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Demencia 5 (1)

en Grandes Series

El oscuro e inmenso vacío del espacio se encontraba casi desprovisto de estrellas: tal negrura anunciaba a los viajeros de esta parte del Sistema Solar, la proximidad al gigante sol amarillo, la llameante estrella que daba calor y vida al Sistema, opacando en esta área con su luz, el brillo de sus hermanas más distantes. Lentamente, en las proximidades del astro, aparece la esfera brillante, rocosa y gris de un planeta azotado por intensas temperaturas, llamado Mercurio. La compacta y chata nave de transporte se dirige silenciosa, hacia un área de la órbita donde, sobre la cara oculta del astro, el calor abrasador es algo más llevadero: ahí es donde se encuentra su secreto objetivo.

Apenas advirtiendo su presencia con el intermitente fulgor rojo de sus luces de astro-navegación, los pilotos de la nave militar, con eficiencia profesional, hacen describir al pequeño Transporte "Talismán" un amplio arco de aproximación, aprovechando así los efectos la gravedad del pequeño y calcinado planeta. Con silenciosa rapidez, enfilaron su nave hacia la -ahora frente a ellos-, inmensa Penitenciaría Orbital que, cual el inmenso cuadrado metálico, ennegrecido y oxidado que es, flotaba en el espacio, en órbita a Mercurio. El ingenio flotante en el espacio ingrávido se empezó a destacar cada vez más frente a ellos, brillando su cara expuesta al sol, y conforme se acercaba la pequeña nave visitante. Muy lento, casi tímidamente, el Transporte "Talismán" comenzó a alinearse en dirección a una diminuta abertura en la superficie del coloso metálico ante ellos: la Bahía de Atraque de la prisión, conocida oficialmente como Penitenciaría de Seguridad Máxima "El Purgatorio", destino final del transporte y de su muy importante carga humana.

Almirante Onassis- se escuchó por las bocinas de la nave la voz del Capitán del "Talismán"-, hemos arribado a "El Purgatorio"; iniciamos los procedimientos de identificación y ataque. Si desea, puede venir a observar desde la cabina, Señor....

En la cabina posterior, el único pasajero del "Talismán", comenzó a desperezarse del sopor que ocasionaba el terrible calor reinante. Casi despegándose del amplio asiento, disgustado por la necesidad de haber tenido que hacer este viaje (y peor aún, en secreto: debido a las consecuencias, si se enterase la prensa); incorporó su maciza e imponente figura: era el Almirante Héctor W. Onassis, Comandante General de las Fuerzas Armadas de La República Confederada del Sistema Solar. El uniformado, a pesar del calor, lucía su uniforme adornado con los entorchados de su rango y una decena de medallas en el pecho. Acostumbrado a ordenar tan sólo con la mirada, se encontraba de un humor atroz al no poder disimular en su marcial rostro, la mueca de dolor que le ocasionaba la punzada en el estómago –una úlcera-, que le estaba provocando esta visita. Ajustándose el quepís militar en la cabeza, mordió, (con rabia podría decirse), el puro siempre encendido en su boca para finalmente, con amplias y pesadas zancadas, dirigirse a la cabina de la nave, mascullando maldiciones. Un breve siseo anunció a los pilotos que la puerta se había abierto y cerrado en un segundo, dejando ingresar a su Comandante General.

En descanso, Señores- dijo apenas ingresó el alto oficial, apoyando ambas manazas en los respaldos de los asientos de sus pilotos.

El capitán y su copiloto no despegaban las manos de los controles, ni sus ojos de la inmensa mole metálica de la prisión, que ya estaba abarcando en ese momento casi todo el firmamento frente a ellos, haciéndolos sentirse como si estuviesen a bordo de una cáscara de nuez.

NARCSS-T2500117 "Talismán", llamando a la Penitenciaría de Seguridad Máxima "El Purgatorio"-comenzó a radiar el piloto-, en misión....

No terminó de hablar: casi instantáneamente, el cuadrado oscuro frente a ellos se iluminó por completo, iluminándolos también a ellos con decenas de reflectores automáticos, y seguidos por un centenar de imponentes y también automatizados cañones de plasma que emergieron de la superficie, apuntándoles, cargados y listos para borrar del mapa miles de veces al diminuto, insolente y minúsculo vehículo. Los pilotos se quedaron de una pieza; tragaron saliva. El Almirante ni siquiera movió una pestaña.

