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Wilsilor (19: Mi primera vez con mujeres)

en Bisexuales

WILSILOR XIX

Mi primera vez con mujeres

Por Silfa

Recuerdo bien esa tarde en que pasamos recogiendo a Lorena y la llevamos a comer con nosotros a ese Mc Donalds. Estábamos allí, comiendo hamburguesas y cada uno pensando en lo suyo. Mi esposo hablaba como loro y trataba de entrar en el tema que queríamos y yo, solo pensaba en esa niña que estaba allí, intuyendo que queríamos algo más y que sería mi primera mujer.

Sentí pena cuando Ricardo le propuso nuestras intenciones. Me dio vergüenza por verle la cara a ella, que ahora sabía que yo era una marica lesbiana y que además, no el daba la talla a su esposo. Yo pensaba que Lorena era una niña que quizás había tenido relaciones con un hombre, pero jamás me imaginé que tenía bastante tiempo tirando con su hermana.

Lorena no aceptó y puso el grito en el cielo, pero esa noche llamó a Ricardo y le dio el sí definitivo. Ambos nos alegramos mucho y entre cogida y cogida, fantaseamos mucho acerca de lo que íbamos a hacer al siguiente día con ella.

Ricardo pasó a recogerla y yo esperé con impaciencia, tratando de contener las ganas, pero fue inútil, más de una vez terminé tumbada en el sofá o de pie, mirando por la ventana y con una mano metida bajo la pantaleta. Cuando llegaron mi corazón se aceleró mucho y quise abortar la idea, pero ya era demasiado tarde. Allí estaba Lorena, tan hermosa como siempre, vestida no precisamente para la ocasión con su uniforme de jugar fútbol.

Lo único que me mantenía tranquila era el pensar que tanto ella como yo, éramos inexpertas y esa sería nuestra primera vez. Yo no podía despegar mis ojos de su cuerpo; miraba su franela vinotinto, anudada por delante y pensaba en como serían sus senos. Me excitaba mucho ver su ombligo y el piercing, sus caderas e veían exuberantes y coño, ya estaba mojando bastante mi pantaleta.

Cuando mi esposo comenzó a besarme, lo que más gocé fue el hecho de sentirme observada por Lorena. Soy muy recatada en cierto sentido; por ejemplo, nadie nos había visto besándonos nunca, apenas una agarradita de mano y ya. En la calle, Ricardo y yo, éramos muy respetuosos, pero esa tarde, esa niña nos vio allí, metiéndonos lengua y acariciándonos deliciosamente. Me encendí aún más cuando él me sacó los senos y me los comenzó a mamar. Ricardo me fue desnudando poco a poco hasta dejarme solo en sandalias y disfruté de echarle una mirada a Lorena que estaba allí, deleitándose con la ardiente escena.

Yo me sabía bella y poseedora de una piel dócil, un abdomen plano envidiable, piernas muy largas y perfectas y una cuquita casi lampiña y lo mejor, unas tetas enormes pero bien paraditas y redondas. Me encantó estar allí, dejando que mi esposo me pajeara por la cuca y que Lorena me viera.

Sin dejar de tocarme, se acercó a ella y la besó desenfrenadamente. Fue lindo ver como le apretaba las tetas sobre la franela mientras seguía con su mano derecha en mi cuca, cada vez más hinchada. Luego, dejó de besar a Lorena y se dedicó a mamarme la cuca. No joda, como chillé y me retorcí de gusto, especialmente por saberme observada.

Gemía afanosamente, casi sin pena ya y queriendo dejar las guevonadas y darle un beso a la carajita, pero ¿y si me rechazaba?... Que tonta fui, porque Lorena estaba pensando lo mismo. Ambas esperábamos que la otra diera el primer paso.

