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Wilsilor (24: Mis recuerdos-Parte II-)

en Bisexuales

WILSILOR XXIV

Mis recuerdos

(II Parte)

Por Marité

Cuando estuve con María Joaquina a eso de los once años y chupándoselo a su hermano José, yo siempre andaba muy caliente y con ganas de tener algo en la boca. Siempre jugaba con cambures y plátanos y fantaseaba, en mi cuarto que eran penes. O mismo me pasaba cuando me chupaba un helado. Para esa edad yo era bastante excitable.

Estuve así hasta eso de los quince y, una tarde (cuando ya se lo había hecho al profesor Aníbal), en la que no había nadie en casa, excepto mi hermano Alexis y yo, pasó algo maravilloso:

Yo estaba estudiando porque lejos de ser una rochelera sin cabeza, soy muy aplicada en mis estudios y voy siempre muy bien, salvo aquel incidente en matemáticas (no tengo que ser buena en todas las materias, supongo). Sonó el teléfono de la sala y respondí. Era un amiguito de mi hermano que le pedía que por favor le llevara unos apuntes al día siguiente. Quedé en darle el recado y subí hasta el cuarto de Alexis para decírselo.

Como nos teníamos confianza, abrí la puerta de golpe y vaya sorpresa la que me llevé. El muy vicioso estaba allí con una mano entre sus piernas y mirando unas revistas.

Se asustó mucho cuando me vio y trató vanamente, de ocultar las revistas y su piripichito parado.

-¡Ajá, con que andas en esa vainas!- dije-. Si mamá y papá se enteraran.

-¡No, no, hermanita, no se lo digas a nadie!- gimoteó él- Haré lo que quieras.

Yo jugué con él un rato más diciéndole que no debía andar en eso y, después de hacerlo sufrir un rato, le dije:

-Está bien. No se lo contaré a nadie, pero con una condición:

-¿Cuál? La que quieras.

-Qué me enseñes…

Él no entendió muy bien a lo que yo me refería. A sus diez años, apenas si se estaba descubriendo y supongo, esa era una de sus primeras pajeadas, pero yo quería sacarle provecho. Le hice prometer que no diría nada a nadie y que lo que pasara allí sería un secreto de sangre, de hermanos…

Él estaba solo en short, así que lo recosté sobre la cama y yo misma se lo quité. Ante mis ojos apareció un piripicho bastante grande para su edad (y muy largo). Se lo comencé a tocar suavemente y mi hermano se estremeció mucho. Nunca había estado con otra mujer que no fuese su propia mano y eso lo incomodaba un poco, pero también lo excitaba mucho.

Acerqué mi cara y tuve deseos de meterlo en mi boca, pero no lo hice de buenas a primeras. Lo olí y luego seguí acariciándolo. Alexis temblaba y no podía contener los nervios. Luego, reparé en las revistas.

-¿Por qué ves estas cosas?- le pregunté hojeando una- ¿Has visto alguna mujer desnuda?

-Nunca. Solo en revistas como esas.

-¿Y como obtienes estas revistas si no eres mayor de edad?

-Me las dan los muchachos…

Eran revistas de sexo. Había muchas fotos de mujeres y hombres tirando y claro, esos si que eran penes, como los que yo ni soñaba ver. Las mujeres eran muy voluptuosas y de senos enormes. Precisamente, en esas revistas por primera vez vi a mujeres besándose y mamándose las cucas. Eso me pareció repugnante y jamás me imaginé que unos diez años después, yo estaría como ellas sucumbiendo ante las piernas abiertas de una mujer.

-¿Te gustaría ver a una mujer de carne y huesos desnuda?- le pregunté excitada.

-¡Sí!- exclamó él- ¿Cuándo?

-Ahora…

Él me miró fijamente.

-¡¿Tú?!

-Sí, ¿o no quieres?

-¡Si, si quiero!

Él no iba a perder la oportunidad y yo, embobada por la situación, solo deseaba que mi hermanito menor me mirase desnuda. Me levanté y con los pies me saqué los zapatos, luego, desamarré el cordón de mi calzón blanco y comencé a bajármelo seductoramente hasta dejarlo caer sobre mis tobillos. Inmediatamente, volví a usar mis pies para sacármelo.

