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Wilsilor (25: Mis recuerdos -Parte III-)

en Bisexuales

WILSILOR XXV

Mis recuerdos

(III Parte)

Por Marité

La relación entre Cristian y su novia iba de mal en peor y cada vez él me paraba más a mí que a ella, pero no volvimos a repetir lo de aquella tarde, porque la verdad yo no quería ir más allá. Cumplí los veintiún años, pero no volví a tener nada con él porque no soy una rompe relaciones ni quita maridos.

Ahora bien, mi hermano se declaró más homosexual que otra cosa, pero yo puedo asegurar que no es así, que él es bisexual, como yo. ¿Por qué lo digo? Por lo siguiente:

Él tenía ya dieciséis años y parecía un hombre de veinte, incluso se veía contemporáneo conmigo. Desde que supe lo de Miguel Ángel y de los peligros de su supuesta enfermedad, mi hermano y yo no volvimos a tocarnos y puedo decir, que yo estaba molesta con él. Mamá y papá lo mandaron con unos tíos al interior y allí vivió por cuatro años. Volvió a los dieciséis convertido en todo un hombre.

Cuando lo volví a ver me vinieron los recuerdos de mi adolescencia. Coño, ya yo era una chama adulta, pero con cara de carajita aún, incluso seguía usando de vez en cuando esa entupidas pantaletas de muñequitos. Alexis seguía siendo adolescente, pero a mí me pareció todo un hombre ya y me dije: es un desperdicio que sea gay, porque durante un buen tiempo la pasamos bien juntos y era bien machito.

Una noche estaba yo en mi cuarto, haciendo unas tareas cuando él entró y se puso a conversar conmigo. Me olvidé de lo que estaba haciendo y me dediqué a ponerle atención. Pensé que iba a ser una charla inocente y creo que en fondo, la fue. Yo tenía puesto un mariquísimo short estampado con dibujitos de "Bugs Bunny" y una franela con la cara de Avril Lavigne. No es que yo use shorcitos así para salir a cualquier parte, solo los uso en casa porque me veo mente’ polla (infantil) a veces. Con mi hermano, sin embargo, no me da pena nada porque sabe que soy tronco de mujer.

Ahora que, siempre he admirado a Avril, para entonces solo me identificaba con su música y su estilo irreverente; hoy día, sería capaz de pelarle el culo si me lo pidiera. He aprendido quien es puta y quien no, que mujer se empepa otra y quien no, y, estoy segura, que Avril, se empepa pa’ los dos bandos cuando está gozando al igual que su rival Hilary Duff. No es por nada, pero en ese mundo de las artes hoy son cada vez más las mujeres que están haciendo doble play en el gran partido del sexo, si no pregúntenle a la zorra de la Britney y a la Christina, que parece que los latazos que se dieron con Madonna las inspiró a seguir por ese camino, si no es que antes ya andaban en eso.

Estuvimos hablando de un sin fin de tonterías y yo, rememorando los momentos felices entre ambos. De pana, tenía unas ganas inmensas de tirármelo allí mismo, pero no sé por qué coños no me atreví a decírselo. Fue entonces cuando él me dijo que tenía curiosidad de saber como era ese tatuaje que tenía en la espalda y que se me veía siempre bajo las franelas. ¿Quieres verlo?, le dije y él asintió. Enseguida me puse de espaldas, me subí la franela y le dejé ver mi piel tatuada.

Alexis me pasó sus dedos por mis carnes y me ericé enseguida. Él lo notó y me dijo que por qué me ponía así. Me dio arrechera que no lo supiera o que se hiciera el loco. A gritos le estaba rogando que me cogiera. ¿Puedo verlo todo?, me preguntó. Me acosté boca arriba, me bajé el short hasta pelarle el culo y dejé que me viera el tatuaje por toda la espalda y metido entre mis nalgas.

