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Demencia 5 (12)

en Grandes Series

(Capítulo anterior: Mortificado, Rey Patton saltó al balcón y corrió apresuradamente tratando de alcanzar a la chiquilla que, ya tenía a un grupo a su alrededor, incluido su padre el Emperador y al propio padre de Rey. La jovencita no dejaba de mostrar su mano con la pulsera a todo mundo,…)

¡Padre, es tan maravilloso!, ¡soy tan feliz!- repetía una y otra vez a todos, dejando casi derramar algunas lágrimas por sus principescas mejillas.

….Hace varias décadas que no se acostumbra en nuestro pueblo este tipo de alianzas políticas, Almirante- comenzó a decir muy solemnemente Dagón IV, Emperador de Epson Eridani-, pero me siento encantado de vuestro respeto a nuestras más antiguas costumbres, ¿aceptas la alianza, hija?

¡Sii padre!, estoy encantada-, respondió muy jovialmente la Princesa.

Si la princesa está de acuerdo, Su Graciosísima Majestad Eridana está también de acuerdo con que se concrete la alianza entre la Casa Imperial y la noble casa de Onassis- declaró Dagon hablando en segunda persona-, Almirante, haga saber a su gobierno que los acuerdos comerciales están aprobados sin necesidad de conversaciones preliminares. Epson Eridani será aliado eterno de la República Confederada.

Lo haré saber, Su Majestad-, respondió el Almirante Onassis, seriamente, y conteniendo su furia.

¡No es nada, sólo es una pulserita de oro blanco y amatistas!- exclamó Rey Patton, interviniendo en la conversación, como queriendo quitarle importancia al asunto y de paso saber por qué de tanto barullo, puesto que hasta ese momento no entendía nada-, valen cuatro Créditos en el Centro Comercial,….si quieren les enseño la tienda….no es nada importante….

¡Claro que es importante, idiota!-le dijo de golpe, apretando los dientes, su padre al azorado Rey, mostrando una cara roja de furia contenida. Luego volteó y fingió una sonrisa al Emperador y la princesa, que les miraban extrañados-, je je je,.… ¿nos disculpan un momento?, mi hijo tiene que ir a cambiarse de ropa….

….No veo nada de malo en su atuendo –, inquirió la princesa.

Con un rapidísimo movimiento, el Almirante descargó de golpe todo el contenido de su vaso de wiskhy, hielo incluido, en la chaqueta de Rey, empapándola por completo y sacándole el aire por un momento con el golpe del frío líquido.

Je, je, je….como le dije, mi hijo tiene que cambiarse. Permiso-, dijo mientras lo cogía con fuerza del cuello y se lo llevaba arrastrando hacia un extremo de la sala.

Algunos pasos más allá del grupo de extranjeros, y casi seguro de que no haya algún indiscreto en las cercanías, Héctor Onassis pudo hablar a sus anchas con su imprudente hijo:

¡Viejo!, ¿qué te pasa?, ¡era mi mejor chaqueta! –, dijo Rey fastidiado.

¿No te das cuenta la estupidez que hiciste? -, dijo su padre, tratando de contener la furia-, ¡acabas de comprometerte en matrimonio con la princesa!!....

¿YOO?!!, ¿cuándo? –, replicó extrañado.

¡Cuando le pusiste la pulsera en la muñeca!....

¡Te dije bien claro que no me busques mujeres!-, le espetó bromeando Rey a su padre.

¿No estás escuchando lo que te digo?!!-, bramó su padre-, ¡te has comprometido para casarte con la princesa!!!...

¡¿CASARME?!!!-exclamó sorprendido Rey Patton-, ¡NO NO NO NO NO!!!,…. ¡Eso sí que no!, ¡acúsame de propasarme, meterle mano o revolcarme con ella a lo loco: pero de casarme, no. Esas estupideces no son de las que yo hago!!!

¡¿PARA QUÉ DIABLOS CREES QUE DE TI ESE DISCO DE INFORMACIÓN?!!!- gritó ya fuera de si el Almirante Onassis-,¡¡¡PARA QUE NO HAGAS UNA BARBARIDAD!!!!, ¡¿ACASO NO LO LEÍSTE?!!!....