Mi hermano estaba gozando una bola al ver como su hermana de quince años hacía su primer streep tease sin música y sin el erotismo propio de una cabaretera; sin embargo, se apretaba el pene con tal fuerza que me decía que lo estaba gozando.

Me fui desabrochando la camisita, botón por botón hasta que me quedé denuda de la cintura para arriba y Alexis, abrió enormemente los ojos al ver mis pechitos (que no eran tan grandes como los de las revistas, pero si lindos y sugestivos). Luego, me bajé la pantaleta suavemente y ante los ojos ya desorbitados de mi hermano apareció mi cuquita algo lampiña y un culito bastante hermoso. Me quité las medias y así, solo una cadenita de plata quedó colgando de mi cuello.

Me eché a la cama con él y comenzamos a mirarnos y a tocarnos mutuamente. No es que nunca nos hubiésemos visto desnudos; pero eso fue en tiempos de carajitos pequeñitos que se bañaban con sus padres. Ahora estábamos más creciditos. Yo ya tenía los senos más grandes y pelitos en la cuca, además de caderas más redondeadas. Él, por su parte, estaba más grande y con su piripicho erguido, como todo un hombrecito.

Yo misma le guié las manos para que me tocara y me apretara las teticas o metiera sus dedos en mi cuquita mojada. ¡Ay, que rico fue aquello! No estaba desnuda con un chamo desde los once cuando estuve con José y su hermana María Joaquina.

Yo también le toqué sus bolitas y estuve manoseándolo en las nalgas, en la espalda y nos dimos muchos abrazos. Yo había escuchado que el ser marico, era algo malo, que el ser lesbiana también…, afortunadamente, eso no era lo que pasaba entre nosotros. Sin embargo, también escuché que era malo, el que dos hermanos, como nosotros estuviese allí, haciendo lo que nosotros.

Era tal vez algo inocente, porque solo nos estábamos tocando y abrazando y nos sentíamos muy bien. Creo que durante una hora no dijimos nada, solo nos manoseamos y la pasamos bien. Él me metía los dedos en mi cuca y yo le bajaba y le subía la piel de su piripicho algunas veces lento, otras con fuerza hasta que no aguanté más y me eché sobre sus piernas ara mamárselo por primera vez.

Alexis sabía que esto se hacía porque lo había visto en fotos, pero jamás se imaginó que a sus diez años, su propia hermana fuese quien le daría su primera mamada y de una manera tan especial, porque como saben, yo había mamado mucho entonces. Yo creo que él estaba ya demasiado excitado y a punto de explotar, porque no duré ni cinco minutos chupándoselo cuando reventó en mi boca y probé por primera vez sus líquidos infantiles y me dio tanto gusto.

Alexis quedó exhausto y yo, enloquecida de placer, le tomé una mano y me la llevé hasta mi entrepierna y así, me di la mejor de las pajeadas durante un buen rato hasta que quedé mamada también.

Ninguno dijo nada y tratamos de actuar lo más disimulado posible, pero los juegos comenzaron, por lo menos de mi parte. Recuerdo una noche mientras cenábamos junto a papá y mamá. No sé de qué coños hablábamos, lo único que sé es que me saqué una de las cholas y llevé un pie hasta la entrepierna de Alexis. Él se puso muy nervioso y se le paró enseguida. Lo que más me gustó fue ver su cara de tragedia y a mis padres hablando sin darse cuenta de que los dedos de mi pie, estaba metiéndose bajo el short de mi hermanito y le acariciaban sus bolitas ya hinchadas.

Esa noche cuando yo dormía, sentí que alguien entró al cuarto. Era mi hermano. Le dije que se fuera de allí, porque nos iban a descubrir, pero él me dijo que si yo le estaba sacando fiesta que ahora pagara el precio.

Entonces, en la semipenumbra, se sacó su piripicho del short y noté que estaba bien parado. Él permaneció de pie, así que yo me senté en el borde de la cama y comencé a hacer mi rutina. Yo sentía su salchicha entrar y salir de mi boca y a mi hermano gemir disimuladamente mientras me halaba los cabellos o me apretaba los hombros. Yo estaba en pantaleta y franela, así que cuando me llevé una mano a mi entrepierna noté que estaba además de mojada, hinchada como una picada de avispa.