Me encantó que pusiera sus dedos en mi culo y coño, solo deseaba que me abriera las carnes y me cogiera como a una misma puta, pero no…, no lo hizo. Se levantó y dio unos pasos y yo, no sé por qué carajos, lo dejé ir. No me quedó de otra, al sentir la puerta cerrarse tras de él, que meterme un dedo en el culo yo y cogerme a mi misma. Me masturbé como una desesperada esa noche, jorungándome el culo y metiéndome la otra mano en mi cuca, anhelante de un hombre…, de mi hermano…

Al día siguiente me fui temprano a estudiar. Ese día el estaba en jean y camisa; yo llevaba puesta una franela con un dibujo de Mickey Mouse pintado en el pecho y un pantalón gris a las caderas con rayitas verticales y horizontales entrecruzadas al estilo escocés. Recuerdo que mi hermano me fue a visitar, y luego de clases, almorzamos juntos y rememoramos tantos años bonitos, tantas vivencias placenteras.

Me pidió disculpas por haberme dejado así la noche anterior alegando que estaba confundido. Yo lo entendí, asumiendo que era homosexual, pero igual, no podía evitar sentir por él esas ganas inmensas de tirármelo. No sé si aguantaría más, pero mi pantaleta estaba tan mojada que temí me manchara el pantalón.

Cuando íbamos en el bus, de regreso a casa, sentí muchos más deseos de su cuerpo. Yo estaba sudando a rabiar y mi corazón latía muy aprisa cada vez que me miraba. Íbamos en uno de los asientos posteriores, dos puestos delante, dos viejecitos, delante, un niño y desde luego, el chofer, que ni pendiente con nosotros.

Entonces no aguanté más, me eché a su cuello y le di un beso en los labios. Enseguida dejé que mi lengua entrara en su boca y aunque él no me correspondió seguí lateándomelo salvajemente. Nadie nos estaba viendo y, si lo hacía ¿qué?, después de todo, nadie sabía que éramos hermanos. Si nos miraban con mala cara podíamos alegar que éramos novios. Alexis, fue cediendo poco a poco y me besó también. Enseguida ambos nos estábamos acariciando y yo, entendí que aún yo le gustaba a mi hermano.

No pude evitar poner mi mano en su entrepierna y noté que tenía el güevo bien parado, así que se lo apreté con fuerza, con desesperación y él se estremeció más. Entre beso y beso, tratamos de disimular porque los viejitos de vez en cuando volteaban y nos echaban un ojo, pero creo que solo pensaban que nos estábamos dando unos besitos. Creo que ni se imaginaban que yo tenía la mano metida bajo el calzón de mi hermano y estaba sintiendo lo grueso de su güevo, sus vellitos y la manera en que le temblaba. Coño, solo quería bajar mi cabeza y darle una buena mamada, pero me cohibí porque ahora se estaban montando dos chamas y se estaban sentando tres puestos delante.

Noté que Alexis las miraba y aproveché para pajearlo con más gusto. Tampoco pude dejar de mirar a las chamas, lo acepto, pero creo que era por la idea de saber que mi hermano podía gozar el hecho de verme a mí o a otras carajas. Una de ellas, la que estaba hacia la ventanilla se veía linda con sus cabellos lacios color negro, apenas podía verle las trabillitas de su blusa azul porque el asiento la tapaba, pero a la otra si que la vi bien: tenía un pantalón blanco pescador y se le veían unas piernas blancas muy lisas, también se le hacía un pequeñito bulto de panza muy lindo y esa franela roja le quedaba genial. Sus cabellos eran castaños y muy largos.

Fantaseé con la idea de estar en una cama con mi hermano y ellas dos. No pensé en besarlas ni en nada de eso, porque aún ni pendiente con mujeres, solo pensé en que mientras yo le mamaba el güevo a Alexis, una de ellas se dejaría mamar la cuca y la otra un dedo por el culo. Diablos como gocé ese momento y sé que mi hermano también, quien ya estaba tan excitado, que me apretó la entrepierna y sintió lo húmeda que estaba. No tardó mucho en dejar que su mano entrara también bajo el calzón y coño, se me puso la piel de gallina y me chorreé de gusto.

