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Inicié a mi amiga como puta

en Hetero: General

María del Carmen y yo éramos muy buenos amigos. No era raro por lo tanto, que viniese a visitarme a mi oficina –tenía entonces un negocio independiente-, tras pasar un día de duro trabajo, en el que mi amiga, con gran esfuerzo, había conseguido un dinerillo para su -entonces-, lucha del día a día. Un día vino a verme: estaba a la vez, molesta y deprimida. María del Carmen estaba cansada de pasar por problemas de dinero. Como siempre, estábamos conversando de cualquier tema, como para despejarse la mente de los problemas del día; pero ese día la noté turbada y preocupada; y no era para menos, tomando en cuenta que casi no ganaba nada, vendiendo cremas y perfumes una veces, y joyitas de fantasía en otras oportunidades. Nos conocíamos hacía años, y era la primera vez que la veía realmente derrotada.

Pequeñita (María del Carmen mide apenas un escaso 1.68), de cuerpo delgadísimo, pelo largo y lacio, apenas se le dibujaban formas bajo su ropa, con ese cuerpito de niña que tenía: piernas delgaditas, cintura diminuta, unas tetitas que apenas se notaban y un culito que casi cabría en una de mis manos; casi nadie le creía que tuviese 25 años: aparentaba a duras penas, unos 16. Ese día vestía un pequeño polito azul, un pantalón de buzo y zapatillas blancas: una vestimenta que era lo más alejado posible de ser incitante. Me caía simpática, pero valgan verdades, hasta ese día no me llamaba a hacer nada más con ella.

- Estoy cansada de no poder conseguir más dinero que lo de siempre: ¿sabes qué he pensado?, a ratos me dan ganas de volverme puta,…ganarme la plata fácil,…-, me dijo en un momento de la conversación.

- …Y bueno,… -le dije, no dándola importancia al asunto-, creo que todos hemos pensado eso alguna vez,…

- Pero yo lo digo en serio,… -me replicó casi de inmediato-, me revienta que uno se saque la mugre trabajando casi por nada, mientras que otras lo tienen más fácil,…

La verdad es que parecía que decía la verdad pero, ¡cuántas veces he escuchado lo mismo de otras amigas!; si seguí con el tema como quien no quiere la cosa fué por que, María del Carmen, hablándome de esas cosas, con su carita y cuerpo de mocosita, me llenó inmediatamente el cerebro de morbosas ideas, al escucharle hablar del tema con tal aplomo.

- …¿Sabes lo que dicen del puterío?,…-le contesté-,… "es como asesinar: todos creen que es muy fácil, pero no todo mundo se atreve",…

- Pues yo sí me atrevería –continuó-, ¿qué difícil puede ser?, solo le abres las piernas a un tipo y ya,…

- En teoría es así –proseguí la charla-, pero no solamente es eso,…

- Dime con sinceridad –me dijo tras soltar un suspiro-, tú que me conoces; así como me veo,… ¿qué tal me iría?,…

Para ese instante, la conversación iba a mayores y me sorprendía su decisión en el tema,.. a la vez que sentía yo como mi verga comenzaba a endurecerse dentro de mis pantalones: decidí continuar la charla, que ya se me hacía divertida,… y a la vez muy excitante:

- …Mmmm, yo creo que te iría muy bien -,le solté tras echarle una mirada descarada, de pies a cabeza-, creo que te pagarían muy bien,…

- ¿En serio? –me respondió algo incrédula-, por que no tengo un cuerpazo, ¿qué debería hacer para que eso ocurra?,…

Sintiéndome ya excitadísimo por su pregunta, intuí que la cosa no tenía vuelta atrás: María del Carmen realmente deseaba volverse puta y quería que yo le aconseje: su mirada fija en mí me demostraba que realmente deseaba saber más acerca de ese mundo, y de como introducirse en él.

