era directa la tía. Nunca me había resultado tan fácil, divertido y relajado comprar preservativos. Era algo que normalmente me daba bastante apuro, no podía evitarlo... - ¿Algo especial? ¿Sabores?

- Bueno, sabor me gusta más bien natural, jiji… es alguien de confianza, solo por evitar, bueno… eh… Sí... eh... nor… normales… ¡no! ¡espera! Mejor dámela grande… ¡Ah! …y, si tienes, XXL... – añadí en el último momento.

A ojo Pablito podía reventar los normales. Quizás le entraran, pero calculé que, en el mejor de los casos, estaría en el límite, y seguro que le quedaba más cómodo el grande. Siendo además su primera vez… Había comprobado por experiencia que para ciertas pollas era mejor no andar racaneando, y los preservativos XXL ayudaban bastante, frente a andar luchando con uno normal. Además, hay momentos en los que los normales directamente no sirven y, si por algún azar, finalmente Carlos... bueno, me imaginaba que aquel miembro empalmado sería del todo imposible meterlo dentro de un condón normal… Ya mi amigo César me había enseñado que las pollas excepcionales necesitan condones excepcionales.

-       ¡¡XXL!! Bien… siempre que vendo uno me muero de envidia, mira que he tenido oportunidades y nunca he llegado a probar una XXL, jijiji… - se agachó, rebuscando bajo el mostrador. Me di cuenta que en el expositor de preservativos sólo tenían puestos los normales. - Mierda, no tenemos aquí... espera... - empezó a teclear algo rápidamente en el ordenador... - sí, Control, Adapta Nature, blabla... aquí, XL, hay dentro, son… 8,90 euros... Tengo que ir a buscarlos -  me dijo sonriendo.

Yo saqué mi cartera del bolso, sin decir palabra, aunque súbitamente alarmada: acababa de recordar que no había sacado dinero, y caía en la cuenta de que, casi seguro, no tenía nada suelto...

- Mierda...espera…

- ¿pasa algo? tú tranquila, que voy a por ellos y ahora te cobro...

- …no, no espera... - rebusqué en la cartera - ¡mierda!

- ¿Pero...?

- No te lo vas a creer, pero estoy sin blanca...

- ¡Jijiji! bueno, no te apures amor, que me puedes pagar con tarjeta...

- Ya pero es que... ¡mierda!, qué mala suerte, ¿sabes qué?  justo se me estropeó el  día, y tengo que ir a pedir la nueva... - valoré utilizar la de la cuenta de mi madre que me dio para emergencias, pero me resultaba excesivo comprar preservativos con cargo a mi madre, especialmente si planeaba usarlos con el hijo de su hermana... - joder... ¡qué mal!

- ¡Jajaja...! tranquila...vamos a ver, ¿qué podemos hacer? Porque tú no puedes quedarte sin… ¡no, eso nunca! …a ver, a ver... ven, acompáñame.

Y, como una exhalación, salió de detrás del mostrador, tirando de mí de nuevo hacia la trastienda.

- Vamos a hacer una cosa - me miró... yo debía tener cara de sorpresa total, supongo que hasta algo asustada.... - no pasa nada... mira, aquí están – dijo, cogiendo una cajita azul (al estirarse para hacerlo pude asomarme a su escote y verle las peras desnudas, la tripa, casi hasta abajo…) - ¡chiquilla! ¡qué parece que te falta el aire! vamos para allí si quieres... - pero yo no me moví, mientras ella volvía a poner su sonrisa XXL, como los condones – Bueno, pues aquí… esto es lo que vamos a hacer, yo te los regalo… a cambio de un juego...

- ¿Un juego? - dije incrédula. No creía mi suerte, ¿me iba a proponer así de fácil jugar a los médicos? Eso aunque su comentario de haber probado muchas pollas me había desconcertado un poco. Pero claro, también yo estaba comprando preservativos, y sin embargo estaba meridianamente claro que las dos nos poníamos, y mucho, mutuamente...

- Sí. ¿Conoces “beso, verdad o atrevimiento”?

- ¿Estás de broma? ¿Vas a sacar una botella de alcohol y nos vamos a poner a jugar a eso como si tuviésemos 15 años?

