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Silfa, su esposo y yo

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WILSILOR X

Silfa, su esposo y yo.

Por Lor

Estuve algo indispuesta la otra noche. Tenía fiebres, pero nada grave, solo fue una simple recaída, nada que no pasara con tomarse una pastilla y dormir un rato. Papá y mamá no estaban en casa y supongo que Wilsi, dormía normalmente a mi lado.

Recuerdo que yo estaba vestida con un short hasta las rodillas, tipo militar y una camisa porque sentía mucho frío. Recuerdo que me arropé por completo y me quedé dormida, pero, que lindo… en medio de mi somnolencia sentí algo agradable…, como caricias.., como cariño…, y luego…, una sensación divina en mi entrepierna.

Cuando abrí los ojos, supe comprendí el por qué de tanta delicia: yo estaba allí, tumbada boca arriba…, tenía desabrochada la camisa y unas manos apretaban las tetas… Mis calzones estaban enrollados en mis muslos y una cabeza estaba pegada a mi entrepierna. Era mi hermana.

-Mmmm, qué rico es despertarse así…- mascullé sintiendo su lengua recorrer mi poncha.

-¿Ya estás mejor, mamita?- me preguntó ella aún con su boca pegada a mi pelambrera.

-Oahhhgggg…., me siento divinamente- contesté aún despertándome- Es la mejor medicina, ¿por qué no me la diste antes?

-¡No me jodas! Anoche intenté hacerte cariñito y ni bolas me paraste- recriminó ella pellizcando gloriosamente mis pezones.

-Perdón, mami… Ummjjjjj…- gemí- Tal vez fue la fiebre, pero ahora estoy mejor y deseo que sigas pegada ahí hasta que me ponga viejita…

-¡Verga, ni que no se me cansara la mandíbula! Además, si sigo mamándote así, te voy a matar de gusto.

-Ahhwwggg…, entonces ¡mátame!

Wilsi siguió chupándome divino, lamiendo cada parte de mis labios y hundiendo su lengua de tal forma, que me sentí cogida por ese pequeño tentáculo que jorungaba mis adentros…

Disfruté de ver a mi hermana lamiéndome y bebiéndose mi leche como si fuese una gata. Me gustan mucho los gatos y mi hermana era como mi mascotita, de cariño, claro.

Wilsi y yo, somos muy unidas y llevamos un registro bastante detallado de lo que hacemos. Es como un diario, pero no tan cursi, es más bien, una bitácora de nuestro recorrido sexual para acordarnos algún día de quienes fuimos. Allí tenemos dibujos, que en su mayoría los ha hecho Wilsi, fotos que nos hemos tomado con web-cam, fotos de amigos de la web y por eso, no se nos ha hecho difícil recordar cada detalle de lo que hemos vivido todo este tiempo. Incluso hay más que no hemos contado, pero tendríamos que escribir nuestra propia versión de las mil y una noches (o días).

Lo cierto es que mi hermana y yo somos muy felices juntas y eso, nadie lo va a cambiar, pase lo que pase.

Precisamente, en esos días, nos pasó algo que me pareció desafortunado al principio, pero que sería parte de nuestras vidas y que por ello, nacería esta predilección por compartir nuestras experiencias con otras gentes.

Wilsi y yo, hacíamos muchas cosas aparte de amarnos. Por ejemplo, pasábamos horas interminables jugando ajedrez o tocando canciones con la guitarra porque es lo que más le gusta a mi hermana; otras veces aprovechábamos que el patio era bastante amplio y ella me ayudaba a practicar fútbol. Ella no era muy buena, pero me servía para ejercitarme.

Yo chutaba y corría por todos patios con el balón y me divertía de lo lindo, pero una de esas tardes, lo golpeé con tal fuerza, que salió disparado hacia la casa del vecino. Mis nervios se pusieron de punta cuando vi que chocaba contra una ventana del segundo piso y la destrozaba en medio de un gran estruendo.

