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Wilsilor (15: Aun jugamos con muñecas)

en Bisexuales

WILSILOR XV

Aún jugamos con muñecas

Por Wilsi

Ese domingo fue espectacular en la sede del grupo de teatro y en la que gozamos un mundo haciendo el amor en zancos.

El profesor nos dijo que el día lunes no iba a trabajar (por lo del carnaval) y que si queríamos pasáramos la tarde en su casa. Hubiese preferido otro lugar, pero creo que era lo mejor porque ese día amaneció lloviendo mucho y además, el profe dijo que tenía algo que mostrarnos.

A papá y a mamá le dijimos la verdad: que iríamos a casa de los vecinos a estudiar y a concretar nuestra participación en su grupo de teatro. Y era verdad porque con ellos siempre aprendíamos cosas y estábamos en su grupo. A nuestros papás les pareció que nuestro empeño con ellos era solo por tener una actividad extra cátedra y les pareció bien.

Fuimos a la casa como a las diez de la mañana y cuando llegamos nos abrió Silfa. Estaba en short y franela de color blanco, y se veía que no llevaba ropa interior, porque se le notaban los pezones muy bien marcados y una totona muy grande. El profe estaba apenas en boxer y diablos, de solo ver como se le marcaba claramente su gran "salchichón" hacia un lado, no pude menos que fantasear con lo que podíamos y hacer con él.

Estuvimos un rato riéndonos y escuchando las vainas del profesor, hasta que su tono cambió y dijo un poco más serio:

-Hemos decidido mostrarles un secreto que solo mi esposa y yo conocemos, y que es algo que nos ayudó por mucho tiempo. Síganme.

Las tres mujeres o seguimos hacia el final de un pasillo, después del cuarto de baño. Allí, bajamos una escalera y llegamos a un sótano que ni siquiera nos imaginábamos que existía. Encendió la luz y nos encontramos de repente en una especie de taller con un gran número de trajes, estatuas de madera o piedra y muñecos de látex.

-¿Este es su secreto?- pregunté un poco desconcertada. No creo que fuese para tanto.

-No. Esto es parte de la escenografía, la utilería y el vestuario de algunas obras que he hemos hecho. Vengan y les muestro el resto.

Caminamos un poco más allá y al fondo, el profe corrió una puerta plegable. Tanto Lor como yo, nos sorprendimos al ver guindados en la pared a varios muñecos y muñecas de látex, bastante bien realizados (yo diría que demasiado bien) y estaban ¡desnudos totalmente! Las tetas, las vaginas y los penes eran tan reales que me provocaron algo extraño. Creo que me provocó saltar y acariciar esos bichos.

-¡Coño, esto si que es una sorpresa!- exclamé yo tocando, igual que mi hermana, las pieles de los muñecos y notando que apenas se le veían unos anillos en las articulaciones.

-Pero este, es solo parte del secreto- afirmó Silfa sonriente.

-¿Hay más?- inquirió Lor.

-Presten atención- dijo el profesor.

Enseguida abrió una pequeña puerta en la pared y entonces dejó a la vista algo que nos hizo abrir mucho los ojos. ¡Era una mujer!

-¡¿Qué es eso?!- exclamé sintiendo miedo al ver en la semipenumbra del cuartito a la hermosa figura femenina. ¿Será que habían matado a alguien?

Gracias a Dios no era una mujer de verdad, sino una muñeca bastante real, casi perfecta y también de tamaño natural. El profe encendió una luz y pudimos verla con mayor claridad. Era una "mujer" hermosa de cabellos castaño claros, piel muy blanca y con unos senos muy grandes. Y, coño, con la misma cara de Silfa.

Lor y yo teníamos miedo de tocarla por temor a dañarla, pero el profe nos dijo que lo hiciéramos.

-Pero… ¡Eres tú, Silfa!

-Si, se parece a mí- contestó Silfa, sonriente.

-La compré por Internet hace poco más de un año- afirmó el profesor-. Se llama Natasha y es el objeto más preciado de toda esta colección.

-¿Y cuanto les costó esta belleza?- pregunté yo tanteándole la cara y los senos sobre su caro sostén.

-Me costó $ 5.000 y me la trajeron desde Estados Unidos.

-Coño, esa es una suma que yo ni siquiera sueño tener todavía- exclamó Lor tanteándole la pantaleta y las pantys.

-He trabajado para darme esos gustos. No sé si han visto fotos o saben que hay muñecas inflables que son bastante feas, pero esta, es de silicona y aparentemente es muy real.

