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El arte de mamar

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El arte de mamar.

Para decidirme a contar esto he necesitado mucho tiempo, de verdad que no fue mucho más del que necesité para experimentarlo, pero a fin de cuentas, hoy lamento que no me hubiera ocurrido antes y tal vez esa sea la razón que me impulsó a divulgar esta historia privada de mi vida.

Las cosas se desarrollaron en medio de mi vida rutinaria de hombre casado con una virtuosa mujer, que no solo tiene virtudes sino también atributos. Dos hijos ya teníamos, uno de 5 y otro de 9 años. Tengo buenos amigos y un buen trabajo, bueno, no gano un dineral, pero lo suficiente para vivir bien y lo más importante en estos tiempos: estable y seguro. De nada me pudiera quejar, solo que después de 12 años de matrimonio me encuentro sumergido en la monotonía de eso que llaman estabilidad.

Así es que en los últimos tiempos, he agregado a mi monótono vivir otras actividades que me hagan salir un poco de casa. Así me he convertido en un fiel fanático del fútbol y no hay un partido que no me sirva de pretexto para pasarme la tarde o la noche en un bar con un grupo de amiguetes lejos de mi casa. Unas copas y charlas que te hacen salir de los esquemas. Dentro de todos estos amiguetes hay uno con el que más he afinado: Juan.

Juan es un tío guapo, masculino y muy juguetón. De conversaciones amenas y picantes y de verdad que en los últimos tiempos más me divierto con sus historias que con el partido del día. Juan, después de más de 10 años de casado se ha separado y vuelve a vivir las aventuras de soltero que yo casi solo recuerdo con nostalgia.

Frecuentemente nos vamos de copas los fines de semana y siempre sus conversaciones giran sobre el tema de las buenas mamadas. No sería sincero de mi parte decir que es él quien las trae a colación, porque tal vez, como esa siempre ha sido mi obsesión frustrada, la atención que me despiertan hace que una y otra vez él las traiga a colación.

Para mi siempre ha sido una mamada algo especial, que dentro de mi matrimonio ha ocurrido muy pocas veces. En muchas ocasiones lo he intentado, pero mi esposa a pesar de que ha hecho sus esfuerzos no lo soporta. Por un lado sus convicciones morales le hacen pensar que eso es un pecado y por otro, mi babosa polla, que de solo pensar en el sexo ya se está mojando, le genera un asco increíble. Y así de una forma u otra yo he ido dejando de insistir de tener esa fantasía con ella. En algunas ocasiones me he ido de putas, pero por un lado su actuación profesional y sin pasión real me desanima y por otro lado mi economía no me permite esos lujos, pues estos servicios cada vez están más por las nubes.

Con el culo ocurre lo mismo, para ella eso no es para follar e incluso me ha sugerido que visite al psicólogo, pues ve mis fantasías como un trastorno del comportamiento psicológico normal.

Pero Juan, cuando estamos de copas me comenta sus experiencias y por un lado me desatan una envidia enorme y por otro cuando las escucho me pongo como una cafetera. Cuantas veces me he largado al baño con la historia de aliviar mi vejiga de la cerveza y lo que he hecho ha sido masturbarme para poder tranquilizarme un poco.

Pero la historia que más me excitó en los últimos tiempos fue una experiencia que tuvo con un tío. Me la contó sin tapujos, no se ruborizó de decir que le había dado una soberana mamada un hombre, sino que me explicó que lo había repetido en muchas ocasiones y que le había dado mucho placer.

Yo no me cohibí al decirle que para mi eso era una barrera infranqueable, que no me imaginaba que un hombre pudiera darme algún placer y él me cortó diciéndome que no tuviera esos prejuicios tontos. Que si dudaba de lo que me contaba, él podía ponerme en contacto con su amigo y que si yo cerraba los ojos y me dejaba hacer, de seguro me iba a dar una corrida histórica e inolvidable. Y además muy barata, pues no me costaría ni un céntimo.

