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Demencia 5 (9)

en Grandes Series

Transcurrían los primeros minutos y el partido se había convertido en un furioso ir y venir de ataques y contraataques, pero que terminaban sin lograr anotar. El público bramaba con intensidad al ver que un ataque de los "Caballeros" finalizaba con un potente disparo al arco, exclamando fastidio a continuación cuando la pelota de plasma pegaba fuera del círculo rojo, disolviendo parte de la portería, pero sin convertir gol. Casi al instante, los "Diablos Rojos" iniciaban un furibundo contraataque que finalizaba de igual manera.

Arriba en las tribunas, las banderas de ambos conjuntos ondeaban en medio del embravecido mar de gente que elevaban sus cánticos hasta hacerlos escucharse a kilómetros del recinto. Abajo, en el campo, las moto-drones se perseguían ferozmente, acorralándose, disputándose el dominio del campo y de la pelota. Convencidos que los "Caballeros" no tenían forma de penetrar su sólida defensa, los "Diablos Rojos" decidieron entrar en calor:

.....¡ 11, 87!,… –se escuchó la voz de Morgana-, ¡aplasten al 44!..

Roger-, le respondieron al unísono.

Joao Caneira en esos instantes aceleraba al máximo, portando la pelota por la banda derecha, muy pegado a la pared. Los dos "Diablos" aceleraron lanzándose como fieras sobre él.

…. ¡Joao "Esqueleto" Caneira avanza por la banda derecha hacia el arco de los "Diablos", pero parece que tiene compañía!,….-, exclamó Steve Fine a su teleaudiencia.

¡CUIDADO "ESQUELETO", VAN POR TI!,… -, llegó a decir Smith por la radio.

¿QUÉ?!!...

En una rápida sucesión que no sumó más de tres segundos las moto-drones rivales se lanzaron a toda velocidad contra Caneira; apenas escuchó la advertencia, Joao trató de voltear, y solo pudo ver cómo los aparatos de Rafe y Falkenn se le venían encima; sus pilotos las volcaban hacia adelante, con las ruedas de sus moto-drones girando furiosamente, lanzándolos, para terminar estrellándose contra el muro tras de él, unos instantes antes que las rebasara, esquivándolas apenas por pocos centímetros. Goliat Silver, el inmenso jugador contrario, apretaba los dientes mientras aceleraba a fondo tras el fallido intento de sus compañeros.

….. ¡"Esqueleto" esquiva a los defensas, y ahora se le va encima Goliat!,… -, relataba Steve.

Apenas unos instantes después y cuando Joao se preparaba a lanzar la pelota, Goliat, haciendo la misma maniobra, lanzó zumbando su moto-drone contra él: no falló. El aparato pegó de lleno en el vehículo de Caneira, destrozándose ambas máquinas contra el muro, y explotando. Joao salió disparado por los aires, cayendo pesadamente contra el suelo, rebotando varias veces, perdiendo la pelota, en medio del grito de júbilo que bajaba de las tribunas. Cualquier ser humano habría muerto al instante, pero para esas contingencias los jugadores usaban esas armaduras prácticamente indestructibles. Una vez que Joao se detuvo finalmente a escasos metros de la portería de los "Diablos", se incorporó algo atontado, pero casi ileso. Mientras los "Diablos" se adueñaban de la pelota y enfilaban hacia el otro extremo del campo, Gennaro Hugon se aproximó a Caneira descendiendo la velocidad de su máquina.

¿Está bien, "Esqueleto"? -, le preguntó.

Ahá.

Sube, te llevo a la banca.

Caneira se montó en la moto-drone atrás de Hugon y sin perder un instante, ambos enfilaron hacia la banca de suplentes de su equipo, donde le esperaban ya el personal técnico del equipo con una moto-drone de repuesto lista para Caneira. El Lasserball era un deporte caro y sólo grandes mecenas ó mega-empresas eran capaces de mantener un equipo al que había que reponer partido tras partido casi todo la implementación de los jugadores varias veces.