Tienen diez segundos para retirarse. Están en espacio restringido: retírense o dispararemos,....10....9...8....-, dijo una clara y metálica voz artificial por la radio.

...Entren nuestro Código de Seguridad -, ordenó Onassis a los pilotos.

Sudando frío, el Capitán del "Talismán" introdujo la tarjeta en la ranura de su panel, y apretó el botón para transmitir la clave criptográfica salvadora, mientras la voz metálica continuaba su mortal cuenta-atrás.

.....4....3....2.....- y de pronto, un silencio que pareció una eternidad dio paso a la ansiada frase-,....recibimos su clave, NACSS-T2500117 "Talismán": se le autoriza a aterrizar en la Bahía de Desembarco PP-03, nivel 2.

Sólo tras escuchar esto, los pilotos volvieron a respirar, permitiéndose que el alma les volviera al cuerpo, al ver que los cañones se retraían para introducirse de nuevo entre las paredes blindadas y a prueba de fugas de la oscura prisión. Lentamente el transporte fue descendiendo, introduciéndose también en el establecimiento penitenciario más seguro del Sistema, residencia forzada y permanente de los peores criminales de la República Confederada (y unas cinco docenas de sistemas exteriores, algunas colonias y otros amistosos socios comerciales) Mientras el "Talismán" se posaba sobre la pista, el sistema de seguridad de la prisión se activó de nuevo, retomando su función: la de impedir la salida ó entrada de todo ser vivo.

En las entrañas más profundas de la penitenciaría, un regordete personaje semidesnudo gozaba con loco placer. Sus lentes oscuros y gruesos, le permitían ver una y otra vez la escena de depravación frente a sus ojos, sin dañarse la vista, por los enceguecedores fulgores de luz, provocados por las incesantes descargas eléctricas que atravesaban sin parar, la negrura de la celda de interrogatorio, iluminándola por completo. El humano, acompañado por tres androides -que hacían caso a sus más mínimos deseos –, eran los únicos espectadores del morboso show. Ese ser repulsivo no tenía ningún reparo en acariciarse insistentemente su pene gordo, fofo y brutal, por encima de la ropa, mientras los fogonazos, seguidos por gritos y sonidos guturales, eran proyectados periódicamente, por un cuerpo humano colgado a casi un metro del suelo: más muerta que viva, una joven y pobre mujer hacía retumbar la habitación con su sufrimiento, hasta el límite de sus fuerzas: prendido su desnudo cuerpo del techo por sogas y garfios, abierta de brazos y pies, la mujer solo podía ver a una pared, mientras que su sádico verdugo disfrutaba viendo desde atrás sus piernas abiertas, mostrando obscenamente a su pesar, cada milímetro de su intimidad. Tras recibir otra descarga más, la víctima apenas podía balbucear unas palabras:

…No,…. maaás,…

Apenas un gesto con la mano de su carcelero y otra vez la oscuridad de la habitación se desgarró con los gritos de la joven, así como por los fogonazos de la descarga eléctrica que recorría todo su cuerpo. Convulsionando por completo, la mujer no podía impedir que su cuerpo deje de nuevo caer un torrente al suelo: sangre, sudor, saliva, lágrimas, jugos vaginales, orina, excremento,… todo junto formando un charco inmundo en el suelo bajo ella. Sus gritos y sonidos casi inhumanos, hacía que se forme una mueca, parecida a una sonrisa, en el rostro del sujeto ese que tiene absoluto poder sobre ella, mientras aprieta gozoso, su verga por encima de sus ropas.

Pasado un rato, la puerta de ese ambiente de pesadilla se abrió en silencio, dejando entrar a otro androide, el cual sin interrumpir en nada, le da la noticia al carcelero, hablándole muy bajo, junto al oído: sabe bien que no gusta de ser interrumpido. Enterado así oportunamente por su fiel androide-carcelero, acerca de la importantísima e inesperada visita a su prisión, el Alcaide Gaspar Trostky, se dispuso -muy a su pesar-, a dejar de lado sus sádicas actividades penitenciarias matutinas. Colocándose el único uniforme que tenía -y que se ponía diariamente sin lavarlo por diez años seguidos ya-, y apenas pudiendo ajustarlo como para evitar que no estalle por la presión hacia fuera, que ocasionaba su abultada barriga. Fastidiado y sumamente nervioso, ante el carácter ultra-secreto de la visita del Comandante General de las Fuerzas Armadas en persona (y temiendo en parte que ya hubiesen sido descubiertas sus sucias operaciones en el establecimiento), Gaspar casi ya no prestaba atención, ni disfrutaba mucho menos los gritos de dolor de la prisionera que sus asistentes robóticos torturaban frente a sus ojos.