Nos quedamos petrificadas, sin saber que hacer y menos cuando salió el vecino y nos formó nuestro peo. Le dijimos que lo sentíamos, pero estaba muy molesto. Él es un profesor de arte y artista. Nunca había visitado su casa, pero ese día tendríamos la dicha.

-¡Miren lo que hicieron, carajitas!- gritó- ¡Me partieron el vidrio y es muy caro! ¿Dónde están sus padres?

-¡N-no están, señor!- dije- ¡Disculpe, de verdad no fue nuestra intención romperlo!

-Es que ese no es el problema, solamente. Me partieron algunas cosas allá adentro.

-Lo pagaremos, lo juro- gemí.

-Pues claro que tienen que pagarlo. Vengan a ver lo que hicieron.

Salimos de la casa y entramos por la puerta principal de la casa del profesor. Una vez allí, notamos que era muy lujosa, más de lo que siempre creí, y además tenía una gran colección de objetos de gran valor. Cuando subimos al segundo piso, vimos el desastre: le rompimos el monitor a una computadora muy cara y varias esculturas de cristal estaban el suelo destrozadas.

-Papá y mamá, nos van a matar- dijo Wilsi casi llorando.

Yo recordé que siempre nos decía que no jugáramos en el patio porque podía pasar algo así. Y ahora, precisamente, estábamos metidas en un gran lío.

-No tenemos para pagar todo eso, señor- afirmé.

-Pues lo pagarán sus padres.

-¡No!- grité.

-¿No?- inquirió el profesor asombrado.

-Nos van a matar, señor. No tenemos dinero como para eso.

-Ese no es mi problema.

-Mire: podemos limpiarle la casa, el patio, trabajar para usted, lo que sea, pero no se lo diga a nuestros padres, por favor.

-¿Creen que necesito algo de eso? ¿Creen que necesito que me limpien la casa?

La verdad es que se hombre tenía mucho dinero y vivía muy bien. Tenía una señora de limpieza que venía en las mañanas y una esposa muy linda, más joven que él. Ahora, lo predecible es que esta historia terminara con el tipo cobrándose en especies, y pidiéndonos ya saben que, ¿verdad? Pero no, el carajo ni pendiente.

Hasta ese día, lo vi como alguien huraño, retrechero y hasta cierto punto me caía mal, pero esa tarde, luego de recriminarnos por nuestra travesura, nos dijo que nos la iba a dejar pasar.

Así fue. No dijo nada y desde ese día, no practiqué más en el patio y entablamos con él, una que otra conversación, cuando lo veíamos por allí. Recuerdo que una vez le hicimos una torta muy deliciosa y se la regalamos. Él no era de los que necesitaran nada, pero igual, la aceptó.

Él era muy joven y yo le calculaba treinta y cuatro años y su esposa, algo más de veinte. Ella, sería la mismísima Silfa, con la que íbamos a atrevernos a contar nuestras historias.

Creo que nada es gratis, pero bueno, él siempre fue un caballero (no es que o no hubiese querido que me pidiera algo más, porque él me gustaba tanto, que le hubiese dado todo, pero fue mejor así, porque tampoco es que ahora yo era la safrisca de antes).

Una noche, escuché gritos en su casa y pensé que era una pelea con su esposa. Todo el mundo pelea y más, los cónyuges. A la mañana siguiente, cuando yo venía de la escuela, sin Wilsi, porque ella se iba a quedar a buscar algo en la biblioteca, el profesor me abordó. Iba en su auto y me dijo que si quería me llevaba a casa. Acepté sin ninguna mala intención.

Casi no habló por el camino, pero noté que estaba triste. Él era un hombre muy simpático, de maneras muy refinadas, y atento.

Le pregunté que le pasaba y estuvo reacio a hablar, pero luego de unos minutos comenzó a contarme sobre su vida conyugal.

-Amo a mi esposa, pero no la estamos pasando bien. Ella…, ella es muy buena amante y sé que me ama mucho, pero la verdad es que es… algo fría.

-¿Fría?