-Vaya, siempre escuché de mujeres que se ponen silicona en las tetas, pero esta es la que más silicona tiene, ¿no?- bromeó Lor.

-Sí. Natasha tiene una boca bastante real con dientes de plástico y lengua de silicona suave, además tiene orificios anal y vaginal muy reales también.

-Tengo varias barbies en casa- dije-. No se les ven las articulaciones ni nada, pero coño, pero a esta ni se le notan.

-Cuando la encargué por Internet, mandé una foto de mi esposa para que la hicieran exactamente igual a ella.

-Y dime algo: Silfa no tenía inclinaciones hacia las chicas antes de estar con nosotras, supuestamente- comentó Lor al profesor-, ¿entonces la muñeca solo la usabas tú?

-Eres muy pilas, carajita- contestó él-. Yo siempre quise vivir la fantasía de estar con dos o más mujeres. Nunca lo hice de muchacho por recato, miedo, lo que haya sido…

Silfa intervino y nos contó como nació la idea:

-Siempre supe que mi esposo lo enloquecía la idea de tirarse a cuanta carajita se le atravesara en el camino, pero me consta que siempre me fue fiel. Solo fantaseaba con la idea de hacer el amor con otra chica aparte de mí. Me contó muchas veces que le gustaban las lesbianas o por lo menos, ver a mujeres besándose o tocándose.

Yo tenía dieciocho años cuando lo conocí, duramos un año de novios y cada vez que mencionaba sus fantasías yo lo escuchaba, pero no me hallaba acariciando a ninguna mujer. Nos casamos a mis diecinueve y vivimos momentos divinos, pero yo (como ya saben), no le aguantaba el ritmo. Él me cogía y me hacía enloquecer, pero me cansaba y me enervaba mucho, especialmente, cuando me cogía por detrás y me producía mucho dolor.

Varias veces bromeó con la posibilidad de buscarse a otra mujer para poder seguir cuando yo me cansara. Yo no pensé que lo hiciera, pero le dije que si buscaba a una chica bonita y a la que no conociéramos, lo intentaría. Él no buscó a nadie porque decía que no me iba a convertir en una lesbiana si yo no quería.

Seguimos con nuestras relaciones y cada día repetía lo mismo. Llegamos a jugar a que yo cerraba los ojos mientras él me cogía y más de una vez estuve en cuatro patas, con la cabeza hundida en una almohada, simulando que mamaba, o boca arriba, con la lengua al aire, fingiendo que la chica imaginaria estaba sentada sobre mi cara.

Eran solo juegos, pero yo, aunque sentía curiosidad, no me acostumbraba a esa vaina de acostarme con una mujer y menos, compartir a mi esposo con ninguna, porque una mujer que hace eso es una cabrona.

Fue entonces cuando un día de los enamorados, hace ya casi año y medio, recibí un descarado regalo: Yo misma. Pensé que él la había hecho, pero no, la encargó a los Estados Unidos. Se llama Natasha originalmente y estaba acostada en nuestra cama, en ropa interior. Ahora sí que podríamos jugar el juego que él quería.

-¿Y qué sentiste?- preguntó Lor.

-Una curiosidad inmensa, pero no le dije nada a él. Yo estaba clara en mi sexualidad y no sentía atracción por las mujeres, pero siempre estaba dispuesta a complacer a mi esposo. Esta era la oportunidad de jugar a acostarme con otra mujer y a ser todo lo lesbiana que quisiera. Total: era mentira, porque la muñeca era solo eso, una muñeca.

Estuvimos durante largos y placenteros minutos, besándonos y acariciándonos con Natasha entre nosotros. Mi esposo, la acarició varias veces y le dio un gran beso. Creí que no me iba a gustar, pero cuando puse mis labios en los de ella y metí mi lengua en su boca, sentí que explotaba de excitación. Mi lengua tocó esa lengua fría (como todo el cuerpo de Natasha) y me estremecí de placer. Debe ser que me concentré tanto o fue quizás por el juego mismo, que ese beso fue tan real.

Vi a mi esposo quitarle el sostén y mamarle las tetas y ¡Santa Madre de Dios!, me tocaba probar. Me eché sobre ella y le chupé una de las tetas mientras él le chupaba la otra. Parecían de verdad y sabían tan bien. Más de una vez chocamos las tetas una con otra y pegamos los pezones, para chuparlos con nuestras bocas pegadas y besándonos.