-¡Suéltame!- me susurró al oído.

-¿Por qué?- inquirí sin entender.

-¡Por qué me estoy haciendo! ¿Entiendes?

Entendí muy bien, pero no le hice caso, más bien, saqué parte de su verga y seguí dándole, mi hermano se resistió porque pensó que iba a mojar todo, pero yo, disimuladamente, me eché sobre sus piernas y metí en mi boca la cabeza de ahora más grande güevo. No mamé mucho, porque eso fue "saliendo el payaso y soltando la risa", en menos de diez segundos ya estaba cayendo en mi boca ese líquido calientito y me lo estaba tragando todo, como tanto me gusta.

Me relamí los labios y me levanté enseguida, guardándole su pene aún duro. Dejé que me pajeara a mí y me estrujara las tetas por sobre la franela. Me excitó mucho ver a las chamas voltear de vez en cuando e imaginar que sabían lo que estaba pasando. Verga, pero más me excitó ver la imagen de Mickey Mouse estirándose en mis pechos, arrugándose en mis tetas abombaditas

-¡Quiero que me cojas!- le grité susurrando en pleno orgasmo.

-En la casa no podemos ahora. ¿Qué hacemos?

-Vamos a otro lugar.

-¿A un hotel?

-¿A un hotel? ¿Y si nos piden los datos? Sabrán que somos hermanos.

-¿Qué con eso? Nadie sabrá nada. Tranquila. ¿Vamos?

-Vamos. Confío en ti.

Bajamos del autobús y las chamas se nos quedaron mirando, sonriéndose por lo bajo. ¿Se darían cuenta de algo? ¿Qué importaba ya? Ahora lo importante es el lugar a donde me llevaría mi hermano.

Es ridículo pero nunca había ido a un hotel, y, la primera vez que lo hice fue con mi propio hermano. Él pagó la habitación de lo más natural y yo estaba nerviosa, lo reconozco, primero porque temía que por mala pata, alguien nos viese allí, y segundo porque iba como cordero al matadero, esa iba a ser mi primera vez.

La habitación era pequeña, pero bonita, olorosa, con un buen baño y una cama matrimonial bastante confortable. Mi hermano y yo estuvimos besándonos durante un buen rato, acariciándonos tan sutil como nuestras ganas de arrancarnos la piel nos lo permitieron. Alexis había encendido la TV por cable y le puso un volumen moderado que no se escuchaba muy fuerte, pero que disimularía nuestros predecibles berrinches más tarde.

Sus labios en mis labios, sus dientes mordiendo mi nariz, mis labios, su lengua en mi boca, atornillándose con la de él, me estaban enloqueciendo definitivamente. Verga, era una caraja de 21 años y nunca había sido cogida por ningún lado, y allí estaba a punto de sentir por primera vez un güevo en mi vagina jamás poblada. No es que yo me considerara virgen, porque carajo, ¡cuantas veces me había desfondado con mis propios dedos, con los dedos de mi hermano y hasta con sus lengua! No, no era virgen, pero jamás había tenido la dicha de tener en mi cuca un güevo, nunca. Esa iba a ser mi primera vez.

Alexis me estaba demostrando que si bien, había tenido relaciones con otro hombre, por lo menos me estaba haciendo muy feliz, especialmente cuando me levantó la franela y comenzó a chuparme las tetas, como nunca ningún hombre me lo había hecho hasta entonces, lo que significa que el no era homosexual, quizás estaba confundido y era hetero, quizás bisexual.

Gocé de sus boca chupando mis tetas, de sus dientes mordiendo mis pezones, de su lengua recorriendo mi estómago, lamiendo mi ombligo y posándose en mis caderas… eran las dos de la tarde y tendríamos tiempo par gozar hasta la noche, incluso, mi hermano pagó por doce horas, pero hasta la noche sería suficiente.

