Arqueaba mi cintura, sintiendo que mi cuerpo casi convulsionaba, recorrido por un cúmulo de indescriptibles sensaciones. Mis manos apretaban las sábanas, hasta casi blanquearse, crispadas al máximo. Podía casi sentir cómo cada poro de mi cuerpo respiraba el frío aire de la madrugada. Respiraba yo agitadamente, casi jadeando. Mi labio superior estaba húmedo, mientras que pequeñas gotitas de sudor lo perlaban, al igual que mi frente, caliente, casi llena de sendas gotas sudor frío: eso era algo totalmente nuevo para mí. De la cintura para abajo no sentía yo nada: nunca me había pasado eso; solo una oleada de calor asfixiante y un latigazo de dolor que en mi cabeza, como si fuese a estallar. Mis pechos subían y bajaban a una velocidad sorprendente, mientras que de mi boca salían fuertes exhalaciones, descontroladas. Frente a mí solo estaba la pared, desnuda: mi único panorama. Me sentía sucia, lasciva, poderosa, mientras esas manos me sujetaban con brutal fuerza, a la vez que sus jadeos casi animales, descargaban sin cesar, oleadas de aire caliente en mi espalda, en mi cintura, encendiéndome. Yo temblaba, sin poderlo controlar. Mi cuerpo no me respondía: tenía miedo de mis orificios se descargasen sin poder yo evitarlo, mientras eso entraba lentamente dentro de mí. ¡Era como si mi cuerpo entero se abriese de par en par, mientras un dolor indescriptible se convertía en lo único presente en mi mente!. Sentía que me moriría, que todo acababa, que todo era dolor y luego nada, que el tiempo se detenía,
- ¿Me dejas hacerlo?, - me repetía él sin parar, jadeante-, ¿me dejas hacerlo?, ¿ahhh?, ¿aaaahhhh?, .
- ¡Lo estás haciendo!, ahhh!, -le respondía yo, como en un sueño-, ¡LO ESTÁS HACIENDOOOOO!!!, ¡AHHHHH!!!!!,
Su pregunta y mi respuesta se sucedían a cada instante, mientras entraba dentro mío, como algo extraño e intruso que se apoderaba de mi persona: intruso, extraño, doloroso, deseado, anhelante. En un segundo que pareció eterno, ingresó finalmente y se posesionó por completo de mí: la pared desnuda frente a mi desapareció por un instante, todo se hizo borroso frente a mí, para luego volverse amarillenta mi visión, y luego oscura como la noche. Un pitido hiriente sonaba en mis oídos, para que luego, gradualmente volviera todo a la normalidad, volviendo a aparecer de nuevo la pared desnuda, color crema, mientras mis jadeos descontrolados y los suyos, juntos, aumentaban en intensidad,
- ¿Te duele, mi amor?, - me dijo entonces mi novio, machacándome por dentro sin parar-, .¿te duele, mi amor?, ¡aaaahhhhh!, ¡ahhh!, .
- No me molesta, mi amor. Sigue, - le respondí yo, ya teniendo su pene por completo dentro de mi ano-, .¡Mmmm!, sigue, ¡sigue, ahhhh!,