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El vuelo de las mariposas

en Erotismo y Amor

EL VUELO DE LAS MARIPOSAS

Era una noche oscura y tormentosa. Ella vagaba aturdida, asustada, pero enfadada, pensando en sus cosas. Había vuelto a discutir con su novio en el campamento y no tenía ganas de aguantarle. Había salido a dar una vuelta. Estaban en Indonesia realizando un estudio para su doctorado en Entomología por la Universidad de Buenos Aires, y preparaban una tesis sobre las distintas especies de mariposas que habitaban la selva tropical del Sudeste Asiático. El trabajo iba bien, pero el excesivo interés de Omar por su profesión sacaba de quicio a Lucía, que, aunque interesada en que su trabajo saliera bien, también quería disfrutar junto a su amado del paradisíaco lugar donde se encontraban. Pero Omar no tenía tiempo para ella. Su tiempo se iba hacia el cielo, siguiendo el vuelo de las mariposas....

Lucía llevaba andando más de una hora, los relámpagos que iluminaban la antes reinante oscuridad de vez en cuando con su fulgor, habían dado paso a una inagotable tormenta tropical. El agua no caía con mucha fuerza, pero estaba helada y era incómodo, incluso peligroso, que Lucía estuviera de noche tan alejada del campamento, y más aún con ese clima....pero a ella poco le importaba. Omar no la tenía en mente ahora, centrado en sus notas sobre los fascinantes lepidópteros asiáticos, y ella quería demostrarle que también podía, si se lo proponía, prescindir de él un rato y vivir alguna aventura divertida...

Por mucho que le pesara admitirlo, Lucía se había perdido. A juzgar por sus cálculos, había estado andando unas dos horas y media, por las pocas sendas que habían ido abriendo, a golpe de machete, durante los días anteriores, en busca de las mariposas. Eso le había permitido avanzar bastante, tanto que, a su juicio, debía encontrarse al menos a cinco kilómetros del campamento. Miró su reloj digital, y estaba parado, pero Lucía calculó que serían las cuatro de la mañana, ¡vaya hora para un paseo por la jungla!, pensó, y se sentó a los pies de un árbol cuyo tronco estaba formado por raíces enroscadas, llenas de hojas y barro. Al cabo de unos minutos, la lluvia cesó.

Durante su paseo, Lucía había estado sumergida en una idílica atmósfera sonora; el agua, los insectos, los pájaros de la noche y sus ululantes graznidos, y el intermitente sonido de los truenos acompañados de los luminosos relámpagos en el horizonte, pero, con el final de la tormenta, todo aquello desapareció. El silencio reinaba en la floresta. Un silencio que para Lucía, en cualquier otra situación, habría resultado acogedor, apacible, pero que ahora no hacía más que ahogarla, amedrentarla, como la latente amenaza para el vuelo de la mariposa que supone la tela de la araña, hilada premeditadamente por ésta última con el único fin de acabar con su vida....

En el campamento, Omar empezó a dar muestras de su agotamiento y se disponía a irse a dormir a su tienda cuando, de repente, advirtió que se había olvidado de Lucía. Pero pronto se calmó, imaginó que se habría ido a dormir, a la tienda de las chicas, porque ya hacía casi cuatro horas de su discusión y no la creía capaz de alejarse del campamento con la horrible noche que hacía.....no la conocía muy bien....

A varios kilómetros de allí, Lucía miraba a su alrededor bajo la intermitente luz de la luna, que aparecía y desaparecía entre las nubes, intentando ver alguna señal desde el campamento. Empezaba a preguntarse si había llegado demasiado lejos con su enfado, y a su miedo se unió un fuerte sentimiento de culpabilidad. Quería volver con Omar, aunque aquello supusiera tragarse su orgullo y reconocer que se había portado de una forma egoísta e infantil....pero volver ya no sería fácil.

Súbitamente, el silencio que rodeaba a Lucía se vio interrumpido por unos extraños siseos y graznidos, primero suaves, luego más fuertes. Lucía no tenía ni idea de dónde provenían, pero aquello no podría augurar nada bueno. Se levantó como un resorte y empezó a correr hacia donde ella pensaba que se encontraba el campamento, rápida, con la respiración entrecortada, sin mirar atrás.

Mientras avanzaba, notaba como los graznidos y siseos se hacían más fuertes, más numerosos, era como si estuvieran por toda la selva, pero, ¿qué clase de animales podían emitir esos ruidos?....no quería quedarse allí para descubrirlo.

Corría y corría sin parar, pero no podía librarse de esos molestos sonidos, ya no sabía hacia dónde dirigirse. No se había dado cuenta, pero en lugar de acercarse al campamento, se iba adentrando en la selva cada vez más y más, donde el ruido se hacía más estremecedor y se acababan los senderos que podría seguir para escapar de aquel infierno. Pareció atisbar un claro al fondo del enmarañado laberinto vegetal en que se encontraba. Corrió hacia él, rasgando sus ropas, su piel, su alma, sentía como su cuerpo y su vida escapaban a su control, estaba siendo poseída por el miedo, sentía ganas de gritar y apenas un hilo de voz escapó de sus labios al llegar al borde de la jungla, y no fue sino para expresar su desánimo al contemplar lo que ante ella se presentaba....

Omar no podía dormir. Se encontraba fatal. Pensaba que Lucía tenía toda la razón al enfadarse con él. Estaba obsesionado con los bichos, no tenía tiempo para nada más. A él le encantaban, pero sin duda, Lucía era más importante, ¿por qué era tan tonto y no se lo había demostrado ahora que a su alrededor tenían un paraíso en el que trabajar y disfrutar juntos de la vida? Se levantó decidido y se encaminó hacia la tienda de las chicas, iba a solucionarlo todo...

