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Wilsilor (2: Mi hermana Lor)

en Bisexuales

WILSILOR II

Mi hermana Lor

Por Wilsi.

Hola, soy Wilsibeth, la hermana de Lor. Siempre fui una tonta, rechazada y de aquellas que siempre pasaban desapercibidas en todo. Con mi hermana Lor tuve muchos encontronazos y peleas estúpidas. Yo nunca la odié, pero más de una vez deseé su muerte para que me dejara en paz. No hacía sino humillarme delante de los demás y hacerme pasar pena.

Ya todos saben sobre la manera en que jugó conmigo para iniciarme en el mundo del sexo. Me dolió mucho que lo hiciera y más, que me hiciera caer tan bajo.

Hasta ese día en que entró a mi cuarto y comenzó con sus vainas, nunca había hecho nada así. Leí muchos libros y estudié algo sobre el tema en la escuela, pero a mis dieciséis años, ni siquiera sabía lo que era hacerse una paja y menos tirar. Honestamente, ni siquiera decía groserías.

Ayudé muchas veces a Cristo Jesús con matemáticas, pero esa tarde infausta, pasó lo peor. Se los cuento:

Luego de la escuela, él y yo nos fuimos a su casa con el propósito de estudiar. No era la primera vez que lo hacíamos. Siempre estaba su mamá allí y sabía que yo era incapaz de andar en rochelas. Pero esa tarde, precisamente yo sabía que ella no iba a estar porque estaba atendiendo un negocio.

Cuando llegamos, nos sentamos en la sala, nos quitamos los zapatos como siempre lo hacíamos y nos tumbamos sobre la alfombra con algunos cojines y tomando refrescos.

En medio de las cuentas y las ecuaciones, me puse a su lado y lo sorprendí con un beso en la boca. Primero lo hice suave y él, sorprendido, me correspondió sonriente. Seguimos besándonos tiernamente por algunos minutos y le dije que lo amaba.

Hasta allí todo estaba bien, pero los besos se hicieron más profundos, seguidos con caricias y besos en el cuello de él.

-Pensé que no sabías besar- comentó Cristo Jesús sorprendido.

-He besado muchas veces. Y sé hacer muchas cosas más- le respondí.

Acto seguido le quité la camisa, besé su pecho, bajé por su estómago bien formado y duro y me detuve en su correa.

-¡Espera, ¿qué haces?!

-Tranquilo…

Desabroché su correa, bajé el cierre y noté su bulto (él que tantas veces me imaginé con mi hermana), bajo su interior azul. En un instante ya tenía en mis manos su tripa grande, que cada vez estaba más dura. Se la pajeé como me enseñó Lor y terminé mamándoselo como toda una profesional, una puta, pues.

Pensé que Cristo Jesús estaba a gusto. Creo que lo estuvo los primeros minutos al ver mi cara entre sus piernas y su falo aparecer y desaparecer de mi boca.

-¡E-espera, Wilsi!- dijo él levantándome la cabeza con suavidad- ¿Habías hecho esto antes?

-Sí, muchas veces- le respondí y seguí mamando.

-P-pero… ¿y qué más has hecho?

-De todo mi amor.

Me puse de pie y seductoramente, como me enseñó mi hermana, me desabroché la camisa y la dejé resbalar por mis brazos; luego, dejé caer la falda hasta mis tobillos. Cristo Jesús tenía una cara de tragedia (Hoy sé que era porque no le gustaba que yo actuara así, pero yo, juraba que me la estaba comiendo).

Desabroché mi sostén y dejé al descubierto mis senos redonditos y grandes.

-¿Te gustan?- le dije acariciándomelos como una puta cualquiera.

Luego, me bajé la pantaleta y quedé totalmente desnuda. Cristo Jesús se sorprendió aún más, al ver que yo estaba perfectamente rasurada. Lor, la noche anterior, me depiló y me enseñó muchas cosas más.

-Cójeme, Cristo Jesús. Quiero que me mames la poncha, que me cojas por el culo y me pongas a mamar- le dije insinuante, pensando que se iba a encender por mis groserías.

