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Mi primo Juan.

en Gays

Cuando mis padres me dijeron que vendría a vivir a nuestra casa mi primo Juan, pues iba a comenzar sus estudios de ingeniería en la capital de verdad que sentí un inmediato fastidio. Lo conocía personalmente bastante poco, pero de hecho me caía bastante mal, pues mis padres siempre me lo ponían como ejemplo. Juan era para mis padres el arquetipo de joven ideal, maduro y responsable. Cada vez que me reprendían, siempre me comparaban con él. Y ahora de repente lo tendría viviendo en mi casa y compartiendo mi propia habitación. Mis padres me informaron la idea como si de repente me hubiera salido un hermano mayor.

La llegada de Juan se produjo en los primeros días de septiembre y de verdad que ahora que lo pude conocer personalmente no me resultó un tío tan repugnante. Si me molestaba su exceso de responsabilidad y su carácter un poco autoritario aunque desde una posición persuasiva. Y de repente mis padres lo nombraron sin ceremonia mi tutor y guía. Por un lado aquello me dotó de una cierta libertad porque ahora podía ir a muchos lugares que antes no podía ni soñar y muchas restricciones a las que era sometido, ahora tenían una flexibilidad, debido a que si andaba con Juan, estaba claro que estaba dando buenos pasos.

Si quería ir a la playa, si Juan era quien lo proponía no había ningún inconveniente por parte de mis padres. Lo mismo sucedía si queríamos ir al cine, a una fiesta o a cualquier lugar. Pero pronto pude comprobar que esta nueva libertad era a costa de tener un nuevo jefe. Si bien tenía más libertad para salir de la tutoría de mis padres, ahora me estaba percatando que a donde quiera que iba con Juan, tenía que estar bajo su tutoría. Para hacer algo tenía que tener su autorización y salíamos de la casa cuando él lo decidía y regresábamos cuando él lo estimaba. Su jefatura no la ejercía de forma petulante, sino que se tornaba muy persuasivo, pero no dejaba brecha para el resquebrajamiento de su autoridad. Su palabra, era la última palabra.

Bueno, Juan se convirtió en mi jefe. Sin embargo, conversábamos sobre muchas cuestiones y yo empecé a sentir una simpatía por él y sus ideas. Por la noche en nuestra habitación, cuando nos retirábamos a descansar solíamos estar hablando un largo rato. El, solía estar sin camisa en la habitación, y a mi me empezó a gustar la forma de su pecho velludo, era un hombre totalmente desarrollado, mientras yo era aún un adolescente. A mi me gustaba examinarlo y lo hacía como si no me despertara interés, en definitiva al ser hijo de un hermano de mi padre y parecerse tanto nuestros padres yo pensaba que mi cuerpo pronto empezaría a parecerse al de él.

Pero mi curiosidad aumentaba hasta un lugar en que no podía ver más, pues su pantalón me lo impedía, por eso la primera vez que lo vi en calzoncillos me dio una impresión muy fuerte, de verdad que era un hombre a todo meter, el boxer dejaba marcar un paquete bien dotado. Yo notaba que mi polla estaba creciendo y de pronto empecé a sentir picazón en todo mi pecho y se lo comenté. El se sonrió y me comentó que eso era que me estaban saliendo los vellos del pecho y que me estaba convirtiendo en un hombre como él. Con mucho cariño revisó mi pecho y pudo confirmar sus ideas. Luego dejó que observara como era él e incluso me invitó a que lo tocara. Yo me quedé muy cortado, pero a su insistencia toqué los vellos de su pecho. A él mi timidez le dio mucha gracia y a partir de ese momento comenzamos a hacer una serie de juegos de manos, que poco a poco me fue quitando mi timidez. Pero lo que más me dejaba fuera de mí, era cuando acariciaba en estos juegos mis tetillas. Lo hacía de una forma que provocaba en mi como una corriente. Yo trataba de rechazar esos toqueteos, pero no los impedía y un día sentí que cuando me estaba acariciando las tetillas mi polla se empalmó. No dije ni esta boca es mía, más bien me puse algo nervioso. Pero estos juegos se fueron haciendo una costumbre. Y por que lo voy a negar, empecé a desear que estas cosas ocurrieran y luego cuando tenía una oportunidad me masturbaba para quitarme la calentura.