Cuando mi esposo se levantó y me pidió que le bajara el pantalón no dudé en hacerlo y menos en mamarle las bolas, como ya era mi costumbre, solo que esta vez lo hice para que Lorena me viera y porque me excitó la idea de que alguien más me viera mamar. Yo la miraba con el rabito del ojo y sabía que tenía ganas de probar, por eso, cuando Ricardo la puso a mamar a ella, sentí un gusto exquisito. La acompañé varias veces, lamiendo las bolas o el cuerpo, según el caso y sintiendo, como ella, ganas horribles de darle un beso.

No me atreví porque el negocio era que ella estaría allí para tirar con mi esposo cuando yo me cansara, pero nadie habló de hacerlo entre nosotras, por eso temí su rechazo.

Luego, él me cogió sobre el sofá y me hizo acabar tantas veces y se movió con tanta fuerza sobre mí, que me agoté muchísimo y le pedí que me dejara en paz, que siguiera con Lorena porque para eso estaba allí. Tratando de normalizar la respiración, me quedé tumbada en el mueble viendo como Lorena mamaba hasta tragarse la leche de mi esposo.

Luego, fuimos a la habitación y abracé a Lorena por detrás, mientras mi esposo le arrancaba el short. Me encendí al sentir sus nalgas en mi pelvis (y a ella también le gustó). Hora le tocó el turno a ella de dejarse mamar y la escuché relinchar de gusto y pegarse a mí, absorta y como loca. Tomé la decisión de sacarle la franela y de quitarle el sostén. Carajo, esa niña estaba tan buena y provocativa que fui una guevona al no dejarme llevar por mis instintos y darle una buena manoseada a esa tetas grandes. Sin embargo, aproveché cada vez que ella se movía o cuando mi esposo la empuja a propósito, para sentir su culo pegar contra mi cuca. Ella gimió como loca y yo tuve varios orgasmos deliciosos.

Me encantó compartir a mi esposo y dejar que se cogiera a Lorena como lo hizo esa tarde. Me encantó estar con las piernas al aire mientras Ricardo me cogía a mí y ella, agachada detrás de él, miraba como entraba y salía el güevo de mi cuca. Yo estaba con los ojos cerrados y no sabía que pasaba, pero cuando sentí un dedo en el culo, con las uñas un poco largas, entendí que era Lorena quien lo hacía. Eso me encendió mucho y quise que siguiera, pero la coño de madre jugó tanto con mi paciencia que me vine muchas veces más.

No es que nunca me hubiesen besado el culo o la cuca, pero el hecho de que Lorena lo hiciera esa tarde, con tanta timidez, como temiendo a mi rechazo, me volvió loca y por dentro le gritaba: "¡No pares, marica, no pares!"

Creo que eso era lo que necesitaba: que mis relaciones sexuales fuesen más allá del hacerlo con un hombre o es que esa parte bisexual estaba allí latente, pero no se atrevía a despertar. Lo cierto es que esa tarde despertó y, aunque no hice nada con Lorena, me asumí bisexual y gocé de exhibirme ante ella, cogiendo o pajeándome como puta.

Al final de la tarde, la vi ponerse la pantaleta, el short y me excitó recordarla desnuda.

-¿Te gustó?- le pregunté tratando de que no se fuera sin concretar algo entre ambas.

-Mucho, ¿y a ti?- preguntó ella, poniéndose los zapatos.

-Demasiado-contesté, tomando su franela volteada y dejándola al derecho.

-Ustedes me estaban engañando, ¿verdad?- dijo ella poniéndose el sostén.

-¿Por qué lo dices?- inquirí.

-Porque ayer me dijeron que no aguantabas un round con tu esposo y hoy tiraste hasta más no decir. Creo que lo hicieron en realidad para cogerme a mí, ¿no es así?- aseguró ella dejando que yo la ayudara a ponerse la franela.

-No te voy a negar que mi esposo quería cogerte, pero la verdad hoy se hizo el milagro de que yo aguantara más. Supongo que tú fuiste la inspiración- le dije mientras le bajaba la franela y le hacía el nudo.

-¿Y tú?

-¿Yo qué?

-¿Querías cogerme también?

Ambas nos miramos fijamente y yo, sin saber que responder.