Él, siguió bajando por su estómago hasta el ombligo y luego, le fue bajando la pantaleta hasta dejarla solo en medias. Estuvo lamiéndole la vagina por un buen rato y después, tomó un rasco de la mesita de noche y se lo vertió allí dentro: era miel. Le abrió bien las piernas al aire a Natasha, como si fuese una bailarina y me hizo hundir mi lengua en aquella vagina suave.

-¡Verga, parece de verdad!- dije yo, remangándole la pantaleta y viéndole sus vellitos.

-Sí. Pensé lo mismo cuando la vi.

Confieso que solo había visto la mía, pero era tan real. Tan rojiza, húmeda y con unos vellitos tan suaves. El olor a miel me cautivo y terminé metiendo la lengua en esa cavidad tan carnosa y pensé que si eso era lo que sentiría mamarle la vagina a una chica. Antes me había hecho esa pregunta. Cuando mi esposo me mamaba, yo pensaba en lo que él sentía cuando lo hacía y me imaginaba mamándome a mí misma.

-Bueno- dijo Lor-, eso fue como mamarte a ti misma, ¿o no?

-Creo que sí. Fue algo especial, ¿verdad mi amor?

-Sí- intervino el profe-. ¿Recuerdas que cuando estabas allí, chupando, te di una buena cogida por detrás?

-¿Cómo olvidarlo? Estaba con la cabeza hundida en la vagina de Natasha y tú me lo metiste por detrás y me cogiste como nunca. Creo que eso me excitó más y me hizo meterme más en el juego. Mientras mayor eran los embates en mi culo, mayor era mi ensimismamiento. Llegué al punto de olvidarme que Natasha era una muñeca y la sentí como mujer.

-Yo también estaba súper excitado- afirmó el profe-, al ver a mi mujer allí, en cuatro patas con la cabeza pegada a la pelvis de esa muñeca tan real. Cuando sentí ganas de acabar, le saqué el pene del culo a mi esposa y la hice a un lado, para cogerme a Natasha. La idea de jugar a tirarme a otra mujer, allí mismo en la cama de mi esposa y con ella, observándome, me hicieron acabar de una manera inusitada.

-Yo me excité mucho al fantasear también, viendo a mi esposo cogiéndose a otra mujer que no fuera yo.

-¿Y después?- inquirí.

-Me tocó volver a practicarle sexo oral a la muñeca, solo que esta vez, estaba llena de leche y miel. Hasta ahora solo me había tragado el semen de mi esposo cuando acababa en mi boca o cuando se lo lamía, pero ahora, era como tomar una sopa (y vaya plato en el que estaba servido). Pero volví a abstraerme y pensé que esos eran los jugos de Natasha y yo me los estaba devorando, lamiéndole su vagina. Ella no me podía mamar a mí, pero yo, igual me sentaba en su cara y me refregaba, masturbándome deliciosamente.

Hace ya año y medio que Natasha vive con nosotros y aunque no la metemos todos los días en nuestra cama, de vez en cuando tenemos verdaderas orgías con ella. Repito que yo no tenía inclinaciones hacia otras mujeres, pero con Natasha la vaina cambió y me empezaron a gustar, pero igual no dejó de ser solo una fantasía porque no me atrevía a hacerlo.

-Desde hace un año más o menos- intervino el profe-, comenzamos a buscar a una candidata para mantener relaciones. Eso sí: alguien confiable, no tan carajita y que fuese bastante madura. Cuando nos conocimos, pensé en ti, Lor, para que fueses esa persona, sin embargo, no sabía si tendrías la suficiente madurez para enfrentar todo esto.

-¿Y por qué te arriesgaste si tenías dudas de mí?- recriminó Lor.

-Me gustabas mucho. Cada vez que te veía me provocabas muchas cosas y me pareció que era mutuo. Así, Silfa y yo hablamos y decidimos que podríamos probar.

-Estábamos buscando a una sola persona- afirmó Silfa-, pero salimos premiadas con ustedes dos. Ahora sé que si me gustan las chicas y ya no pienso dar marcha atrás. Por supuesto, no pensamos vivir haciéndolo con un millón de personas más. Con ustedes dos está bien.

Silfa hablaba y yo me sentía cada vez más avivada al saber que éramos sus preferidas y que teníamos un delicioso secreto.

-¿Y nos permitirán hacerlo con Natasha?- preguntó Lor con esa cara de pícara que la caracterizaba.

-¿Por qué no?- dijo el profe- Natasha es muy especial y la compartiremos con personas especiales como ustedes dos. Pero tenemos algo más que mostrarles.