….Me dormí en el capítulo sobre cómo decir buenos días….-respondió Rey muy quitado de la pena-, además, ¿si me confundí, qué importa?, dile a la chiquilla que lo siento, ¡ah, y eso sí!, pídele que me devuelva la pulsera por que la necesito para regalársela a una morenaza que me espera en mi fiesta….

….¡NOS HAS METIDO EN UN LÍO DIPLOMÁTICO DEL CARAJO Y SÓLO PIENSAS EN TI, MALDITA SEA!!!-gritó el Almirante para luego dirigirse a Morgan que precisamente pasaba por ahí-, ¡MORGAN!; lleva a Rey a su habitación y no le pierdas de vista, y que no haga nada. Debo ver cómo alimos de ésta.

Entendido Señor.

…. Pero me están esperando mis amigos-, se quejó Rey.

¡ME IMPORTAN UN CUERNO TUS AMIGOS!, ¡TE QUEDAS EN TU CUARTO HASTA QUE SE RESUELVA ESTO, EN UNA ORDEN!- se exasperó el militar-,…. ¡serás mi hijo, pero eres una BESTIA!!!....

Oye,….-replicó Rey burlándose-, eso me dolió.

¿Señor?

¿Qué quieres, Morgan?

Le recuerdo…. -respondió Morgan muy analíticamente-, que una boda de esa importancia requiere una rigurosa planificación. ¿No desea usted que comience a planificar los preparativos….?

¡¡¡DESAPAREZCAN AMBOS DE MI VISTAAA!!!-, chilló el Almirante.

Mientras Rey se escabullía escaleras arriba hacia su cuarto, Morgan caminaba tras él desconcertado, preguntándose una y otra vez si había cometido alguna indiscreción, mientras tanto, el Almirante, rojo de cólera, avanzaba a grandes zancadas hacia el Salón de Trofeos, cruzándose en el camino con Parrot, quien daba cuenta de una bandeja de bocaditos. Casi sin importarle esa falta de disciplina, el Almirante Onassis le soltó la orden mientras cerraba las puertas de la habitación:

¡TRAIGA AL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES, AHORA!!

Sí, Señor.

Ya de vuelta en la habitación de Rey Patton, éste se encontraba acostado boca abajo a lo largo de su cama, moviéndose intranquilo, pensando en cómo escapar. Morgan, el androide, no hacía nada más que observarle atentamente. Dado que había sido programado como ayuda de cámara y mayordomo principal, una de sus funciones era la de hacer compañía e intercambiar opiniones con los humanos a los cuales estaba bajo servicio, para así recabar la mayor información posible de ellos en su banco de datos, de forma que, con el tiempo pudiesen anticipar sus reacciones y servirles de mejor manera. Ya que no podía hacer nada más que observar al hijo del Almirante, decidió entablar conversación.

….Joven Onassis.…

Ya te dije mil veces que me digas Rey.

Está bien. Joven Rey,… - prosiguió el androide-, dígame por favor, ¿usted cree que su padre, el Almirante Onassis, se haya enojado por mi sugerencia sobre la boda?

Por supuesto – respondió algo fastidiado Rey-, si fueras humano, diría que hiciste una broma de mal gusto.

¿En serio? – trató de analizar el androide-,…. sería la primera vez desde que funciono que lo hago. Creo que se podría deber a que he pasado demasiado tiempo con usted, joven Rey.

¡Vaya! –exclamó con ironía Rey Patton-, ¡ahora termino siendo corruptor de androides!; bueno ya basta de boludeces. Me voy.

Casi al mismo tiempo que lo decía, saltó de la cama dispuesto a salir por la ventana. Lo hubiese logrado si no fuese por que Morgan se le adelanto, interponiéndose casi al instante entre él y la ventana.

Lo siento joven Rey, pero no puedo permitírselo. Órdenes de su padre.

¡Morgan!