Nuevamente, sentí los jugos de mi hermano golpear el cielo de mi boca y resbalar por mi garganta para ser el postre que no tomé durante la cena.

Otro día, mamá estaba abajo atendiendo a unos invitados y yo fui de carrera al baño porque me estaba orinando y, cuando entré, allí estaba mi hermano con los calzones abajo y pajeándose de lo lindo. El muy confiado no había pasado el seguro de la puerta y gracias a dios la que entró fui yo, porque de haber sido mamá lo hubiese majado a palos.

-¡Oye, ten más cuidado!- dijo él, molesto.

-¡Ten cuidado tú, pendejo, que si hubiese sido mamá, te hubiese dado tus coñazos!- contesté yo, mirando hacia fuera- Oye: ¿Y por qué desperdicias tu leche así?

-¿Cómo así?

-Así, derramándola en el suelo. Eres un egoísta, pudiste haberme llamado y yo te hacía el favor.

Ambos sonreímos por mi pícaro comentario y yo le sugerí que nos fuésemos a su cuarto para terminar de ordeñarlo. Así fue, una vez en su habitación, él se quitó toda la ropa y yo comencé a chupárselo. Estábamos echados en la cama y yo me saboreaba los poquitos menjurjes que salían de su piripicho y me los lamía con gusto. Yo estaba en jean, camisa blanca y mis cabellos sueltos resbalaban por el abdomen y los muslos de mi hermano querido.

¿Era malo lo que hacíamos? Tal vez, pero hay muchos que lo hacen y saben que más allá de ser una acto que puede conducir a deformaciones genéticas en el feto, luego de un embarazo, lo demás es placer y delicia. ¿Y quién hablaba de embarazos? Mi hermano y yo solamente queríamos pasarla bien, y lo hacíamos. Nos atraíamos mucho y descubrimos que lo importante es sentir, amar y descubrir a la otra persona.

"Quizás el amor sea el arte de conducir al otro hacia sí mismo", decía Antoine de Saint Exupéry, el autor del Principito; y precisamente, ambos nos estábamos conduciendo hacia nuestros caminos y solo estábamos sirviéndonos de puente para experimentar el amor y luego, estar preparados en la vida. Alexis no fue mi primer hombre, en cuestiones de mamadas, pero yo si fui su primera mujer en todo.

Mientras mamaba tuve la necesidad de sentir mi cuerpo desnudo junto al de mi hermano, así que me desabotoné la camisa y la dejé resbalar por mis brazos, sin dejar de chupar. Me desabroché el sostén y lo dejé caer también. Mi hermano gemía de gusto y ambos gozábamos del hecho de saber que en el piso de abajo, mamá estaba con unos invitados especiales, mientras sus hijos, se pervertían deliciosamente. Me desabotoné el jean y lo fui bajando lentamente hasta que me lo saqué hábilmente con los pies y luego me bajé también la pantaletica (recuerdo que era una pantaleta con dibujitos de "Mickey Mouse", porque me encantaba la ropa interior de muñequitos, vainas de niña supongo, pero aún me siguen gustando).

Perfectamente desnudos, seguí mamando y pajeando a mi hermano y de vez en cuando me pajera a mi misma. Esta vez, sin embargo, aunque le había dicho a Alexis que era un desperdicio derramar su leche, me provocó hacer algo que yo también había escuchado o leído en alguna parte: que me vertiera toda su leche en mis pechos.

Me acosté boca arriba y le pedí que se sentara sobre mi pelvis. Sentí su culo sobre mi cuquita delirante y la refregué contra sus nalguitas. Tomé su piripicho con las dos manos y comencé a pelearlo para que acabara, pero luego de unos minutos, `le mismo comenzó a pajearse y yo me pellizqué y me estrujé las teticas con tanta maestría que no aguanté y me chorreé de gusto inefable.

Alexis tampoco aguantó más y casi gritando y conteniendo sus fuerzas, siguió masturbándose hasta que disparó su leche hasta mis pechos hinchaditos. Sentí las gotas calientes caer en mis tetas en mi estómago, sobre mi cuello y algunos vestigios cayeron en mis mejillas, tan cerca de mi boca que no me fue difícil sacar la lengua y lamer con gusto. Eso fue full tripa y me sobrevinieron muchos orgasmos al ver a mi hermanito ordeñarse y exprimir su pene hasta que ya no salió nada más y quedó solo temblando y gimiendo de placer.