-Sí. Al principio eso era normal y me gustaba porque era como inocente, ingenua. Somos diferentes, caras de una misma moneda: Yo soy un hombre muy apasionado y pasaría horas amándola, pero ella…, ella, luego de unos minutos, está muy cansada y yo, quedó con muchas ganas. Al principio estaba bien, pero ya no aguanto la desesperación y por eso, discutimos.

-¿Y por qué me cuenta eso?

-No lo sé. Lo cierto es que necesito desahogarme. Ella me ama y yo también, pero necesitamos pasarla mejor. He probado muchas cosas, pero la verdad, nada ha funcionado.

El hombre estaba casi al punto de soltar las lágrimas y yo pensaba que no tenía ni la más puta idea de cómo ayudarlo. Por el camino llegué a pensar que quería montarle cachos conmigo, pero ni siquiera asomó esa posibilidad. Menos mal porque yo no andaba en eso; aunque debo reconocer que él me llamaba la atención y que más de una vez, me pajeé en su honor, pero hasta ahí…

Una tarde, luego de terminar una práctica, venía de la cancha, cuando lo vi pasar en el carro. Me llamó y me dije "Ya tengo quien me lleve". Me decepcioné un poco al ver que iba con su esposa. Me subí atrás y luego, me dijeron que si aceptaba comer algo con ellos. Yo estaba en short y franela, llevaba un gran bolso, estaba bien deportiva, por eso, decidieron llevarme a un "Mac Donald’s".

Allí estuvimos un buen rato hablando de tonterías y comiendo hamburguesas, y la verdad, me parecía extraño que me invitaran, especialmente, porque intuía que querían decirme algo. Les pedí que dejaran el misterio y fue allí cuando me soltaron todo.

-Ya te conté que tengo problemas en mi matrimonio, ¿recuerdas? Mi esposa solo puede darme un tiempo relativamente muy corto de actividad sexual y por eso, hemos llegado a un acuerdo.

-¿Cuál?

-Pues, vamos a buscar a un mujer que pueda ayudarnos. Una mujer que esté conmigo cuando ella se canse, alguien que supla la falta.

-¿Y por qué me lo dicen a mí?

-Porque hemos llegado al acuerdo de que podrías ser tú. ¿Qué dices?

Me sentí aterrada al escuchar tal proposición.

-¡¿Yo?! ¡No! ¿Por qué no se buscan a una puta y ya?- gemí indignada y tratando de levantarme.

-Siéntate- me ordenó con tal seguridad, que volví a mi asiento.

-E-eso no está bien.

-¿Qué está bien o qué está mal? ¿Está mal que te haya perdonado por haberme destrozado una computadora de pantalla plana y varios objetos de arte que valen más de lo que puedas ganar en tu vida?

-Señor, ¿me lo está sacando en cara?

-Sí. ¿Está mal que ahora te pida algo a cambio? No te obligaré, pero desearía que nos ayudaras. Te cuidaré y nadie va a enterarse de lo que hagamos. ¿Qué dices? No deseo pagarte porque eso es cosa de prostitutas, pero si así lo deseas, ¿puedes cobrarme?

-Tiene razón: no es cuestión de dinero. Yo no soy de esas.

-Lo sé, mi niña. La verdad es que solo deseo que la pasemos bien y bueno, ya te lo dije: te cuidaremos, te colmaré de regalos y lo que quieras…

Estuve callada por varios minutos en los que él seguía insistiendo en que se lo debía (claro, sin hacerlo de una forma tan fea) y yo, rezaba para que me tragara la tierra. Quería despertar y entender que todo era un maldito sueño.

¿Un maldito sueño? ¿Por qué? Después de todo él me gustaba y ella…, no sé si ella me gustaba también, pero ya mis labios y mi lengua se habían cruzado con los de otra mujer, había comido de su vulva y lamido lo más profundo de un culo, ¿por qué ahora portarme como una monja? Además, nadie habló de que yo me acostara con ella, solo con él.