- Jijiji, no, no es para tanto... es solo, un juego. Y no, no tenemos 15 años… podemos hacer el juego más… adulto. Mira, me has caído bien, y no quiero ser yo la que te reviente la noche, me parece que tienes muy claro tu plan para hoy, y yo quiero ayudarte en lo posible. Sólo era que, jiji, bueno, llevo todo el día aquí aburrida y me espera una larga noche y… no sé, que me apetecía jugar contigo un poco… además, qué mejor que intentar aprovechar la compañía de una chica tan… guapa y simpática como tú...

- ¡Ay…! gracias... - ahí sí que me puse roja como un tomate, y ella lo notó. Eran tan maravillosamente directa, y eso, precisamente eso, era lo que yo más necesitaba después de un día de insoportables rodeos como el que llevaba.

- ¡Ea!, se ve que te gustan los piropos... Bueno, pues te puedo decir otro, y tan cierto como el anterior: eres todo un bellezón - me tomó de las manos. –De cuerpo y de cara…

- Bueno... eh... pensaba que el atrevimiento tenía que ser mío, no tuyo... - me esforcé por empezar a soltarme un poco, mientras apretaba fuerte sus suaves manos entre las mías. No pensaba dejarla escapar.

- Jiji ¿de verdad eso te parece un atrevimiento, amor?

- Bueno, algo atrevido sí que ha sonado... pero si crees que no es para tanto, no te importará que te diga que tú sí que eres guapa. Posiblemente seas lo más parecido a una modelo con lo que yo haya estado nunca… - no pude evitar soltar tremenda tontería...

- ¡Jijiji! - me di cuenta de que esa risita casi compulsiva suya me recordaba a mi amiga Nurita, que siempre se ríe así, especialmente cuando está muy cachonda o muy borracha... - bueno, atrevimiento o no atrevimiento, ahora que hemos dado este paso, y visto que nos molamos tanto y que hemos empezado a calentarnos... ¿no te parece mejor que pasemos directamente al beso?

A mí se me salía el corazón por la boca. Había logrado controlar mi respiración, pero estaba absolutamente histérica. No sabía cómo me había metido en aquello, cualquier otro día habría tenido más reflejos, para no acabar cachonda perdida en la trastienda de una farmacia con una tía aburrida y salida como el pico de una mesa. Sin darme cuenta de cómo lo había logrado, había terminado por meterme en su jueguecito ¿beso? ¿estaba de broma? Bufff… lo peor era que estaba era increíblemente buena...

Me lancé, intentando reeditar el beso con Lorena, o por lo menos el que había pretendido darle, en la comisura de los labios, rozando apenas su boca. Bueno, con Lorena me había salido mal, porque le di un pico en toda regla, que acabó siendo un morreo corto, ya que tanto ella como yo prolongamos y ampliamos el contacto más allá de todo lo accidentalmente justificable, hasta tocar incluso nuestras lenguas. Quizás lo mejor hubiese sido intentar conseguir algo así con la farmacéutica, pero opté por volver a intentar acertar en el borde... No sabía, no la conocía, estaba tan nerviosa y, en parte, intranquila por no estar ya con Pablo… se hacía inaceptablemente tarde, y mi tía acabaría volviendo a llamar en cualquier momento. Puede que no fuera tan fácil acertar, puede que con los nervios que llevaba continuamente encima fuera casi imposible. Lo cierto era que con Lorena había tenido una cierta sensación de que desvió la cara hacia dentro cuando me lancé. La farmacéutica lo hizo hacia fuera. Por lo menos fue mi sensación.

No podía ser que hubiera fallado tanto, es que ni siquiera rocé sus labios. Le acabé dando un beso en la mejilla que hasta a mí me dio vergüenza de lo absurdo que resultó. Creo que me volví a poner roja, llamándome de todo a mí misma, ¿cómo podía haber sido tan idiota? Además de perder la ocasión de probar esos labios tan apetecibles, quedaba como una imbécil... Eso sí, su mejilla era lo más duro, terso y suave que había besado en mi vida, a demás de estar su piel increíblemente fresca, lo que era más que sorprendente con el calor que hacía. Yo estaba empapada de la lluvia pero, aún así, había vuelto a sudar al mismo tiempo, nuevamente.