Yo estaba absorta sintiendo la miel calientita en mis pechos y esparciéndola con mis manos por todo mi tronco y también, pasándola por mi cara para lamerla… ¡Qué divino fue aquello!

Pero justo entonces, escuché que tocaban a la puerta del cuarto contiguo, es decir del mío y mi madre me pedía que bajar porque los invitados querían conocerme. Nos asustamos mucho, pensando que era nuestro fin y, mientras me ponía el jean sin pantaleta, escuchamos la puerta de mi hermano sonar también.

-Alexis, ¿qué estás haciendo? Baja que quieren conocerte…

Creí que se iba a armar la grande y sin limpiarme los pechos ni la cara, me puse la camisa y salí por la ventana sin abrochármela. ¡Coño, que locura! Entré a mi cuarto y mientras me abrochaba la camisa, le grité a mamá que ya iba a salir que me había quedado dormida. Apenas si pude pasarme un pañito por la cara y abrí la puerta. Mamá me preguntó por qué estaba tan nerviosa y yo alegué que me asustaron sus gritos. En cambio de mi hermano pensó que andaba en algo raro (en cosas de carajitos que quieren ser hombres, dijo).

En la sala, conocimos a dos de sus compañeras de trabajo y felicitaron a mamá por tener a dos hijos tan lindos. La verdad, yo me sentía bien incómoda; por un lado estaba con la conciencia sucia, y, por el otro, sentía los restos de semen bajar con el sudor por mis pechos y estómago. Además, sentía que olía a diablos.

Fui y me di una ducha bien fría y me limpié de todos los pegostes que tenía y me dije que ya debía dejar de andar en esas vainas porque un día me iban a descubrir y me iban a coñasear.

Pero la carne puede más que la razón y la siguiente noche cuando estábamos cenando, fue mi hermano quien empezó con sus juegos. Hablábamos de todo un poco cuando sentí un pie de él posarse sobre uno de mis muslos. Yo estaba en short y no se le hizo difícil comenzar a presionar sus dedos contra el bulto de mi entrepierna. Coño, me puse nerviosa y le vi la cara a él, diciéndome: "palo por palo no es trampa". Me excité mucho y más al sentir sus deditos empezar a meterse por una de las mangas, tocar la pantaleta y penetrar poco a poco en mi cuquita.

Él sabía que aunque yo estaba sorprendida y nerviosa, quería estar en su juego, por eso, abrí más las piernas para permitirle entra con facilidad. Siempre he creído que me cogieron por primera vez a los dieciocho años, pero la verdad creo que esa noche, me sentí cogida por primera vez por ese pie que se empezó a meter cada vez más profundo en mi cuquita y me hizo apretar los dientes para aguantar el placer.

Yo estaba sudando mucho y ni siquiera lograba entender lo que decían mis papás. Coño, estaba gozando al tener ese pie entrando y saliendo de mí y sintiéndome ¿cogida? No sé si eso se puede llamar así, pero yo pensé que si so era la sensación que se sentía al coger, me volvería adicta a tal sensación.

Me ericé toda al tener mi orgasmo y con la mirada le dije al coño e’ madre de mi hermano que era un sucio…, pero un sucio lindo.

Su juego no terminó allí porque como una hora después, mis padres estaban en la sala conversando acerca de unas cuentas que tenían que pagar. Yo, les llevé unos papeles que me mandaron a buscar y, cuando iba por el pasillo hacia las escaleras, Alexis me abordó y me arrinconó contra la pared. Pensé que quería besarme, pero no, nunca hicimos algo así; me maraqueó un poco y comenzó a estrujarme las tetas sobre la franelita y pensé que las iba a morder. Tampoco, jamás me las besó siquiera.

Entonces se agachó, me besó la barriguita desnuda, el ombligo y ¡zas! De un jalón me bajó el short y la pantaleta. Traté de impedírselo por temor a que mis papás, que estaban tan solo a unos cinco metros de allí, nos pudiesen cachar, pero que va, ya me estaba abriendo bastante los labios y su lengua se metía hasta lo más profundo de mí.