- … Bueno, lo primero que te aconsejaría es que no cambies tu apariencia –le empecé a enumerar-, muchos hombres prefieren putas de buenas carnes, de pinta putarrona,.. pero tú tienes un cuerpo delgado y finito: te quedaría mejor hacerte pasar por niña,… no te será difícil y hay muchos hombres que pagarían lo que sea por cogerse una chiquilla; no serías la primera que se hace pasar por una y a los "clientes", eso no les importa. Debes buscarte vestimenta adecuada: pantalones muy apretados, politos diminutos, que dejen que se te vean los hombros, el ombligo, la espalda; ropa de chiquillas, ¿tú entiendes?,…

María del Carmen escuchaba atentamente todo lo que decía, afirmando con la cabeza y animándome a que le diga más, así que continué sin ningún reparo:

- ….Como eres bajita, te vendrían bien unos zapatos de taco muy grande: entonces te vendrían bien usar micro-minis; siempre debes recordar que debes usar ropa que te puedas quitar y poner bien rápido. La ropa interior es importante también: hilos dentales, tanguitas rojo encendido y esas cosas, ¡ah!, y sostenes ajustados, que te hagan ver las tetas más grandes; tu maquillaje debe ser más intenso y los labios en rojo. También debes pensar en un nombre, uno excitante. También deberás buscarte un nuevo celular; no te conviene empezar en las esquinas o con un chulo; lo mejor es que pongas un anuncio como dama de compañía,…

Conforme avanzaba yo en mis explicaciones, me la iba imaginando vestida así, como una putita matadora. Mi cerebro no tardó tampoco nada en visualizar a mi amiga María del Carmen, siendo penetrada en mil posiciones, por un hombre, y luego otro y otro. Lentamente, la visión que tenía de mi inocente amiguita se transformó por completo; acariciándome el pene por encima del pantalón, crecían las ganas en cogérmela. La conversación también tenía sus efectos en María del Carmen: mientras hablaba veía yo como la pequeña se revolvía en su asiento; veía con placer cómo sus piernecitas se frotaban casi sin cesar.

- … Una amiga que es puta me contó un truquito que se sabía: si te toca un tipo con la verga chiquita, pones cara de que es muy grande para ti, y finges como si fuese inmensa, mientras te la mete; si te toca uno con la verga grande, gritas mientras te lo hace. Eso les excita. También tienes que hacerte a la idea de que a veces en que tendrás que hacerlo con dos o más tipos a la vez; si te dejas que te lo hagan por el culo, cobrarás más. Es necesario también que aprendas a hacer poses, ¿te sabes varias poses?,…

- Mmm,… no, pero creo que eso me puedes enseñar tú, ¿no?

Su respuesta me sacó de contexto casi por completo: Maria del Carmen me miraba fijamente, luciendo una enigmática sonrisa. Al hacerse así el silencio, pude percibir un pequeño y entrecortado suspiro, exhalado por mi amiga. Mi verga entonces se me puso completamente dura, a la vez que veía que la pequeña se mostraba como si apenas pudiese contener algo que traía dentro suyo.

Después de haberle contarle todo eso, y viéndola a los ojos, la vi antojada, y que silenciosamente, me daba su aprobación: sin decir nada, puse mi mano en medio de su entrepierna, sintiéndola caliente y algo húmeda, a través de la tela. "Es que estoy excitada, por lo que me has contado"-, me dijo mientras apretaba sus delgadas piernecitas contra mi mano; casi sin contenernos los dos, acercamos nuestras bocas, besándonos con desespero, metiéndole yo mi lengua, explorando con ansias toda su boca, mientras que ella jugueteaba también, pero tímidamente, con su lenguita, pequeña, y temblorosa. Sin quejas de parte de ella, comencé a sobar sus tetitas con mis manos, desesperado ya por metérmelas en la boca. María del Carmen no paraba de suspirar, contorsionándose, como si quisiera ya moverse con mi verga dentro suyo.