….La pelea continúa está ahora en medio de la cancha y el número 44 de los "Caballeros" ya se reincorpora al partido –informó Steve Fine a la audiencia-, ¿no deberían sancionar a ese jugador? –le preguntó el comentarista a "Satán" Bocanegra, refiriéndose a Silver.

…¡¿ Y POR QUÉ, SI NO LO MATÓ?!!!,… -, le respondió alzando los hombros.

Mientras el partido aumentaba en inmensidad y salvajismo, en la mansión de los Onassis comenzaba a recibir a los invitados a la recepción. Lentamente, se iban apiñando modernos y elegantes auto-deslizadores, de los cuales descendían, elegantes, sobrios y decadentes, los personajes más influyentes de la República: Senadores, Diputados, Personal de Relaciones Exteriores, plutócratas, militares de alto rango y oscuros miembros de Seguridad del Estado; todos ellos acompañados de bellas y núbiles mujeres enfundadas en vestidos de última moda, ecléctica combinación entre sobriedad y exhibición de millonarias apetitosas carnes; todas ellas prácticamente forradas en joyas. Conforme descendían de sus vehículos, las esposas de los notables, tomadas de las manos de sus parejas, echaban una mirada despectiva a otras damas que, menos ostentosas, exhibían más bien el descaro de sus esculturales figuras y de su juventud: eran las prostitutas de alto vuelo que acompañaban a funcionarios invitados de menor rango ó solteros, y que atraían inmediatamente las miradas lujuriosas de todos los hombres presentes, quienes ascendían las escalinatas de la mansión Onassis acompañadas de sus respectivas esposas, pero sin dejar de observarlas muy atentamente, sabiéndose capaces de poder comprar su compañía y sus encantos cuando quisiesen. Ambos grupos de mujeres, las invitadas por derecho de esposo ó propio, y las alquiladas, comenzaron silenciosamente a lanzarse miradas asesinas, muy disimuladas, pero que buscaban afianzar desde el inicio, sus respectivos territorios.

Al final de las escaleras, el anfitrión de la velada, el Almirante Onassis, tieso y muy militar, recibía a los recién llegados quienes le eran presentados protocolarmente por su eficiente androide Morgan. Cada presentación era seguida por un apretón de manos para los varones, una venia ó un beso en el dorso de la mano para las damas, y alguna que otra palabra o frase adecuada. Dada la importancia del momento, Héctor Onassis había apagado el receptor de radio oculto en su oreja, no sin antes enterarse de que el equipo de su hijo iba perdiendo, y que ya había comenzado la repartija de golpes a diestra y siniestra. Así, incomunicado como estaba, el Almirante se esforzaba por disimular la ansiedad contenida de no saber que rayos pasaba en el estadio. La seriedad protocolaria del militar era la adecuada para la situación, pero en el fondo casi era cólera contenida.

Almirante Onassis, el presento al Excelentísimo Señor Gobernador General de Amaltea, James Watts y su esposa, Lady Watts –, dijo el androide, cumpliendo con sus funciones.

Encantado Gobernador- saludó el militar-, mi Lady, a sus pies.

Almirante Onassis, el General N’Tchama,………..y su,…ejem,…acompañante-exclamó Morgan, tras revisar en su banco de datos para comprobar la identidad de la dama, y al no encontrarla, se conectó con la Red Republicana de Identidades,… ¡descubriendo que la fulana estaba requisitoriada por prostitución!!

….Lady Lolita, Almirante….-agregó la ramera ante el desconcierto del androide, adjuntando una sonrisa tan amplia como su escote.

General, Lady Lolita,… –respondió Onassis, cuadrándose militarmente ante el oficial y tras tomar la mano de la puta-, bienvenidos.

