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Hipnotizando a mis cuñadas (2)

en Control Mental

Hipnotizando a mis cuñadas (2)

Como no veía una oportunidad de quedar a solas con mi cuñada, tuve que hacer uso de una pequeña estratagema. Le dije a Renata que debía salir de la ciudad durante un fin de semana por motivos de trabajo. E hice que Sandra dijese a su hermana Kelly que se iría nuevamente de parranda con un amigo. A las hermanas menores les llamaba la atención que su hermana mayor, tan cucufata y conservadora has entondes, saliera tantos fines de semana seguidos.

“Parece que estás recuperando el tiempo perdido”, le dijo Renata matándose de risa.

Yo partí primero en la mañana del sábado y me alojé en un hotel recién inaugurado en el otro extremo de la ciudad. Sandra llegó poco antes del almuerzo. En su mente, ella no estaba reuniéndose conmigo sino con el instructor del gimnasio. Un tipo musculoso que había estrenado su culito y le había enseñado mucho, mientras que el otro hombre le había obligado a tragarse su semen. Todo había sido posible a la orden posthipnótica de nunca decir no cuando estuviese teniendo sexo e indicarle que disfrutaría de todas las exigencias eróticas de sus parejas. No había sido fácil pero el hábil Héctor había logrado convencerla de que eso era bueno para su salud.

Estar a solas con mi adorada cuñada y lista para empezar un fin de semana de sexo salvaje me puso a mil. Ella llegó puntualmente, vestida muy discretamente. Su rostro denotaba que no estaba completamente consciente, ya que en el camino le había llamado al teléfono móvil para definir unos pequeños detalles luego de decirle la frase gatillo.

Almorzamos algo ligero y luego pasamos a la cama. Empezamos besándonos mutuamente como si no hubiera un mañana. Sus labios eran carnosos y sabrosos. Ya le había manoseado docenas de veces las tetas pero nunca había probado esos labios divinos. Mi pene goteaba y pronto quedamos desnudos. Yo le arranché la ropa mientras la seguía besando con fruición. Ella colaborada algo mecánicamente al inicio pero luego puso más pasión de su parte.

La penetré de golpe, sin contemplaciones. Ella lo disfrutaba muchísimo. En su rostro se notaba que había despertado a la apasionada mujer que no había disfrutado del sexo durante años. Lo primero que hice luego de clavarla en varias poses fue usar sus senos para masturbarme. Era una “paja cubana” con la que había soñado muchas veces. Eyaculé pronto y tuve el infinito placer de verla como se embardurnaba los senos y se chupaba los dedos con deleite. Era evidente que sus dos entrenadores previos la habían dejado buenas instrucciones en su mente.

La duración de su proceso de transformación había sido largo y la espera casi termina con mis nervios pero al fin disfrutaba de Sandra.

Todo el fin de semana no salimos de la habitación. Estuve dándole por detrás y por delante durante varias horas. Yo no duro mucho pero me recupero pronto así que debo haber eyaculado dentro o sobre ella por lo menos unas doce veces en esos dos días. Quedé completamente satisfecho y con ganas de más.

Sandra se había convertido en mi juguete sexual, pero en casa estaba el impedimento de mi esposa y en su depa, la hermana que vivía con ella, así que debía idear una forma para que ellas no estorbasen y ¿por qué no? Se uniesen también a la diversión.

Como dije antes, Sandra empezó a ir al gimnasio y convenció a sus hermanas de acompañarla. Renata había descuidado su figura luego del matrimonio pero la recuperó pronto con el ejercicio. Además las tres empezaron una rigurosa dieta. Pronto Sandra lucía un busto aparentemente mucho más desarrollado ya que había adelgazado y caminaba más erguida porque antes tenía cierta tendencia a encorvarse ligeramente. A Kelly pareció crecerle el trasero porque su caminar era más armonioso y elegante. Y mi esposa Renata recuperó ese atractivo animal que los hombres sentían por ella. Pero yo no le prestaba mucha atención pues estaba ocupado en encontrar cualquier espacio de tiempo para reunirme con Sandra y saciar mis instintos.

