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En la cueva del oso.

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En la cueva del oso.

El sábado que viene comienzan los San Fermines y me voy a Pamplona a disfrutarlos de cerca. Desde que conocí a Pepe estoy preparando este viaje y en estos cinco días no se me quita de la mente aquel hombre que conocí en el Bernabeu y que después las cosas llegaran a tanto. Claro que siento un cosquilleo por dentro, pues cuando llegue estaré pisando su terreno y de verdad que este hombre tiene un magnetismo que me está enganchado de una forma que no puedo explicármela. Siento constantemente una sensación de culpa que no me deja vivir, es como si después que nos alejamos me diera cuenta que no pude acariciarlo todo lo que hubiera deseado y sentir sus encantos de la forma de quedar satisfecho. Nada lo que pasa que las ganas provocan ganas y la pasión pasión.

Al fin, el viernes por la noche tomé el autobús y voy camino a mi segundo encuentro con Pepe. Las horas de viaje se me fueron haciendo lentas, cada momento soñaba con que acabara este viaje y al fin nos volviéramos a encontrar y por fin llegué. Cuando entraba en la Estación el autobús, buscaba con avidez su imagen, él estaría esperándome, pero no lo veía por ningún ludar. Bajé del autobús, recogí mi equipaje y de nuevo salí en su busqueda, no lo veía por ninguna parte, cuando de pronto siento una mano que se pone en mi hombro y el calor agradable de su mano. Esa sensación me estremeció de inmediato, era Pepe. Nos abrazamos fuertemente y de nuevo lo tenía a mi lado y ahora me gustaba más, parecía más guapo, más hombre, más sexual.

Conversamos sobre como había sido el viaje, sobre los deseos que teníamos de volver a vernos. Nos acercamos a su coche y en ese momento el me preguntó: ¿Qué hacemos primero, cenamos a o follamos? Y yo le respondí: lo que tu quieras Pepe, y después cenamos.

Y no se dijo más, Pepe tomó rumbo a su casa y en breves minutos estábamos en una urbanización, aparcó el coche, subimos por una escalera y pronto entramos en un acogedor piso. Encendió la luz de una pequeña lámpara del salón, se fue a la cocina y regresó con una botella de un buen tinto de la Rioja, para celebrar nuestro segundo encuentro. Nos despojamos de nuestras camisas, él dejó la botella encima de una mesita de la sala, donde al lado quedaron las dos copas y nos sumimos en un profundo abrazo. Sentí de nuevo las caricias de sus enloquecedores vellos del pecho y nuestras bocas se fundieron en un profundo beso. Nuestras lenguas luchaban por entrar en la boca del otro, pero fue la suya la que se abrió paso entre mis labios y yo empecé a deleitarme con su sabor, mientras una de mis manos no dejaba avariciosa de acariciar su delicioso pecho.

Poco a poco nos fuimos sentando en el sofá. El llenó las dos copas de vino y brindamos, saboreamos un poco del delicioso vino y yo un poco que a propósito derramé una buena parte del vino sobre su pecho, él se sorprendió por mi torpeza, pero pronto se dio cuenta que todo había sido intencional, cuando yo le dije: ese vino es muy bueno para desperdiciarlo y comencé con mi lengua a recuperar el vino que mojaba su pecho. Mi lengua comenzó a saborear el vino que estaba cerca de sus tetillas y luego fue hacia su ombligo donde había mayor cantidad. Mi lengua era insaciable, no dejaba ni un centímetro de su piel por saborear y él se recostó en el sofá, puso sus brazos en el respaldo y dejó que yo continuara saboreando su piel. Mi lengua llegaba hasta su cintura y trataba de entrar desesperada por el borde de su pantalón. Pude con mis manos desabrocharle el cinturón y bajar la cremallera de la bragueta y su paquete empalmado parecía que quería romper el boxer, como pude liberé su polla y estaba mojada y con mi lengua muy suavemente absorbí aquellas gotitas deliciosas. Retiré definitivamente su pantalón y su boxer de las piernas y fui hasta sus huevos y los besé con mucho cariño. Su polla estaba empalmada y goteando y yo vacié el resto de mi copa sobre su polla y sus huevos y ahora comecé con mi lengua a disfrutar del sabor de sus huevos y del vino. Pepe estaba con los ojos cerrados disfrutando del placer que le daba mi lengua. Mi saliva mojaba todos los vellos que rodeaba a su pene y mi lengua no cesaba de saborear sus huevos y cada milímetro de su tranca, pero a la cabeza solo le daba pequeñas caricias, lo que provocaba en él mayor deseo de ser mamado.