Me llevaron a casa y me pidieron que lo pensara y que de ser posible, esa misma noche le diese la respuesta. Se lo comenté a Wilsi y puso el grito en el cielo.

-¡¿Cómo se les ocurre?!- bramó- ¿Por qué no se buscan a una prostituta en cualquier bar?

Yo la miré fijamente y ella notó un temblor en mí.

-¿Qué te pasa? No me digas qué…

-Sí, Wilsi. A mi me gusta la idea.

-¡Ja! Entonces quieres tirarte a un tipo más viejo que tú y para colmo, a su esposa. ¿No quedamos en que nos seríamos fieles?

-No te estoy siendo infiel, ni te estoy traicionando. Te lo estoy diciendo, ¿no?

-Sí, pero quieres ir y revolcarte con ellos. ¿Y lo de nosotras?

-Lo de nosotras está bien y lo sabes. He pasado todo este tiempo contigo y eres lo más importante de mi vida, pero no me jodas, también me gustaría hacer otras cosas más.

-¿Ya te aburriste de mí?

-No, pero sabes que también me gustan los hombres. Ya hace un año que no beso a uno, ni nada…

-¿Pero por qué con otra mujer?

-No estoy buscando a otra mujer, Wilsi. Lo he pensado y tú eres la única mujer con la que quiero estar. Tampoco es que me voy a volver una puta que va de mujer en mujer. Además, el profesor no dijo que yo tenía que acostarme con ella; solo dijo que ella no lo complace como debe y por eso se van a buscar a una que pueda suplir su falta.

-No quiero que lo hagas, Lor.

-Pero yo sí quiero. Lo deseo.

-No volveré a hablarte si lo haces.

-Oye, no hagas esto. Eso es un chantaje.

-Pues, tómalo como quieras.

-No puedes tomar esa actitud.

-No lo hagas es lo único que te estoy pidiendo.

-Lo haré Wilsi. Tengo derecho a decidir. Además, te estás comportando de forma infantil.

-Piensa y haz lo que quieras, Lor.

-Wilsi, ¿A dónde vas? ¡Wilsi!

Mi hermana se levantó y se retiró a su cuarto. Teníamos meses durmiendo juntas, pero esa noche, no la pasó conmigo, y no sé por qué, pero no di mi brazo a torcer y tampoco salí a jalarle bolas.

Llamé al profesor esa noche y le dije que al siguiente día, luego de mis prácticas, iría a su casa. Tenía que ser luego del mediodía para aprovechar hasta la noche.

Yo estaba súper nerviosa, pero no iba a dar marcha atrás, especialmente porque él me gustaba mucho en verdad y sería la ocasión perfecta para pasarla bien. No sé si estaba o no en lo correcto, pero algo más fuerte que yo, me lanzaba hacia ellos.

El profesor me pasó buscando justo a las doce por la cancha donde practicaba y me llevó hasta su casa. Yo estaba vestida con un short blanco, zapatos para jugar fútbol y una franela vinotinto, anudada por delante, de manera que se me veía sugestivo el priercing en el ombligo y el tatuaje por detrás. La verdad es que no tuvimos práctica y yo no estaba para nada sudada, sin embargo, le dije que pasaría por mi casa a cambiarme, pero él me dijo que me prefería así, al natural, con mis olores y sudores.

Silfa, su esposa, nos recibió amablemente, y estuvimos hablando durante un buen rato y tomando vino. Yo no soy afecta a tomar licores, pero para esa ocasión estaba bien, además, no me estaban embriagando ni nada por estilo; yo estaba allí por mi cuenta.

Silfa llevaba un vestido azul, sandalias altas con trenzas sobre los tobillos y sus cabellos castaños, casi amarillos, los llevaba sueltos y rizados. Casi una hora estuvimos allí, hablando de todo un poco y la verdad es que me estaba impacientando por la incertidumbre de no saber como iba a terminar todo.