Mientras Rey se empezaba a desesperar ante la casi nula imposibilidad de poder hacer cambiar de parecer al androide, de pronto se escuchó que alguien tocaba a la puerta de la habitación. Ambos se miraron extrañados.

¿Me pregunto quién será?

¿Será el viejo?

La puerta se deslizó rápidamente dejando ver, para sorpresa de ambos, a la pequeña y sonriente Dana XXI, quien abrió los ojos muy grandes al ver de nuevo a Rey Patton.

¡Amado esposo! -, exclamó ella mientras ingresaba al cuarto.

Hola "Danita",….esteee…..-dijo Rey Patton mientras se incorporaba de la cama-, ¿sabes?, me gustaría conversar, pero como que tengo que arreglar algunos asuntillos, ¿entiendes?, además, no creo que tu padre el Emperador, le agrade que estemos en mi dormitorio….

¿Mi padre? –respondió muy despreocupadamente Dana, mientras caminaba por el dormitorio observándolo todo-, no te preocupes por él: está declamándole el árbol genealógico Imperial al Almirante Onassis: antiguo protocolo. Son 15,000 años de antepasados, así que tiene como para tres horas.

¿Quieres decir que va a tener ocupado a mi padre por tres horas seguidas?- se sorprendió Rey. La princesa asintió sonriente-,…. ¡bueh!, como que no me molesta,...

¡Lo mismo pensé mi futuro esposo!- exclamó Dana XXI, saltando alegremente sobre la cama de Rey, como si de una niña malcriada se tratase, para luego acomodarse muy seductoramente sobre las sábanas, observándolo con lascivia,… mientras le mostraba coquetamente sus senitos de pezones erectos, dejando caer maldisimuladamente las tiras de su vestido-, eso nos da tiempo de sobra para conocernos mejor,… ¡mmmm!,… ¿no te parece?,...

Le recuerdo joven Rey, que el Almirante le dijo que no puede hacer nada más que esperarle –, intervino prontamente Morgan.

¿Y ésta cosa que es? -, preguntó extrañada la princesita, viéndole con desagrado y respingando la nariz.

Es Morgan, el Mayordomo.

¡Pues despídelo: nos está importunando! -, ordenó la noble malcriada.

El Almirante Onassis me ordenó vigilar al joven Rey, Su Majestad -, informó el androide.

….Y yo tengo que salir y no me deja -, se quejó Rey Patton.

…. ¿Pero adónde quieres ir, mi amado esposo, si yo ya estoy aquí? –, inquirió Dana, haciéndole pucheritos.

Es que tengo una fiesta –comenzó a explicar Rey Patton. La princesa escuchaba atenta, mientras abría enormes sus ojos ante lo que oía-, con los chicos de mi equipo de Lasserball. Tú sabes: buena música, tragos, juegos,… es muy importante para mí.

….. ¡¿Una fiesta con un equipo de Lasserball?! – exclamó Dana, casi relamiéndose del gusto de las nuevas experiencias que podría vivir ahí-, ¡las chicas de la Corte se van a morir de la envidia cuando les cuente!,.... ¿me llevarías?

Por mi no hay problema,… –dijo Rey, aprovechando la oportunidad que le daba la mocosa esa para escabullirse-, pero Morgan no entiende razones,...

¿Ah sí?, déjamelo a mí -, le dijo Dana.

De un brinco, la diminuta princesa se incorporó de la cama. Caminó lentamente hacia Morgan, quien le observaba atentamente. Se podría decir

Dime,… er,… "cosa": ¿cuáles son tus instrucciones?

Mantener al joven Rey en su dormitorio y no perderle de vista hasta que se resuelva el problema -, contestó el androide.

Bien, ¿y conoces las costumbres matrimoniales de Epson Eridani?-, continuó la mocosa.

Puedo acceder a una base de datos para informarme, Su Majestad.

Entonces podrás confirmar que si el padre de la novia comienza a declamar su árbol genealógico al padre del novio, ya se ha formalizado la boda, ¿es cierto?

Morgan alzó la vista por un instante: se estaba conectando con la base de datos. Tras mover sus ojos artificiales por unos instantes, bajó la vista y le respondió:

Cierto, Su Alteza.