Tras haber ingresado la última pareja a la mansión, el Almirante Onassis se dio un respiro de saludos y presentaciones, mientras por pura inercia se limpiaba la mano insistentemente con su chaqueta, y consciente de que gracias a su hijo, Morgan rara vez se quedaba desconcertado. Aprovechando el paréntesis en el besamanos, Onassis se animó a hablar con su androide, tratando de no ser muy evidente:

¿Todo esta marchando bien, Morgan?,…

Tal como lo precisó, Almirante –, replicó Morgan.

¿Dentro de cuánto va a llegar el Emperador Dagon y su hija? -, siguió preguntado el militar.

Creo que en 30 minutos, Almirante- respondió el androide tras cotejar los datos-, la carretera al lado del estadio está muy congestionada: debido al partido de Lasserball de hoy.

¿Y el personal de la casa?- , inquirió Onassis.

Los encontré en el Salón de descanso, observando el partido, Almirante. Ahora están trabajando de nuevo en sus obligaciones.

Perfecto Morgan.

Gracias Almirante- respondió cortésmente Morgan, para luego ponerse a pensar y decirle-,….¿Almirante?....

¿Si?

¿No desea que le informe también del marcador parcial del partido?-, dijo el androide muy solicito, pensando en complacer así al militar.

No creo que haga falta, Morgan –respondió rápidamente Héctor Onassis, fingiendo muy malamente y con la respuesta de siempre-, me enteraré en las noticias de la mañana.

Entendido Almirante -, dijo finalmente Morgan, convencido que jamás cambiaría su terco amo.

Bueno, si no hay nada más que discutir, voy un momento al baño a lavarme las manos- , exclamó de pronto el Almirante.

¿No vamos a continuar con las presentaciones, Almirante? –, se extrañó de pronto Morgan.

¿Por qué no te encargas tú, Morgan? –dijo el anfitrión para sorpresa y espanto del androide asistente-, podrías hacerlo a la antigua: ya sabes, pararte junto a la puerta y anunciar a los invitados conforme entran. Además, necesito ir al baño: tengo las manos sucias….

Sin darle tiempo a seguir interrogándole, el Almirante comenzó a caminar hacia los servicios. Morgan, desconcertado, se limitaba a mirarle, mientras observaba que el militar se llevaba la mano a la oreja.

….Pero,….Señor,…. usted está usando guantes,….

Ya en los servicios para invitados de la primera planta de la recepción, y después de asegurarse de encontrarse completamente solo, Héctor Onassis aumentó el volumen de su receptor y finalmente pudo salir de la ansiedad en la que se hallaba inmerso.

"Y acaba de finalizar el primer tiempo de esta emocionante final!!!,… -casi chillaba el comentarista radial-, resultado parcial: "Caballeros de Fortuna": 9, "Diablos Rojos": 8. Regresamos con más datos y los comentarios tras unos anuncios de nuestros auspiciadotes,…

El viejo militar soltó un puñetazo contra el mármol: no decían nada acerca de si habían habido heridos,… o muertos. Impotente, el Almirante Onassis se veía reflejado en el espejo frente a él; su rostro pétreo estaba completamente desfigurado por una mueca de ansiedad y de dolor. Ansiedad por saber cómo estaba su vástago,… y dolor por que todo ese cúmulo de emociones intensas y contenidas le hacía casi estallar la úlcera que le martillaba sin cesar el estómago. Tomando aire, el Comandante General se apresuró a salir de ese lugar, donde el silencio, la soledad y el no saber nada de lo que pasaba al otro lado de la ciudad, estaban empezando a desesperarlo.

El camerino de los "Caballeros de la Fortuna" estaba sumido en un enorme caos de jugadores golpeados y tendidos sobre las bancas y el suelo del lugar. Tras los primeros 30 minutos de juego, tanto los "Caballeros" como sus uniformes ya mostraban las primeras huellas de los encontronazos con el rival: no había espacio en el camerino que no estuviese cubierto por jirones ó uniformes completos de plasti-tela destrozados y ya inservibles, cuchillas de guantes-garra rotas o dobladas, y algún que otro pedazo de armadura ya inservible. Asimismo, el suelo estaba regado también con paquetes de vendas abiertas, cremas para el dolor, anestesias y otros útiles de primeros auxilios para las primeras curas de los jugadores (y que no serían las últimas)