Soy bonita y me enorgullezco de mi cuerpo, pero no soy precisamente exhibicionista, y, esta vez, al frente tenía a una mujer y a un hombre, quienes se iban a quitar la ropa para mí y yo para ellos.

No sé en que momento, comenzaron a besarse, sutilmente primero, y cada vez más salvaje después. Yo estaba sudando y me sentí ruborizada. La piel se me puso de gallina, cuando se intensificaron las caricias y él, comenzó a acariciarle las tetas, la espalda…, las nalgas, todo.

Mi curiosidad de ver que había bajo esas telas se hizo evidente. Debía tener las tetas muy grandes, porque se le marcaban enormes bajo el vestido. Y así era, Silfa poseía unas razones muy poderosas que me hicieron recordar mi gusto por las chicas. No sé si es que me olvidé del profesor y centré mi atención en su esposa, pero me imaginé que era yo, y el gusto tan tremendo que se experimentaba cuando alguien te quitaba los trapos y te mamaba las tetas así como él se lo estaba haciendo a ella.

Fue colirio para mis ojos ver como él entre besos y caricias, él le sacó el vestido sin dejar de morderle o mamarle sus senos. Me encantó como le arrancó la pantaleta y la dejó tan solo en sandalias, luego, le metió una mano en su vagina y comenzó a acariciarla con tal maestría que ella gimió hasta la saciedad.

Silfa era muy bella, poseía una piel blanca natural, un abdomen plano delicioso, piernas muy largas y perfectas y una cuquita casi lampiña y coño, esas tetas me producían un deseo irresistible. Poseía unas nalgas redonditas y una cinturita envidiable.

Ella tenía cerca de 22 años, así que me llevaba casi 4 años exactos; lo que significaba que era aún una carajita, solo que la vida en matrimonio la hacían verse como una mujer más madura y, por supuesto, a diferencia de mí, ella tenía una profesión y ganaba su dinero, o en cambio, no era más que una mocosa mantenida aún.

El profesor era todo un experto y yo, con la piel enchinada me imaginaba el momento en que me manoseara a mí. No tuve que esperar mucho, porque sin dejar de tocar a su mujer, se acercó a mi boca y me dio un beso muy apasionado al que yo le correspondí sin recato alguno. En un segundo, me encontré sentada al lado de Silfa mientras el profesor me besaba y me estrujaba las tetas sobre la franela mientras seguía con su mano derecha en la cuca de su esposa.

Él dejó de besarme y metió su cabeza entre las piernas de su mujer. Coño, la vi chillar y contorsionarse como nunca antes vi a una mujer y entendí que tanto él como ella, habían experimentado mucho y hasta ese preámbulo, era toda una clase sexual.

Ella gemía a mi lado, tan cerquita que me provocó besarla, pero me dio miedo, ¿y si me rechazaba? Estaba sudadísima aruñándose el estómago ferozmente.

El profesor se levantó, se quitó la camisa y Silfa, definitivamente acostumbrada a estos menesteres, desabrochó la correa, el botón del pantalón, bajó el cierre y comenzó a bajarlo suavemente. Ahora mi curiosidad se centró en ese hombre y en lo que tenía allí debajo. Verga, bajo el interior se le marcaba un gran bulto, que salió disparado cuando ella bajó la tela.

Yo solo había visto un pene en mi vida (el de Cristo Jesús) y, por supuesto, no se comparaba con lo que estaba viendo ahora, no solo porque fuese uno adulto y maduro, sino por lo inmenso. El cuerpo flaco del profesor no se correspondía con esos casi 30 cms de largo por 7? de ø. En fotos y películas he visto algunos exageradamente más grandes, ¡pero la pinga, yo no tengo el culo ni la cuca tan grandes para meter allí a un pernil de tamañas dimensiones!

Silfa, comenzó a mamarlo sutilmente, besando, lamiendo esa barra de carne como todo una mujer experimentada y de vez en cuando me echaba un ojo, como diciendo "Este bicho es mío, ¿te gusta?"

