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El club de las adictas al semen (2)

en Sexo Oral

El club de las adictas al semen (2)

El cine estaba muy oscuro. La película a exhibir era de un autor europeo bastante famoso entre los cinéfilos cultos, pero desconocida para el gran público. Eso garantizaba que la sala estuviera casi vacía. Con capacidad para casi 200 personas, no llegarían a una docena los asistentes.

Héctor llegó temprano y se ubicó en la última fila. Era el lugar más oscuro de la oscura sala. La película estaba por empezar. Vio unos avances de los próximos estrenos mientras miraba la hora en su reloj, un poco impaciente.

Georgette y Karen llegaron poco después. Les fue fácil ubicar a Héctor a pesar de la oscuridad debido a lo preciso de la descripción que él les hizo del lugar y porque se guiaron con unas pequeñas linternas. Ambas sonrieron al verlo. Lo saludaron con un cariñoso beso en la mejilla y se sentaron a ambos lados de él. Georgette a su izquierda y Karen a su derecha.

Héctor tenía más de cincuenta años pero muy bien conservados. Era divorciado y se dedicaba a la compra y venta de inmuebles. Lo habían contactado por una web de ligues eróticos y desde el primer momento les agradó por su cultura y su cortesía. Parecía de esos galanes del siglo XIX con frases corteses y mucha caballerosidad.

Las dos mujeres fingieron mirar la película mientras sus manos recorrían la endurecida entrepierna del hombre. Héctor las dejó hacer, mientras pensaba que iba a estallar por esos previos a lo fundamental que los tres habían venido a hacer.

La película avanzaba y Karen fue la primera en agacharse para empezar a lamer el pene de Héctor. Él se recostó con los ojos cerrados mientras su mano derecha acariciaba los cabellos de Karen y su mano izquierda jugueteaba sobre la falda de Georgette. Él les había pedido amablemente que fueran con falda y ellas habían accedido sin chistar.

Karen abrió la cremallera y dejó que el endurecido falo del hombre brotase libre. Empezó con calma, chupando de arriba abajo y de abajo arriba provocándole un sumo placer a Héctor. Chupaba muy suavemente el capullo, pasando su lengua por el tronco de la polla, una y otra vez. Sus deditos acariciaban con mucho cuidado los testículos del hombre. Karen se metía casi toda la polla en su boca. La metía y la sacaba una y otra vez e intercalaba con su mano para hacerle una paja. Héctor estaba totalmente extasiado, estaba seguro que con ese tratamiento no tardaría en correrse.

El hombre estaba cada vez más cachondo. Su mano izquierda ya no estaba sobre la falda de Georgette sino directamente sobre el muslo de la mujer. Había ido subiendo la tela de la prenda hasta poder tocar la piel directamente, ahora la falda estaba casi completamente recogida sobre las bragas de ella, que lo dejaba hacer mientras se relamía de gusto viendo a su amiga lamiendo el falo de Héctor.

Lo cierto era que pocas veces le habían hecho a Héctor un tratamiento oral como en esa ocasión. Le estaban haciendo una mamada monumental. Karen era una auténtica profesional de la felación. Héctor introdujo su mano derecha por el espacio que quedaba libre para cogerle los pechos y manosearlos a su regalado gusto.

Héctor estaba en el momento más alto de excitación, lo que más deseaba era correrse dentro de su boca de la mujer, y ella lo que más deseaba era tragarse su semen. Esa conjunción perfecta de deseos alcanzó su pináculo de gloria en una erupción espermática que inundó la sedienta boca de Karen.

Fue una explosión de placer, Karen había alcanzado el momento justo. La corrida dentro de su boca le proporcionó una sensación indescriptible. Ella se tragó todos los borbotones de leche que salían de la punta del capullo. Héctor se estremecía con cada nueva emisión de semen. Por un instante supremo pensó que eso no terminaría nunca. El lugar y la habilidad femenina le estaban proporcionando una de las eyaculaciones más prolongadas y copiosas de su vida.

La mano izquierda de Héctor apretó el muslo de Georgette mientras se venía. Ella tuvo que apartarlo con delicadeza haciendo uso de ambas manos, pero no fue necesario hacer mayor esfuerzo porque era notoria la pérdida de fuerza del hombre.

Cuando Karen se levantó, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Una gota pícara quería escaparse por la comisura de sus labios, pero ella la atrapó con su dedo meñique. La introdujo en su boca y se la tragó.

“Ahora es tu turno”, le dijo Héctor a Georgette quien se extrañó de la rapidez de la invitación pero no se hizo repetir tal ofrecimiento. Se acomodó sobre el regazo del hombre y empezó a lamer la morcillona pieza de carne donde pudo atrapar los restos que su amiga había dejado escapar.

Karen estaba un poco más relajada, pero la traviesa mano derecha del hombre levantó su falda y empezó a juguetear directamente sobre sus bragas. Ella no se hizo de rogar y abrió las piernas en lo que le permitía la estrecha butaca. El hombre no desperdició la oportunidad e introdujo sus dedos por debajo del elástico de la prenda y se dirigió directamente hacia el endurecido clítoris.

Gracias a la habilidad bucal de Georgette y la potencia viril de Héctor, no fue necesario mucho tiempo de estímulo previo para que el mástil del hombre volviese a ondear la bandera en su total plenitud.

La mujer empezó a subir y bajar la cabeza con vehemencia. El hombre bufó de gusto mientras sus dedos se introducían en la húmeda vagina de Karen quien tuvo que morderse una mano para que sus gemidos no atrajesen la atención del escaso público de la sala.

La película llegaba a su punto culminante, en su correcta acepción de mayor interés para los escasos asistentes así que faltaba el tiempo suficiente para que Georgette completase su faena.

Y vaya que ella era dedicada a su tarea. Fijando con su mano la base del pene, la mujer se dedicó a dar lengüetazos cada vez más fuertes al capullo masculino. Héctor sentía ya hervir la sangre nuevamente, con su mano izquierda le imprimió el ritmo que deseaba a los movimientos de la cabeza de Georgette, mientras su mano derecha hacía que Karen llegase a un breve pero intenso orgasmo.

La segunda erupción fue menos copiosa que la primera pero le permitió a Georgette beber el líquido sagrado que tanto necesitaba. Ella continuó prodigando sus caricias bucales hasta que la verga de Héctor cayó completamente rendida, esta vez sí por un buen rato.

Georgette se levantó y sonrió al ver la expresión de su amiga quien parecía un poco avergonzada por haber alcanzado el orgasmo. Héctor le preguntó en voz baja si deseaba el mismo favor pero ella se negó con un agradecimiento cariñoso.

Las dos amigas salieron antes que termine la función. Héctor pudo ver el final de la película que había visto docenas de veces. Era una excelente obra pero se veía mucho mejor después de que dos felatrices expertas lo habían dejado completamente satisfecho.

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