-No. Solo deseaba complacer a mi esposo. Eso es todo.

-¿Segura?

-…Segura.

Lorena terminó de arreglarse y se fue a su casa y yo, me recriminé por ser tan mojigata y entupida.

Esa noche Ricardo y yo cogimos hasta el amanecer y asumo que estaba inspirada de tanto recordar a Lorena y pensar en que la próxima vez no se me iba salvar. Me pasé mal el siguiente día en clases, viendo a las carajitas de 3 y 5 años, pensando en que si serían unas puticas de grandes y pensé en tener mis propias hijas, para enseñarlas a hacer de todo. Trabajé menos ese día, porque estuve bastante tiempo en el baño, pajeándome a la salud de Lorena.

La llamé esa noche con la excusa de saludarla y le pregunté que si le gustó eso de meterme la lengua en el culo o de lamerme la cuca. Me decepcionó que dijera que solo lo hizo por curiosidad y sencillamente, para hacerme sentir bien. Mierda, yo esperaba que me dijera que lo hizo porque yo le gustaba y ya, pero no fue así. Le pregunté que si le gustaban las mujeres y también lo negó. Yo estaba un poco arrecha por mis propias pacaterías y por sentirme en evidencia.

Hice el amor con mi esposo y luego, a eso de las diez, me dediqué a leer un rato. Fue tan excitante, sentir el golpe en la ventana y ver que allí estaba Lorena, asomada cautelosamente

Como ya saben, hablamos en ese pasillo del segundo piso y me estaba muriendo de frío porque solo estaba en pantaleta y sostén. La verdad es que me excitaba la idea de ver a esa carajita allí, sentada junto a mí, vestida con su short blanco de rayitas rojas a los lados, en el que se le marcaba perfectamente el bulto partido en dos de su cuca y la franela blanca tan ceñida que se le marcaban perfectas sus tetas.

Me di cuenta que ya no había vuelta atrás, que lo que tenía que pasar entre ambas, iba a pasar esa noche, allí, en ese pasillo, por eso, cuando ella se echó sobre mí y me dio un fuerte abrazo y un beso, no me negué.

Me quedé turulata y no reaccioné por algún tiempo en el que solo me dejé besar por ella. En poco tiempo, sus manos me habían bajado las trabillas y después el sostén para dedicarse a mamar por primera vez mis poderosas razones.

-Vamos adentro que está haciendo mucho frío aquí afuera- le rogué luego de que me diera gusto en mis tetas por largos minutos.

Entramos al cuarto en penumbras y nos echamos a la cama para besarnos y acariciarnos plácidamente. Mi esposo despertó y nos vio allí, amándonos en su cama. Eso lo encendió tanto, que su miembro se puso en alerta y se irguió de placer.

-¡Oye: ¿qué haces aquí, a esta hora, mi niña?!- exclamó Ricardo encendiendo la luz.

-No podía dormir, ¿le molesta qué haga esto con su esposa?- dije Lorena, besando y acariciando mis tetas.

-No, para nada. Ella me compartió ayer. Yo la comparto a ella hoy.

Y sí fue. Coño, como gocé esa noche, dejándome besar y acariciar por esa niña, supuestamente tan primeriza como yo, y a la que le agradecí es rica mamada en mis tetas o en mi cuca henchida de mis jugos que no tardó en devorar. Fue una delicia la primera cogida de mi esposo por detrás y los besos de Lorena.

-¡M-mámamela tú, Silfa!- me grité prácticamente, arrastrándome hacia su entrepierna.

Sin dejar de cogerme, Ricardo me puso en cuatro patas y me hundió la cabeza en la cuca de la chiquilla. Era la primera vez que yo mamaba, pero estaba tan embobada por la cogida que no me negué en ningún instante a chupar y a sorber esas carnes hasta empalagarme de gusto.