- Pero… ¿ha eso le llamas un beso? - me preguntó, siempre divertida...

- Bueno, era... un calentamiento...

- Vas a tener que esforzarte un poquito si de verdad quieres que tenga un calentamiento, preciosa... – “Si tú lo dices...” pensé.  

No soporto perder en competiciones, ni aguanto que me provoquen. Además, soy incapaz de controlarme, especialmente si ya he perdido el control, los nervios y la cabeza. Como si estuviese borracha, caí en los brazos de aquella desconocida, aferrándome a sus sólidas caderas y, mientras mis manos avanzaban hacia su culo, tirando de la bata con mis dedos, apreté fuertemente mis labios contra los suyos. Nuestros pechos entraron en contacto. No puedo quejarme de tetas, la verdad es que, y más para la edad que voy teniendo, todavía triunfan sin problema en su lucha contra la gravedad, además de tener un tamaño más que aceptable (ya he dicho que soy “miss tetazas” entre mis planas amigas ¿no?) Pero sentir aquellos balones hinchados, duros, en mis propios pechos...

Comprendí perfectamente lo que significaba aquello de “turgente” cuando se hablaba de tetas: eran increíbles, abultadas, hinchadas, redondas, tirantes, plenas, llenas, firmes... por no hablar de sus nalgas que, una vez subida la bata, tenía entre mis manos. En mi vida había tocado un culo más duro, ni siquiera en un tío. Suave, suavísimo, tibio y acogedor. Seguí apretándome contra ella, todo mi cuerpo, y boca contra boca. Esos labios, carnosos pero duros… notaba en mis labios sus acentuados perfiles, así como los de su angulosa nariz que se clavaba en mi mejilla. Ella se dejaba hacer, sencillamente, hasta que colaboró, abriendo al fin su boca de par en par. Aunque era mía la prueba, supuse, y ella sólo me facilitaba las cosas.

Yo no dudé, de nuevo seguí sin cortarme, entré en su boca y le comí los labios y la lengua, me esmeré como nunca, chupando y comiendo su boca y comiendo, hasta que ella acabó al fin por responderme, lamiéndonos las lenguas, comiéndonos, salivando la una en la otra de manera copiosa. Claro, yo estaba bastante pasada de rosca, llevaba 24 horas caliente, me había pasado la noche metiendo mano y toqueteando cuerpos, y mi tarde había continuado con el sexo a flor de piel así que, llegada allí, ni me di cuenta de que mis manos seguían avanzando... con el problema añadido de que ella se dejaba, sin la menor resistencia, mientras colaboraba indecentemente en el furor de nuestro beso.

No me extrañó encontrar sus bragas, sus bragas empapadas, además. Había calculado bien, esta tía estaba tan mal o peor que yo, a saber el día que llevaba, pero ese sexo había tenido poco antes más que palabras... Sabía que estaba tan zorra como yo a esas alturas, y que con aquella tía no tenía por qué andar con disimulos. Mis dedos ávidos habían bajado implacables por su raja hasta llegar a la vulva, noté en las yemas sus labios hinchados y pringosos, que seguían soltando líquidos escupidos por su vagina, “caliente, sí, caliente estabas cuando llegué, so zorra, y más caliente te has ido poniendo riéndote de mí, pero ahora vamos a jugar las dos...”

Me separé bruscamente de ella cuando noté que la tentación de penetrarla estaba siendo demasiado fuerte. Aquello era una locura, la enésima del día, aunque yo no es que hubiese recuperado mucho la cordura. Simplemente, mantenía el objetivo que me había hecho abandonar la seguridad de la cama de Lorena. Si la había dejado a ella, que era u  primer premio de un campeonato de primera, no me iba a perder ahora en una competición cualquiera. Aunque aquella tía era una auténtica diosa… Pero esa nueva tentación no podía acabar con mi determinación de acostarme con el rabo de mi primo entre las piernas.