Me excitó mucho que me mordiera sobre el pantalón y de que bromeara sobre mi humedad. Me encantó cuando me desabrochó el calzón y me lo bajó hasta los muslos. Otra vez volvió a ver mi ropa interior y quedó al descubierto mi obsesión por las pantaletas con muñecos. Yo no tenía ninguna fijación en Mickey, pero mi pantaleta lo tenía tatuado por todas partes.

Enseguida ya estaba sin pantalón y sin franela, solo en pantaleta y dejaba que mi hermanito de 16 años me lamiera la cuca con ese cariño salvaje que nos hacía únicos y verga, de gemir calladamente por pena, quizás, comencé a contorsionarme y a gimotear como una perra cualquiera. Gocé y gocé del hecho de sentirme amada y se me olvidó la consanguinidad o la homosexualidad de Alexis, solo sé que el era mi hombre en ese momento. Mi amor, mi esencia…, mi clímax brotó hacia su cara y lo bañé con mis jugos y mi cuca raspada se bajeó a sí misma en sus labios. ¡Como disfruté de ese instante!

Poco después, sin descansar, yo le estaba quitando su franela y le mordía los pechos y me encantó ver que ahora Alexis estaba bien velludo, como todo un hombre. Cuando le quité el calzón, coño, me asombré de ver en todo su esplendor ese que antes era solo un nuevito; ahora era una vaina bastante grande y provocativo. Se lo mamé suavemente, luego de pajearlo un rato. En el bus hice mi mamada 266 y ahora estaba en la 267. Me encantó que fuese tan grande, tan duro, tan húmedo, tan mío…

Le lamí las bolas mientras lo pajeaba, lo mordí, lo lamí por todas partes, lo chupé como una niña chupándose un caliente helado y me tragué toda su leche cuando me la regaló. Luego, casi desnudos porque yo aún estaba en pantaleta, nos dedicamos a hacer un delicioso 69 y verga, como gocé que me apretara la cabeza con sus muslos o de yo apretar su cabeza con los míos. Disfruté un mundo estrujando mi cuca en su cara y de que me metiera sus dedos en ella hasta hacerme reventar de placer.

Y sucedió el mágico momento. Me acostó boca arriba, me hizo las piernas a un lado y, enseguida yo están sintiendo como irrumpía por primera vez un pene en mi cuca y coño, de verdad fue intenso, una sensación única e indescriptible. No sé cuantos orgasmos tuve ni cuantas veces creí perder el sentido. Todo lo que pueda decir se queda corto y sé que todas las mujeres saben a que me refiero con ser cogida por delante.

Me abracé a su espalda y lo aprisioné con mis muslos, acariciando con mis pies sus piernas, sus nalgas mientras ambos brincábamos sobre la cama que rechinaba enloquecida, como nosotros, que estábamos locos ya, ensimismados en ese momento inolvidable. Yo la aruñaba la espalda y le dejé algunos rasguños, el me besaba y me metía la legua hasta lo más profundo de mi boca, me la chupaba y yo me excitaba más. Sudábamos demasiado y yo temblaba delirantemente sintiendo como su güevo entraba y salía de mi cuca mojada e hinchada como nunca.

Rodamos sobre la cama desaliñada ya por la tormenta de nuestra pasión y él no dejó de cogerme nunca, aunque creo que yo también me estaba cogiendo, especialmente cuando estaba sobre él moviendo mi pelvis sobre su cintura. Probamos mil y un formas aquella tarde, hasta me recuerdo con los muslos cerca de las orejas dejando que él me cogiera. Lo que más me excitó de esa posición fue ver clarito el güevo de mi hermano entrando y saliendo mojado de mi cuca irritada de gusto.