Me excitó full el hecho de sentirme mamada y con los calzones por las rodillas a tan solo unos metros de donde mis padres hablaban tranquilamente. Ni siquiera se imaginaban que tras esa pared, sus hijitos estaban en plena faena sexual. Yo escuchaba sus voces y me ponía nerviosa, pero eso me encendía más y trataba de clavar mis uñas cortas en la pared o de arrancarle los cabellos e mi hermano, que se estaba merendando mi cuca con la avidez de un animal hambriento.

Yo quería gritar y por eso tuve que taparme la boca un par de veces y cuando me vinieron los orgasmos no sé como me contuve. Me acomodé la pantaleta y el short y salí corriendo a mi cuarto. Allí, me di una buena pajeada pensando en que quería tirarme a mi hermano, pero que eso no era correcto.

Recuerdo que, como a las dos de la mañana, salí sigilosa y me metí con él en su cama. Nos quitamos las ropas y estuvimos abrazándonos y tocándonos como una hora. La verdad me hacía bien, estar junto a él. Quizás era la sensación de estar desnuda junto a un hombre… Que delicia era estar abrazada y aferrarme a él. Mis padres dormían en su cuarto y quizás hacían el amor, mientras su hijitos estaban allí, jugando a ser grandes.

Estuve con las piernas abiertas mucho tiempo, dejándome mamar por mi hermano y los orgasmos fueron incontables, luego, se lo mamé yo a él y le dije que quería retomar lo de la otra vez: que me bañara con su leche. El cuarto estaba bastante iluminado porque era una noche clara. Entonces, me eché en el piso frío y él a horcajadas, se pajeó hasta que nuevamente sentí sus líquidos caer sobre mis pechos, sobre mi barriga y resbalar por mi cara y cuello.

Quizás luego iba a suceder la primera cosa que hizo que mi hermano tuviese más tarde, los problemas más grandes de su vida. Yo estaba súper excitada y se me ocurrió la idea de decirle que fuese él quien me masajeara con su propia leche. Lo hizo y me estremecí al sentir sus manos embebidas por tan delicioso aceite. Luego, le pedí que me lamiera los pechos y se bebiera sus propios jugos. A él no le pareció mal, porque más de una vez me vio chupándome los míos y a esa edad (poco más de diez), le pereció solo un juego más.

Cuando sentí su lengua en mis teticas, en mi barriga y en mi cuello, lamiéndose sus propios jugos estallé en gemidos y se me pararon todos los pelos de gusto. Verga, casi nunca he visto a un hombre chupándose su propio semen. Esa era la primera vez y no pude aguantar, el chorrearme de gusto.

Amanecimos abrazaditos y conformes de ser lo que somos y, antes de que saliera el sol, yo me pasé rapidito a mi cuarto para volver a pajearme. Yo pensaba que tantas pajas eran mañas para la salud, pero con el tiempo aprendí que una se conoce así, precisamente, experimentando y tocándose.

Los juegos se hicieron más intensos. Cada vez que yo se lo mamaba a mi hermano lo hacía probar sus propios jugos. A veces lo ponía a chupárselo de mis tetas cuando me derramaba allí, otras veces, yo tomaba con mis dedos el excedente de su cabecita y se los metía en su boca. Se veía lindo chupando mis dedos llenos de su leche.

Cuando estuve con Miguel Ángel, del que muchos dijeron que tenía sida, me asusté y dejé de hacer ciertas cosas por un tiempo. Me decepcionó que Miguel Ángel fuese homosexual, pero más, que haya sido él quien metió a mi hermano en ese mundo. Hoy, pienso si yo no tuve en parte la culpa cuando puse Alexis a lamerse sus propios líquidos y a jugar a que a él le gustaba. Tal vez lo acostumbré y por eso digo que es mi culpa.

Hoy día lo respeto, porque he comprendido que ser homosexual es algo perfectamente normal y yo, también he pistoneado en este sentido. De hecho, como ya saben, soy bisexual. He estado con muchos hombres, pero con Silfa, descubrí mi gusto por las mujeres.