¿Y me lo iba a prestar? Coño, si ese animal fuese mío no lo prestaría al menos que fuese a mi hermana. Lo cierto es que ella estaba allí, metiéndose gran parte de la verga en su boca, besando de cuando en cuando las bolas y yo, miraba al profesor roncar y rugir como animal.

Él me hizo una seña para que le terminara de sacar el pantalón y yo, como niña obediente, lo hice. Luego, me sentó al lado de su mujer y sacándolo de la boca de ella, me lo ofreció a mí. Al principio me quedé pasmada, pero me animé y comencé a mamar también, lo mejor que yo sabía hacer.

Debo confesar que ellos pensaban que yo, si no era virgen, por lo menos no tenía mucha experiencia sexual. Yo dejé que se lo creyeran y dejé que Silfa varias veces guiara mi cabeza, que lamiera junto a mí, como indicándome el camino. Yo mamé por lo menos 10 cms del bicho, mientras ella lamía las bolas. Apenas me cabía en la boca, pero ya estaba acostumbrada a abrirse bastante. Nos turnábamos y yo sentía su cara tan cerca, sus respiración.

Hice algo así con mi hermana cuando le mamábamos a cristo Jesús, y la verdad siempre terminábamos en un beso. Lo recuerdo bien, nuestro antiguo novio sabía que nos encantaba besarnos. Nos gustaba pasarle la lengua por la puntita del pene, pegar las lenguas y terminar besándonos con el pene en ambas bocas.

Lo mejor era cuando Cristo Jesús iba a acabar. Unas veces lo hacía en la boca de Wilsi, otras en la mía, pero en ciertas ocasiones, ambas pegábamos bien los labios y él acababa en la boca de las dos, que terminábamos besándonos y tragándonos el rico néctar.

El profesor estaba gimiendo cada vez más fuerte y me sonreía victorioso. Yo estaba feliz porque me gustaba lo que estaba haciendo (aunque sentía cierto remordimiento por estar molesta con mi hermana). En un momento, tomó a su esposa, la acostó sobre el sofá y casi me lanza al suelo. Estaba como loco. Le abrió las piernas y le metió ferozmente su verga haciéndola gritar. Ella lo aceptó con evidentes signos de placer.

Yo nunca había visto algo así. Él parecía poseído por un demonio. Era más bien una anguila eléctrica, subiendo y bajando su pelvis de la entrepierna de Silfa, y juro, que creí que la iba a matar. No sé de donde sacaba tanta fuerza, pero la embestía una y otra vez durante por lo menos quince minutos, hasta que ella gritó: "¡No puedo más! ¡Sácalo!"

Él no quería y seguía dándole, pero ella, a punto de desmayarse, le pedía que la dejara descansar.

-¡Dale a ella!- gritó Silfa mirándome -¡Para eso vino, ¿no?!

Tenía razón, yo estaba allí para eso. Me asusté al ver que él se salía de ella y se acercaba a mí. Silfa seguía acostada en el sofá, tratando de normalizar la respiración y de volver a tener nuevos bríos, mientras el profesor, se acercaba al otro mueble donde me había sentado yo. En un segundo, yo se lo estaba mamando otra vez y sentía claramente ese sabor característico de vagina en el pene.

-¡Trágatelo!- balbuceó el profesor y yo le hice señas que no, pero ya era tarde. Violentamente, sentí como su pene escupía en mi boca toda su leche y sin poder (o querer) evitarlo, me tragué todo lo que pude, porque era tanto, que se me chorreó por los labios y cayó un poco al suelo.

Fuimos hasta una de las habitaciones y en el centro estaba una especie de catre con muchos cojines.

-¿Quieren besarse?- nos preguntó el profesor con cara de vicioso.

-¡No!- respondí yo, pensando en que si quería. ¡Coño, claro que quería!, pero estaba pensando en Wilsi. Pero si me obligaran, tendría una excusa.

-No- respondió ella también.

¿No? ¿Por qué? Ahí se me fue la oportunidad. Debía acercarme y besarla yo misma, pero me acobardé. Me acobardé, coño.