Como gocé aquella noche en la que ya no tenía dudas acerca de mi bisexualidad y en la que comprendí que soy amante de los nuevos y de un hombre bien rudo, pero también de unas curvas bien delineadas, de un ombligo seductor, de unas caderas anchas y de una cinturita plana, que amo las montañas parditas de una mujer y su monte de Venus, podado o con monte, es igual…

Me encantó estar en ese mueble, casi de cabeza, con Lorena sobre mí dejándose mamar mientras Ricardo me cogía por delante. Yo sentía como me metía su verga y la sacaba para que Lorena la chupara. Apenas podía ver las nalgas de Lorena y su cuca en primer plano. Metía mi lengua allí y me devoraba sus jugos mientras mi nariz tocaba su culo y sentía su olor. Acariciaba sus nalgas, sus caderas, su espalda y veía su tatuaje…

Apenas, si veía su cabeza a lo lejos bajar y subir de entre mis piernas abiertas al aire y la cara de mi esposo gozando una bola al cogerme y al sentirse como Lorena me mamaba la cuca y se lo mamaba a él también. Mierda, yo estaba tan cachonda, que aún cuando me acabó en la cuca y Lorena me la siguió mamando, mi culo ya estaba abiertísimo para recibir a su amante casi por completo y sin dolor.

Bien entrada la madrugada, ambas nos sentamos en la cama y Ricardo se puso de pie ante nosotras y nos puso a mamar. Después de algunas chupadas y de una buena pajeada, explotó y la leche comenzó a caer en mi lengua. Lorena se conformó con relamer un poco del excedente del cuerpo de la varga o de mis labios.

Amaneciendo ya, yacíamos los tres, desnuditos sobre la cama revuelta. Mi esposo estaba en medio de ambas, dormido ya. Lorena y yo, a media luz, nos mirábamos fijamente y nos decíamos tantas cosas sin hablar. Definitivamente, esa carajita me gustaba y desde entonces, ya no sería más pajuata y me dedicaría a hacer lo que mi cuerpo me pidiera. Claro, tampoco es que me iba volver una puta promiscua. Mi esposo y Lorena serían suficientes para entonces.

Nos reímos pícaramente, pensando en nosotras y en ese hombre, con tamaña cosa, erguida como si no sufriera cansancio. Lorena me dijo que debía irse ya antes de que amaneciera, así que nos dimos un beso delicioso sobre la cara de mi esposo y la dejé vestirse.

-Oye: debes poner a dormir a ese animal- bromeó ella señalándole el pene.

-Lo haré- contesté.

Nos despedimos con otro beso y la vi salir por la ventana. Yo, bajé mi cabeza y me dediqué a mamar como tanto me gustaba. Me hubiese gustado que ella se quedara y darnos ese gusto juntas (ella pensó lo mismo), pero sería mejor irse a su casa antes de que sus padres se enteraran de que no estaba allí.

Mamé por un buen rato hasta que recibí mi premio calientito en mi boca y me lo tragué con gusto mientras todo mi cuerpo se erizaba al recordar a mi amantísima menor de edad, mi primera mujer.

Días después mi esposo llegó a casa a eso de las 5:30 de la tarde y aparcó el carro en el estacionamiento. Enseguida lo vi salir y vi algo que me dio un poco de rabia o algo así. Ricardo, se bajé el cierre del pantalón, se sacó su pene y comenzó a orinar en las ruedas del auto. Él cumplía con ese rito cada vez que tenía sexo conmigo en el carro. Yo estaba en casa, lo que significaba que lo hizo con alguien más.

-¿Con quien estuviste, amor?- pregunté con una mezcla de curiosidad y de celos.

-Encontré a Lorena por el camino y a su hermana y les di la cola- respondió él, arreglándose el pantalón.

-¿Tuviste sexo con ellas?

-No exactamente, pero pasó algo…

-¿qué?

-Oye: ¿Estás celosa?

-No. No es eso, pero como no estuve contigo allí…

-Te lo voy a contar todo, amor. Pero antes, ¿por qué no me ayudas bajara la hinchazón?

-¿Hinchazón? ¿Qué hinchazón?