Eran ya las cinco de la tarde cuando decidimos darnos unos minutos, en los que conversamos un poco, nos dimos besitos y caricias mientras se calmaban nuestros cuerpos sudados y trémulos. Entonces él me contó que se sentía bisexual y que lo estaba comprobando esa tarde, que no era su culpa que le gustaran también los hombres y que creyó por años que era homosexual, pero que desde que llegó a casa y me vio tan grande, revivió esos primeros momentos de su pubertad.

Me encantó que me recordara como su primera y única mujer (para mí él estaba siendo el primer hombre que me desfloraba). Me dijo entre besos y caricias que me deseaba mucho y que anoche quería meterme el güevo por el culo, pero que le dio miedo mi rechazo. ¡Idiota, le hubiese abierto mis nalgas si me lo fuese pedido!

-¿Entonces eres bisexual?- le dije mientas le acariciaba su pene.

-No lo sé. Quizás es solo contigo porque eres una mujer especial.

-¿Has intentado con otras?

-No. Nunca he sentido esas ganas en estos años, pero ahora, estoy confundido.

-¿Te gustaría probar?

-Sería interesante, pero ¿con quién?

-No lo sé, pero podemos buscar a alguien.

Seguí pajeándolo por un rato y él se excitó mucho más. Mi idea era convertirlo en un hombre totalmente (según mi concepción de hombre par entonces). Incluso pensé en compartirlo con otras carajas solo para convencerlo.

-¿Qué te parecieron las carajas de hoy, las que iban en el bus? ¿Las viste?- le pregunté luego de estar de nuevo pegada a su pene, mamándose como ya era mi costumbre.

-Era lindas y están bien buenas ambas. Te confieso que me encantó que me pajeras mientas las veía a ellas y más, acabar en tu boca, sabiendo que ellas estaban allí.

-¿Te gustaría hacerlo con ellas?

-No sería mala idea, el peo es que en una ciudad tan grande, verlas va ser bien difícil, ¿no crees?

-Tienes razón, hermano. Verlas hoy solo fue casualidad.

Seguí chupándole su verga y él lo gozó un mundo hasta que se vino en mi boca y yo quise que me cogiera otra vez. Rodamos un rato por la cama, me cogió como a una puta salvaje y cuando ya yo no aguantaba de tantos orgasmos, me puso boca abajo, me abrió las nalgas y sentí la punta de su verga colocarse en el umbral de mi culo. Al principio me excitó sentirlo allí, pero cuando comenzó a entrar, me dolió un poco, y un poco más, hasta que conforme entraba el dolor era más intenso. Él me decía que dolía un poco al principio, pero coño, yo solo sentía dolor y que me iba a cagar.

Fue tanto así, que le pedí que no lo hiciera y que me volviera a coger por delante. En ese momento, no me gustó coger por detrás así que, me dediqué a gozar de lo lindo de espaldas a mi hermano, con su güevo entre mis nalgas, pero entrando y saliendo de mí cuca, deseosa de ser cogida siempre.

Cuando salimos del hotel, nadie nos miró pero yo sentía que todo el mundo nos estaba viendo y pensando "esos dos, estaban tirando". Como sea, mi miedo estaba en que yo temía que alguien nos reconociera.

Esa noche estuvimos hablando mucho y nos dimos algunos besos furtivos mientras nuestros padres hablaban de los suyo. En la cena no paramos de mirarnos y nuestros padres ni pendientes con lo que hacían sus hijos. Yo, por supuesto, estaba contenta de coger con mi hermano otra vez.

Pasamos un buen rato en mi cuarto hablando de todo un poco y coño, la conversación siempre volvía a caer en lo mismo: en lo mucho que nos gustaba tirarnos. Papá y mamá todavía estaban por allí, rondando de aquí para allá y, por lo tanto, no podíamos hacer mucho. Solo me quedó lanzarme a sus piernas, le toqué su gran bulto y sentí que Alexis se estremecía. Entonces, se lo saqué por una de las mangas del short y lo empecé a mamar.