- ¡Guaaaaaau! - soltó la perrita, con un hilo de baba cayéndole de la boca y la mirada encendida. - Esto sí que puede servir de atrevimiento, jijiji… Joder, en mi vida me habían besado así, pero es que ni un tío ni una tía... Sabía que eras así de caliente desde que te vi esta mañana, mi amor… - me gustó esa forma de explicar sus preferencias sexuales con total naturalidad, mientras me acariciaba los pezones sobre la blusa con la punta de un dedito. Carne y pescado. Empezaba a sentir gran cercanía con esta chica...

- ¿De verdad que ya no quieres que haga el atrevimiento? Porque lo de antes yo creo que no valió… - dije, poniendo carita de pena...

- ¿Estás loca? Un juego es un juego, yo jamás rompería las reglas... - Tenía una cara de putón caliente que me volvía loca... cada vez me recordaba más a Nuria, a cómo era capaz de ponerme cachonda aunque yo no quisiera, con esa capacidad sexual que siempre era capaz de manejar mi cuerpo a su antojo...

- Bien, porque estaba deseando una cosa... - Le solté otro botón de la bata. Sus pechos reventaron, sin más, saliendo por su escote a presión. Le solté uno más, para que no le quedasen aprisionados por la tela. Ahí estaban, enormes, completos. Los pezones muy oscuros, con una areloa enorme aunque plana, y el pezón completamente erecto, pero mucho menor que los míos. Estaba de locura, con aquellos enormes globos colgando fuera de la bata y la parte inferior de la misma remangada, dejando al aire la parte baja de sus nalgas, con las duras columnas de sus piernas totalmente al aire...

- Sólo mirar no es que sea un gran atrevimiento... - me provocó. Como si hiciese falta. No me iba a perder aquello ni aunque me jugase el último preservativo del mundo.

Alargué mis brazos y, a manos llenas, empecé no a masajear, sino a destrozar aquellas pelotas: estaban tan duras que no admitían contemplaciones. Los pequeños pezones eran como canicas, aplastar sus tetas equivalía a empujarla, ya que eran tan firmes que no cedían lo más mínimo... La miré, me miraba con lujuria, repasando su lengua por los labios... me incitaba a… a… a...

No me sorprendió tampoco lo más mínimo verme encerrada entre aquellas dos tetazas, hundiendo mi cara en su raja, hartándome con sus pechos, comiéndole y chupándole las tetas, succionando sus pezones como si realmente tuviese que alimentarme de ellos para no morir... por fin pude probar su sudor, que empezaba a recorrer en gruesos goterones su cuello y su pecho... parece que la niña empezaba a calentarse de veras... Aproveché para introducirme en la boca los dedos que había metido dentro de sus bragas, cosa que tenía fácil, porque mis manos seguían aferradas a sus pechos... sentí el olor y sabor de su sexo, de su flujo, tan delicioso, celestial...

- Ahhhh, ahhhh.... - ¡estaba jadeando! había conseguido que ese pibón, ese pedazo de hembra se pusiese cachonda y empezase a jadear... no... ¿y cómo podía ahora parar esto...? ¿sería posible un polvo rápido? Hacía ya tantísimo que tenía que haber llegado a casa de Pablo, y me moría de miedo de pensar en que se le ocurriese a mi tía volver a llamarme otra vez justo cuando estuviera follando con ella...

Como convocada por mi pensamiento, precisamente, de nuevo me salvó la campana. Sentí un zumbido insoportable, junto con fuertes golpes que venían de fuera. Me costó reaccionar, no tanto como a ella, que rápidamente me estaba apartando de encima suyo, intentando recolocarse la ropa... Caí en la cuenta de que estábamos en una farmacia, una farmacia abierta, teóricamente... debía ser algún cliente llamando. Ella consiguió recolocar su bata y, a duras penas, dominar sus tetas para meterlas de vuelta al escote. Eso sí, su bata quedó con dos hermosos lamparones de saliva, mía, cercando sus pezones. Sin contar que todo su pecho, por lo menos lo que dejaba ver su escote, brillaba con una mezcla de saliva y sudor.