Me gradué de bachiller con muy buenas notas y entré a la universidad a los dieciocho años. Yo ya no era la misma carajita del liceo; ahora estaba graduada y era más independiente. Podía hacer lo que quisiera con mi vida, así que lo primero fue que me mandé a poner un piercing en una de las ventanas de la nariz y otro en el ombligo.

Tenía ya más de tres años sin mantener ningún tipo de relaciones con hombres y un día leyendo mis anotaciones, vi que había estado con mi hermano 101 veces a lo largo de cuatro meses, de las cuales 85 fueron mamadas de güevo. Lo que quiere decir, que si le sumamos 85 de mi hermano a 179 de los otros quince chamos, obtenemos un total de 264 mamadas desde mediados de los once años hasta la primera mitad de los quince.

Como yo estaba cada vez más rebelde y ahora me desempeñaba en un ambiente un poco más bohemio y duro que era el de las artes escénicas, comencé a asumir que la homosexualidad de hombres y mujeres era algo común, además, que las preferencias sexuales eran otra vaina y que un gran número de mis conocidos era bisexual.

Un día, a los veinte años, conocí a un chamo que me gustaba llamado Cristian. Él también era de la universidad y tenía una novia muy bonita y voluptuosa. Ambos se llevaban muy bien y entablamos una bonita amistad. Cristian se dedicaba a hacer tatuajes y piercigs y yo, fantaseaba con tener uno de esos en cualquier lugar de mi cuerpo y que él mismo me lo hiciera. Andrea, su novia, sabía que a mi me gustaba él y además, que Cristian más de una vez, me estuvo echando los perros, quizás por jodedera, quizás porque yo en verdad le gustaba.

Decidí hacerme un tatuaje en la espalda y, una tarde, fui al taller de Cristian para que me lo hiciera. Cuando llegué vi con rabia que allí estaba Andrea, siempre cuidando su hueso como una pera feroz. Vimos varios modelos y me encantó el del dragón. Entonces él me dijo que tenía que quitarme la franela y quedarme con el sostén desabrochado. Como no tenía sostén, me iba a quedar con las tetas al aire, cosa que no me prejuiciaba y así fue, me quité la franela y noté que a Cristian le gustaron mis senos pequeños.

Me acosté sobre una cama de cuero muy confortable y allí, durante un hora o más, estuvo tatuándome el dibujo elegido. Sentí dolor, pero me agradó mucho, es más, creo que mi culito estaba palpitando de gusto y más de una vez, sentí que Cristian me miraba con otros ojos y… también su novia. No me veía mal allí, porque en un espejo gigante que estaba al lado, me veía a mí misma, apetitosa y provocativa con esos jeans strechs a las caderas que pronto la propia Andrea, me desabrochó y me lo bajó un poco con la tanga hasta dejar parte de mis nalgas al aire. Me gustó que ella me bajara el calzón y que se deleitaran con mis nalgas. Tal vez ni me estaban viendo, pero yo me sentí embobada al pensar que lo hacían.

Cuando Cristian terminó, ellos comenzaron a besarse sin tapujos como para que yo los viera. Entonces, en medio de los besos y las caricias, él le levantó la franela y le dejó al aire sus pechos. Eran muy grandes y redonditos con unos pezones parecidos a unas pepitas y muy rojos. Eran muy grandes y la verdad, me deleité de ver como su novio los devoraba deliciosamente.

Ella misma le sacó su pene y comenzó a mamárselo y eso me excitó mucho porque era la primera vez en muchos años en que yo veía a otra chica practicarle el sexo oral a un hombre y se veía tan bien. Así estuvieron bastante rato hasta que Cristian se acercó a mí y comenzó a acariciarme las nalgas. Yo estaba bien cachonda ya y deseaba seguir adelante aunque ni pendiente con Andrea. Cristian me bajó un poco más el pantalón y comenzó a besarme las nalgas y a acariciarme y besarme los muslos. Justo ahí, sentí su pene en mis muslos…, chocar contra mis nalgas y poco a poco a abrirse camino. Yo estaba un poco adolorida e irritada por el tatuaje, pero me gustó sentir ese güevo en el umbral de mi culo. Me aferré a los lados de la cama porque sabía que aún sin haber sido cogida por delante, esa tarde me iban a dar mi primera cogida por detrás.