Yo estaba en cuatro patas, recuerdo, mamando lujuriosamente como tanto me excitaba hacerlo. Esa es una de las cosas que más me gusta: mamar güevo (y hoy pienso, que me gusta mamar en todos los sentidos, porque cuando le mamé la cuca a Silfa en aquel baño de la universidad y en su casa poco después, comprendí que también soy afecta a las carnes húmedas de mujer).

Alexis me acariciaba los cabellos y me guiaba la cabeza. Yo, desaforadamente, bajaba y subía, mordiendo, lamiendo y chupando aquel pene sangre de mi sangre. Me excitó mucho sentir las manos de mi hermano subirme la camisa y acariciar mi espalda, apretar mi cintura, arañar mis caderas y mis nalgas sobre la pantaleta. Coño, pero lo mejor fue cuando sentí un dedo en mi culo y de cómo me fue entrando poco a poco.

Quizás era la excitación o el es que ya era el tiempo, pero deseé que metiera más y más su dedo y por eso paré más el culo y mi hermano se dio cuenta. Me jorungó con más ahínco y yo le regalé una mamada sin igual. Coño, era mayor el deseo y quise que me cogiera por detrás sin recato alguno. Que me doliera, no importaba, necesitaba sentir su güevo entrando y saliendo por mi culo y no su dedito.

Dejé de mamar y me volteé. Alexis entendió perfectamente el mensaje que su hermana le estaba enviando. Allí en cuatro patas, con el culo hacia él, no significaba otra cosa.

-¿Y si alguien viene?- dijo mirando hacia la puerta.

-¡Cójeme ya!- le ordené bajándome la pantaleta hasta los muslos.

Alexis vio la puta de su hermana allí en cuatro patas meneando el culo y no pudo evitar el arrodillarse tras de mí, colocar la punta de su güevo en mi culo y comenzar a empujar suavemente mientras me apretaba las caderas. Verga, me estaba gustando, lo juro, me estaba chorreando toda (como lo estoy haciendo ahora al escribir esto). Tenía la poncha parada y temblando como el resto de mi cuerpo trémulo y sudado. Coño, las tetas me vibraban de gusto cuando sentí que el güevo entraba más y más en mi culo.

Pero coño de la madre, justo en el momento en que comenzaba a sentir gusto, escuchamos la voz de mi papá afuera llamando a mi hermano. Él se salió de mi rápidamente y trató vanamente por varios segundos de guardarse su verga mientras gritaba que ya iba.

Me quedé de piedra, tumbada en mi cama, metiéndome un dedo en el culo y otro en la poncha para calmarme, pero fue inútil porque me estaba chorreando como la peor de las putas.

Mi hermano subió y me dijo que hablaría con papá que proseguiríamos en lo nuestro luego. Eso me dio tanta arrechara y frustración que hasta lloré. Me masturbé hasta la saciedad pero nada. Quería que me cogieran. Me di una ducha como a la media noche, pero igual terminé acostada en el piso del baño, pajeándome en medio de la lluvia fría.

Me dormí tarde y resignada a no tener quien me diera placer, excepto mis dedos ya blancos de tanto estar en mis tierras húmedas. Recuerdo que para dormir me quedé tan solo en pantaleta y con una camisetita corta.

En medio del sueño sentí que alguien me amaba, que me besaban, que unos labios seductores recorrían mi cuello, mis pechos, que se detenían a besar mis tetas dormidas, pero duras y que luego bajaban por mi estómago, se detenían en mi ombligo y sentí que me mordían en la pantaleta.