Incómodo por ser interrumpido en su única distracción, casi al desgano salió de la sala de interrogatorios. Dando una última miraba a la pobre e infeliz mujer que colgada, era aún sistemáticamente electrocutada por los androides por medio de electrodos adosados a todo su frío y sudoroso cuerpo, Trostky pensó: al menos se la dejarían lista para que la llevasen luego a su dormitorio,… para que él se divirtiera a sus anchas, más tarde.

…Síganla torturando, hasta que confiese dónde escondió los cadáveres....-, ordenó fríamente Trostky a sus androides.

Señor: ella está condenada por evasión tributaria-, respondió uno de ellos.

…Ah, cierto…. -reparó el Alcaide-,....síganla torturando nomás,….para que se acostumbre......

Ya erguido en un silencioso y rápido Aerodeslizador, y conducido con automática precisión por otro de sus androides, se deslizó por los laberínticos pasillos de la gigantesca prisión. Chato, gordo, casi calvo y luciendo sus gruesísimos espejuelos (realmente antediluvianos), el Alcaide Gaspar Trostky pensaba, y desconfiaba acerca del visitante; todo él apestaba a brutalidad despiadada, muy seguro en su ínfima y repelente humanidad de ser todopoderoso dentro de esas paredes; amo sobre la vida, la muerte y el funcionamiento de los 15,000 guardias cibernéticos y los casi 120,000 presidiarios, pertenecientes a todas las especies conocidas y procedentes de éste sector de la galaxia, y que eran la población de éste su pequeño reino de terror. Lentamente, los pasillos oscuros dieron paso a un amplio e iluminado hangar: la Bahía de Desembarco PP-03. Llegó justo cuando el "Talismán" finalizaba sus maniobras de atraque, asistido por los androides y rodeado también por una prudente guardia armada. Una vez desplegada la rampa del transporte, finalmente pudo ver Gaspar a su inoportuno huésped: no podían ser más dispares ambos personajes. El Almirante lo superaba más de medio metro de altura y en años-luz de autoridad. Tragando saliva, Trostky trató, por primera vez en su vida, de demostrar tener modales ó algo parecido:

....Esteee...soy el Alcaide Trostky, Gaspar. Señor,… eh,... Mariscal.... –dijo mientras se cuadró a la manera militar, lo cual le salió grotesco-,… bienvenido a mi humilde instalación penitenciaria. Cualquier cosa que necesite....

Ahórrese las lisonjas, Trostky -interrumpió fastidiado el Almirante, molesto de tener que tratar con individuo tan repelente-,… pienso quedarme lo menos posible: así que si cuenta con un despacho o algo que se le parezca, vayamos ahí de inmediato.

Sin mediar más palabra, el Almirante se encaramó en el aerodeslizador del Alcaide. Trostky tragó un enorme y áspero borbotón de saliva, casi atragantándose ante la imponente mole del oficial, mientras que con señas indicaba al androide en los controles, el camino. Mientras el aparato se deslizaba otra vez, silente, camino a la oficina del Alcalde, atravesando los intrincados y desiertos pasadizos de su cuadrado y feo mundo, Trostky se preguntaba, mientras observaba con el rabillo del ojo al inmenso y molesto militar, (que respingaba la nariz molesto por tener que aguantar el hedor a callejón orinado por gatos que se sentía en todo el presidio), la pregunta más lógica del mundo: ¡quién habría sido el pobre infeliz que se había puesto en un predicamento con un personaje de tal rango!; Trosky sudaba a mares mientras se atormentaba a sí mismo pensando en que tal vez,… él mismo podía ser el "pobre infeliz". Si fuera cierto –meditó-, su futuro sería muuuuy sombrío en manos de uno de los "pesos pesados" del régimen.