Exhaustos, tratando de hidratarse y reconstituirse un poco antes de volver a la brega, los muchachos evaluaban su estado y el partido, mientras que el androide Robinson, diligentemente, se encargaba de curar sus heridas ó de eliminar el dolor lacerante, para dejarlos óptimos para otra hora y media más de aporreo que se avecinaba. Mientras tomaban líquidos energizantes y se secaban el sudor, de cuando en cuando algunos quejidos se dejaban escuchar.

….Ánimo muchachos,…..estamos ganando,… ¡Ay!...-, dijo Joao Caneira.

Sólo estamos adelante con un gol –sentenció Romeo Bocanegra, mientras se secaba el sudor de la cara y un hilo de sangre que aparecía encima de su ceja-, tenemos que sacar más ventaja….

….Si, por que nos llevan ventaja pegándonos, ¡AYAYAYAY!!!-, exclamó Marcus John, mientras trataba de sacarse las botas lentamente.

…Nos falta más agresividad en el ataque –intervino Rey Patton -, no estamos entrando a la ofensiva en bloque.

….Y yo hago lo que puedo -, intervino Sebastian, como excusándose-, pero hasta ahora no me llega la pelota,...

¡No te llega la pelota, pendejo de mierda!,… – agregó a la discusión Tony Pappi, indignado-, ¡Qué te va a llegar si te escondes cada vez que se te vienen encima Torres o Harrison!,...

Mientras todos comenzaban a recriminar a Victor, Rey Patton se dio cuenta que alguien le estaba masajeando los pies al enano: era Betty la androide, que, agachada, acaricaba lascivamente los regordetes pies de Sebastian, dándoles de cuando en cuando, un beso,.. o se metía sus regordetes dedos en la boca, succionándolos cual si delicioso manjar se tratase.

¡Enano enfermo!!!,… ¿qué mierda está haciendo esa androide acá? –, exclamó Rey indignado.

Nada –le respondió Victor, muy suelto de huesos-,… ya le hice limpieza, así que estoy evaluando su funcionamiento.

¡Primero pensé que eras un rosquete de mierda y a hora resulta que eres más enfermo de lo que creía!,… -, agregó Luis, interviniendo en la conversación.

¡No pasa nada, palabra!,… –respondió Victor, encogiéndose de hombros-, además hace unos masajes bien relajantes….

Sí me consta,… –intervino de pronto Hugon-, antes del partido me hizo una mamada de verga en la duchaaaaa!!!,… y me quitó el estrés como no tienes idea, hermano!!,...

¡Bueno, basta ya! –gritó Rey Patton, cansado de tanta morbosidad-, ¡estamos perdiendo tiempo en babosadas!; primero lo primero: nadie "se la mete" a la androide, ¿entendido? – todos asintieron con la cabeza; algunos algo decepcionados-, segundo: hay que sacarles tres goles de diferencia a los "Diablos", así que iniciemos contraataques por en medio del "10" y del "27": están distraídos. "Negro", reordena tu defensa, y que Gennaro te apoye cuando ataquen. "Esqueleto", dispárate por la punta derecha, que te persiga Torres y tú "enano erótico",… pégate tras él para que te la pase, ¿entendido?,…

Entendido viejo -, respondieron casi al unísono todos.

Robinson, ¿está todo conforme? –, preguntó de pronto Patton al androide-médico, refiriéndose al estado de sus amigos.

Están un poco golpeados, pero en óptimas condiciones para continuar -, le respondió el androide.

Bien.

Mientras el equipo en pleno comentaban las nuevas instrucciones, se dejó escuchar de pronto una voz femenina en los altavoces, anunciando el inminente reinicio del partido.

…..Quedan dos minutas para el inicio del segundo tiempo- rezaba la voz-, jugadores al campo,…..Quedan dos minutas para el inicio del segundo tiempo. Jugadores al campo,….