-Esta…

Y me señaló el bulto en su pantalón. Sonreí un poco y recordé que él siempre era sincero conmigo y que todo lo compartíamos. No debía tener celos ni arrecharme por nada. Ricardo me amaba y eso era lo más importante.

Fue, se dio una ducha y luego salió completamente desnudo y con su miembro erguido. Eso me excitó mucho porque sabía que estaba excitado. Yo tenía puesta una camiseta blanca y una tanga azul marino de cuadritos blancos. Se sentó a mi lado en la cama y nos besamos amorosamente.

-¿Entonces?- preguntó.

-¿Entonces qué?- pregunté yo.

-¿Me bajarás la hinchazón?

Sonreí y me eché sobre sus muslos. Enseguida estaba dejando que mis labios bajaran y subieran por ese monumento que tanto me gustaba devorar. Ricardo jadeaba y me acariciaba los cabellos y dirigía mi cabeza de vez en cuando. Entonces, entre gemido y gemido, comenzó a contarme.

-Hoy le di la cola a Lorena y a su hermana Wilsibeth. Ambas niñas son muy lindas y están tan buenas… Bueno, yo solo quise ser caballero y traerlas hasta aquí. Lorena y yo hablábamos muchas tonterías y por lo menos yo, la recordaba sin ropas como la habíamos tenido todos estos días aquí en casa…

Yo seguía mamando mientras escuchaba a mi esposo hablar de lo mucho que deseaba bajarse los pantalones en aquella maldita cola y cogerse a las dos hermanas. Ya se había cogido a Lorena, pero allí estaba Wilsibeth, vestida con un pantalón blanco a las caderas del tipo pescador, zapatos y camiseta de color rojo.

-Me excitaba ver a Wilsibeth sentada entre nosotros- continuó Ricardo- y a su hermana acariciándole las piernas. La tranca era infernal y yo fantaseaba acerca de si ellas se habían acostado antes. Lorena nos dijo que tú fuiste su primera mujer y que su hermana no tenía esas inclinaciones. Entonces fue cuando ella me dijo que quería pagarme el favor de traerlas hasta la casa.

-Y te la cogiste en plena cola- dije yo lamiendo sus bolas.

-Me hubiese gustado, pero no. Lorena se echó sobre las piernas de su hermana y puso sus manos mi entrepierna, me desabrochó la correa, el botón del pantalón, bajó el cierre y me sacó el pene, que ya estaba reventando. Le eché una mirada a Wilsibeth y coño, la carajita estaba asombrada al ver mi verga. No se si alguna vez había visto uno, pero este le impresionó bastante.

El tráfico estaba casi detenido y aprovechando que los vidrios son ahumados, Lorena comenzó a mamarme el güevo como ya era su costumbre. Estaba allí, echada sobre las piernas de su hermana y se le veía rica la falda que se le bajaba un poco para dejar ver también su pantaletica azul. Me encantó sentir su boquita tratando de tragarse gran parte de mi verga y te recordé a ti durante nuestros primeros días en aquellos bus, ¿recuerdas?

-¿Y como olvidarlo si esos fueron nuestros mejores momentos?- contesté sin dejar de lamer- claro, porque nos estábamos descubriendo.

-Yo, apenas podía pisar el acelerador y el reno para rodar unos metros y sentía unas ganas enormes de subirle la falda a Lorena y sentarla sobre mis piernas. Sentía ganas de que la misma Wilsibeth se agachara sobre mí y me lo mamara también. Lorena me bajó el pantalón hasta las rodillas y siguió mamando y pajeándome afanosamente, chupándome los huevos, halándome el cuerito con mucha confianza. Claro, me lo había hecho muchas veces ya. Caramba, deseaba cogérmela, pero solo me conformaba con acariciarle los cabellos, los brazos y más de una vez le halé la camisa, dejándole la espalda desnuda. Lorena se veía exquisita, especialmente cuando le acaricié sus caderas y su culo sobre la falda.