Soñé que era mi hermano y eso me hacía tan feliz. Luego, me rendí y no supe nada… No sé, no lo recuerdo bien. Solo recuerdo que sentí su güevo, pasar por mis muslos, por mis caderas, detenerse en mi ombligo y me sentí cogida por allí. Sentí que tocaba con su cabecita los picos de mis tetas y luego, lo sentí en mis labios. Soñé que abría la boca, pasaba la lengua, lo chupaba. Coño y se me mojaba la cuca y hasta el culo. Soñé que su güevo entraba más y salía de mi boca y que me faltaba el aire. Me gustaba chupárselo y se lo chuparía toda la noche, pensé en el sueño, pero me estaba ahogando. El güevo entraba más y más y sentía el cuello apretado y me faltaba el aire…

Verga, entonces desperté, y vi la realidad: ¡No era un sueño! Tenía un güevo metido en la boca y en la penumbra, comencé a divisar la figura de mi hermano, que estaba acostado sobre mi cara, cogiéndome por la boca. Diablos, estaba desnudito, sentado a horcajadas sobre mis tetas y haciéndome mamar deliciosamente. Esa fue la forma de despertar más divina de mi vida y se lo agradecí chupándoselo hasta que me colmó la boca con su néctar de los dioses.

Entre besos y caricias, mi hermano me dijo que se había pajeado toda la noche y que no se pudo calmar que deseaba terminar lo que empezamos hacía algunas horas. No esperé más. Me puse boca abajo, paré el culo y dejé que él mismo me hiciera la pantaleta a un lado. Nuevamente sentí la cabecita de su güevo en mi trasero y sus manos en mis caderas. Fue entrando poco a poco y yo no podía esperar más para ser cogida por primera vez por detrás. Me dolió, lo confieso, me gustó, también, no sé, no sé… Doblé los codos y hundí mi cara en la almohada para aguantar tanto placer, tanto dolor. Sufrí mucho, pero gocé más, no sé, no sé…

Allí en ese cuarto estaba un par de hermanos, cometiendo incesto y siendo felices. Allí, entre las sombras estaba mi hermano ¿bisexual?, cogiéndose a la puta de su hermana. Y nuestros padres, durmiendo, o tal vez en lo suyo, pero legalmente. Eso era lo que más me gustaba de aquella situación: lo clandestino y el saberme de verdad una de esas rameras cualquiera, dándole culo a su hermano. Coño, su güevo entraba y salía de mi culo y el placer, se fue tornando en dolor, y más y más, hasta que no aguanté y le pedí que me dejara.

Lo hizo a regañadientes y me eché a un lado de la cama con el culo desgarrado. Quise llorar por no complacer a mi hermano, pero no lo hice. Él estaba molesto porque quería seguir, pero por detrás. Le pedí que no. No todavía, porque me dolía, pero que mi culo era suyo. Entonces, me eché a sus piernas y le di una mamada tan rica y afanosa que se olvidó de su arrechera.

Alexis fue levantando las piernas y sentí sus muslos apretar mis orejas. Yo lo pajeé suavemente y me dediqué a lamerle las bolas. Fue rico sentir con mi lengua la humedad de sus güevos y de sus pelos. Coño, de verdad yo estaba absorta de placer y era la mujer de mi hermano. Me gustaba serlo. El fue parando más y más el culo, así que yo fui bajando por sus bolas hasta detenerme allí, justo donde comienza su cueva divina. No estaba muy convencida, pero él me pidió que se lo besara. Lo hice y sentí un chispazo de placer en todo mi cuerpo.

Lo lamí y él me exigía que metiera mi lengua allí. yo pensaba en como sería mi hermano dejándose meter un güevo por allí. A mi me dolía, pero él me hacía entender que era delicioso. Seguí metiendo mi lengua más y más hasta que empecé a "cogérmelo" de verdad. Mi lengua entraba y salía y me pareció rico, una sensación nueva que no se comparaba con mamar, pero que me disparó en placer (en definitiva mamar sería parte de mi vida siempre. Primero mamé güevos, ahora un culo y, en el futuro, sería experta mamando cucas).