En una ocasión introduje la cabeza de su polla en mi boca y suavemente con mi lengua recorrí todos sus resquicios, sus expresiones de placer me deleitaron, pero de nuevo la abandoné y me fui a disfrutar de nuevo de sus huevos, los que los chupaba y los introducía dentro de mi boca. Cuando de nuevo fui subiendo por su tronco y llegué a la cabeza, de nuevo intenté saborear su cabeza y dejarlo desesperado, pero ahora las cosas no fueron igual, pues sus manos empezaron a acariciar mi cabeza y cuando traté de irme de nuevo hasta sus huevos para seguir desesperándolo, sus manos no me dejaron sacar su polla de mi boca y tuve que continuar mamándosela con mayor intensidad. Y ahora sus manos eran las que marcaban el ritmo de mi mamada. Y entonces fue cuando yo me di cuenta que un macho como él no se juega, pues su polla entraba en mi boca y la sentía como llegaba hasta mi garganta. Me estaba follando por la boca y de tanto que me entraba se me salían las lágrimas, cuando me la sacaba un poco trataba de tomar aire y de nuevo me llegaba hasta la misma campanilla. Sentía a su polla vibrar y rugir como un volcán que va a ser erupción. Y la forma en que sus manos sujetaban mi cabeza me indicaban que esta vez iba a descargar su leche en mi boca y yo empecé entonces a chupar aquella polla con mi máxima intensidad, lo que provocó que sus huevos se contrajeran y su leche caliente se descargara en mi boca y sus lechazos me entraran por la garganta.

Continué chupando aquella polla que seguía escupiendo su delicioso néctar en mi boca, mientras mis brazos se aferraban a su espalda para continuar chupándosela después que se corriera, para extraerle hasta la última gota de leche de sus huevos. Y entonces su polla se puso más sensible a cada una de mis chupadas y Pepe empezó a estremecerse ante cada uno de mis lengüetazos y no podía librarse de mi boca y así continué estremeciéndolo constantemente y cuando le solté su polla estaba sin fuerzas en el sofá y yo mientras comencé a acariciarlo y a continuar dándole besos en su pecho, mientras en su rostro veía la cara de placer que había sentido. Y la única frase que salió de su boca fue: me has dejado descojonado, pero cuando recupere fuerzas voy a gozar de tu culo sin piedad y eso me puso la piel como de gallina.

Como a las 10 de la noche nos vestimos y nos fuimos a cenar a un restaurante del centro y fue entonces cuando quedé cautivado con la belleza de esta ciudad. Después estuvimos en unos cuantos bares y nos tomamos unas cuantas copas, pero cerca de la 1 de la madrugada, cuando la noche empezaba, de verdad que lo que queríamos ambos era volver a la cueva del oso y así lo hicimos.

Nada más Pepe abrió la puerta empezó a despojarme de mi ropa y yo para no ser menos hice lo mismo. La camisa sobre una silla, un zapato por un lado, las medias no se donde y antes de llegar a la habitación estábamos desnudos y acariciándonos por todas las partes de nuestros cuerpos. En la puerta de su habitación me abrazó contra su pecho y acercó su boca a la mía rozando mis labios, traté de besarlo, pero el me detuvo y me dijo espera deja sentir cerca tus labios para disfrutarlos, estuvo así varios segundos, desatando en mí un deseo salvaje por el macho, hasta que su boca tomó la iniciativa y su lengua entro en mi boca y comenzó a recorrerla por todos los lados, después su lengua se apoderó de mi cuello mientras una de sus manos me acariciaba mis pezones de una forma tan tierna que me estaba enloqueciendo, se pusieron duros inmediatamente mientras una corriente deliciosa recorría todo mi cuerpo.