Mientras yo me negaba a esta experiencia, mi polla estaba empalmada a más no poder y debo decir que hasta mi cuerpo sudaba tembloroso. En realidad me debatía entre pedirle el favor y pasar la experiencia y continuarme negando a ella. Pero Juan notó mi estado de excitación y muy inteligente no insistió en el tema.

Ese día, en mi camino a la casa esta historia se me repetía en la mente. Cuando llegué a casa mi esposa dormía profundamente y tratando de no despertarla me fui al baño y me masturbé pensando en que era un hombre quien me la estaba mamando.

Una semana trascurrió, yo casi olvidé la historia y como de costumbre ese sábado nos fuimos Juan y yo de marcha. Pero poco antes de salir de casa, cuando me estaba duchando sonó mi móvil, era Juan y me decía que se le había hecho tarde y que casi estaba llegando a su casa, que por que no me pasaba a recogerlo y así no me hacía esperar. Yo acepté, terminé de ducharme y me fui a casa de Juan en plan de recogerlo.

Cuando llegué se acababa de duchar y todavía estaba con la toalla a la cintura cuando me abrió la puerta. Nunca lo había visto desnudo ni de la cintura para arriba pero aquel tío era un hombre verdaderamente guapo, tenía un cuerpo musculoso y fuerte que no le habían dado los gimnasios, sino su trabajo de albañil y unos bellos abundantes en el pecho como en sus brazos, pero no tenía vellos en los hombros ni en su espalda. No en balde este señor ligaba con tanta facilidad, me dije.

Me invitó a pasar al salón de su casa, me senté en una cómoda butaca donde podía ver la tele mientras él se retiró a su habitación a vestirse. Pero en realidad antes de ir a vestirse pasó por la cocina a preparar unos tragos. Pronto regresó al salón con ellos, brindamos y él se sentó en la otra butaca del salón. Hacía mucho calor y yo sudaba un poco así Juan me comentó, lo mejor es que te pongas cómodo y te quites la camisa porque sino cuando yo esté listo para salir tu estarás muy sudado. Además, es temprano y podemos esperar hasta más tarde para salir.

Por cortés me quité la camisa y ahora yo también estaba sin camisa como él. Mientras tomábamos, Juan comenzó la conversación de la semana pasada. Me decía: ¿Ya te distes cuenta que no puedes permitir que los prejuicios te impidan disfrutar de un placer? Mira, me dijo, cierra los ojos un momento y después dime si hay alguna diferencia.

Yo estaba recostado hacia atrás en aquella butaca, cerré mis ojos y sentí como la mano de Juan acariciaba los vellos de mi pecho. Una de sus manos fue jugueteando con los vellos que rodeaban mi ombligo y luego fue a acariciar una de mis tetillas. De inmediato se me puso dura y sentí como mi polla comenzaba a despertarse. Luego acercó su boca a mis ojos cerrados y los besó. Sentí un placer indescriptible. Respiré profundamente reflejando ese placer por lo que no tuve que decir que aquello me había gustado. Fue Juan quien lo dijo: Ves, que con los ojos cerrados las caricias no tienen sexo. Y sonrió.

Yo abrí mis ojos y el continuó acariciándome el pecho con una de sus manos y yo continuaba disfrutando de esas caricias que Juan me daba con tanta maestría. Aquello me estaba gustando, mi polla ya estaba dura como un palo y los primeros líquidos me la estaban mojando.

De repente yo reaccioné ante lo que estaba ocurriendo y me incorporé diciéndole a Juan: Por Dios deja de hacer gilipolleces que me estas empalmando. El se rió y me dijo: no seas prejuicioso si te ha gustado disfruta. Mejor quítate los pantalones y siéntate en el sofá. Me puse de pie unos segundos, pensé lo que iba a hacer y finalmente me quité el pantalón, me quedé solo en calzoncillos y me recosté como me dijo en el sofá.