Seguían sonando los golpes. Me aparté para dejarla pasar. Ella se limpiaba como podía mi saliva y su sudor cuando salió de la trastienda, todavía con los preservativos en la mano. Pero no tardó en volver allí:

- ¡Mierda! Encima se ha ido el muy gilipollas... - parecía enfadada. Me asomé fuera; en la otra acera se veía un tipo enfundado en un chubasquero, con gorro de lluvia y un enorme paraguas que, a pesar de todo, tenía pinta de estar absolutamente empapado por la espera inútil frente a la puerta de una farmacia cerrada.

- Tranquila... me parece que quizás haya sido lo mejor, después de todo...

- Ya. Como ponga una queja, puedo darme por jodida con el imbécil de mi jefe… Y ahora encima me vas a decir que te vas, ¿verdad?

- Bueno, como comprenderás, - le dije haciendo un mohín - lo de la caja de preservativos tenía un motivo; no iba a estar aquí hecha una sopa sólo porque me pillaba de paso... aunque a partir de ahora no te digo que no me vaya a dejar caer por aquí algún día sin motivo... ¡aunque no me pille de paso! - le dije riendo.

- Confieso que me has alegrado la noche, por no pocas razones... - le sonreí de oreja a oreja. - aunque... ¡te falta la verdad!

- ¡Eh! ¿La verdad? ¿Todavía no me vas a dar los preservativos? Con todo lo que he hecho por ti... - me di cuenta que no nos habíamos dicho ni siquiera los nombres... aunque, de momento mejor así.

- En realidad tenía pensado preguntarte si te lo montarías con una tía triste y sola, pero creo que ahora eso sería desperdiciar una pregunta ¿no?

- Oye, ¿qué te hace pensar eso? ¡que soy una chica decente! - contesté, ensayando mi carita de niña buena – y a ti… se te ve de todo menos triste – reí, guiñándole un ojo.

- Jiji... ¿hasta dónde hubieses llegado?

- ¿Es ésa es tu pregunta? ¿no crees que eso también está contestado, de verdad que tienes dudas?

- Jiji, nonono, en realidad...

- ...tienes pensada una pregunta...

- Eh... ¡sí! - rio, blandiendo ante mí la caja de preservativos.

- ¡Dámelos!

- ¡No! ¡Espera! antes... tendrás que decirme con quién pretendes gastarlos...

-  Oye...

- Bueno... sólo si quieres... aunque ten en cuenta que, como tu farmacéutica, sólo puedo aconsejarte correctamente si me das todos los datos...

- Jiji, no, es que...

- Uy, uy, por esa carita me temo que no es tan simple como decir "con mi novio"

- No, eso no... realmente no hay tal...

- Bueno, entonces no será tampoco un ligue normal... ¿tu jefe?

- Jiji, no... esos... ¡los pone él!

- ¡Jajajaja! pero qué zorrón... - me soltó un pico bastante húmedo, aunque cortito, aprovechando también para frotarse contra mi cuerpo - oye, me parece que o me respondes de una vez, te llevas esto y te largas, o voy a tener que echar el cierre por completo... me has puesto demasiado caliente...

- No me digas eso, que me tientas...

- No tienes cara de estar suficientemente tentada.

- No te creas... pero, bueno, es que motivos tengo...

- ¿Entonces? ¡me tienes en vilo!

- Mi... mi primo...

- ¿¿Quéee?? ¡jajaja! bueno, bueno, sí tiene morbo ese rollo incesto... nunca he llegado a tanto, aunque tengo un primo y una prima que están rebuenos, y ganas no me han faltado, alguna vez, confieso... me pregunto si ellos...

- Oye... ¿me das los preservativos?

- Sí, sí, vale... reconozco que te los has ganado... ¿te vas a gastar todas estas gomas con tu primo? debe gastar una buena herramienta...

- ¡Jijiji! - no pude evitar reír... me acerqué a su oreja y le susurré: - es virgen.

- ¡¡¡¡Noooooo!!!! pero... entonces, es más joven que tú claro... ¡joder! ¿qué edad tiene?

- Menos de la mitad - dije en un hilo de voz, algo avergonzada, en realidad - no te doy más datos para no comprometerte... - reí, levantando las cejas e intentando aparentar aplomo.

- ¡Pero qué p...!

- ¡Mis preservativos, por favor!

- Sí, sí... toma, aquí están... pero no puede ser, no sé qué edad tienes, pero él, con esa edad... ¡¡¡¡¿XXL?!!!!

