miprimita.com

Aires de cambio: “El Grito”

en Confesiones

 

Aires de Cambio:EL GRITO

 

    Caminaba lentamente, descalza, y a cada paso que daba, dejaba una huella que las olas se encargaban de borrar. Miró hacia el horizonte y descubrió los primeros rayos del Sol.

    Siguió caminando y se adentró en el agua. Dejó que la espuma jugase a rodear sus tobillos. Le gustaba sentir el agua, quería sentirse viva. Cerró los ojos y respiró profundamente aquel aire que olía a limpio.

    La brisa de la mañana movía a su antojo la gran melena de aquella niña, de aquella muchacha, de aquella mujer.

    -¿Qué edad tengo?

    Ya ni se acordaba. Salió del agua y se sentó en la arena, apoyada sobre sus codos, la cabeza echada atrás. Creyó recordar.

    -¿Quién soy? una más, es igual. ¡Qué importa!

    Se levantó y volvió a caminar de nuevo. Fue hasta las rocas y allí se paró. Miró al cielo. Se agachó y recogió un puñado de arena que fue resbalando lentamente entre sus dedos.

    -Nada queda, todo se va. Incluso las olas. Es igual, si voy a otro lugar las encontraré allí.

    Las grandes rocas atrajeron su atención. Pensó en el tiempo que llevarían allí.

    Posiblemente más que ella, aunque había permanecido allí mucho, mucho tiempo. ¿O tal vez fueron solo unos segundos?

    Dejó de pensar en ello. No quería pensar, no quería saber ni conocer nada.

    Se metió en el agua hasta donde las olas rompían con más fuerza, a la altura de su cuello. Abrió la boca y emitió un grito sordo, apenas audible, que guardó para siempre la eternidad…

 

 

Hace tiempo que dejé de escribir con lágrimas en los ojos, con los dedos temblorosos, con el corazón en carne viva. El dolor ha desaparecido con los años y el amor ha quedado en lo más olvidado de mi olvido, o… ¡O PUEDE QUE NO DEL TODO! Alguien dijo que el recuerdo nunca muere del todo porque forma parte de cada célula que configura nuestros cuerpos mortales (por tanto muere con nosotros), de cada neurona que alimenta nuestro cerebro, nuestros pensamientos. Que ese recuerdo, aunque lo creamos extinguido de nosotros, permanece latente, en esa papelera de reciclaje donde enviamos lo que no nos sirve o no queremos que nos sirva.

Cierto que aprendí una dura lección, la más dura por ser la primera, pero el dolor es ese maestro “mezquino” que todos hemos tenido de pequeños y que nos castigaba duramente. Dolía, pero también aprendimos de forma más contundente pues no queríamos volver a sufrir.

Este es el primer escrito que público de tantos que escribí en esa época oscura y tenebrosa para mí. Junto con algún relato, publicare otros dos o tres, por separado. No quiero fastidiaros la lectura.

¡Deseo que os gusten!

Con cariño… Luz.

 

 

 

Este escrito es la continuación del relato De niña a mujer: “Engañada y vendida por diversión” publicado en la categoría: No Consentido.