Trostky temblaba como gelatina de sólo pensar en acabar su pobre y pequeña humanidad en una incierta deportación,… o lo que sería aún peor: en una de las horribles celdas de su propia prisión, y donde había metido y vejado, por más de 15 años, a infinidad de miserables y a los peores criminales del Sistema,... Si alguien sabía que "El Purgatorio" era el peor de todos los presidios, era el mismísimo Trostky, por lo que su inquietud crecía en proporción al silencio pétreo de su visitante, mientras el aerodeslizador se perdía entre las metálicas y lúgubres inmensidades de la prisión.

Una vez ya en la penumbrosa oficina de Trostsky, él y su inesperado "huésped", se sentaron frente a frente, a ambos extremos de una mesa flotante de granito negro, rodeados y observados por una docena de androides-carceleros, apoyados en las cuatro paredes del recinto, mirándoles con sus ojos artificiales. El Alcaide golpeteaba nerviosamente sus dedos contra la mesa, esperando que el militar le dijese el motivo de su visita. El Almirante Onassis observaba detenidamente, frente a él, la taza del prácticamente intragable café presidiario, y que despedía un olor entre alcanfor y engrudo rancio: eso era cualquier cosa, menos a algo a lo que se le pudiese llamar "café". Tras un embarazoso silencio, el Comandante General al fin despegó los labios.

Patton –, dijo lacónicamente.

Gaspar Trostky se atragantó hasta casi ahogarse con el mazacote de su taza, y que estaba sorbiendo justo cuando escuchó ese nombre. Una vez repuesto del casi ahogamiento (y a la vez liberado de un gran peso), se decidió a preguntar, una vez liberada ya su escuálida alma de todo temor.

¿VIENE POR PATTON?!,…. ¿EL PRISIONERO 501,974?!!! –, exclamó sorprendido. El militar le asintió en silencio.

Secándose el sudor de su regordeta calva, Gaspar Trostky se regodeó en su cómodo asiento, mientras sentía que volvía a tener el poder en su pequeño mundo de terror.

Siii,...Patton. Llegó hace una semana,… –dijo engolando la voz, disfrutando que de nuevo sentía que él era "la Ley" ahí -,...no tiene por qué preocuparse usted ni la justicia militar: ya estamos ultimando los trámites para enviarlo a que cumpla de 35 años a perpetua de trabajos forzados en las minas del Cinturón de Asteroides.

El director del presidio se meneaba lascivamente en su sillón, demostrando que le causaba un tremendo placer su infame labor; Onassis sentía nuevamente desagrado de sólo tener que soportarlo siquiera en el mismo ambiente.

No he venido a constatar que se cumpla su condena: sino,… digámoslo más bien, a agradecer al Sistema Penitenciario sus servicios y llevármelo; quedando a partir de ahora el prisionero a cargo de la milicia –, le dijo sin inmutarse el oficial, al intrigado carcelero.

Imposible – respondió secamente, sin soltar prenda, pero ansioso de obtener más información –, un prisionero que entra a "El Purgatorio", sólo sale muerto, anciano o lisiado. Si es que sale, claro,...

La cara pétrea del Almirante no se inmutó con la respuesta, mostrando más seguridad en sí mismo que la que hubiese preferido Gaspar.

Se lo explicaré mejor, Almirante: éstos,… -dejo señalando el Alcaide una pila de 20 discos de información, que sacó de un cajón, y colocándolo sobre la mesa –, son los antecedentes de TODOS los prisioneros de "El Purgatorio"; y ÉSTOS,.. – expresó haciendo un gran énfasis, mientras colocaba su regordeta mano sobre otra pila similar, colocada segundos antes en la mesa por uno de sus androides –, …son los antecedentes de Rey R. Patton, prisionero 501,974. Es el criminal más joven en recibir la condena de 35 años a perpetua de trabajos forzados en toda la historia de la República: es una joyita,… primero me lo mandan y ahora lo quieren de vuelta, ¡quién entiende al gobierno!, ¿sabe qué?: ¡sólo el papeleo para explicar eso que usted quiere a mis superiores me tomaría dos años!,...

El Almirante Onassis, dejó su taza de café-mazacote a un lado, sobre la mesa, mientras se incorporaba, alzando toda su inmensidad, y comenzando a caminar pausadamente alrededor del enano Alcaide que al verlo, se acurrucó de temor en su silla.