- Un palmo largo...

- ¡No!

- Y lo que le falta... ayer fue su primera corrida... - reí, nerviosa.

- No quiero pensar en lo que eres capaz de hacer con esa boquita sonriente, preciosa... - me dio otro suave beso en los labios... bueno, será mejor que, ahora sí, te vayas cuanto antes. No puedo seguir más tiempo con la puerta cerrada, el jefe puede enterarse y eso sí que sería una cagada... Además, tú tienes cosas que hacer, importantes, ¡grandes! jajajaja.

- Sí...

- Aunque, ¿Estás segura de que vas a salir a la calle ahora? sigue diluviando...

- Bueno, pero voy aquí al lado y, total, estoy ya empapada hasta las bragas, poco más me va a afectar...

- Mhhhhhh... lo cierto es que yo también tengo las bragas mojadas, no te creas... -  reímos las dos... Me costaba irme, pero ella ya estaba quitado el cerrojo de la puerta, franqueándome el paso.

- Además, que no me vendrá mal: así se me baja un poco el calentón... - aproveché para poner en evidencia lo bien que había recibido mi cuerpo nuestro fugaz jueguecito, aprovechando que ella acababa de hacer lo mismo...

- ¿Volverás?

- Seguro... vengo mucho por aquí...

- Ya. A ver a tu primo...

- Puede que ese sea un motivo más, a partir de ahora... Pero también me puedo poner enferma en cualquier momento...

- Estaré esperando para cuidarte, preciosa...

- Chao - esta vez fui yo quien la besé a ella, un poco más largo que las dos veces anteriores. Me giré para abrir la puerta, pero antes: - ¡Ah, lo olvidaba!

- ¿Olvidar? ¿El qué?

- Me faltaba... ¡la propina! ¡jijiji! - ella arqueó las cejas en un gesto interrogativo, que se transformó en una expresión de placer divertido cuando me vio subirme la blusa. Mis dos tetas, más que evidentes desde que entré en la farmacia, quedaban ahora expuestas directamente a su vista. La verdad, al lado de las suyas quizás hasta desmerecían pero, como siempre, se defendían más que bien, erguidas, llenas, con los pezones disparados, enormes, turgentes en sí mismos...

- Joder... -dijo ella estirando la mano para tocarme la teta izquierda, y pellizcándome el pezón. - Me parece que me voy a correr varias veces esta noche acordándome de estos... Es que no se me quitan tus pezones de la cabeza desde que te los vi esta mañana... tienes unos pezones preciosos, alucinantes… - Bueno… ¡jijiji!, normalmente los tíos me dicen siempre lo de “tienes unos ojos preciosos”, esta tía era la primera persona que me soltaba una barbaridad así, ¡y me había encantado! …estoy muy orgullosa de mis pezones, todo sea dicho... - gracias por dejarme vértelas... y tocártelas… mmmmh... – Cuando la urgencia me pudo sobre la excitación, me bajé la camiseta.

- Hasta pronto entonces, farmacéutica.

- Hasta pronto, preciosa. Te debo una comida de tetas. Y, si cuando te la haga te gusta, podremos seguir probando más…

- Volveré a verte.

- Eso espero. Pásalo bien con ese primito tuyo... y piensa un poquito en mí esta noche... que yo estaré aquí pensando en ti.

Lo cierto es que, pese a lo prometedor de su sugerencia, yo casi no escuché su última frase, ya que al abrir la puerta la tromba de agua seguía atronando la calle. Y, he de decir, no volví a pensar en ella en toda la noche, dada la manera en que se desarrollarían finalmente los acontecimientos. De nuevo bajo el manto de agua, si cabe más intenso aún que antes, mi cabeza borró todo objetivo que no fuese llegar a casa de Pablo. Quería follar, por encima de todo. Mi cuerpo, todavía ardiente a pesar de los litros de agua fría que me caían encima, solo se movía llevado en volandas por el más desenfrenado deseo sexual. No tardé en alcanzar el portal, casi sin saber ni cómo ni por dónde había ido. Al llegar a la puerta y cobijarme por fin, a cubierto, en el umbral, no podía estar más empapada. Ni más caliente. Mi determinación era firme. Podía sentir la caja de condones, bañada en agua, desmontándose entre mis manos, con ese cartón deshecho por al agua, que aferraba como si me fuese la vida, cayéndose a trozos entre mis dedos...

