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Wilsilor (14: Sexo con largas piernas de metal)

en Bisexuales

WILSILOR XIV

Sexo con largas piernas de metal

Por Lor

Estaba realmente contenta por haberme reconciliado con mi hermana y porque ahora ambas estábamos expandiendo nuestras relaciones amorosas. Nunca creí que ella y yo llegaríamos a ser tan buenas amigas y amantes, y menos el tener una relación tan placentera como la que ahora teníamos con nuestros vecinos.

Siempre escuché que hay personas que les gusta hacer el amor en la playa, bajo el agua, en un avión, en el tren…, y creí que lo más atrevido que haríamos sería lo del carro, cuando Silfa, su esposo Wilsi y yo, nos cogimos en aquel mirador la otra tarde, ¿recuerdan?; pero coño, estábamos por vivir una gran experiencia fetichista.

El profe trabajaba dando Estética en un liceo y Silfa en preescolar. Ellos tenían un grupo de artes y se especializaban en títeres. Tenían una sede alquilada donde daban clases a un grupo de chamos y nos invitaron a entrar.

Wilsi era más dada para las artes que yo, pero no me pareció mal la idea de aprender. Sin embargo, no estaba muy convencida.

Una tarde de carnaval salieron las comparsas de las escuelas y fui con mi hermana a ver, pues, el profesor iba a participar. Me fascinó ver a los zanqueros montados en esos palos inmensos y vestidos tan coloridos. Eran apenas unos niños, pero medían por lo menos tres metros. Me asombró también, ver al mismísimo profesor manejando un muñeco gigante. Él iba detrás con varillas por todos lados y con cada movimiento también se movía el muñeco. Que bien se veía ese monigote de cuatro metros caminando como si fuese una persona de verdad.

Después de ver el espectáculo, me animé a participar con ellos en el teatro. Así que Wilsi y yo fuimos a las clases y estaban ensayando con los zancos. Me daba miedo pensar en estar montada allí y me negué rotundamente, pero me sentí tonta, cuando vi a los chamitos caminando sin ninguna dificultad y, a mi propia hermana dando sus primeros pasos y en menos de media hora, ya caminaba por todo el salón.

Me animé a subirme también y no se me hizo difícil mantener el equilibrio. En una hora de estar allí, Wilsi y yo éramos todas unas expertas.

Ese día fue genial. Vimos muchos muñecos (de varilla, guiñol, de boca movible, de todo) y me fascinaron todos los artificios y formas de moverlos.

Wilsi y yo cada tarde antes de que llegaran nuestros padres o por las noches, durmiendo juntas como dos hermanitas que se querían mucho (lo que es verdad), nos entregábamos una a la otra y fundíamos nuestros cuerpos, nuestras salivas, nuestros olores, en uno solo.

Yo había tenido cinco encuentros ya con los profes, de los cuales, tres fueron en su casa y por lo menos en una cama; los otros dos, fueron en el carro. Wilsi participó en esos dos también, así que nunca había estado con ellos en una cama de verdad. Ella de verdad, parecía que seguiría en ese plan de tirar con ellos, de maneras poco comunes.

La comparsa fue el viernes antes de carnaval (dos días después de nuestro encuentro en el carro), Wilsi y yo tomamos las clases el sábado y el domingo, fuimos invitadas a una clase especial.

-¿Han hecho el amor en las tablas?- les pregunté a los profes, mientras conversábamos los cuatro sentados en el centro del escenario.

-Varias veces. Como artistas, es algo especial.

-¿Y con sus alumnos?

-Con ninguno. Solo nos hemos atrevido a estar con ustedes, pero nunca con alumnos.

-¿Por lo de la ética?

-No sé si sea por eso, pero la verdad, ustedes son las primeras carajitas con las que hacemos esto, y no son precisamente alumnas.

-Lo somos- intervino Wilsi- hemos aprendido mucho de ustedes.

-Y… ¿harán el amor con nosotras aquí? ¿Para eso nos llamaron, verdad?

-No es mala idea, pero que tal si practicamos un rato.

-¿Practicar? ¿Qué?- inquirí sin entender.

El profesor se levantó y fue hasta el depósito y se apareció con dos pares de zancos. Me parecía ridículo ponernos a practicar en ese momento. Pero yo estaba equivocada. El profe se quitó la ropa y se puso los zancos. Wilsi y yo estábamos muy desconcertadas y no entendíamos por qué hacía eso. Sin embargo, se veía lindo con los zancos puestos y caminado desnudito por todo el entablado.

Sus piernas con zancos y todo, medían dos metros y pico y, ni a balazos, le podríamos practicar sexo oral. Su pene estaba erguido ya y luego, nos invitó a todas a hacer lo mismo. La primera en tomar la iniciativa fue Silfa. En un minuto ya estaba dando zancadas también en pelotas y a la altura de su esposo.

Wilsi y yo, ya sabíamos caminar, pero no teníamos suficiente experiencia, sin embargo, nos bajamos los calzones y nos sacamos las franelas y buscamos nuestro respectivo par de zancos. Ya arriba, caminamos por todas direcciones (debido a que aún no manteníamos el equilibrio si no nos movíamos).

Ahora, ¿Cuál era el fin de subirnos allí, desnudos? ¿Pasar un rato morboso? No, para nada. Lo que venía era rumba pareja.