Conversé con Héctor quien me convenció que lo más adecuado era hipnotizar también a sus hermanas para así disfrutar por completo de Sandra y también de Kelly. Ya ni pensaba en mi esposa Renata a pesar de que era la más atractiva de las tres. Desconocía yo en ese momento lo que el inescrupuloso sujeto estaba planificando.

Como yo estaba obsesionado con mi nuevo juguete y no veía la hora de incluir a Kelly en mis aventuras sexuales, no reparé en lo peligroso de poner a mi esposa en manos del hipnotizador. Solo quería tener libertad de  movimientos para pasar más tiempo con Sandra.

La hermana mayor se encargó de convencer a sus dos hermanas de que también podrían superar algunos traumas y mejorar su autoestima con unas sesiones de hipnosis. La primera en aceptar fue Kelly y poco después de iniciar con las consultas, Héctor me invitó a pasar al consultorio privado donde no se podía espiar por la ventanita sellada de la puerta. Un lugar que él había preparado ex profesamente para saciar sus bajas pasiones.

Fue a media tarde, él había procurado que poca gente estuviera en el centro a esa hora. Como ya había hipnotizado varias veces antes a Kelly, ella había acudido con un vestido muy ligero para la estación otoñal. Yo babeaba mentalmente con mi cuñada. Ella lucía un vientre liso y un trasero pétreo y rotundo, producto de muchas horas en el gimnasio. Era el nuevo objeto de mis deseos más oscuros.

A ella también la hipnotizó con una frase gatillo, que era diferente a la que usaba con Sandra. Nos colocamos a ambos lados de la joven y empezamos a manosearla con total impunidad. Como ella tenía poco busto, no usaba sujetador con frecuencia y en esa ocasión había recibido la orden de expresa de no llevarlo, por lo que ambos nos dedicamos a saborear la teta que teníamos más a mano. Héctor le subió la falda y me dejó a mí hurgar en el interior de sus braguitas, indagando en esa cueva hasta ahora prohibida.

Bajo hipnosis, Kelly nos fue contando de sus aventuras sexuales. Quedé sorprendida de la amplitud de su experiencia. Había sido desflorada analmente a los 15 años y todas sus parejas, casi sin excepción habían entrado por esa vía. No era raro que algunos la prefiriesen a su vagina que lucía muy bien cuidada según podía comprobar yo mismo.

Con ella no tenía motivo seguir esperando para poseerla así que la hice mía allí mismo. Héctor me dejó a solas con mi cuñada y pude poseerla analmente en esa habitación. Ella movía el culito como toda una putita y me hizo terminar en un santiamén.

Convertirla en una mujer que satisficiera todos mis caprichos sólo era cuestión de tiempo. Kelly era una chica liberal y liberada, acostumbrada a acostarse con cualquier hombre que le gustase, así que ahora disponía de dos juguetes sexuales para disfrutar del sexo cada vez que yo lo desease.

Sólo era necesario que Héctor hipnotizase a mi esposa para poder disponer de nuestro departamento mientras que yo me divertiría en el de mis cuñadas con una o dos de ellas, según mi humor y las condiciones.

Pero lograr que mi esposa aceptase ser hipnotizada no fue tarea fácil. Como ya mencioné, Sandra las convenció a las dos, pero Renata disponía de poco tiempo libre y siempre aparecía una cosa u otra para postergar el inicio de las sesiones.

Dejé el problema en manos de Héctor. Me desentendí completamente del tema y ese fue mi más grave error. Porque pasé de ser el dueño de la situación a convertirme en un peón más del ajedrez hipnótico que dominaba el pérfido hipnotizador.

Completamente ignorante de lo que se avecinaba, empecé a vivir un paraíso sexual gracias a mis dos cuñadas. Pedí unos días de vacaciones en el trabajo y me dediqué a disfrutar de ellas.

Mi día empezaba con una visita al departamento de ellas. Si es que no había pasado la noche ahí. Empezaba la mañana con una mamada de Sandra o una enculada a Kelly. Luego ellas partían al trabajo y yo me dedicaba a pasar el rato, además de dormir unas horas. Me alimentaba adecuadamente porque eyaculaba cinco o seis veces cada día dentro de ellas.