Bueno, si se encendió, pero de rabia. Cristo Jesús se levantó y me dijo que se había equivocado conmigo, que pensaba que yo era otro tipo de mujer y me recriminó que fuese tan puta y tan perdida. Que lo que más le gustaba de mí era mi pureza y que yo no tuviese que ser una regalada para tener a un hombre.

Comprendí la verdad muy tarde, y ya Cristo Jesús me estaba obligando a vestirme y mientras me agradecía por mis favores con las materias, me dijo que lo había decepcionado mucho, que odiaba a las mujeres que decían groserías así y que no tenían nada más en la mente.

Le dije que todo era mentira, que Lor me había engañado, pero él no me creyó (y no lo culpo), es más, pensó que ella y yo, éramos tal para cual.

Lloré mucho y sentí deseos de que me tragar la tierra. Estaba dispuesta a matar a mi hermana esa tarde. Por eso tuvimos esa fea pelea en su cuarto y desde entonces no volvía a hablarle.

Cristo Jesús no me dirigió más la palabra, pero fue un caballero y nadie se enteró de nada. Yo traté de explicarle varias veces, pero él se alejaba. Caso contrario, pasaba con mi hermana, que trataba de pedirme disculpas y yo la mandaba al carajo.

Dos meses después, recibí una grata noticia. Cuando creí que todo estaba perdido, se acercó a mí, Cristo Jesús y me dijo que necesitábamos hablar. Yo aproveché la oportunidad para pedirle disculpas una vez más.

-Wilsi, cuéntame lo que pasó aquella tarde. Eso sí: si me mientes, no volveré a hablarte. De tu sinceridad depende todo. Dime la verdad.

Esta era mi oportunidad para vengarme de Lor, solo tenía que soltar la lengua y la haría pagar. Pero, ¿Eso estaba bien? Ella es mi hermana, pensé. Siempre se burló de mí y me hizo caer bajo, pero no soy como ella. No soy tan coño ‘e madre.

-Cristo Jesús, lo que pasó esa tarde, fue una equivocación. Me gustas mucho y la verdad quería ir más allá contigo, y pensé que esa era la mejor forma, porque es lo que siempre escucho.

-¿Y Lor, fue quien te convenció de hacer eso?

-No. Lor no hizo nada, fue todo culpa mía. Era y tal vez soy aún muy ingenua, así que me dejé llevar por lo que creí más correcto para la ocasión.

-¿Entonces Lor no tuvo nada que ver?

-No. Aquella tarde te mentí diciendo que ella me había engañado, pero era pa’ justificar mi propio error. Ella no es la mejor de los seres humanos, pero en el fondo es solo una pendeja.

Cristo Jesús me observó durante largos instantes y luego, sonrió.

-Eso es lo que siempre me gustó de ti: tu nobleza.

-¿Por qué lo dices?

-Lor habló conmigo y me contó todo.

-¿Todo? ¿Todo que?

-Yo no deseaba ni verla, pero me convenció de hablar.

-¿Y qué te dijo?

-Me contó que después que la insulté se molestó mucho contigo y decidió vengarse de ti, que sí yo no era para ella, tampoco lo sería para ti. Yo acababa de confesarle que tu me gustaba y eso la frustró mucho, al punto de inventar que me gustaba las tipas putas y libertinas, groseras e inmorales. Me contó que te enseñó algunas técnicas para besar y hacer el sexo. Me lo dijo con una seriedad tal, que le creí. Pero además me dijo que aún era virgen, y eso si que no se lo creí.

-Pues es verdad. Cristo Jesús. Ella solo tiene fama, pero nunca ha estado con un hombre. Lo que me enseñó, lo hizo luego de mirar varias películas en el DVD.

Cristo Jesús estaba contento de que todo fuese verdad y me pidió disculpas por no haberme entendido, pero yo le dije que estaba en su derecho de pensar so de mí. Por otra parte ya las cosas no eran igual y estaba claro que ambos nos gustábamos y que yo, también era una mujer. Aparte, él me dijo que si le gustaba las groserías y la joda, pero si venían de mujeres que valieran la pena, no de cabezas huecas.