Casi inmediatamente, Rey y los demás se incorporaron rápidamente de sus bancos, gritando y recogiendo a toda prisa sus implementos para saltar de nuevo a la cancha. Ya no importaba el dolor o el cansancio, el golpe de adrenalina que recibieron todos al escuchar el anuncio desapareció de pronto con toda molestia, todo temor. Nuevamente eran los dieciséis guerreros listos para enfrentar de nuevo a la muerte. Corriendo a tropel rumbo al pasadizo donde estaban sus moto-drones, los "Caballeros de Fortuna" corrían por el pasadizo, de uno en uno, saltando en el aire para luego golpear con fuerza una de sus manos contra la pared, donde se hallaba pintado el escudo del equipo. Tantas veces habían hecho ese ritual que la pared de cemento ya mostraba por cientos los arañones de las cuchillas de sus guantes-garra. Afuera en la cancha, las tribunas no paraban de bramar incesantemente, en espera del reinicio del juego. En la cabina de transmisión del estadio, Steve Fine recibía por su audífono la confirmación desde la central de su cadena televisiva que en segundos volverían de nuevo al aire, para continuar la transmisión.

….Continuamos con la transmisión de la gran final de Lasserball; ambos equipos ya se preparan para saltar al campo para dar inicio al segundo tiempo- comenzó a informar Fine-, Señor "Satán", ¿hay cambios en las alineaciones?

¡NINGUNO, MARIQUITA!-, le respondió Albert Bocanegra, para disfrute de la teleaudiencia-, ¡NI MUERTOS, NI HERIDOS!.....

Debajo de la cabina de trasmisión, en la banca de suplentes de los "Diablos Rojos", el malhumorado y aún más malencarado Sargento Instructor de la Academia Militar, llamado Charles Farmer (más conocido en la Academia, como en el mundo del Lasserball como "Malasangre"), mordisqueaba furiosamente su puro mientras miraba a su equipo salir del túnel a toda velocidad hacia el campo. Apenas ve a Kutussov pasar delante de su posición, le grita, haciéndose escuchar en medio del griterío que bajaba de las tribunas:

…¡IVAÁAAN!!,… ¡NO GANAMOS SI NO "HACES LO TUYO"!, ¿ENTENDIDO?,…

El fornido militar se detuvo en seco, frente a su entrenador, dibujándose una macabra sonrisa en medio de su barba abundante y desordenada; era la señal que esperaban en el equipo: la autorización para matar contrincantes. Acelerando al máximo, "El Panzer" soltó un grito animal y enfiló su máquina rumbo al centro del campo. La pelota ya había caído y la refriega comenzaba de nuevo: con una furia inaudita, los "Diablos Rojos" cargaban contra los "Caballeros", impactándolos con sus moto-drones, llenando el estadio de estruendosos sonidos de impactos entre máquinas, para el insano deleite del público; así, el segundo tiempo del partido se convertía en una salvaje carnicería deportiva. La orden de entrar a matar, dada a sus rivales, no afectó a los "Caballeros de Fortuna" –de hecho no la conocían-,… simplemente era normal en el Lasserball: una competencia a muerte; eso era lo que era. Todos los reporteros que transmitían el match a toda la Confederación aumentaron el ímpetu de sus alocuciones: los gritos del público contagiaban a todos, mientras la velocidad y la lucha fratricida del juego crecía a cada instante.