Ambos me rodearon como si fuera un sándwich, y el profesor comenzó a manosearme. Él se agachó delante de mí, metió sus dedos en el short y lo haló con pantaleta y todo hasta mis tobillos; Silfa me abrazó por detrás y yo pensé "¿Quiere o no quiere?". No pude seguir pensando, porque el profesor ya me había abierto las piernas y me estaba dando una mamada como nunca antes me la habían dado.

Dios, Cristo Jesús, Wilsi y hasta Manuela habían hecho lo mismo, pero aquí se veía la experiencia. Este tipo debió haber mamado muchas cucas en su vida. Yo estaba allí, como en otra dimensión, chorreándole toda mi miel y golpeándolo con mi cuca en su cara, deseando que me metiera algo más que su lengua.

Estaba tan absorta que ni cuenta me di cuando Silfa desanudó mi franela y me la comenzó a sacar. Cuando reaccioné ya tenía los brazos levantados y la tenía remangada en las muñecas. Ya había acabado un par de veces y todavía no me quitaba el sostén. Silfa lo desabrochó y dejó libre a mis pechos grandes, a los que yo deseaba que ella tocara, pero coño…, no se atrevió.

Dos orgasmos más poblaron mi cuerpo y otro, y otro…, al sentir sus brazos rodeando mi cuerpo, apretando, quizás con disimulo mis tetas. Estuve feliz de tener a ese hombre a mis pies, con su lengua jorungando mi intimidad y sintiendo los pelitos de Silfa en mis nalgas.

Ya no me podía mantener en pie y eso como que era evidente, porque el profesor me cargo y me llevó hasta el catre, allí, siguió mamándome. Luego, lo vi apuntar su cabecita hacia mi cuca y le permití entrar. En un minuto más, ya tenía por lo menos 15 cms dentro de mí y cada embestida me hacía arrancar chillidos y gritos desesperados.

-Pensé que eras virgen- gimió el profesor moviéndose encima de mí.

-¡L-lo soy!- mentí- ¡Ahhh, lo que pasa es que me masturbo mucho!

-Lo cierto es que eres toda una mujer.

Durante varios minutos el profesor siguió encima de mí, cogiéndome de lo lindo y yo, comencé a entender un poco a Silfa. Coño, no cualquiera resiste una verga de ese tamaño durante tanto tiempo.

Media hora después de llegar a un sin fin de orgasmos, quedé echada en el catre vuelta nada, pero con ánimos de seguir. Esta vez, ayudaría a Silfa a pasarla bien.

Le levanté las piernas y le abrí la cuca para que su esposo se metiera allí. Él, de pie, ante el catre, la penetró suavemente y le dio una buena cogida mientras le besaba los pies suspendidos en el aire o apoyados en su pecho.

Yo me puse detrás de él, en primera fila y pude admirar de muy cerca, las nalgas de ambos y las bolas del profesor. Yo veía clarito como entraba y salía parte de la verga de la cuca de Silfa y eso me excitaba mucho. Creo que a ella también le agradaba porque me echaba unas miradas, mitad desesperación, mitad gusto.

Más de una vez, pasé mis dedos por la barra de carne y me los chupé de gusto. Otras veces sentí un deseo incontenible por meterles un dedo en el culo. Me dio miedo hacerlo, pues ¿y si ella no quería? ¿Y si él se arrechaba?

Lo cierto es que no aguanté y luego, de besarle a él las nalgas, se las abrí y le di un beso en el ano. El volteó, me miró extrañado, y luego siguió dándole duro a su esposa. Sin pensarlo más, hundí mi cara en sus nalgas y me dediqué a lamerle el culo. Era la primera vez que le daba un beso negro a un hombre y no estaba nada mal.

Con cada lamida, él arreciaba más sus embestidas contra su esposa hasta que eyaculó divinamente. Parte de lo que se chorreó de la vagina de Silfa, lo recogí yo con mis dedos y me lo chupé. Luego, dejé que solo un dedo penetrara el culo del profesor y con cierto miedo, le metí un dedo también a Silfa.

