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Donde dije digo, digo Diego (4 - desenlace)

en Gays

Como en un espasmo, me cogió con fuerza por las piernas, flexionadas sobre el suelo de la cabina del camión, y me echó sobre el asiento, con las piernas abiertas y el ojete dilatado por sus dedos. Me sorprendió su fuerza, y me calenté tanto que seguí pelándomela a un ritmo frenético y metiéndome los dedos en el culo para evitar que se me estrechara, preparándome. Mientras tanto, él, aún apoyado sobre el salpicadero, de espaldas al parabrisas, se sobaba la polla con más calma, y volvió la cabeza, supongo que en busca del paquete de condones.

-Quiero sentirla toda dentro de mí. Sin plástico.-le corté, mirando a la nada. Desde mi posición, su silueta baja y estilizada se veía recortada contra el parabrisas, con el próximo amanecer de fondo, y era una estampa realmente hermosa. Estaba hipnotizado por la belleza de aquella imagen pero desperté súbitamente al sentir cómo Diego me la metía sin avisar. Sin querer, pero queriendo, me agarré con fuerza a sus nalgas, clavándole las uñas como un felino asustado, aferrándome a él con todas mis energías, mientras comenzaba a bombearme el culo con una fuerza brutal. Una vez más, noté algo tibio en mi ojete, y supuse que estaba escupiéndome para hacer que su polla entrara con más suavidad. No lo estaba consiguiendo. Faltaban más de 10 centímetros por entrar todavía, pero su capullo ya horadaba mis entrañas, y me hacía gemir entrecortadamente, mecánicamente, como si estuviera asfixiándome. Aún así, no quería que aquello terminase jamás. Mientras me follaba, yo seguía arañando y pellizcando sus duras nalgas, que se movían en un ballet de músculos al ritmo de su follada, con mis gemidos de fondo, cada vez más fuertes. Sentí cómo me rodeaba el cuello con sus manos sin parar de penetrarme, y una vez más, acercaba su boca a la mía. Me mordió los labios, devolviéndome las furtivas dentelladas que me debía, y me hizo gritar. Grité tan fuerte que me morreó, follándome la boca con su lengua para hacerme callar. Aquello me calentó muchísimo, y solté sus nalgas para pajearme con las dos manos. Mi polla nunca había alcanzado aquel tamaño, y quería aprovecharlo. En cuestión de segundos me corrí sobre mi propio vientre, salpicando la tapicería del camión sin ningún reparo y gimiendo y gritando como un animal. Temí un nuevo cabreo de Diego, pero no pareció importarle, porque seguía besándome, ahora por el cuello y las tetas, y al notar el semen caliente resbalar por mi estómago comenzó a restregármelo como si fuera crema. Aquello me excitó tanto que respondí de buena gana a sus besos, haciendo que nuestras lenguas lucharan de nuevo, mientras me empalaba con fuerza en su cipote, que ya estaba completamente dentro de mí. Le acariciaba la nuca, tirándole suavemente del pelo, y notaba cómo cada vez aceleraba más y más su follada, haciéndome temblar de dolor, haciéndome temblar por la fuerza con la que se movía en aquel habitáculo relativamente estrecho. Reparé en el olor a sucio que impregnaba cada vez con más intensidad la cabina, y pensé que no estaría mal que le ayudara a limpiar aquello cuando acabáramos. De paso, podríamos repetir. Pero Diego tenía otros planes.

-Voy a correrme… ahh… uff… mmmhh… -gemía, sin parar de follarme.

-Quiero tragármelo todo.-repuse, rápidamente, para que me dejara comérsela cuanto antes. Y así lo hizo, me la sacó, dejando mi culo palpitante, perdido de mierda y aguaza, y esperó a que me acuclillara para follarme de nuevo la boca por unos instantes. Cerré los ojos para disfrutar aquellos momentos, y sentí cómo metía sus dedos sucios de mi lefa por el hueco que quedaba en la comisura de mis labios, regalándome un festin de sabores y aromas diferentes. Su polla, embadurnada de mierda y líquido preseminal, comenzó a palpitar de manera descontrolada y estalló en mi paladar, llenándome la boca de semen caliente, que se deslizaba con premura por mi esófago. No opuse resistencia, aunque casi eché mi primera papilla con aquella cantidad. Tragué todo lo que salía por su agujero, excepto una pequeña cantidad que conservé sobre mi lengua mientras aguantaba su polla dentro de mi boca y sus alaridos en mis oídos.

-Sí… sí… Dios… Pedro… ahh…-decía, entre gemidos descontrolados y alaridos totalmente salvajes. A continuación, me incorporé, y abrí la boca, ofreciéndole su contenido, que reflejaba delicadamente los primeros rayos del sol. Se me acercó, agotado, y se fundió conmigo en una nueva tanda de morreos, dejando que nuestras lenguas se abrazaran de nuevo, sin descanso.

Después, nos besamos con más mesura, susurrándonos guarradas al oído, y buscamos nuestra ropa por la cabina del camión, llena de aromas que pocas veces habrían flotado en un lugar como aquél. Salimos del camión y nos vestimos. Diego se encendió un cigarrillo más, y me lo pasó, mientras me acomodaba sobre el capó del camión para sentarme a su lado. Se lo devolví y vi cómo lo cogía y lo lanzaba lejos, para pasarme la mano izquierda por debajo del cuello y acercarme a él en un fraternal abrazo. Estábamos viendo el amanecer los dos juntos. Ni en mis sueños más fantásticos podría haberme imaginado algo así. Le besé en la mejilla, en señal de cariño y amistad, y me devolvió una mirada dulce y complacida, al mismo tiempo que me susurraba, en tono algo azorado:

-Esto no ha pasado jamás.

-Puedes estar tranquilo.-le dije: -No le diré nada a nadie. Me regaló una sonrisa de cine y me besó suavemente en los labios, murmurando:

-Será nuestro secreto.

En aquel momento, sonó mi teléfono móvil, y ambos dimos un respingo, asustados por la escandalosa melodía. Había recibido un mensaje de Jacinto.

Decía así:

"Mi hermano no ha dormido n ksa. Tu sabes algo?"

Sonriendo embobado, miré a Diego, que me observaba algo nervioso, y apagué el teléfono antes de volver a sentarme a su lado.