...¡Romeo Bocanegra no logró atravesar la defensa de los "Diablos"!!!,… -bramó el reportero al que oía en ese momento, el Almirante Onassis-, ¡¡MIENTRAS LOS ROBOTS DE SERVICIO RECOGEN LOS RESTOS DE SU MOTO-DRONE DEL ÁREA CHICA, NOS INFORMAN QUE EL JUGADOR DE LOS "CABALLEROS" SE REPONE Y REGRESA AL JUEGO!!!,…

Héctor Onassis tragó saliva con furia: mientras trataba de ocultar su angustia al oír cómo el partido se tornaba más y más salvaje, solo encontraba a su alrededor a sus invitados: ¡tipejos presuntuosos que reían y bebían despreocupados, como si no hubiese un mundo allá afuera! De pronto, se relajó en cierta medida, al ver frente a sí a dos Generales del Estado Mayor mostrando en sus rostros cómo montaban en una repentina cólera, casi aventando con cólera sus copas,… ¡justo en el preciso momento en que Onassis escuchaba en su audífono, que los "Caballeros" habían impedido un gol de la Academia Militar!!

El Almirante sonrió con complicidad, pero por poco tiempo; tuvo que apagar su diminuta radio de inmediato: a grandes trancos, se le acercaba el Edecán del Presidente de la Confederación. El Almirante tenía entonces una más difícil misión: aguantar el recibir órdenes de ese mequetrefe. Caminando con la poca gracia que le permitían sus piernas flacas y torcidas, el Coronel Lynn B. Oswald se pavoneaba, exhibiendo sus apenas míseras dos medallas al pecho.

… Almirante: justamente lo andaba buscando,… -le dijo el flemático oficial-, le felicito Onassis: excelente fiesta,…

El Comandante General se esforzó para contenerse (¡dejarse tratar así por un coronelito de mierda,…) Desde que era Edecán, Oswald gozaba con hacerse el que no existían rangos superiores a él,… ganándose la antipatía de todo militar vivo en la Confederación. Aunando infinita paciencia, Onassis se preparó para aguantar al idiota ese del Ejército, que se aprovechaba de ser "el brazo derecho" del imberbe Presidente que les gobernaba. ¡Preferiría mil veces estar en medio de la trifulca de las tribunas del estadio de Lasserball en ese preciso momento, que escuchar sus "consejos",…

…Pero creo que no está de más darle algunos consejos para que logremos los acuerdos comerciales con Epson Eridani,… -, le dijo como si fuese un asunto de Secreto Máximo-, ¿tendrá algún lugar discreto en dónde hablar, en su Mansión,… Almirante?,…

Podríamos ir al Salón de Trofeos,….

…Er,… prefiero que no,… –replicó con desagrado Oswald-, fui ahí a buscarlo y encontré a nuestros camaradas,… viendo un partido,… de deportes: algo desagradable,… muy desagradable,…

Bueno,… si es asi,… -replicó Onassis-, tal vez pueda usted esperarme en mi estudio, mientras yo voy a arreglar ese desbarajuste,…

Me parece bien Almirante – agregó sonriente el imberbe Edecán, mientras se dirigía adonde le indicaba Onassis-, después de todo, debemos mantener la disciplina en las Fuerzas Armadas,…

…Eehhh, si, claro,…. Mi asistente le acompañará: Parrot,…

El Cabo Parrot se acercó diligentemente: había estado dando cuenta de los bocaditos,… y persiguiendo a Estrella, la sirvienta de falda diminuta y culito generoso.

Cabo: escolte al Edecán a mi estudio.

Si, Señor.

Apenas dio dos pasos, Onassis detuvo del brazo a Parrot, muy ansioso:

…¿Cuánto van?,… -, le susurró al oído.

…Ganando 17 a 16, Almirante,…

Gracias Parrot.

Decidido a perderse del Edecán un buen rato, el Almirante Onassis se dirigió al Salón de Trofeos de su mansión. Se sentía más tranquilo: "las malas noticias llegan rápido", pensó. Ya ante la puerta de la sala, Héctor Onassis tomó aire y al sisear las puertas, se introdujo rápidamente: en medio de una nube de humo, un grupo de militares de todos los rangos bebían, maldecían, vociferaban frente al monitor; el Almirante agradeció que semejante escándalo no se dejó escuchar demasiado, por los invitados a la recepción. El segundo tiempo había concluido en empate 18 a 18: está bien, pensó el militar. No se había perdido de mucho.

(CONTINUARÁ,…)

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