 

En esta compenetración pasaron varios años, ya yo también era mayor de edad y había comenzado a estudiar también en la Universidad. En nuestras vidas no aparecían mujeres por ningún lado y cada vez éramos más inseparables. Un buen día nos dispusimos a pasar un fin de semana en una cabaña campestre. Iríamos un grupo de jóvenes y como era costumbre nosotros ocupamos una cabaña para dos. Esa noche estuvimos remando en un lago durante un rato, luego estuvimos contemplando la noche del campo, donde se pueden observar las estrellas que no se ven en la ciudad y al final nos fuimos a nuestra cabaña. Estuvimos un rato viendo la tele y luego nos quedamos en calzoncillos para acostarnos a dormir. Solo había una cama en la habitación y cuando nos acostamos empezó a jugar de mano conmigo. Primero empezamos como a luchar, trataba cada uno de aplicar alguna llave que inmovilizara al otro. Yo no podía nunca dominarlo, pues él era un hombre más fuerte que yo, al final Juan logró inmovilizarme y su boca quedó cerca de mi tetilla. Los dos sudábamos copiosamente y de pronto con su lengua empezó a acariciar una de mis tetillas. Aquello me produjo un tremendo escalofrío, mi polla se puso tan dura que parecía que iba a explotar. Yo le dije que no continuara, que me estaba excitando, pero su respuesta me dejó perplejo: Tu crees que a mi no me excitas tu también, siente como me pones la polla. Se quitó el boxer y vi a aquel aparato babeante y duro. Tenía una cabeza grande y rosada y unas venas gordas que parecían darle vida independiente a aquel aparato. Se balanceaba duro como buscando algo que devorar. Sentí dos sentimientos extraños: por un lado un temor que se confundía con rubor y por otro un interés que era como una atracción. Con su mano derecha se estaba pajeando ante mi y yo me quedaba embobado mirándolo fijamente.

Pronto me invitó a que le tocara la polla. Yo estaba muy nervioso, no me acababa de decidir, pero él insistía. Solo le comenté que eso no estaba bien, que pensarían los demás si supieran que los primos se exprimen. Una sonrisa iluminó su rostro y luego me dijo: Nadie va a saber nada de lo que ocurra entre nosotros y por los comentarios de la gente no te preocupes que los van a hacer con razón y sin razón. Y en ese momento tomó mi mano indecisa y la acercó a su polla. Yo no me hubiera atrevido nunca a dar ese paso pero cuando lo di, sentí que su polla no solo estaba dura y jugosa sino que además estaba muy caliente. Comencé a pajearlo suavemente, le di tres o cuatro masajes y la solté.

 

Pero entonces Juan cayó sobre mi, nuestros pechos quedaron fuertemente unidos, los dedos de sus manos estaban entrelazados con los de mis manos y su boca comenzó a besarme con mucha lujuria. Yo cerraba con firmeza mi boca, mi respiración se tornaba entrecortada, pero él seguía besándome. Su lengua trataba de entrar en mi boca, pero yo permanecía luchando porque su lengua no entrara en mi boca. Aquel beso empezó a alargarse y cuando terminó yo traté de tomar aire y ese fue el momento en que él aprovechó para comenzar otro beso y en el momento en que intentaba tomar aire su lengua logró su objetivo, entró en mi boca, comencé a sentir el sabor de su saliva, empecé a sentir como su sudor se mezclaba con el mío y con temor comencé a saborear su lengua y a disfrutar como exploraba el interior de mi boca con su lengua. En un momento decidí introducir mi lengua en su boca y me acojoné porque la succionó con fuerza, me chupaba la lengua y de nuevo volvía a la carga e introducía su lengua en mi boca hasta lo más profundo que podía.