La puse de pie, sin dejar de besarla, mientras me dedicaba a apretujar su culito, atrayéndola hacia mí, friccionando contra su delgado cuerpecito, mi ahora enorme y erecto aparato. Ya desesperado por sentir su conchita mojada, la giré de golpe, y la apoyé contra la mesa, boca abajo, dejándose ella mansamente bajar a la vez el buzo primero, y luego el calzón. Con las piernas juntas, mi amiga alzó el culito, mostrándome la rajita mojada, su peluda almohadilla negra y su estrecho ano, que palpitaba hacia adentro por pequeños momentos. Apoyada con los codos, ya recostada en la mesa, no volteaba, miraba al frente, esperando ansiosamente. Le acaricié con ambas manos las pequeñas y duritas nalgas, para abrirlas y cerrarlas, rítmicamente. Abriéndole más las nalgas, e agaché y comencé a lamerle la vagina, metiéndole la lengua hasta el fondo. María del Carmen se estiraba hacia delante, gimiendo muy suavecito de tanto en tanto, mojándose cada vez más y más, embarrándome deliciosamente desde la nariz hasta la barbilla, mientras le chupaba sus labios, ahora gruesos y jugueteando yo con la punta de mi nariz, con su ano. Dejando por un momento su raja chorreando espesos gotones de sus jugos, comencé a lamerle su estrecho agujerito, metiéndole la lengua; apenas empecé, la pequeña comenzó a berrear quedo, mientras trataba de desembarazarse de la situación, sintiendo mi lengua deslizándose dentro de ella. Su ano temblaba y trataba de contraerse, para impedir la entrada de mi lengua, mas ésta se deslizaba con facilidad dentro de su agujero, demostrándome que, al parecer no era la primera vez que ella había recibido una embestida por atrás, aunque parecía que había sido buen tiempo atrás.

Excitado como estaba, ya sentía yo la necesidad de penetrarla; bajándome el pantalón, dejé por un momento su ano ya lubricado, y tomando con mi mano mi pieza totalmente erecta, le separé los labios de la vagina, metiéndosela lentamente, hasta el fondo, sosteniendo con ambas manos los bordes de la mesa, la comprimí contra la mesa, embistiéndole con fuerza, mientras ella quebraba la cintura, alzando más el trasero, dejando a mi pene entrar hasta lo más profundo de su carne. Excitada cada vez más, gimiendo y suspirando, le dije que diga que es una puta. Comenzó primero casi susurrando:

- ...Soy una puta,...soy una puta..

Conforme me esmeraba yo más en enterrarle más hondo mi aparato, Maria del Carmen, agarrando confianza, comenzó a decirlo más alto:

- ....¡Soy una puta,...soy una putaaaa!,… ¡ahhh1, ¡ahh¡,…¡AHH!,…-, decía mi amiga deliciosamente, mientras me le prendía de sus caderas, casi sacudiéndole su delgado cuerpecito, a cada embestida, cada vez más fuerte, cada vez más hondo.

Apenas habían pasado unos minutos de que la estaba yo penetrando sin cesar, cuando ya estaba sudando a mares: su estrechísima rajita me obligaba a esforzarme, ¡pero era una delicia sentir cómo apretujaba mi verga, haciéndome jadear como nunca en mi vida!; estaba disfrutando con placer enfermo, viendo mi verga abriéndose paso, entrando y saliendo de su conchita, abriendo sus labios vaginales, como si los fuese a desgarrar. María del Carmen gemía, gozando como loca de la cogida, y para ese momento ya gritando, más rápido:

- …¡SOY UNA PUTA, SOY UNA PUTA!.......¡SOY TU PUTA, SOY TU PUTA!,¡SOY TU PUTA, PAPITO, METEMELA FUERTE, AAAYYY, MÁS, MÁS!....¡TÍRATE A TU PUTA: PÁRTEME, RÓMPEME EL CULO MI AMOR!,... ¡AHH!, ¡AAHH!,…

Sus gritos me embotaban el cerebro, y en ese momento ya no aguanté más: saqué mi pene, abriéndole más aún su rajita, por que la cabeza de mi verga estaba muy crecida por la excitación: ella gritó cuando salió, mientras sudaba copiosamente. No la dejé recuperarse: se la metí por el culo, justo como ella me lo pedía. Mi pieza entró de un solo golpe, separando sus pequeñas nalguitas. La pequeña no esperaba una embestida tan fuerte, y al sentir el ardor en su orificio, pegó un agudo grito, para quedarse callada de repente, dejando caer su pelo sobre su rostro, ocultándolo. Cogiéndola por la cadera, terminé de metérsela completa; sentía con gusto su estrecho conducto apretándome el pene, así que empecé a embestirla, sintiendo un delicioso placer al clavársela hasta el fondo, sintiendo el golpe contra su pelvis, sus piernas temblando. La mesa crujía bajo el peso de los dos, amenazando romperse por el movimiento; María del Carmen, que se había quedado callada, comenzó a gemir y sollozar mientras clavaba las uñas en la madera de la mesa, dejando caer grandes lagrimones que golpeaban sonando contra la madera de la mesa. Con las mejillas surcadas por las lágrimas, soltando fuertes sollozos, empezó de nuevo a gritar:

-....¡ME VAS A PARTIR,...AAAYY,....ME VAS A PARTIIIIR!!,…

Mientras ella sentía como crecía mi pinga dentro suyo, empezó a berrear, pataleando, tratando desesperada de zafarse. Yo no quería dejar de sodomizarla, así que sosteniéndola con firmeza por la cintura, la levanté de la mesa, haciéndola agacharse, y sin sacársela de adentro, comencé a quitarle el pantalón y su calzoncito, dejándole las zapatillas puestas. Como era livianita de peso, no era difícil cargarla, manteniéndola así ensartada; le tomé la carita llorosa, y la besé, introduciéndole la lengua, apretándole los labios con fuerza, mientras le desbrochaba el sostén, que tenía seguro por adelante. Ya desnuda por completo, la levanté nuevamente, manteniéndola por unos momentos en el aire, penetrándola insistentemente. Por efecto de la gravedad, mi pieza se le introdujo incluso más adentro que antes a María, que soltó un fuerte suspiro, dejó de luchar y quedó sostenida por mis brazos, exánime. Cargándola, me senté en una silla que tenía yo al lado, frente a un espejo apoyado contra el muro, -que hacía días que tenía ahí, pendiente colgar-; ya acomodado, la tomé por debajo de las rodillas, y comencé a alzarla y dejarla caer sobre mi pene, penetrándola. María del Carmen, sudaba copiosamente, volvía a gemir fuertemente, respirando agitada. Yo disfrutaba como loco, mientras por medio del espejo podía observar mi pieza introduciéndose dentro de su ano, así como su hermosa rajita entreabierta, chorreando sus jugos. Percatado de eso, le dije:

- …¡Mira al frente para que veas cómo te clavo, putita!,…

Fue entonces que María del Carmen abrió los ojos y miró su reflejo; eso fue demasiado para ella: viéndose a sí misma atravesada por el culo, mientras su rajita roja y palpitante se abría y cerraba mientras su excitación mojaba toda su entrepierna e incluso, me chorreaba por los huevos, comenzó a gemir y gritar, cada vez más fuerte:

-,…¡SIII,...SIIIII: DAME ASÍ, DAME ASIIIIIÍ !......¡SERÉ TU PUTA POR SIEMPRE, SERÉ TU PUTA POR SIEMPREEE !!!,...

Llegando al clímax y estirando las puntas de sus pies hasta tocar el suelo, la vi por el espejo, y cómo los labios de su vagina, ahora bien gruesos, con el clítoris redondo y erecto, comenzaron a moverse, soltando un río muy caliente de orina que bajaba por su entrepierna hacia mí, y que en un instante se convirtió en un potente chorro que pegó en el espejo, para luego formar un gran charco en el piso. Apenas terminaba de mearse, llegó mi turno, soltándole un chorro de abundante semen dentro del ano; María gritó al sentir mi caliente leche ardiendo en contacto con la herida que mi pieza le hizo, pero sólo por un instante. Exhausta, "mi pequeña putita" como la llamaría a partir de entonces, se dejó caer, rendida, sobre el suelo de mi oficina. Me levanté de la silla y tomé un billete de 50 de mi bolsillo, colocándolo en su mano. Ella, casi indiferente, lo apretó entre sus dedos, mientras cerraba los ojos, acostándose en el suelo en posición fetal:

-....Mmm,…malo: me sacaste sangre,...-, fue lo último que me dijo antes de quedarse dormida.

Acomodado yo en mi silla, fumando, me quedé un largo rato observándola, acurrucada en el piso, permitiéndome ver su anito abierto, rojo y palpitante, chorreando semen y un hilito de sangre. Esa fue la primera vez en que gocé haciendo lo que me viniera en gana con "mi putita"; obviamente, después de tal disfrute, su primera cogida con pago, Maria del Carmen se convirtió en puta, siendo yo a partir de ese momento, el único que podía disfrutar de su cuerpo cuando quisiera, gratuitamente. Es así como comenzó la vida de prostituta de mi amiga, que ahora se hace llamar "Cristina", y sus peripecias en ese mundillo, eso más bien, es otra historia,…

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