El profe bajó dos de los muñecos y los armó con un sistema de varillas que luego se puso en su cuerpo. En unos minutos vimos como los muñecos cobraban vida y se movían exactamente como el profesor. Si él caminaba, ellos caminaban; si él movía las caderas, ellos también. Definitivamente, el carajo es un artista.

Se los quitó poco después y se acercó a Lor y a mí y nos besó a cada una, respectivamente y ambas comenzamos a acariciarle el bulto de su boxer, que era cada vez más grande y duro.

-Cuando estaba muchacho- dijo el profesor-, jugaba con muñecas y muñecos y mis padres pensaban que terminaría marico. Mi papá me castigó muchas veces. Jamás se imaginó que yo terminaría siendo titiritero y que seguiría jugando con muñecas.

El profe nos seguía besando, pero el objeto de nuestros deseos en ese momento era Natasha y la visión de los dos muñecos con sus impresionantes penes. Lor y yo, terminamos arrodilladas frente a Natasha y le dábamos besitos o acariciábamos su piel fría y suave. A mí me encantó hacerle a un lado el sostén y chuparle los pezones y apretarla. Coño, me dio miedo que mis uñas se enterraran en la silicona y terminara dañando tan hermosa muñeca.

Lor mamaba una teta mientras yo, me devoraba la otra. Volteé para ver que hacía Silfa y la vi también arrodillada y mamándole el güevo a su hombre. Eso me excitó mucho y más, ver a mi hermana bajar y meter su cabeza entre las piernas de Natasha. Yo bajé un poco también y lamí su ombligo y, abriéndole un poco más las piernas me dediqué a mamar junto a Lor.

Acaricié la espalda de mi hermana sobre su franela y ella metió una mano bajo la mía. En unos minutos ya estábamos desnudas de las caderas hacia arriba y nos estrujábamos las tetas sin dejar de lamer o acariciar a nuestra nueva amiga.

Volví a tirarles una vista a los profes y ya, él se la estaba cogiendo a ella por detrás, aún sin quitarle una prenda. Mi culo y mi poncha me pedían a gritos coger y yo, quería complacerlos, pero el profe estaba ocupado atendiendo a su esposa.

Lor metió una mano bajo mi pantalón y se dedicó a meterme un dedo en el culo. ¡Ay, que rico, necesitaba eso! Yo hice lo mismo con ella y nos olvidamos de Natasha por un momento. Ambas hermanas nos levantamos después y nos abrazamos como si estuviésemos peleando. Nos exprimíamos las tetas, nos las mordíamos, nos apretábamos los brazos, nos pellizcábamos los pezones. ¡Qué delicia! Nos mordíamos los labios o el cuello, nos palmeábamos las nalgas, nos machacábamos las caderas o las carnes… ¡Mierda, que rico era pegar nuestras pelvis y estrujarnos los pantalones!

Sin mucho esfuerzo, las manos de Lor o las mías se metían bajo los jeans y jugueteaban con nuestras nalgas.

Recuerdo que ambas empujábamos poco a poco los jeans hacia abajo, sin desabrochar el botón y, en unos minutos nos restregábamos los vellos de las ponchas y nos besábamos salvajemente.

En aquel sótano se escuchaba un verdadero concierto de gemidos y berreos, especialmente los de Silfa, a quien su esposo se la estaba gozando divinamente.

Lor y yo, con los calzones por las rodillas y las pantaletas en los muslos, seguíamos masturbándonos mutuamente, nuevamente con un dedo en el culo. Algunos dicen que el sexo aburre y especialmente si es con la misma persona. Tal vez sea verdad o quizás es la rutina lo que fastidia. Lo cierto es que en todo este tiempo yo no me ha aburrido de mi hermana y cada situación es tan especial. Creo que no es el sexo por el sexo, sino sexo para vivir y sentirnos bien.

Todos, menos Silfa, quien seguía con sus ropas, muy sudadas por cierto, estábamos desnudos. El profesor volvió a colocarse los muñecos y me invitó a darle una mamada. Todavía no acababa de hablar cuando yo ya estaba arrodillada ante ese hombre, que tenía alambres en casi todas sus articulaciones, y le daba una rica mamada.

No he pensado en la idea de casarme ni de nada así, porque me gustan más las carajas, pero si algún día vivía con un hombre, ¿sería capaz de compartirlo con otras chicas como lo hacía Silfa? Después de todo, aunque mi hermana y yo somos palo de mujeres, no dejábamos de ser solo un par de mocosas que ni siquiera tenían la mayoría de edad, Silfa es la mujer, que le conviene al profesor.