¿Y eso no anularía tu orden? -, prosiguió Dana, sin perder su aplomo.

Anularía la imposibilidad de salir del joven Rey.

¿Ya ves?, ¡todo resuelto!-, fijo Dana, dirigiéndose al perplejo Rey Patton.

Ni a mí se me hubiese ocurrido algo semejante -, exclamó Rey.

….Aunque no estoy seguro de qué hacer con la orden de no perderle de vista -, les interrumpió Morgan.

Bueno, si deseas, puedes acompañarnos a la fiesta y así cumplirás esa orden, sirviente- dijo Dana después de pensarlo un poco-, ¿te molestaría amado mío?

Para nada, ¡siempre y cuando no grabes nada de lo que veas ahí! -,sentenció Patton.

Entendido Señor -, replicó el androide.

¿Nos vamos amado consorte? -, preguntó Dana, mientras le tendía el brazo.

Vamos pero no me vuelvas a llamar "amado esposo" ni nada parecido-, le respondió Rey mientras se dirigían al balcón de su dormitorio, seguidos por Morgan.

Si, mi amado esposo -, replicó Dana, sin darle ningún interés a la sugerencia.

Mientras los tres se escabullían de la Mansión, abajo, en el salón, el Almirante Onassis se desesperaba revolviendo los cubos de hielo de su vaso de whisky, desesperado, junto con el Ministro de Relaciones Exteriores, mientras ambos de pie, y rodeados por toda la misión diplomática de Epson Eridani, que escuchaba complacida el prolongado y monótono relato de toda la casta Imperial a la que pertenecía, pensando en cómo resolver ese matrimonio en ciernes y de paso terminar de una vez con semejante tortura.

…. ¿No hay forma de parar esto?-, preguntó susurrando Onassis al Ministro.

No hay forma. Terminará en tres horas, mínimo,… -, fue su escueta respuesta, mientras disimulaba una sonrisa al declamador.

…..Después vino Alphonsus XVIII; él gobernó por 37 años y fue amado por su pueblo. Lo sucedió su hijo primogénito, Alphonsus XIX, que gobernó por 15 años y fue amado por su pueblo –relataba su árbol genealógico el Emperador Dagón-, luego gobernó su hija segunda Hosanna III, que gobernó por 22 años y fue amada por su pueblo. Luego vino su nieto Ahab IV, llamado "El Tirano", que gobernó por 7 años,… pero no fue amado por su pueblo. Lo sucedió su primo Dagón I, quién gobernó por 55 años y fue muy amado por su pueblo. Luego vino….

En el pequeño bosque que rodea un lago artificial en lo más profundo de los jardines de la mansión Onassis, y convenientemente oculta por el follaje, "El Pirata Loco" aparecía poco a poco conforme los recién llegados se acercaban. El ruido de la música que tronaba dentro de él les guió desde el principio por el camino. La nave de recreo de los "Caballeros de Fortuna" había sido convertida en una inmensa discoteca, rodeada por decenas de jóvenes que pugnaban por ingresar a la fiesta que se desarrollaba ahí dentro. En verdad, la fiesta también era en los alrededores, y rodeando por completo el lago. Varios grupos de jóvenes y jovencitas, fans y simples colados, se hallaban alrededor, sentados en el césped alrededor del pequeño espejo de agua, bebiendo, drogándose, bailando, y amándose, revolcándose desnudos en la grama húmeda. Una pequeña feria improvisada por espontáneos ofrecía desde drogas de todas las procedencias en el sub-mundo de la Confederación hasta souvenirs y recuerdos del reciente campeonato logrado por los "Caballeros"; algo realmente impensable en medio de la Mansión de los Onassis. Rey Patton, Morgan el androide y la princesita Dana se movían por en medio de esa parafernalia, rumbo al verdadero epicentro de la fiesta, cada uno analizando a su manera la excéntrica situación: Rey a cada paso trataba de esquivar, como si en la cancha de juego se tratase, a cuanta chispeada y atrevida fanática se le atravesaba, ansiosa por una foto con él y uno que otro beso robado ó un apretón en la entrepierna. Morgan por su parte, trataba de lograr encontrar en su banco de memoria una explicación lógica a semejante desbarajuste, por si eran descubiertos por el Almirante. Dana, por su parte, estaba encantada ante el folklórico espectáculo frente a sus ojos: todo le parecía fascinante y también, en su opinión, era una deliciosa extravagancia de parte de su futuro esposo y consorte, el tener en los patios de su mansión su propia feria de recuerdos con aficionados incluido. Mientras pensaba en qué sería bueno llevar de recuerdo de tan divertida velada que recién comenzaba,….y también decidía si era conveniente o no usar de una vez la cigarrera lanza-flechas envenenadas que portaba por seguridad, contra alguna de esas golfas que se le abalanzaban de rato en rato a Rey Patton.