Cuando pude me puse de rodillas frente a él y comencé a devorarle su polla, me dejó unos instantes disfrutarla, pero pronto me detuvo, me guió para que me pusiera frente a él y comenzó a abrazarme mientras sus manos apretaban una y otra vez mis nalgas y mi pecho se retorcía de placer sintiendo los vellos del suyo. Ambos teníamos nuestras pollas duras como un palo. Poco a poco mientras me besaba me fue haciendo perder el equilibrio hasta que caí de espaldas sobre la cama y el sobre mi. Y ahora el que comenzó a acariciarme con su lengua por todo mi pecho era él, cuando su lengua pasaba sobre mis pezones me los chupaba de una manera enloquecedora y ahora teniéndome así dominado me dijo: yo también quiero saborear este vino en tu piel y con la botella en una de sus manos derramó un poco sobre mi pecho y empezó a saborearlo con su lengua, empezó a mamarme el ombligo de una forma que me dejaba la mente en blanco, no dejó ninguna zona de mi pecho sin que su lengua la saboreara y donde más se detuvo fue cuando empezó a lamerme las axilas, mi corazón estallaba, mi cabeza me daba vueltas. De repente sentí una calma, respiré fuerte buscando aire, pero Pepe me dio la vuelta y me puso boca abajo y se acostó sobre mi y empezó a darme lengua desde el tobillo hasta las mismas nalgas y yo lo único que podía hacer era morder la almohada y dejarlo que me disfrutara, pero las mayores sensaciones no habían llegado y eso fue cuando su lengua empezó a separar mis nalgas y empezó a acariciar mi esfínter mientras su barba me arañaba deliciosamente.

Dejó mi culo inundado de saliva y presentó la cabeza de su tranca en mi ojete. Me estuvo en esa posición unos segundos, de un momento a otro su verga entraría en mi culo para disfrutarlo, yo lo sabía, lo deseaba, pero él me estaba desesperando, le pedía que me penetrara, pero seguía acariciándome el culo con la jugosa cabeza de su polla y de repente empecé a sentir que entraba, lentamente pero sin tregua y sentí como sus huevos se restregaban con mis nalgas y cuando apenas me di cuenta que me la había metido hasta los cojones hizo un movimiento con sus caderas en que subía de una forma que su polla se iba hacia atrás y la cabeza de su polla presionaba la zona donde estaba mi próstata.

Empecé a sentir un placer enloquecedor que solo fue superado cuando empezó en esa posición a meter y sacar aquella polla que me estaba enloqueciendo. Sentí que en cualquier momento me iba a correr y se lo dije, no quería correrme tan rápido y con dos movimientos más iba a explotar, el me exigió que me aguantara y que no me corriera y siguió, yo me retorcía para aguantar pero no lo podía controlar y empecé a correrme como un cerdo, mientras el me lamía la nuca. Cuando me corrí detuvo sus embestidas peró no me sacó su tranca, dejó que me recuperara un par de minutos y de inmediato comenzó de nuevo a embestirme a un ritmo suave pero constante.