Me encendió mucho ver que Silfa se arrodillaba a mi lado, pero para meterse en la boca el pene del muñeco del lado izquierdo. Lor hizo lo mismo con el otro y ahora si que estábamos locas. Éramos tres mujeres, arrodilladas allí, mamándoles el güevo a tres hombres. Ahora sí que estábamos completos, un tres para tres muy original (bueno, faltaba un hombre más para Natasha, pero ella solo se conformaba con vernos desde su silla)

Con el rabito del ojo, yo podía ver que los dos muñecos parecían moverse realmente. Claro, accionados por los movimientos del profe. Eso me gustó mucho y entre mamada y pajeada, me estaba dando curiosidad saber que se sentiría mamarse uno de esos bichos de mentira.

No tuve ni que decirlo, porque el profe me hizo cambiar de lugar con Silfa y entonces, luego de examinar el enorme miembro de látex, me lo llevé a la boca. Sabía un poco extraño, como si antes, lo hubiesen bañado con un líquido que le quitara el sabor a caucho. Era tan real, lampiño, con grandes bolas y el glande asomaba del prepucio como si fuese real.

El profesor se movía y acariciaba la cabeza de su esposa. Me asusté un poco al sentir como el muñeco se movía y me hundía la verga en mi boca y, mierda, su mano también se posaba sobre, mis cabellos. Ese hombre es todo un artista.

Entre su arte y mi arte, yo prefiero miarte, dice el dicho popular, pero la verdad es que si el profesor quería miarse sobre mí, pues que lo hiciera porque con ese invento, estaba demostrando su genio.

Por supuesto, mi hermana y yo, pasaríamos horas, días, años, chupando esos biberones y no tragaríamos ni un poquito de leche, por eso no me pareció mal cuando Silfa se puso en cuatro patas y nos sugirió hacer lo mismo. Mierda, ¿nos iban a coger? ¿Quiénes, los muñecos? Eso si que sería algo novedoso, por lo menos para Lor y yo.

Y así era ciertamente. Ya en cuatro patas, vi como el profesor se agachaba para penetrar a su mujer por detrás. Sentí la cabecita en mi culo, cuando ya penetraba a Silfa. Dios, tanto Lor como yo, sentimos las manos de los muñecos en nuestras caderas y, por lo menos a mí, me dio un temblor en el culo, sabiendo que ese bicho intentaba meterse en mí. Lo cogí con mi mano y lo ayudé para que entrara. Costó un poco y hasta dolió porque no me entró tan fácil.

Ahora la vaina estaba buena. Las tres mujeres en cuatro, disfrutábamos de la cogida y gemíamos irracionalmente. Verga, por mi culo habían entrado penes, palos, lenguas, de todo, pero esa nueva sensación me estaba enloqueciendo.

Hay hombres que anhelan encontrar la manera de cogerse a varias mujeres al mismo tiempo, pero nada que ver. Sin embargo, allí estaba un hombre que por medio de un artificio, estaba dándoles gusto a sus tres mujeres.

Yo veía a Silfa o a mi hermana y me encendía más al ver sus caras y al escuchar sus berrinches que con los míos y los berridos del profe, ensordecían ese sótano caliente. Por lo menos allí, podíamos gritar cuanto quisiéramos porque nadie nos iba a escuchar en el exterior y la verdad, es que ningunos nos limitamos de chillar y relinchar a gusto.

Era excitante ver a mi hermana con ese muñeco pegado a su trasero y agarrándola por las caderas. Yo misma me volví y me encantó ver a mi muñeco moviéndose tras de mí. El profe berreó como un toro cuando le acabó a su esposa en el culo y luego, ella y yo, cambiamos de lugar.

Enseguida yo tenía el güevo del profesor en mi culo y chillaba de gusto. Lor ni siquiera había sacado el de su muñeco y a Silfa le entró fácil porque tenía el culo empapado de semen. Estaba sudadísima y parecía que estaba jugando camisas mojadas porque las tetas se le marcaban claritas y toda su piel.

El profe me golpeaba muy fuerte y eso me gustaba; creo que lo hacía exageradamente porque se estaba esforzando por mover también a los muñecos. Su fortaleza era formidable y llegué a sentir, que si habría un hombre de mi vida, sería ese. El peo es que estaba casado con esa mujer que estaba allí con nosotras y, era legalmente, de ella. Uy, pero es que coge tan bien que provoca ser su amante por siempre. Al menos iba a intentar, coger siempre con él y, si algún día vivía con alguien, me escaparía a pasar el rato con él y su esposa, por supuesto, y con mi hermana.