Decidimos que era hora de dejar las tonterías y amarnos como hombre y mujer. No podíamos ir a su casa porque su mamá estaba allí. Era medio día y decidimos irnos a mi casa, después de todo mis papá no estaban y Lor…, Lor que se fuese al diablo.

Llegamos a la casa y luego de cerrar la puerta nos comimos a besos y nos acariciamos como locos.

-¡Dime que quieres hacer! ¡Dime groserías si quieres!- me decía mientras me sacaba la camisa de la falda.

-¡Quiero que me cojas…, que me mames las tetas…!- le decía yo, sintiendo como me volteaba y me acariciaba las tetas sobre la camisa y luego, me la fue desabrochando sin dejar de besarme.

En unos minutos ya mi sostén estaba cayendo en el piso, al igual que mi falda. Cristo Jesús me besó el cuello…, la nuca…, bajó por mi espalda y se me puso la piel de gallina. Sentí como iba bajando y me besó las caderas y se detuvo en mis nalgas, besándome sobre la pantaleta.

Yo estaba como en otra dimensión y no me resistía a sus manos acariciando y aruñando mis muslos y nalgas. Lo más lindo fue cuando me volteó, hizo a un lado la tela y acercó su boca a mi vulva y comenzó a darle pequeños lametones qué me iban haciendo olvidar de la vergüenza y dar pequeños gemidos de placer. Mis vellos habían crecido y disfruté de refregarme en su cara.

Allí, de pie, acariciando los cabellos de aquel hombre, me sentí feliz de ser mujer y pensé en Lor. Después de todo, sus clases me sirvieron para algo.

Estaba excitada sobremanera y le rogaba que no me dejara de mamar. Cristo Jesús lamió mi poncha de arriba a abajo y mientras tanto metía un dedo en mi culo. Gemí como nunca antes había hecho, estaba sintiendo un placer extremo y cuando llegué al orgasmo, un gran chorro de líquido salio de mi, confirmando el gran éxtasis me tenía embobada.

Cambiamos de posición y yo, me encuclillé y le bajé el pantalón. Saqué su verga y la tuve en mis manos. Era dura y pesada, palpitaba mucho y sin pensarlo más se lo mamé como mejor sabía hacerlo. Esta vez si disfruté de tener esa barra de carne entrando y saliendo de mi boca, sin prejuicios. Él se quitó la camisa y jadeaba como loco al verme en ese plan.

Por primera vez sentí como irrumpía ese chorro de leche que mi hermana siempre me contó y casi me ahogo al no poder sostenerlo en mi boca. Sin querer me lo tragué y eso le gustó a Cristo Jesús. Mi garganta tenía ese gusto insalubre de ese líquido calientito y mi estómago estaba full.

Recogimos las ropas y nos fuimos a mi cama, allí, completamente desnudos, llegó mi momento de dejar de ser lealmente virgen (y digo esto porque una mujer que se ha dejado manosear, que ha acariciado y que por lo menos haya tenido pensamientos impuros, pues, verga, santa no es). Él comenzó a besarme con su boca húmeda el cuello, el pecho, los pezones el abdomen, el ombligo… Me dijo que estaba cachondísimo y yo comencé a restregar mi culo contra mi verga.

Me acarició las tetas, las besó y mordisqueó mis pezones, los cuales estaban durísimos, parecían que reventarían. Él no pudo más y me echó encima de mí, quiso metérmelo pero batalle bastante… Era muy grande.

Se le ocurrió la idea de mamarme la poncha otra vez para que lubricara, es decir, que me salieran muchos líquidos. Al poco rato me sacudía y no paraba de bajar y subir mi cadera. Él notó ya estaba mojadita, así que ahora si me dispuso a metérmela, entró suave, muy suave… y sentí un gran placer. Pero la dicha duró solo un ratico, porque Cristo Jesús con las ganas que traía, explotó en un segundo y me llenó de leche…

-¿Ya?- le dije al sentirlo salir.

-Es que llegué a mi primer orgasmo.

-¿Y por qué se te está poniendo suave?

-Es que debo reponerme.

-¿Cómo?