Los profes, se quedaron en el centro del escenario, abrazados y besándose en perfecto equilibrio. Wilsi y yo zanqueábamos cerquita a ellos y los veíamos tocarse las nalgas, pajearse y latearse de lo lindo.

Mi hermana y yo nos dimos unos cuantos besos improvisados y algunas caricias torpes, pero temíamos caernos. El profe se agarró de la parrilla del techo y se sentó sobre una saliente de la pared. Así, las tres mujeres nos acercamos y a más de tres metros de altura, le mamamos el güevo. Turnándonos, dos se lo mamaban y la otra se dedicaba a besar al profe o a dejar que él le mamara las tetas. Así pasamos por lo menos media hora, sintiendo vértigo y un placer lleno de mareos.

Silfa se agarró de la parrilla y se sostuvo con fuerza. Entonces, su esposo le abrió las nalgas y le dio una cogida por detrás que nos asustó porque pensábamos que se iba a soltar y a darse una buena caída. Al rato, Silfa pareció comenzó a gritar desaforadamente "¡Ya, ya, ya!" y su esposo le sacó todo su orgullo. Yo la tomé por los brazos y nos dimos un beso muy apasionado. Creo que el problema de Silfa no es que no aguante, sino que en verdad el miembro del profe es muy grande y él es muy salvaje al hacer el amor.

Enseguida vi que mi hermana había tomado el lugar de Silfa y se dejaba coger por el profesor. Me dio miedo que se soltara de allí y se fuera de bruces contra el suelo, pero sé que él no la iba a dejar caer. Me dediqué a besar y a mamarle las tetas a Silfa y ella a hacerme lo mismo a mí.

Antes Silfa y el profe tenían problemas porque él quedaba siempre insatisfecho con su mujer. Supuestamente, ella no le aguantaba un round, pero verga, yo la entiendo, porque ese portento de hombre mataría de gusto a cualquiera.

Antes, después de tirar, tenía que esperar a que su mujer se recuperara; ahora, tenía de donde agarrar. Se tiraba a su esposa y a dos chicas más y siempre estaba como si nada. Por el otro lado, Silfa, ya no se echaba a dormir o a descansar, sino que cualquiera de nosotras le daba reanimación y la ponía a valer otra vez. Creo que la experiencia en grupo la excitaba mucho. ¿Y a quien no?

Media hora más tarde, el profe ya le había dado bastante por detrás a mi hermana y ahora, le daba por delante sin dejar de abrazarla. ¡Dios, si nuestros padres supieran en que andábamos sus dos hijitas, supuestamente vírgenes aún y sin novio ni nada! No se imaginaban siquiera que sus dos nenas estaban ya cansadas de coger con un hombre ya hecho y derecho y con su propia esposa y que tanto Wilsi como yo, allí mismo en la casa, durante las tardes o por las noches mientras ellos dormían, gozábamos una bola.

Me tocó el turno a mí y coño, como la pasé de bien, sintiendo como entraba y salía de mi culo gran parte de la verga y me excitaba sentir sus manos fuertes apretando mis caderas, abrazándome o estrujándome las tetas. La verdad es que estuve a punto de soltarme y dejarme caer. Desde allá arriba, se veía el piso tan lejos y todo me daba vueltas, pero de placer.

Cuando me dio por delante fue tan rico y exploté de placer al ver a mi hermana metiéndose mano con Silfa. Eso si que era una orgía en las alturas y con piernas largas de metal. Gocé infinitamente, especialmente porque lo hacíamos en ese lugar tan sagrado para los artistas, el escenario. ¿Y así a quien no le provocaba ser artista?

El profesor le acabó a su esposa minutos antes y ahora estaba a punto de reventar otra vez. Silfa me sostuvo por detrás y yo, apoyando mis nalgas en su pelvis me incliné hacia delante mientras ella me sostenía por la cintura. Así pude darle una rica mamada a nuestro hombre y cuando, eyaculó, sentí que me iba a impulsar hacia atrás o que me iba a traspasar la garganta con sus sablazos salvajes.

Nos lanzamos al piso, cayendo de rodillas y allí, sin quitarnos los zancos, seguimos con la fiesta. El profe, se cogía a mi hermana por detrás, yo le mamaba la cuca a ella y Silfa a mí. El profe se fue rotando en cada una de nosotras, dándonos nuestra parte, y ya, a eso de las cinco de la tarde, todas estábamos exhaustas y largadas sobre el tablado, y él, aún seguía sobre nosotras dándonos besitos, chupándonos los senos o lamiéndonos allá abajo.

-¡Yaa…aah!- gemía mi hermana, pero él se acostó sobre ella y se la cogió por delante. Luego, me levantó las nalgas y volvió a darme por detrás. Su esposa estaba extenuada, como dormida, pero no pudo evitar que él le abriera la boca y le depositara allí toda su leche reprimida.

Uff, que tarde aquella en la que no nos quitamos los zancos ni una vez (porque esa era la variante que estábamos usando como fantasía y vaya que nos produjo mucho placer) y en la que me enamoré profundamente del teatro.

Coño, yo no he tenido sexo en aviones ni en barcos, o trenes, pero hacerlo así, en zancos, me pareció tan excitante. No sé cuantos lo hayan hecho de esta manera, pero la verdad, es que es una sensación única.

Lor

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