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El final de una tarde de fútbol

en Gays

El final de una tarde de fútbol.

Un partido de fútbol acapara todos mis sentidos y hoy no es para menos, recibimos en el Bernabeu a la Real Sociedad. No se si mi afición a este deporte se debe a lo dinámico del mismo o a la clase de machos que se guardan los futbolistas. De verdad que me la paso en grande. No me pierdo ni un momento nada de lo que está ocurriendo en el terreno. Las piernas de estos tíos, su cuerpo atlético, sus gestos varoniles. Bueno, en el fútbol no tienen desperdicio ni los árbitros. Con ese entusiasmo me fui a presenciar este choque de trenes. El partido se tornó en caliente desde los primeros minutos. El Madrid marcó el primero a los 5 minutos y a partir de ese momento la Real comenzó a presionar por todos los lados. Estábamos arriba, pero los nuestros no tocaban la pelota ni por casualidad, estábamos ganando, pero cojones, sufríamos de lo lindo, pues los vascos con este dominio del terreno en cualquier momento cambiarían la decoración del juego.

Hacía mucho calor en esta tarde de verano, y los chavales estaban sin camisa en las gradas y de verdad que uno no sabía para donde mirar. En uno de esos momentos de repaso a la gradería, noto que tenía a mi lado un tío que estaba para comérselo. Era un hombre maduro, con una corpulencia física muy interesante. El tío estaba gozando el partido y de repente veo que se quita la camiseta y puedo observar su pecho velludo. De verdad que en ese momento sentí un deseo arrebatante por tocarlo, pero de eso ni pensarlo, pues se veía muy masculino y muy metido en el partido. Por su cara no hacía falta preguntar cual era su equipo, indudablemente era de la Real Sociedad y tanto me estaba gustando este tío, que de verdad aunque soy Madrilista ya estaba por convertirme en tránsfuga, por lo menos durante este partido, porque a un hombre como ese no podía tenerlo en el equipo contrario.

Por tanto, ya yo estaba deseando que la Real Sociedad anotara y empatara y que de paso mi compañero de grada se pusiera loco de contento. Y así fue, un tremendo golazo y vino el empate, el tío saltó de alegría y yo no pude evitar la oportunidad de abrazarlo, restregarme contra su pecho velludo y de paso manosearle su deliciosa espalda, corriendo el riesgo de que me soltara una ostia, que me hiciera cagarme por mi atrevimiento. Pero lo hecho, hecho estaba y de paso el tío estaba tan contento que me sintió como de su equipo. Y el resto de la tarde fue de maravillas, conversábamos constantemente, disfrutábamos el partido, sus brazos constantemente rozaban los míos y ya éramos un par de amiguetes. Así que al final, ganó el equipo de mi amigo y salimos juntos de marcha a festejar la victoria.

Ahora ya nos hemos presentado, él se llama Pepe y es de Pamplona. Vino a Madrid a pasarse unos días de vacaciones y de paso a disfrutar de este partidazo de fútbol. Y así nos fuimos de bar en bar, tomando una caña aquí, un vinito allá y hablando de todo lo que se habla en estas jornadas. De verdad que cada vez me atraía más Pepe, yo notaba que le era agradable, pero no podía atreverme a insinuarle nada a un hombre tan masculino como el que tenía delante. Nos tomamos unas copas de más y al final, cuando eran como las 2 de la madrugada, caminábamos por las calles abrazados como dos amigos entrañables. Yo aprovechaba y cada vez que podía le acariciaba con mis manos alguna parte de su cuerpo como por descuido y en un momento Pepe se abrazó más fuerte a mi y pegó un beso en mi boca y en el medio de la calle, lo que me dejó de una sola pieza.

Ahora, era el momento de puntualizar las cosas. Estábamos más caliente que una cafetera, el nerviosismo se hacía presa de ambos. Yo lo invité a pasar el resto de la noche en mi casa, pero él prefirió que nos fuéramos para el Hotel en que estaba alojado, que estaba más cerca y al que incluso podíamos llegar caminando y hacia allí nos fuimos. De verdad que estábamos muy nerviosos, no sabíamos de que hablar, caminábamos rápido y al fin llegamos al dichoso hotelito. Y pronto ya entramos en la habitación y ahora estábamos por primera vez solos entre cuatro paredes.