No era tiempo para estar pensando en nada de eso sino de gozar el momento y así fue, cuando sentí que me llenaba el culo de su leche, enseguida un orgasmo delicioso se apoderó de mí.

Cuando me cambié con mi hermana para que a ella también le dieran su regalo, el pene del otro muñeco pasó lisito porque yo estaba bien lubricada. Esta vez gocé mucho más, quizás porque estaba más acostumbrada a la sensación y porque de verdad me sentía como una puta a la que se la estuviesen cogiendo tres hombres, bajo la mirada fija y sensual de Natasha.

Ese día experimenté tantas cosas y me deleité cuando nos pusimos boca abajo y nos cogieron por delante a cada una, hasta que, finalmente, terminamos mamando los vestigios de leche que estaban en los falos. Santa María, ahora si que había leche en esos biberones.

Eran las 3:00 p.m. cuando subimos y nos metimos a la ducha para quitarnos todo el pegoste y lavarnos completitos. Esta vez no hicimos nada, solo nos bañamos y fue muy rico y refrescante. Lor y yo nos vestimos nuevamente, no así el profe y Silfa que siguieron desnuditos y nos esperaban en la sala.

Me acerqué a ver el televisor y noté que había muchos desastres por las lluvias en varios estados del país y que las cosas estaban feas. Aún así, nosotras solo estábamos pendientes de seguir pasándola bien. Cuando bajamos vimos que los profes estaban acostados sobre el sofá y seguían su fiesta particular.

Nos quedamos allí paradas como dos niñas tontas, sin saber que hacer mientras veíamos a Silfa gemir de alegría mientras su esposo parecía una anguila eléctrica, montado sobre ella. Yo me senté en uno de los muebles y Lor sobre el descanso de las manos, para deleitarnos en primera fila de esa escena tan exquisita.

Cuando ya estaban por terminar, el profe se levantó y puso a su esposa de rodillas para que ella le diese una mamada. Yo me estaba excitando otra vez y envidiaba a Silfa por la dicha que iba a recibir en su boca. Pero no fue así, porque el profe le sacó su verga de la boca, se la pajeó unos segundos y le echó toda su leche en las tetas a Silfa. Parecía que nunca iba a dejar de escupir todo su semen y fue tanto, que le chorreó lentamente hasta resbalar por su estómago.

-¿Por qué no la limpian?- balbuceó.

Lor y yo nos miramos un segundo, sonreímos y luego nos arrodillamos al lado de Silfa y le comenzamos a masajear las tetas con el oloroso "ungüento". A ella se le puso la piel de gallina con las caricias.

Mi hermana y yo nos echamos otra mirada y ella, fue la primera que se atrevió a lamerle los senos a Silfa. Yo la imité y juntas, chupamos y lamimos todos esos fluidos de vida que salió de las entrañas del profe. Muchas veces nos habíamos tragado el delicioso néctar, pero no era igual, lamerlo así, de las tetas de esa madre que nos estaba alimentando.

En pocos minutos, le habíamos limpiado sus pechos y el estómago y nos besábamos las tres sensualmente. El profesor nos miraba, aún con su bicho erguido. Se veía contento y satisfecho. ¿Y qué hombre no se sentiría realizado al gozarse a tres mujeres como él lo hacía? Un hombre que se cogía legalmente a su esposa y a dos carajitas ardientes. Se veía que se sentía dichoso por cogerse a tres mujeres que no eran putas de un bar cualquiera, sino a una mujer talentosa y a dos niñas buenas estudiantes.

Llegamos a la casa como a las cinco y nuestros padres nos dijeron, un poco en reclamo, un poco en broma, que ya no queríamos parar allí y que no compartíamos con ellos. Nos dimos una ducha cada una por separado y nos cambiamos de ropa. Estuvimos hablando y compartiendo con ellos hasta eso de las diez de la noche.

Me fui al cuarto de Lor y allí, con la excusa de hablar, supuestamente hasta muy tarde, nos dimos un delicioso revolcón, celebrando y recordando todo lo que hicimos ese día.

Wilsi

Escríbannos a wilsilor@yahoo.com Gracias por todos los e-mails que nos han enviado diciéndonos cosas tan bonitas. Agradecemos de verdad sus comentarios.