Me faltaba el aire pero aquellos besos continuaban de forma interminable entre nosotros se estaba desatando una lujuria incontrolable, éramos como dos animales salvajes movidos por un deseo apasionante. Cuando abandonó mi boca sentí que mis labios ardían por el roce de su barba de un día sin afeitar pero no hubo tregua porque ahora su lengua saboreaba mi cuello mientras yo me retorcía enloquecido de placer. Del cuello su lengua continuó saboreando mi pecho y se fue a disfrutar de mis tetillas. Con su lengua las acariciaba, las chupaba y las mordisqueaba. A mi la mente se me había puesto en blanco, no hacía ninguna resistencia a aquel macho que me estaba dominando. De lo único que me percataba era de que yo estaba empalmado como nunca lo había estado en mi vida, deseaba pegar toda mi piel a la suya, los roces de su polla empalmada, dura y lujuriosa me enardecían, estaba sintiendo la extraña sensación de que me daba placer darle placer a aquel macho.

Cuando llegó una tregua, Juan como un loco me despojaba de mi calzoncillo. Quedarme desnudo ante él me daba una sensación de entrega lujuriosa, con sus brazos fue arrastrándome hasta el borde de la cama. Puso debajo de mi espalda una almohada que ponía mi culo más a disposición de su polla. Yo miraba aterrado y con pasión a aquel macho sudoroso, con sus músculos tensos y un rostro de lujuria sexual que nunca había presenciado. Sabía que me iba a penetrar, sabía que aquello me iba a doler, pero lo estaba deseando con la misma pasión.

Untó un poco de saliva en mi culo, introdujo uno de sus dedos en mis esfínter, luego ensalivó un poco su polla, presentó la cabeza de su polla lujuriosa en mi ano, sentí que estaba seguro de tener mi culo colimado, sus fuertes manos sujetaron mi cintura y con un solo golpe de caderas entró en mis entrañas hasta lo más profundo. Solté un grito desgarrador mientras él hacía una fuerte exclamación de placer. Sentía un dolor aterrador pero no había la más mínima clemencia, con un beso de su boca apagó mis lamentos mientras comenzaba con un ritmo suave a follarme. El dolor se fue transformando en el placer de ser poseído por otra voluntad. Mis manos acariciaban la espalda del macho que estaba destrozando mi virginidad e incluso besaba su cuello mientras él aumentaba el ritmo de las embestidas.

Estaba convenciéndome que no tenía otra alternativa que seguir dándole placer, pero aquello comenzó a parecerme muy largo, ya no soportaba más aquella polla lujuriosa que se paseaba por mis entrañas buscando su disfrute. Empecé a protestar, necesitaba que aquello acabara, que me diera una tregua, sentía que mi culo me ardía, quería descansar. Juan solo me dijo con firmeza: aguanta como un macho, cojones. ¿Pensabas que con un macho se juega? Y continuó el ritmo de sus embestidas dándome un par de nalgadas como para que no se me olvidara que en esa cama solo había un macho.

 

Pero había más, me sacó la polla del culo y me cambio de posición, me puso de rodillas en la cama y con su mano hizo que bajara mi espalda de forma que mis nalgas se elevaran y sin mucha espera volvió a penetrarme. Ahora aumentó el ritmo de sus embestidas al máximo, mis manos no podía ni siquiera acariciar a aquel macho para que tuviera clemencia, empecé a sentir que con más fuerza sus manos sujetaban mi cintura, el ritmo de las embestidas fue tan fuerte que sentí miedo, mis piernas temblaban y comencé a sentir como todos los músculos de su cuerpo se contraían hasta que sentí como un chorro de leche caliente entraba en mis entrañas. Sus exclamaciones de placer me hacían percatarme que se había corrido, sus músculos comenzaron a relajarse, pero su polla no abandonó mi culo, una de sus manos comenzó a pajearme y pronto comencé a sentir que estaba al borde de correrme, solté la leche que había en mis huevos en sus manos que continuaron pajeándome mientras yo me estremecía de placer. Luego, cuando ya me había corrido me quedé acostado en la cama, él sobre mi, con su polla satisfecha dentro de mi y así nos quedamos dormidos.

Cuando nos despertamos fue que me sacó la polla y nos fuimos al baño a asearnos y ahí fue que me di cuenta que me costaba trabajo caminar, sentía que había sido follado por Juan. Y así comenzó una pasión sexual entre dos hombres que me estremece relatar, pero que no obstante voy a dejar constancia escrita de ella.

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