Por la tarde vivía entre la boca o los senos de Sandra y el culito de Kelly. No me cansaba de penetrarlas. Gracias a la hipnosis y su dedicación, Sandra se había convertido en una experta del fellatio. Y yo nunca me cansaba del apretado anillo anal de Kelly. Simplemente era maravilloso pasar horas de horas dándole gusto al cuerpo. A veces con ellas por separado y a veces en tríos que me deparaban momentos inolvidables.

Me gustaba darme una ducha con ellas. El agua tibia y el jabón sobre nuestros cuerpos nos permitía abrazarnos con la piel resbalosa. Mis dedos recorrían sus orificios y pasaba de una a otra con total naturalidad. Empezaba con la vagina de Sandra para luego gozar del culo de Kelly, regresaba a la boca de la hermana mayor y luego penetraba a la segunda hermana. Era una cosa de locos por el sexo. Sinceramente delicioso.

Lo que yo ignoraba completamente, es que mientras yo me daba esas satisfacciones inmensas con mis dos cuñadas, Héctor se divertía con mi esposa Renata. Como dije antes, ella estaba muy dedicada a su trabajo y con frecuencia era dominada por el estrés. Gracias a sus visitas al gimnasio, había recuperado su figura espectacular, pero yo ni caso le hacía pues estaba muy ocupado en satisfacerme con sus hermanas.

Así que mientras yo me dedicaba a follar con mis cuñadas por las tardes, Héctor empezó a reunirse con mi esposa en un lugar privado donde venció la resistencia de Renata a dejarse hipnotizar. Una vez que la tuvo bajo su poder, empezó a gozar de la situación. Gracias a que tenían un lugar privado, podía deleitarse con el cuerpo nuevamente moldeado de Renata. La desnudaba, la manoseaba y la usaba con toda la desfachatez del mundo.

Pronto la transformó en su amante, y no contento con eso la hacía exhibirse ante todos ya que la hacía vestir provocativamente, con minifaldas diminutas y camisas transparentes. Que ella lucía a menudo sin brassiere, caminando por las calles recibiendo piropos subidos de tono y alguna grosería que ella fingía no oír.

Como ya mencioné, mi esposa había tenido una vida sexual amplia antes del matrimonio. Y le gustaba vestirse provocativamente, pero no al extremo de cómo lo hacía ahora, siguiendo las órdenes posthipnóticas del pérfido Héctor. Muchos hombres podían ver  sus pezones a diario y no pocos sabían del color de sus tangas, ya que las minifaldas que usaban no dejaban mucho a la imaginación.

No contento con exhibirla en público. La grabó en video mientras se la montaba y también haciendo que ella se masturbase. Después yo mismo pude ver uno de esos calientes videos, donde Renata se acariciaba el cuerpo, con ambas manos mientras la cámara recorría toda su anatomía. Centrándose en su entrepierna para que todos pudieran verla completamente abierta de piernas para meterse uno, dos y los cinco dedos de la mano dentro de su vagina húmeda, chorreante de sus jugos. Mientras que con la otra mano se jalaba de los pezones gimiendo rudiosamente conforme su placer crecía.

Pero ese video y otras cosas que me enteré sucedieron meses después, ya que yo no prestaba mucha atención a los cambios que operaban en mi esposa. Ocupado como estaba en disfrutar de mis dos esclavas sexuales. Sandra todavía se resistía un poco a pesar de que había sido la que llevaba más tiempo siendo controlada mentalmente. En cambio Kelly colaboraba con total disposición a satisfacer mis más lascivas fantasías. Eso demostraba que la hipnosis no convertía a las personas en robots, sino que cada quien obedecía según su predisposición natural. Y Kelly era una verdadera zorrita.

Las semanas pasaban, yo me tiraba a mis cuñadas y Héctor me ponía los cuernos con mi esposa. Pero yo vivía feliz en total ignorancia de lo que ocurría a mis espaldas.

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