Metí un dedo en su culo, junto a mi lengua y seguí con la cogida. Llegó un momento en que solo estaba lamiéndole las bolas mientras le metía salvajemente los dedos en su culo a petición suya. Alexis jadeaba como loco y temí que se descontrolara. Mi mano izquierda estaba jugando con su culo, la derecha lo pajera y mi lengua chupaba sus bolas. Gimió y se revolcó tanto, que entendí que aquello era lo suyo: ser cogido.

Y llegó el momento del clímax y me metí el güevo en la boca sin dejar de de meterle los dedos por detrás. Sentí su leche en mi boca, resbalar por mi garganta mientras mi hermano roncaba como un león.

Luego, ambos nos dormimos juntitos, pero puse el reloj a sonar temprano, para que él se fuera a su cuarto antes de que papá y mamá despertaran.

A la mañana siguiente, no fui a la universidad, papá estaba trabajando y mamá en la cocina. Alexis estaba en la sala leyendo unos apuntes y yo, lo observaba allí sentado, tan lindo y tan mío. Estaba en short y sin camisa. Yo estaba en franela y sin sostén, llevaba un short rojo sin pantaleta. Me fui hasta él, llevada no sé por qué fuerza. Le quité los apuntes y los tiré a un lado, lo empujé hacia atrás y me senté a horcajadas sobre él en el mueble y me comencé a frotar la cuca con su bulto. Nos dimos unos besos muy fogosos y no aguanté: le saqué su güevo, me hice una manga del short a un lado y me empecé a meter la verga.

Sentada sobre él, seguí meneándome hasta que lo metí todo y comencé a cabalgar sobre mi hermano. Salté y salté de emoción sintiendo que me reventaba, que desfondaba la cuca con ese palo bien parado. Mi hermano, tomó el control y encendió la radio, pues ya mis berrinches se estaban saliendo de control. Coño, mamá podría darse cuenta. ¡Bah, pero por nada del mundo me iba a sacar ese varga de mi cuca! Me seguí dando como loca y pensé en un embarazo. Tuve miedo, miedo de quedar encinta…, pero ¡ni por el carajo me iba a despegar de ese, mi hombre!

Y llegó el momento del clímax, sentí su güevo estremecerse, explotar y como era desgarrada por su leche en mis adentros y correr por mi entrepierna. ¡Dios, había tanta leche que temí de verdad un embarazo! Pero, no, no iba a pasar nada. ¡Mierda, cuando me levanté, tenía el short súper manchado de esperma y me corría el líquido por los muslos! Sin doblar las piernas, me agaché hasta besar el güevo de mi hermano, se lo lamí y chupé hasta que quedó limpiecito y luego, se lo ayudé a guardar.

Subí a mi habitación, me quité el short y me di una paja brutal, rascándome la cuca y apretándomela a rabiar. El short, mojado y oliendo a mi hermano era estrujado en mi cara, embarrusqueándomela toda de semen. Fue rico chupar la tela y extraer la leche como su de un trozo de panal de abeja se tratara. Coño, lo que hago es prohibido y mis padres me matarían si se enteraran, pero ¡no joda!: soy la puta de esta casa y ya…

Nunca olvidaré esos tiempos con mi hermano, incluso nunca lavé ese short para tener su olor perenne. Ahora mismo lo estoy oliendo y… ¡todavía huele a él! Él ya no vive aquí y lo extraño. Ahora soy la mujer de Silfa y de su esposo. Tengo a quien coger y quien me coja, pero ojala no estuviese escribiendo esto con una sola mano… Ojala esa mano que me está acariciando la cuca, fuese la de él, la de Alexis, el primero que me cogió.

Marité

Si te gustan las historias de Silfa y las mías, escríbeme a wilsilor@yahoo.com.  La próxima historia tiene que ver conmigo y las mujeres, pero luego, les contaré de la bisexualidad de mi hermano y de mi curiosidad para con sus amantes.