El primer polvo sería en la entrada. No iba a ir más allá antes de desvirgarle. Y esperaba que la noche nos diese para muchos más, estaba dispuesta a acabar con aquella puta caja de preservativos. La caja grande, de preservativos XL. Con Pablo. Era absurdo seguir disimulando o alargando el tema, si los dos queríamos follar y, antes o después, lo íbamos a acabar haciendo. Sólo la posibilidad de hacerlo con Carlos en lugar de con él era lo que me había detenido el día anterior, me decía una y otra vez. Carlos era una posibilidad más real, “más posible”. Y más apropiada. Pero Pablo era una opción altamente apetecible, casi hasta más morbosa… Si Carlos no hubiera estado la noche anterior, habría sido casi impensable que no lo hubiéramos hecho ya Pablo y yo, me decía, una y otra vez. Quizás sólo para calmarme.

Llamé al telefonillo, sabiendo que, desde aquel instante, ya no habría vuelta atrás. Me abrieron sin preguntar, como correspondiendo a la misma ansia brutal que me hizo abrir la puerta de un empujón y subir corriendo las escaleras, empapada hasta los huesos en la lluvia y en mi sudor. Saltaba los escalones de dos en dos, a pesar de que los pantalones vaqueros mojados se me pegaban a los muslos y me impedían avanzar más rápido. Me preguntaba si Pablo estaría esperándome con la puerta abierta, muerto de deseo y ansia, como yo. Me preguntaba si habría hecho la locura de desvestirse para esperarme si, con suerte, estaría pensando la misma barbaridad que yo, si habría decidido dar el todo por el todo desde el primer momento, si iba yo a tener esa suerte, que nos evitaría tener que pasar por un molesto trámite previo que no significaría otra cosa que una pérdida de tiempo para el amor, porque no quería otra cosa que hacer el amor toda la noche, una y otra vez, sentir que su miembro penetraba mis entrañas y, si demostraba la mitad de ganas y de resistencia que ayer, íbamos a tener diversión para un buen rato...

¿Era posible que se lanzara hasta el punto de desnudarse, o estar en calzoncillos, al menos, para intentar calentarme, o quizás pensando que yo podía llegar caliente... Era imposible que pensara que yo llegaba tan verraca como llegaba. Valoré quitarme la blusa.  No dejaba de ser una estupidez pensar siquiera que Pablo pudiera atreverse a... ¿y si me desvestía yo y metía la pata? Pero estaba demasiado caliente, por lo que en absoluto podía pensar con un mínimo de tranquilidad, tenía que haber sido consciente de la elevada probabilidad de estar distorsionando la realidad. Pero no, por mi cabeza pasaban una y otra vez las imágenes de todo lo que habíamos hecho aquella noche, bueno, y aquella mañana.

Él me la había metido entre las piernas, desde atrás, sobándome todo el cuerpo, y luego se había masturbado, tirado en el suelo mientras yo, de pie, me corría sobre su cara eyaculando en su boca. ¿Dejaba eso lugar a alguna duda? Quizás debería haber tratado de plantearme, al menos, cómo habría pasado él el día, o si pudiera tener remordimientos o sentimiento de culpa. Como había tenido yo, durante toda la noche, como los había tenido luego, hasta el punto de hacerme huir por la mañana… bueno, mezclados también con el sentimiento provocado por el desprecio de Carlos.

Estaba frente a la puerta. Dudando. Siempre dudando. La blusa, empapada, me pesaba, el escote desbocado seguía dejando mis tetas casi al aire, ya se me veían las dos areolas y el canalillo completo, por donde chorreaba el agua que escurría de mi cabeza… En parte era peor que si no hubiera llevado nada. Respiraba agitada. Apreté la caja de condones, ya completamente deshecha, tan fuerte que se empezaron a salir los envoltorios de plástico, escurriendo entre mis dedos. Dos cayeron al suelo, así que me agaché a por ellos...