La expresión de su rostro al contemplar aquello lo decía todo. Tenía la mandíbula desencajada y los ojos desorbitados, la impotencia y el horror dominaban su rostro. Ante ella, el mar, como surgido de la nada presentaba una tremenda agitación, y aparecía invencible, imbatible....Lucía no podía huir. De frente a ella, el gran azul, y a su espalda, una selva furiosa, estridente, llena de seres desconocidos y desapacibles que emitían ruidos de otro mundo. Entre ella y el mar, la sobrecogedora altura de un acantilado rocoso que no parecía nada seguro de día, y aún menos ahora. Si fuera una mariposa, aún con su vulnerabilidad, podría volar, y podría escapar de allí, para regresar al campamento y pedirle perdón a Omar por su infantil enfado.....pero ya era demasiado tarde. Sentía que la culpa cada vez pesaba más, y el terror de no poder huir a ningún sitio hacía a su corazón salírsele del pecho en espasmos. Estaba realmente aterrada, aterrada y sola. Respiró profundamente y se desmayó, cayendo al suelo dando un golpe seco, al borde del acantilado que daba al mar. La oscuridad iba haciendo presa de ella cuando, en la lejanía, escuchó, quedamente debido al golpe, como los ruidos se iban apaciguando, apagándose, y el silencio reinaba de nuevo en la selva.

Ahora ella no estaba dentro de esa vorágine, pero, fuera de ella, en el llano al borde del acantilado, tampoco se sentía protegida, quería volver con Omar, pero al mismo tiempo temía que el joven le reprochara su comportamiento y la culpara por todo lo ocurrido durante esa noche. Y para colmo, estaban esos extraños sonidos de la selva, que tanto la asustaban. Agotada, cerró los ojos, y al fin encontró algo de paz.

 

 

Omar se quedó de piedra.....Lucía no estaba en la tienda. Inmediatamente, despertó a varios chicos de la expedición para que le acompañaran en su rescate, pero aún era noche cerrada y si se adentraban en la espesura, podrían acabar perdiéndose todos. Era mejor esperar a la mañana siguiente, le dijeron a Omar, y él aceptó, y se quedó al borde del claro donde empezaba la selva, de pie, intentando vislumbrar algo a través de la espesura...

Lucía se sobresaltó con unos chasquidos sobre unas ramas, como pisadas, se incorporó y miró hacia la espesura, y vio una mancha oscura de gran tamaño esconderse rápidamente entre los troncos de los árboles, a pocos metros de donde ella había estado descansando...Lucía no estaba sola.

Se preguntaba si ese animal, que por su tamaño debía ser más o menos como un cocodrilo, era el que emitía esos graznidos, y luego pensó que era irreal, incluso gracioso que una criatura así cantara como un ave. Tal vez los sonidos provenían de pájaros que se habían asustado al ver a este otro animal mayor....estaba a punto de averiguarlo. Inmediatamente, sintió un brutal golpe en la espalda, siendo lanzada contra los matorrales que marcaban el inicio de la selva que se extendía frente a ella. No tuvo tiempo de reponerse del golpe cuando sintió un dolor muy agudo en su desnuda pierna izquierda, que ya estaba llena de arañazos y heridas, causadas por las sanguijuelas. Ese animal le había mordido. El dolor venía acompañado de un picor insoportable, y el olor que rodeaba la mordedura era tan repugnante que acabó por desmayarse de nuevo, convencida de que le quedaba poco por hacer. Sintió sueño, y fue cerrando los ojos al tiempo que veía mariposas de colores revolotear a su alrededor, vulnerables, etéreas, distantes..... no podían ayudarle....y luego, otro mordisco, y dolor, y más dolor...nadie podía ayudarle.

A su alrededor empezaba a amanecer, pero ella se iba sumergiendo en el mundo de las sombras..

Omar se dio la vuelta para vomitar, no podía creer lo que estaba viendo. Lucía yacía en el suelo desmembrada, ensangrentada por todas partes y rodeadas sus heridas de una extraña saliva que desprendía un olor asqueroso.....era saliva de dragón.

Nadie los había advertido, ellos habían ido allí a trabajar. A trabajar y a pasarlo bien. Iban a la idílica Indonesia e iban a estudiar las mariposas, ¿alguien tenía un plan mejor? Nunca imaginaron que algo como aquello pudiera ocurrir. De hecho, nunca habían oído hablar de la existencia de dragones. Y de hecho no existían. Los dragones de Komodo son los lagartos más grandes de la Tierra y viven en los márgenes de los bosques tropicales de las islas del Sudeste Asiático a la espera de presas enfermas o desprevenidas. Y Lucía presentaba ambas características aquella noche. Omar nunca se perdonaría aquello, habían dejado Argentina por expreso deseo de él y todo había acabado mal. Él todo el tiempo obsesionado con su trabajo, discutiendo con ella, que veía aquella experiencia como algo de lo que disfrutar un poco, salir de la rutina que la Facultad les había impuesto. Se querían, pero ambos eran muy orgullosos y sensibles, aquello no podría acabar bien. La excesiva responsabilidad de Omar era lo que Lucía odiaba.

Podrían dar una vuelta por la selva, hablar, pasear cogidos de la mano por tan idílico paisaje, tomar un baño en uno de los preciosos manantiales de montaña de la isla, pero no, Omar no tenía tiempo para ella, su tiempo se iba hacia el cielo, siguiendo el vuelo de las mariposas......