Para que entrara mejor, Cristian me fue poniendo de lado y coño, tuve que apretar los dientes y cerrar los ojos para aguantar. Y creo que lo hubiese hecho porque mi culo estaba abierto por la excitación, solo que…, sentí las caricias de unas manos suaves en mi cara y cuando abrí los ojos, vi el rostro de Andrea muy cerca al mío. ¡¿Qué quería?! ¡¿Besarme?! Sí, precisamente eso.

Sentí sus labios en los míos y su lengua abriéndose paso entre mis dientes y en menos de un segundo ya estaba intentando ser besada por primera vez por una mujer. La excitación se me fue al coño y la arrechera fue tal, que me sacudí con fuerza y me levanté de la cama. Y mientras me arreglaba la ropa y me ponía la franela les dije que se fueran al diablo. Yo no era lesbiana, eso no era lo mío.

Salí corriendo de allí y recordé que no había pagado por el tatuaje. No me importaba pagar en efectivo, costase lo que costase, y si tenía que hacerlo en especies, lo haría con mi culo como pensé que iba a ser, pero jamás…, jamás, acostándome con una mujer.

Desde entonces parece que la chismosa de Andrea se encargó de regar por todas partes que yo me había acostado con ella y de allí viene mi raya. No es que me moleste ser bisexual, pues lo soy con mucho orgullo, pero en esos tiempos, era solo un maldito embuste.

Dos tardes después del incidente en el taller de Cristian, me encontré con él en la universidad y me dijo que había peleado con Andrea por ser tan chismosa y que casi terminan. Me alegré de oír eso en serio, porque una cuaima como esa no se merece a un ser tan especial como Cristian.

Estuvimos hablando mucho y las cosas se fueron tornando bien calientes. Yo aproveché que estábamos en una parte del jardín bastante solitaria y le dije:

-Te debo lo del tatuaje aún, ¿te lo pago?

-¿Ahora?

-Sí.

-Déjalo así. No es nada.

-Pues yo quiero pagarte.

-¿Y como?

-Así…

Miré hacia los lados y apenas vi a algunas personas a lo lejos, pendientes de sus cosas. Estábamos prácticamente sin moros en la costa. Así que, puse mis manos en su entrepierna y él comprendió que yo estaba por pagarle en especies. Le bajé el cierre, metí mis dedos bajo el pantalón, sentí su interior y sus vellos y por supuesto, su grueso bastón de carne acomodado en el interior.

Hábilmente, se lo saqué y lo pajeé un ratico, luego le di unos besitos, lo pasé por mis mejillas y, finalmente, lo metí en mi boca y comencé a chuparlo. El mamar, como hacer el amor, es algo común y de todos los días, que puede convertirse en rutina. Hay quienes son compulsivos y adictos como yo, pero la verdad es que es la visión del sexo lo que lo hace diferente y especial. Cada situación debe ser nueva, cada sensación única, cada pene, cada cuca, cada historia es diferente, entonces ¿por qué trivializarla diciendo que es mala si cada quien la goza a su manera?

Yo he estado muchas veces arrodillada o con la cabeza entre las piernas de un hombre, lamiéndoles sus vergas, tragándome sus leches, pero siempre han sido especiales y confortantes para mi espíritu. Allí estaba yo, con mi cabeza entre las piernas de Cristian, mamándome su güevo, siendo la misma puta de siempre, pero contenta de no ser una prostituta cualquiera, que gana dinero por tirar o de no ser una cabeza hueca que no sabe que hacer con su vida.

Mamé y mamé el pene número diecisiete para la mamada 265 de mi vida y comprender que ahora es cuando quedaba por hacer. Yo estaba sentada al lado de Cristian con los calzones dejando ver mis pantaletas de cuadritos azules y con una blusita anaranjada que dejaba ver mi espalda desnuda marcada para siempre por ese dragón que volaba desde mi omoplato hasta el nacimiento de mis nalgas.

Cristian eyaculó sus deseos y sus placeres en mi boca y yo me los tragué para convertirlos en parte de mi cuerpo, como alimento de mi espíritu redimido cada vez que bajaba mi cabeza ante un hombre para sucumbir ante su bastón de vida. Si soy puta por esto, lo soy a mucha honra. ¡Dios salve a las putas!

Marité

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