Mi esposo seguía contándome todo con lujo de detalles y yo, no pude evitar, dejar que una mano se metiera bajo la pantaleta y comencé a pajearme. Estaba tan cachonda ya, que envidié el momento y deseé que las dos hermanitas estuviesen allí con nosotros.

-Cuando eyaculé en la boca de Lorena sentí un escalofrío terriblemente delicioso y la tomé por los cabellos, pajeándome con su cabeza y sus labios, bien pegados a mi verga. Mierda, ojala hubiese acabado en su culo. Yo deseaba que su hermana se agachara ahora y me pagara el favor también, pero la cola comenzó a disiparse y tuvimos que seguir. Luego vendría lo mejor. Resulta que Lorena empezó a jugar con su hermana y a pedirle que le diese un beso.

-¿Y se lo dio?

-Se negó por un buen rato y yo, rogaba que se dieran el fulano beso para darme gusto. Wilsibeth se negó hasta que pudo, pero Lorena la envolvió tanto que comenzaron a besarse y a meterse mano.

-¿Entonces a Wilsibeth también le gustan las chicas?

-No lo sé; supuestamente era su primera vez, pero debiste ver lo bien que lo hacían y cada vez, con mayor confianza. Lástima que ya estábamos en la autopista y sin poder detenernos, porque si no, le hubiese bajado el calzón a la carajita y me la hubiese cogido por el culo. Me deleité al ver a las dos hermanitas besándose y estrujándose las tetas y las entrepiernas como un par de lesbianas normales. Hace rato cuando llegamos allá afuera, les pregunté que si lo habían hecho antes y lo negaron…

-¿Y tu crees que si lo han hecho?

-Me parece que sí, pero igual, puede ser que Wilsibeth solo se dejó embaucar por el momento. Además, sabes como es Lorena de convincente. Pero hay más: antes de salir del auto, Lorena le dijo a Wilsi que "me agradeciera"…

-¡¿Y lo hizo?!

-Al principio estaba reacia y yo le dije que si no quería no lo hiciera ¿y sabes que me contestó?

-¿Qué?

-"¿Y quien dijo que no quiero?" Esa era una respuesta clara y precisa, así que todos sonreímos. Ella, resuelta, se inclinó sobre mí y me sacó la verga, tan dura como siempre. Lo hizo sin tanta mariquera y sin perder tiempo porque ya estábamos allá afuera y solo teníamos algunos minutos antes de que la gente comenzara a hablar tonterías. Fue tan excitante sentir sus labios por primera vez apretar mi verga, sentir su lengua, sus dientes y mamaba con tanta facilidad que sospeché no era su primera vez.

-Es decir, ¿qué ya ha mamado antes?

-Supuestamente no, pero no me importó porque la verdad, estaba sintiendo que me desmayaba y que era tan excitante sentir esa cabecita bajo el volante, esos cabellos negros y sus deditos tocando mis bolas, bajeándome y halando las telas para sacar más mi miembro. Me lamió los huevos y sentí la humedad de su saliva en todo mi pene. Me excitaba ver a su hermana darle palmadas en el culo. Wilsibeth estaba en cuatro patas y yo deseaba cogérmela. Se veía apetitosa con ese pantalón blanco que se la bajaba un poco, y dejaba ver su pantaleta. Cuando llegó el momento, ella apretó más sus labios, me bajeó más rápido con las dos manos y dejé que toda mi leche cayera en su boca y se la tragó sin hacer ningún gesto de asco. Creo que si ha mamado antes, pero no dije nada porque "a caballo regalado, no se le buscan colmillos", y esa mamada fue un regalo del cielo que no me esperaba.

-Entonces por eso era que estabas meando los cauchos del carro, para liberar las energías acumuladas.

-Sí.

Seguí mamando y metiéndome mano a mi misma y sentí que mi esposo se estaba estremeciendo más y más. Enseguida lo escuché roncar muy decirme que se venía y entonces, recibí toda su leche calientita en mi boca y me apresuré a tragarla. Esa tarde dos niñas lo ordeñaron en su carro. Una de ellas era mi amante y yo le permitía todo, pero la otra, apenas era una conocida. Finalmente, yo me estaba tomando la leche que por derecho me correspondía y pensaba, al saborearme los labios, que sería buena idea meter también a Wilsi a nuestra cama.

