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Llueve sobre el cementerio

en Confesiones

NOTA:

 

Estimado lector/a: El motivo de esta nota es aclarar ciertos puntos sobre el texto que te dispones a leer:

 

 

1)   Publico este escrito, que no relato, en esta categoría como complemento al titulado: De niña a mujer: “¡Follarás cuando yo quiera!”, que como podréis ver, forman parte de una serie de varios capítulos.

2)   Como esta serie hace un recorrido por la vida del personaje principal, para entender el conjunto hay que leer todos y así situar el escrito en su contexto adecuado, es decir: A partir del relato mencionado anteriormente.

3)   No es en absoluto un escrito triste (aunque pueda dar esa impresión). En realidad lo escribí como una especie de auto ayuda o desahogo: Todos hemos tenido alguna vez esos momentos en que guardamos algo que solo compartimos con el papel o el ordenador y que no queremos o no nos atrevemos a confiar a nadie.

4)   Si lo publico aquí, aparte del relato al que corresponde, es por la sencilla razón de que no quiero quitar “Sal y picante” o morbo, como prefieras, al relato con el que va relacionado. De todas formas, el que lo prefiera puede leerlo de forma independiente teniendo en cuenta estas aclaraciones.

Gracias por la atención prestada.

 

 

LLUEVE SOBRE EL CEMENTERIO

 

     Llueve sobre el cementerio. Es una tarde de domingo. Gris es todo. Hemos venido a enterrar a una criatura tierna y absurda. Un ser que tal vez soñaría con la inmortalidad. Trazaba rayas sobre una placa de metal, la mordía con ácidos... Así evocaba a sus fantasías, daba fe de su vida, escribía sus sueños... (Humildemente dejo pasar sus días. Sin fuego transcurrieron). Un ser que ya descansa.

 

     No deja un hueco irremplazable en el mundo. Quebró su muerte la perfección universal. Muy pocos lo advirtieron. Recordarán algunos de tarde en tarde, y sin dolor, que ya no existe. Los menos que le lloren le olvidarán también. Al fin quedó enterrada su carne. Ha vuelto a deshacerse. Correrá con el agua subterránea que le acompaña, se deshará con gozo inútil en las cosas sin dar siquiera un poco de carmín, de aroma o balanceo a alguna flor de estío, una flor verdadera, no de plástico, fea, como aquellas que odiábamos.

 

     Aquí me dejan bajo tierra. Es una tarde de domingo. Todo es negro cuando se van. Y mudo. Se ha extinguido esa música gris que antes sonaba. También el tiempo se ha borrado, y su sufrimiento, de mi cuerpo. Ya el sufrimiento y el tiempo van deshaciendo poco a poco lo que fueron, y tuvo fe y desánimo, fantasía y amor. ¡Qué pequeño es ahora, a esta distancia absoluta, el afán diario! ¡Qué pequeño lo grande, lo grande aquello! ¡Qué pequeñas las iras ante los hombres y sus actos! ¡Qué pequeños los hombres, y que necio aquel herrar buscando la verdad! Como si hubiera una verdad tan sólo. Como si una verdad fuera bastante para darnos la vida.

 

     Tarde se aprende lo sencillo. Lo sabréis cuando un río de espanto se desboque y arrastre vuestra luz, y la sepulte sin remedio. Pensé algún día que quien vive solo un instante, nunca puede morir. Quizá quise decir que sólo aquel que vive un instante sabe lo poco que es vivir. Más nadie ha muerto nunca sino definitivamente. Y entonces las palabras no tienen labios que las formen.

 

     Tarde se aprende lo sencillo. Tarde se encuentra la hermosura. No aquella de los ojos mortales, la del mundo. No puedo hacer que lo entendáis. Necesario sería que ahora estuvierais aquí abajo y que vieseis a vuestros hijos llegar entre las tumbas, bajo la lluvia, y dejar su perfume y su presencia en las tibias, alegres, inmortales flores de plástico.

 

     Tal vez os cueste comprenderlo. Yo misma, en este mármol verde de oleaje glacial, no lo comprendo bien del todo. Quizás nadie jamás reciba este mensaje. O, cuando lo reciba, no sepa interpretarlo. Porque todo, allá arriba, habrá variado entonces probablemente. (Aquí seguirá todo igual).

 

     Si entendieseis porque viví...Si sospechaseis cómo quise ser descifrada, contagiar, vaciarme, a través de unas pálidas palabras que daban vida el son más que el sentido...Y cuando imaginaba que moriría, que enmudecería, yo trataba de herir papeles con palabras, poner allí palabras muertas, sin son y sin calor. Era lo mismo que arrojar al mar una botella. Quién sabe si el mensaje se perdería en alta mar, se estrellaría sobre los peñascos, llegaría a una costa lejana, donde se hablaran otras lenguas...

 

Es una tarde gris de domingo, ya todos se han ido y cierro los ojos, por fin descanso. Tan solo queda sobre mí una placa de bronce, sucio, con un mensaje, una marca que indica el lugar donde todo termia y comienza de nuevo, una marca que con el paso del tiempo quedará enterrada también, y olvidada… una placa que reza…

 

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Diciembre 2.008

 

Aquí yace quien floreció y ansió, descansa para siempre… duerme en el sueño del olvido, para reencarnarse y renovarse en la entelequia, en el anhelo… en la vida…

 

Requiescat in pace

 

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Es una tarde gris de domingo, pero mañana saldrá el sol y posiblemente, algún día, un arco iris hermoso al que aferrarme…