La acogedora habitación tenían un pequeño balcón, Pepe se quitó su camisa y se sentó en una silla que estaba allí, yo me paré a su lado por unos instantes a mirar el movimiento que todavía a esas horas de la madrugada de los sábados se vive en la noche madrileña. Pepe me dijo entonces: entra y quítate la camisa, ponte cómodo. Yo lo obedecí y en unos instantes estaba sin camisa a su lado en el balcón. Me recosté de nuevo en la baranda y la mano de Pepe empezó a acariciarme la entrepierna. Sentí un cosquilleo explosivo, sus caricias me empalmaron en el acto y me pusieron muy cachondo. Quise de inmediato acariciar su pecho velludo, pero una de sus piernas estaba introducida entre las mías y sus vellos me hacían sentir en la gloria. Sin embargo, estar en ese balcón, ver a las gentes caminando a nuestros pies me daba un poco de corte, pero Pepe seguía acariciándome las piernas, aprovechándose de que mis pantalones cortos las ponían a su disposición. Y así sus manos acariciaron mis nalgas y después me las apretó fuertemente y como por un descuido uno de sus dedos acarició suavemente mi esfínter, lo que me dio un escalofrío exquisito. Yo estaba de espaldas a él y con unas de mis manos le acariciaba su velludo pecho, mientras él continuaba explorándome mis zonas erógenas y esto me tenía casi al borde de explotar. Así fue que me empezó a desabrochar la bragueta de mi pantalón y sentí como este comenzaba a deslizarse hacia mis tobillos. Me quitó después el boxer. Yo protesté diciéndole: Por Dios Pepe, que las gentes nos puede ver. Pero su respuesta solo fue: no te preocupes que para acá arriba nadie mira. Y continuó acariciándome mis piernas, mis nalgas y mi culo. Me estaba enloqueciendo, cuando él se despojó de su pantalón y pude observar su polla empalmada y jugosa.

De inmediato me puse de rodillas y comencé a besársela por todas parte y después que no quedaba ni un solo centímetro sin probar mis besos, comencé a acariciársela con mi lengua. Se la pasaba por todo el tronco y cuando llegaba a su glande con mi lengua me esmeraba en las caricias. Pepe estaba sintiendo un enorme placer y no esperó más, con sus manos sujetó mi cabeza y metió la cabeza de su polla en mi boca y así fue cuando empecé a mamársela con mayor intensidad. En mi mamada estaba dándole a su polla unas chupadas como si fuera un helado, cada vez que por el huequito de su polla le salía una gotica la devoraba con mi lengua, tenía un sabor delicioso y desesperado buscaba la aparición de otra gotica cuando con mi lengua le acariciaba su huequito. Eso duró hasta que me dijo: Instálate y con sus manos me condujo a sentarme sobre sus piernas y frente a él.

Su polla quedó acariciando mi culo y mi pecho estaba frente a su pecho velludo. Comenzamos a besarnos. Nuestras lenguas se chupaban mientras su polla chocaba constantemente contra mi culo, lo buscaba y con sus goticas me lo estaba mojando y de paso me lo lubricaba. Su polla era inteligentísima porque sin conducirla con sus manos, sola encontró mi hueco y empezó a introducirse con golpes constantes y rápido me la tenía metida hasta los cojones y de la forma que me tenía sentado sobre sus piernas y con las mía abiertas me entraba profundamente mientras sus manos apretaban mis nalgas. Me estaba follado en ese balcón sobre las cabezas de los transeúntes que paseaban por las aceras. Lo abrazaba lo besaba y seguía dándome caña de una forma enloquecedora. Hasta que soltó toda su leche dentro de mi culo. Nos quedamos un rato más así hasta que poco a poco me la sacó pero seguí sentado sobre sus piernas y empecé a sentir como su leche me corría por las nalgas y le mojaba todos los huevos.

Después entramos en la habitación y nos fuimos a darnos una ducha. Yo lo enjabonaba a él y él a mi. Así mis manos pudieron acariciar todos los centímetros de su piel y yo sentí como toda mi piel era escrutada por sus manos enjabonadas. Me lavó el culo escrupulosamente y con tantas caricias de nuevo estábamos empalmados por lo que me puso un pie en el borde de la bañera y comenzó a follarme de nuevo. Pero esta vez sus embestidas eran mucho más violentas que en la silla y de verdad que en un momento empecé a sentir que me estaba destrozando el culo. Le pedí que se detuviera que no fuera abusador, pero ahí fue cuando sentí su presión de macho diciéndome: Aguanta cojones, tu no querías polla, pues toma polla y siguió dándome tranca por un rato. No se llegó a correr en esta ocasión, abrió el grifo, nos aclaramos el jabón y nos secamos y de ahí nos fuimos a la cama, comenzamos a besarnos apasionadamente y ahí fue cuando por poco me desmayo, comenzó a lamerme el cuello lo que me hacía casi explotar y de ahí siguió hacia mis tetillas las que chupó tanto que me las dejó adoloridas y finalmente me sujetó mi mano y mis axilas quedaron a disposición de su boca y de su lengua. Me quedé sin fuerzas y fue entonces cuando volvió a encularme. Esta vez me tenía boca abajo, sus piernas estaban entre las mías y eso le permitía abrírmelas y poder entrar con mayor profundidad y yo lo único que podía hacer era besarle sus manos y dejar que mi macho gozara. Como ya se había corrido en el balcón se demoró un largo rato follándome y cuando descargó de nuevo su leche, yo prácticamente me corrí con él.

Y así desnudos, nos quedamos dormidos, abrazados el uno al otro de una forma deliciosa. Los dos días siguientes continuamos juntos hasta su partida a Pamplona y a la semana siguiente me fui a Pamplona a participar en los San Fermines, pero eso es tema de otra historia.