La mesa estaba servida, como quien dice. Yo estaba recostado en el sofá con mis ojos cerrados y Juan estaba a mi lado observándome. Pasaron unos instantes interminables, primero yo estaba muy nervioso y parece que él se percató, luego me fui serenando y de repente sus manos volvieron a acariciar mi pecho, los vellos de mi pecho volvieron a juguetear con sus dedos, mis tetillas se endurecieron. Besó de nuevo mis ojos cerrados y ahora sentí como su lengua saboreaba la piel de mi cuello.

Mi respiración comenzó a ser más agitada, porque ahora continuaba acariciándome el pecho, pero no con su mano, sino con su lengua. Su lengua jugueteaba con mi ombligo y una de sus manos acariciaba uno de mis muslos por dentro. Aquello me estremecía, mi polla estaba casi al explotar la tela de mis calzoncillos, no cabía dentro de ellos, pero él continuaba dándome lengua por el pecho y acariciándome las piernas con sus manos.

Cuando me quitó el calzoncillo, de verdad que no lo supe, pero estaba totalmente desnudo y merced de sus caricias. Su boca se fue acercando a mis huevos, sentí como su cara chocaba con mi polla, pero no le hacía el menor caso. El objeto de su placer eran mis huevos. Empezó a besarlos, uno a uno y cada vez que me daba un beso mi polla hacía un movimiento pendular. Estaba desesperado porque me la mamara, pero seguía acariciando mis huevos y ya no los besaba sino que los lamía con su lengua. Aquello me estaba enloqueciendo pero cuando sentí como uno de mis huevos estaba dentro de su boca, primero sentí temor a que me lo lastimara pero luego sentí confianza y me dediqué a disfrutar el placer que me proporcionaba que me chupara los huevos de esta forma. Me chupaba los huevos de uno en uno mientras con una de sus manos acariciaba mis nalgas y como por descuido uno de sus dedos rozaba mi esfínter.

Dejó mis huevos libres, sentía que estaba muy mojado por su saliva, incluso sentía que tenía mojando el culo y que su dedo haciendo círculos me lo continuaba acariciando y su lengua comenzó a saborear mi polla, empezando por la base del tronco cerca de los huevos. Fue lamiéndola toda hasta que al llegar a la cabeza la introdujo en su boca húmeda. Sentí un escalofrío indescriptible en todo el cuerpo, aquel placer jamás lo había disfrutado, todos los músculos de mi cuerpo se contrajeron, creí por un instante que no podría contener la leche, que me iba a correr. Pero Juan soltó la cabeza de mi polla y continuó lamiéndome los vellos de mi vientre. Mis exclamaciones de placer eran fuertes y le supliqué que siguiera mamándomela. Pero Juan me dijo: relájate, trata de no mover tus piernas y disfruta que todavía no he empezado a mamarte.

Cerré mis ojos y su lengua siguió saboreando el sudor de mi cuerpo. No dejó un centímetro de mi pecho por disfrutar. Cuando llegó de nuevo a mis tetillas se volvió como loco, las mamaba de una forma tan apasionada que todo mi cuerpo se erizaba, sentía que no había un solo poro de mi piel que estuviera ajeno a mi placer. Cuando de nuevo su boca comenzó a saborear mi cuello. Tantas eran las sensaciones que trataba desesperadamente de proteger mi cuello de su implacable boca. Pensé que estaba al borde del desmayo, cuando su boca se alejó de mi cuello. Yo respiraba profundamente para tratar de recuperar fuerzas, porque en el estado en que estaba Juan podía hacer conmigo lo que le saliera de sus santos cojones. Pero sus labios estaban a milímetros de los míos, tan cerca que fui yo quien desesperadamente los besé. Entonces Juan me besó con mucha intensidad, su barba de un día arañaba mis labios y su lengua entraba en mi boca y yo podía sentir el sabor de su saliva. Cuando aquel beso terminó yo sentí que mis labios como que ardían.