…Entendemos todo eso: sus superiores están al tanto, y con una ayuda del Ministerio de Defensa, el papeleo será mínimo,… casi inexistente. Sus superiores y USTED serán generosamente recompensados por las molestias. Me gusta el trabajo que hace, Trostky,… –comenzó a adularlo groseramente el oficial -,… y la milicia está dispuesta a hacer una muy generosa recomendación para el traslado de un eficiente funcionario de grandes ambiciones como USTED,...

…¿QUÉ TAN GENEROSA?!!! - casi chilló de gusto el Alcaide -,.....por que yo soy muy ambicioso, ¿sabe?......

…Bueno,....- hizo una pausa Onassis, seguro de que el repelente ya había picado el anzuelo –yo pensaba en recomendarlo para un puesto de mucha importancia, en Marte tal vez,… en una prisión para delitos económicos. Piénselo Trostky: ya sabe,… poco trabajo,… en un clima terra-formado, pocas responsabilidades, prisioneros con los bolsillos llenos y más que dispuestos a pagar jugosos sobor..., ¡ejem!, perdón: aportes. Quizás tres secretarias,... un sueldo triplicado,... más seis meses de sueldo adelantado,... ¿qué le parece?....

Se podría haber dicho que Gaspar Trostky, Alcaide de "El Purgatorio" había tenido una erección y, sufrido una inmediata eyaculación precoz tras escuchar las palabras, del ahora -para él-, tan simpático militar.

.....Es que, si no nos vamos a ayudar entre los que "chupamos de la teta del gobierno", ¿quién nos va a ayudar entonces?,… –, finalizó el oficial, observando al ya babeante Trostky.

......Po, po, po,...por su....supuesto, Señor Comandante-, respondió Gaspar, en medio de nerviosas risitas de satisfacción.

Pues, ¿qué le parece si mientras ultimamos los detalles, vamos a la celda a sacar a Patton?

¡¡¡Por supuesto: faltaba más Señor!!! – exclamó mientras se incorporó de un salto el piojo regordete de Trostky, a la vez que casi sacaba a empellones al oficial, en dirección al aerodeslizador.

Ya afuera, en el pasillo, el Almirante se sorprendió al ver al Alcaide subirse al aparato de un salto – algo insólito dado su fofa y regordeta figura-; y luego casi lo hizo caer del aparato, al gritar las órdenes al androide-piloto:

¡A LA ZONA DE SEGURIDAD MÁXIMA: BLOQUE Q, RÁPIDO!!!

Mientras el azorado carcelero se controlaba para no jadear de gusto delante del militar, Gaspar volvió a observar detenidamente a su acompañante, quien una vez más se mantenía con los pies bien plantados en la plataforma del aparato, silencioso, marcial, mirando al frente.

.....Y hablando de "la teta del gobierno",… - se dirigió de pronto al militar -, ¿dijo usted tres secretarias?,… ¿las podré escoger yo personalmente?,...

Por supuesto, Alcaide.

…Almirante,...

¿Si?

Hay algo que me intriga: dígame,... ¿por qué la milicia tiene interés en un rufián como Patton?,…

El militar dejó de mirar al frente por un instante; le observó, para luego voltear la mirada al frente de nuevo, tensándose de pronto todos los músculos de su cara.

El ejército no está interesado en él: soy yo,… -respondió sin dejar de mirar al frente-, Patton es mi hijo.

…¡¡¿¿REY PATTON ES SU HIJO??!!!,… pero.....

...Prefiere utilizar el apellido de su madre,… – replicó rápidamente, y sin querer dar más explicaciones –, ahora, dígame: ¿por qué lo encarcelaron?,…

…Bueno, si desea los detalles...., es largo de explicar, pero tenemos tiempo de sobra. Necesitamos mínimo quince minutos para llegar a Zona Seguridad Máxima, Bloque Q. Bien, el motivo "real" por que lo encarcelaron es que,...

Mientras el silente y ahora mucho más rápido aerodeslizador se internaba en las más oscuras y profundas entrañas de la prisión orbital, el Alcaide Gaspar Trostky comenzó a relatar los pormenores de la captura del prisionero 501,974, a un cada vez más sorprendido, avergonzado e indignado Almirante Héctor Onassis.

(CONTINUARÁ,…)

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