Y ahora acabado de correr sentía aquella tranca como que me iba a partir en dos, pero no dejaba de darme caña, traté de revirarme porque no soportaba que me siguiera follando pero estaba sobre mi y era mucho más fuerte que yo y me tenía totalmente controlado y esta situación de dominación comenzó de nuevo a ponerme la polla dura y cuando él se dio cuenta comenzó a aumentar la intensidad de sus embestidas. Pepe no era de esos hombres superdotados, tenía un polla normal pero me estaba dando una follada como nunca antes la había sentido, en cada embestida su polla entraba y salía casi completamente y eso me llevaba casi a la locura, a veces la sacaba totalmente y luego su polla buscaba mi culo y cuando lo localizaba entraba de golpe hasta que sus huevos chocaban con mis nalgas. Pero cuando en la embestida su polla no encontraba mi culo presionaba buscándolo de una forma que cuando al fin lo descubría entraba con tanta fuerza que me enloquecía y este hombre podía darme caña todo el tiempo que quisiera pues tenía un control absoluto de su eyaculación y lo peor de todo era que podía hacerme correr cuando le saliera de sus santos cojones, me volvió a hacerme correr y de nuevo lo único que detuvo fue las embestidas un par de minutos pero no me la sacó y de nuevo comenzó a embestir, sentí que me estaba dejando el culo como un guante y poco a poco esto me volvió a dar morbo y de nuevo empecé a sentir placer y fue entonces cuando volvió a aumentar el ritmo de sus embestidas y finalmente se corrió dejándome totalmente extenuado. Después de correrse mantuvo su tranca en mis entrañas durante un buen rato hasta que al fin la sacó y a mi me parecía que mi culo nunca se iba a cerrar. Y fue así como nos dormimos abrazados.

Esa mañana nos despertamos temprano, desayunamos y nos empezamos a preparar para presenciar los famosos encierros de los San Fermines, y aunque no tenía la más prostituta idea de ponerme ni por unos segundos delante de los toros, el ambiente de fiesta me impulsó a ponerme mi camisa blanca, la pañoleta roja y unos pantalones también blancos. Nada ya me veía como uno de los flamantes mozos que participan en la fiesta de adrenalina que genera este evento, estaba pensando incluso hasta pedirle las tres bendiciones al Santo y luego ponerme a buen recaudo detrás de las vayas.

Pero cuando me fui a cambiar de ropa y me quedé desnudo delante de Pepe, me abrazó contra su velludo pecho y nos empezamos a dar un tierno beso, a acariciarnos y nuestra atracción nos hizo olvidar la fiesta y comenzamos una lucha en que nuestras lenguas trataban de saborear la piel del otro y cogimos un calentón de tres pares de cojones. No acabábamos de vestirnos, más bien lo que hicimos fue que cada cual despojó las pocas ropas que teníamos aún puestas y así entre abrazos y caricias me vi de nuevo sentado sobre las piernas de Pepe y frente a frente, nos besábamos y nos mirábamos a nuestros ojos, mientras yo sentía como su polla acariciaba mi culo. La cabeza de su tranca jugueteaba con mi ojete y de pronto, un enorme estampido escuchamos, era el chupinazo que de tan cerca que estaba de la casa de Pepe, parecía que había sido en su mismo piso, al tiempo su tranca entraba con toda pasión en mis entrañas y yo enloquecido restregaba mi pecho junto al suyo y acariciaba su deliciosa espalda con mis manos. Como lejos se sentía la bulla de las gentes corriendo delante de los toros, quizás venían de la tele, yo no sé, porque yo estaba disfrutando la follada que me daba mi oso y de verdad que cuando descargamos, el encierro hacía rato que había terminado y nosotros para nada queríamos salir de la cueva y separar nuestras pieles ni un segundo.

Y que les cuento de los San Fermines, pues ni ese día ni los siguientes nos apeteció algo mejor que como siempre, verlos desde las vallas, mejor dicho desde la tele, nos sentíamos tan bien que de la cueva no salíamos a nada y no dejábamos ni un momento que la piel de nuestros cuerpos se separan.

Cuando regresé a mi casa en Madrid y mis amigos me preguntaban sobre como la había pasado y detalles de la fiesta, no me quedaba más remedio que mentirles, porque nadie me iba a creer que había ido hasta allá y no había ido ni una sola vez a ver los encierros de los toros. Y bueno los dejo, porque ahora tengo que tomar decisiones, porque de verdad que estoy loco por quedarme a vivir con Pepe en Pamplona.