Estaba tan excitado que no me percaté cuando me puso boca abajo y su boca estaba saboreando la parte trasera de mis rodillas. Aquello me enloquecía, me cortaba la respiración y cuando aquello cesó entonces creí que me moría, su lengua me estaba acariciando el culo y sentía unos latigazos que no podría describir, cada vez que su lengua jugueteaba con mi culo yo me estremecía, sudaba copiosamente. Combinaba sus lengüetazos con soplidos dentro del culo. Sabía que me estaba mamando el culo, aquello yo nunca lo hubiera consentido pero estaba sintiendo un placer tan salvaje que no tenía ninguna voluntad para impedir nada. ¿Y por que iba impedir algo que me estaba haciendo gozar salvajemente?

Luego, cuando mamó mi culo todo lo que quiso y yo sin ninguna inhibición exclamaba todo el placer que sentía. Su lengua saboreó el sudor de mi espalda. Pero yo a estas alturas estaba como en un shock. Pensaba que no podía sentir más placer. Entonces Juan volvió a ponerme boca arriba, mi polla estaba casi al explotar, me dio dos lengüetazos a los huevos y me dio un par de chupadas a la cabeza de la polla lo que me volvió a estremecer. Con su boca siguió chupándome el ombligo, su lengua trataba de entrar en él, mientras yo le suplicaba que por favor me mamara la polla que me tenía como loco. Continuó bajando de nuevo, pensé que me iba a chupar de nuevo los huevos cuando de nuevo me volvió a dar dos chupádas a la polla y la soltó. Pensé que iba a continuar desesperándome, cuando de nuevo sentí que tenía la cabeza de mi polla jugosa dentro de su boca, me dio otro par de chupones y se detuvo. Yo no pude más y con mis manos sujeté su cabeza para que no pudiera soltar más mi polla y ahí fue cuando empezó a mamarme apasionadamente. A veces su boca soltaba mi polla y me chupaba un huevo mientras con su mano izquierda continuaba pajeándome y el dedo índice de su mano derecha había entrado en mi culo y me lo acariciaba haciendo círculos y con mucha suavidad presionaba sobre mi prótata.

Un placer tan salvaje es indescriptible. Estaba al borde de correrme, mi polla rugía como un cañón a punto de disparar. Juan se dio cuenta y dejo de pajearme mientras yo sentía como un primer chorro de leche caliente salía de mi polla con una lentitud desesperante. Me estaba corriendo, estaba al perder el conocimiento cuando sentí que de nuevo mi polla estaba dentro de la boca de Juan donde cayó mi segundo chorro de leche. Entonces Juan continuó mamándome con más intensidad, increíblemente tenía dentro de su boca a mi tremenda polla. Ahora mi polla estaba muy sensible, cada vez que soltaba un chorro de leche Juan me la mamaba con más intensidad y de nuevo se detenía en espera del próximo chorro. Tanto estaba sintiendo que sentí miedo y traté de quitarle la polla del alcance de su boca, pero fue imposible, él estaba fuertemente sujeto con sus brazos a mi cintura y tuve que seguir estremeciéndome todo el tiempo que quiso. El me exigía que le diera toda la leche que tuvieran mis huevos. Yo le juraba que no me quedaba ni una gota, pero él volvía a chupar y de nuevo se estremecía todo mi cuerpo.

Cuando soltó mi polla a mi no me quedaba la menor fuerza en el cuerpo, me quedé al borde del desmayo, lo único que pude exclamar fue: me has dejado muerto y en unos instantes me quedé dormido tiernamente abrazado a él. No se el tiempo que estuve durmiendo entre sus brazos pero al despertar estaba tan satisfecho que solo pensé para mi: Una buena mamada no tiene precio, para todo lo demás Master Card.