Yo quería era darle a ella un beso negro o mamarle la cuca, pero no me atrevía aún. Silfa estaba excitándose más y, la nueva sensación le agradó mucho; no porque nunca hubiese tenido un dedo allí, sino porque se lo estaba metiendo otra chica.

El profesor siguió allí, dándole sin parar a su esposa, mientras mis dedos jugaban con los culos de ambos. Pasaron por lo menos veinte minutos y Silfa estaba aguantando. El olor de su vagina ligado con la leche del profesor, me estaba enloqueciendo; verga, ¡al carajo con todo!

Cuando el profesor volvió a eyacular, un nuevo desbordamiento de leche salió de la vagina de Silfa y corrió mojando sus nalgas. Yo aproveché y lamí un poco del pene, luego, bajé mi lengua hasta la pelambrera y lamí otro poco. Sin pensarlo más, comencé a lamer el excedente de sus nalgas y me dediqué a lamerle el culo como mejor sabía hacerlo.

A ella le gustó mucho porque gritaba como loca mientras le rogaba a su esposo que no dejara de cogerla. Yo me atreví a ir más allá y comencé a meterle la lengua en culo y me dediqué a practicarle un asqueroso beso negro, pero ¡delicioso!

Así estuvimos por una hora. Para mi era normal, pero para ellos, el que Silfa resistiera tanto, era un milagro, y el hecho de que yo estuviese allí, les hizo pensar que la milagrosa era yo.

Más tarde, hicimos un 69 doble: el profesor se acostó en el catre y Silfa y yo nos subimos sobre él.

Ambas mamábamos la gruesa verga, turnándonos las bolas o el cuerpo. El profesor me mamaba a mí, por ejemplo, luego me daba una palmada en las nalgas y su esposa se montaba sobre él. Las dos chicas mamábamos incansablemente. Me recuerdo chupando la cabecita mientras Silfa besaba el cuerpo, las bolas, o chupando las bolas o con mi cabeza hundida hasta meterle la lengua en el culo.

Ambas nos mirábamos y sé que tanto ella como yo, queríamos darnos una buena lata, un buen beso, pero no terminábamos de decidirnos. Entiendo que ella no era lesbiana y pensaba que yo tampoco lo era.

Me quedé con mi cuca pegada a la cara del profesor, pero Silfa se levantó, y se sentó sobre la verga y se cogió a si misma. Allí, sentadas de frente, nuestras caras se atraían mutuamente. Solo faltaba que una de las dos tomara la decisión.

Nuestras tetas bailaban de lado a lado y estábamos inmensamente sudadas y olíamos a sexo puro. Silfa estuvo allí, media hora más y ya como a las 4:30, estábamos desechas. El profesor me puso en cuatro y me cogió por detrás y yo, resistí como el palo de mujer que soy. En ese momento pensé en Wilsi y en lo mucho que estaría gozando de estar en mi lugar. Le dediqué esa cogida a ella y me excitó más el ver a Silfa allí, tan cerquita de mí, acariciándose las tetas o pajeándose sugestivamente. Diablos, sentí el deseo de doblar mis brazos y hundir mi cabeza entre sus piernas.

Pero no lo hice. Solo disfruté el hecho de estar desnuda allí, en ese catre, observada por esa hermosa mujer mientras su esposo me cogía por detrás.

Estuve hasta las cinco de la tarde allí, dejándome coger y luego fui a bañarme. Cuando regresé, ambos me agradecieron por el gesto y quedamos en volvernos a ver.

Yo estaba feliz por todo lo que viví esa tarde, pero cuando regresé a casa y vi a Wilsi sentada en sala, ambas nos miramos durante un buen rato, yo, pidiéndole perdón, ella, recriminándome por mi putería. Entonces, me sentí infeliz porque amo a mi hermana por sobre todas las cosas de este mundo.

Lor

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