-Aún es temprano- dije- ¿por qué no las invitamos a venir con cualquier excusa y nos las tiramos?

A Ricardo le excitó la idea, especialmente por saber que ya yo no tenía peos de acostarme con mujeres y que estaba pistoneando por la hermana menor de mi amante Lorena. Sin embargo, entre besos y besos, caricias y caricias, terminé boca arriba y con las piernas abiertas, mientras mi hombre me daba una rica mamada, sin quitarme la tanga. Gemí y me contorsioné como loca y era tanto el gusto, que ni por el carajo, dejé que se despegara de mí por lo menos por una hora.

Tiempo después, Ricardo me acostó boca abajo, me hizo a un lado la manga de la tanga y me metió su verga entre las nalgas. Enseguida estaba cogiéndome por detrás y yo sentía entrar gran parte de su vaina por mi culo, meterse por mi recto hasta los intestinos y sentí que me estaba abriendo cada vez más a la posibilidad de metérmelo todo.

Estaba tan embobada y enloquecida, pensando en las dos carajitas y de lo rico que sería tenerlas allí en nuestra cama, que me dejé coger sin pendejadas y creo que mi culo se abrió tanto, que sentí que me reventaba por dentro y que la verga me estaba entrando más de lo acostumbrado. Un temblor se apoderó de mi cuerpo y sentí que estaba dispuesta a morirme de gusto, la verga entraba más y más… y más y… ¡mierda!, ¡por primera vez en mi puta vida sentí los testículos de mi esposo chocar contra mis nalgas! Coño, tenía los 28 cms completitos en mi culo y me estaba gustando. Sentí que me cagaba, que me iba a reventar, pero nada me haría echar a perder ese momento.

Ricardo me abría más las nalgas y gozaba de meterme toda su verga por detrás y ambos cantábamos de placer. Él roncaba con su voz grave y yo, con mi voz de mujer musitaba de gusto. Cielos, me acabó deliciosamente y sentí ahora sí me cagaría, pero no fue así y, aprovechando la lubricación, me siguió cogiendo por una hora más.

Eran ya las nueve de la noche y mi culo, estaba rasguñado y empapado de leche al igual que mi pantaleta. Que puta cogida fue aquella y la mejor que he tenido. La verdad, no había tiempo ni siquiera de llamar a las hermanas WILSILOR, además, ya era tarde para ellas, por lo menos legalmente.

Ricardo me acabó por cuarta vez aquella noche en el culo y poco a poco, fue bajando el ritmo, acostado sobre mí. Yo sentía su peso y eso me gustaba. Sentía como se iba moviendo suavecito, cada vez más lento… y era rico sentir las pulsaciones de su pene atestado por completo en mis entrañas y goteando su leche todavía.

Mis fuerzas habían llegado a su límite y por eso, creo que me fui quedando dormida lentamente. Desperté a eso de las once y todavía estábamos en la misma posición y con el güevo dentro. Ricardo estaba dormido y yo, empecé a moverme suavecito bajo él, con dificultad por su peso, pero me moví… me moví… y comencé a acelerar los movimientos hasta que se despertó.

Ricardo me abrazó con fuerza y siguió con la faena. Con nuevos bríos me regaló otra cogida sin igual y yo reafirmé que soy una mujer que disfruta de coger con un hombre y con otras chicas; por lo menos, la experiencia con Lorena me fascinó y ahora fantaseaba con su hermana.

-¿Quiero que nos cojas a las tres, mi amor?- gemí sintiendo la verga casi en mi estómago.

-Mañana lo haremos. Buscaré la forma- masculló mi esposo.

Yo sabía que él iba a arreglar todo. Yo solo debía esperar la hora. Lorena aceptaría gustosa, pero Wilsi ¿también? Ya saben la respuesta.

Silfa.

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