Ya acercándose por en medio del gentío a la nave, el trío observó que la puerta estaba flanqueada por un nutrido grupo de gente que pugnaba por entrar. Obstaculizando la puerta se hallaba un tipejo con ambas manos llenas de billetes y tratando de controlar a los ansiosos en la cola ayudado por dos matones de cuarta: era Mitch, un archiconocido picapleitos de los bajos fondos de Miami Mega-City. El pordiosero prospecto de mafioso aprovechaba toda oportunidad para agenciarse de algunos Créditos; si dejabas tu cigarro encendido en un cenicero en un bar y Micth estaba al lado, era mejor hacerse la idea de que capaz ya lo había vendido. Para Rey Patton, no llegaba ni siquiera a considerarlo como digno de interés. Tras una orden silenciosa de Rey, Morgan el androide abrió una amplia senda para que pasen en medio de la pelotera Rey y Dana.

…. ¡Muy bien, muy bien, tranquilos. Hay sitio para todos! –exclamaba Mitch a la pequeña muchedumbre-, ¡tengo cinco entradas ahora mismo a la fiesta del siglo: sólo 90 Créditos por persona!, ¿quién quiere?

….Muévete Mitch, voy a entrar,… –, dijo Rey Patton avanzando hacia la puerta.

Bien, viejo: son 70 Créditos y sí, no hay descuento por androides -, le respondió el truhán.

Sin pestañear, Rey Patton extrajo de su bolsillo un diminuto control remoto: una pulsada y la puerta de la nave se cerró enseguida; Mitch se sorprendió.

Es mi nave, negro idiota, ¿piensas cobrarme por entrar en mi propia nave?

Por un rato, Mitch pestañeó. Patton no podía decir si lo había desconocido o si el delincuente fracasado ese le estaba bromeando: es que nadie recordaba haber visto alguna vez a Mitch sin estar completamente drogado. Finalmente respondió:

¡Noooo, hermanito!, ¿cómo ibas a creer?, ¡JAJAJAJA! – comenzó a disimular el pillastre-, ¡es que no te reconozco sin el uniforme puesto!; ¡pasa, pasen: son mis invitados!...

…Sí, eso me imaginaba, pendejo –respondió burlándose Rey Patton. Volvió a usar el control y abrió de nuevo la puerta, demostrando cuánto necesitaba de su autorización. El gentío murmuraba.

Después de que entraron Dana y el androide, Rey se disponía a hacer lo, mismo, cuando la mano temblorosa de Mitch le detuvo:

….Hermanito, ¿te guardo tu parte?,....

Rey bajó la vista: en las manos del estafador había al menos 3,000 Créditos: era lo que había sacado cobrando entradas a los incautos; no era platita para despreciar. Rey le palmeó la espalda y le respondió:

….Guárdamela para más tarde, ¿Quieres?, y no te olvides de entregármela.

Seguro viejo….-dijo con desazón Mitch, pensando en que le convenía darle el 50% antes que tener un lío con los "Caballeros". Luego, tras verlo entrar, volteó hacia la muchedumbre molesta y dijo-, ¡bien, me quedan 2 entradas a 75!, ¿quién quiere?....

(CONTINUARÁ,…)

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