-Tienes que mamarlo y…

No había terminado de hablar cuando yo ya estaba con la boca llena. Yo había aprendido muy bien gracias a mi hermana. Se lo mamé con mis labios gruesos y suavecitos y él me acompañó dirigiendo mi cabeza y apretando mis cabellos. Más de una vez aruñó mi espalda y se me enchinó la piel. Apretó mis tetas y mis nalgas y sentí que se me contaría el culo. Con el tiempo supe que era una reacción propia de querer que me metieran algo por allí.

-Vuélvemelo a meter- le dije cuando noté que lo tenía bien parado.

Me puso en cuatro patas y me embistió por la poncha. En pocos segundos ya entraba y salía deliciosamente. La sensación de sentir mis nalgas chocando contra su vientre era de pinga.

Después, no se por qué, pero le dije que me metiera un dedo en el culo. Y me sentí morir cuando lo hizo; que rico fue que me invadiera por allí y me lo metiera hasta el fondo por ambos lados. Pero comencé a sentir mucho dolor allá atrás y creí que me iba a hacer pupú o que me orinaba.

-¡Ya sácamelo!- grité.

Cristo Jesús me sacó el dedo y el pene, pero como loco, puso la cabecita en mi culo y sin que yo pusiese evitarlo me lo metió de un solo jalón. Sentí un fuerte dolor y grité tan fuerte que creo que me escuchó toda la ciudad. Cristo Jesús agarró mis caderas y comenzó a metérmelo violentamente.

-¡No! ¡Sácamelo!- clamé.

Pero según él, le gustó que yo le rogara y yo comencé a gemir y a chillar, y después de unos minutos, ya solo berreaba como una animal herido.

-¿Te lo saco?- gimoteó él.

-¡No mejor métemelo más pa’ dentro!- le dije yo, acostumbrándome al dolor.

Esto parece que a él le gustó porque empezó a cogerme con más fuerza y yo no paraba de pujar y de hacer pucheros como una niña chiquita. En esos momentos de gozo, solo pensaba en mi hermana y en que la quería mucho, a pesar de todo. Las lágrimas resbalaron por mis ojos, ayudadas por el dolor, claro, ero porque estaba mal por no hablarle a Lor.

-¡Más pa’ dentro! ¡Más pa’ dentro!- gritaba yo.

Cristo Jesús me empujó con más fuerza y sentí que me estaba reventando los intestinos y una fuerte presión se apoderó de mi culo, cuando me lo surtió de leche caliente…

Poco después nos quedamos un rato echados en la cama revuelta, él encima de mí y notó que yo estaba llorando.

-¿Te hice daño?- me preguntó.

-No. No eres tú. Es que me da vaina con mi hermana. Ella fue muy noble al decirte la verdad. Por ella tú y yo estamos aquí, por ella, aprendí parte de lo que sé, por ella he dejado de ser tan mente’ polla. ¿Y sabes qué? Ella también te quiere…

-Lo sé, pero estoy contigo.

-¿Te gusta ella?

-Como mujer sí…

-¿Y si la llamamos?

-¿A qué te refieres?

-A que venga aquí, con nosotros.

-¿Para coger?

-Sí. ¿Te gustaría?

-No sería mala idea.

-¿La llamo?

-Eso lo decides tú. Yo hago lo que tú quieras.

-La llamaré entonces.

Sin levantarme de mi cama, tomé mi bolso, saqué mi celular y marqué el número de Lor. Cristo Jesús, comenzó a jugar con mis nalgas y quizás, pensando en la posibilidad de que mi hermana fuese hasta allá, se encendió nuevamente.

-¿Lor?... Sí, soy yo… No, no pasa nada tranquila…- contesté mientras sentía como Cristo Jesús me abría las nalgas y metía poco a poco otra vez su cabecita en mi culo- ¿Puedes venir a la casa?... Te tengo una sorpresa… ¿No puedes?... ¿Por qué?... Bien, si puedes ven y hablamos, si no, tranquila… Chao…

Y corté la llamada. Para entonces Cristo Jesús ya entraba y salía de mí apretando mis nalgas contra su pene. Lor me dijo que llegaría en la noche y me decepcioné un poco, pero igual, no la iba a pasar mal.

Wilsi.

 

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