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Esposas descarriadas (3)

en Control Mental

Esposas descarriadas (3)

Santiago colocó delicadamente la punta de su pene sobre el orificio anal de su esposa. Ella se acomodó sobre las dos almohadas que había colocado debajo de sus caderas. Con la mente completamente en blanco, Arely no recordaría nada de lo sucedido esa noche. A la mañana siguiente tendría un ligero dolor en el trasero que menguaría en el transcurso del día.

El hombre babeaba al ver la delicia de ese apretado canal tragándose lentamente su miembro viril. Él disfrutaba cada instante. Tenía tantos años disfrutando de ese redondo culo por la vía vaginal y deseando penetrarla por el culo que ahora no desperdiciaba una noche para satisfacer sus oscuros deseos.

Tenía todavía algunos remilgos por las dos tardes a la semana que su esposa debía brindar servicios a otros hombres, pero eso no volvería a suceder hasta la siguiente semana así que Santiago podía disfrutar de su mujer por todo el fin de semana sin compartirla con otro pene.

Arely separó sus nalgas y dejó que su marido hiciese todo el trabajo. Al día siguiente ella recordaría vagamente que se estaba cepillando los dientes cuando su marido entró al baño y le murmuró algo al oído. No podría saber nada más. Su hija de cinco años dormiría de largo mientras su esposo disfrutaba de su ano durante un par de horas antes de quedar satisfecho y dormir como un lirón.

Antes de ponerla en manos de los especialistas de “Esposas descarriadas”, Santiago había intentado sodomizar dos veces a su esposa. En la primera ocasión ella estaba tan excitada que había colaborado pero el dolor le había hecho interrumpir la penetración anal. En la segunda ocasión ambos estaban tan excitados que el hombre pensó que ella soportaría la sodomización pero no fue así. Eso había ocurrido varios meses atrás. Fue en esa ocasión que Santiago se decidió a poner a su consorte en manos de los expertos que la devolvieron completamente insensible al dolor después de decirle su frase-gatillo.

A Santiago le fascinaba que su delicada esposa resistiese las embestidas por el culo, las jaladas de cabello y las buenas nalgadas que le propinaba por la excitación. Ella gemía pero no se quejaba. Era evidente que lo disfrutaba y Santiado se sadiqueaba más con las rotundas nalgas de su esposa. Mientras sus manos estrujaban las mórbidas tetas de su mujer.

Unas embestidas más y se vino dentro del ano de su esposa. Santiago resopló y salió. Fue a darse un duchazo y luego regresó por su esposa que seguía en el mismo lugar. Arely colaboraba pero todavía no tenía mucha iniciativa.

Así que superando los celos que sentía cada vez que ella debía partir para amortizar la deuda, Santiago la envió nuevamente al spa donde se realizaba la programación, luego de solicitar que ella cambiase su actitud ante el sexo anal estando fuera de trance.

Pocos días después ella le envió un mensaje de texto donde le escribía: “Quiero que me desflores el ano.” Eso era lo que él esperaba.

Arely se preparó como si fuera la primera vez. Estaba completamente decidida a entregar el ano a su esposo. Se compró un vestido muy sexy y se depiló completamente. Se sentía diez años más joven.

Esa noche Santiago la llevó a cenar a su restaurant favorito, luego de dejar a su pequeña hija en casa de sus padres. Fue una cena romántica. De regreso a casa se besaron apasionadamente en el taxi y luego en el pórtico de la casa, como dos amantes.

Santiago besaba la boca de su esposa con un frenesí incontenible, mientras sus manos recorrían su cuerpo debajo del escotado vestido de su esposa. Estrujando sus tetas que había dejado al descubierto aprovechando la penumbra del lugar. Eran unos senos que lo excitaban muchísimo, quería devorarlos a lametadas y mordiscos.

Entraron a la casa y fueron al dormitorio sin dejar de besarse, Santiago estaba muy excitado. Volteó a su esposa y le besó el cuello y la espalda. Sus manos hábilmente habían soltado los botones de ese vestido. Las manos del hombre como garras, se afanaban sobre las nalgas de Arely que gemía de placer anticipado.

Abrazándola por detrás, metiendo la mano por debajo de la tanguita, Santiago empezó a tocarle el clítoris, humedeciendo su dedo medio y jugueteando con sus pezones con la otra mano.

La hizo girar nuevamente para colocarla sobre la cama y empezó a besarle el vientre. Fue bajando hasta llegar a su vagina completamente depilada. Su lengua empezó un arduo trabajo incansable. Ella chorreaba sus juguitos, completamente excitada. Santiago se quitó la ropa y al levantarle las piernas a su esposa vio el brillo de ese líquido que chorreaba hasta su ano, el cual parecía preparado de antemano para abrirse por completo.

Sin dudarlo, Arely atrajo hacia sí a su marido y su ansiosa boca atrapó el henchido miembro viril del hombre. Se lo tragó entero, como si quisiera desaparecerlo.

El hombre jugaba con la vagina de su esposa, introduciendo uno, dos y hasta tres dedos, sin olvidar de tocar como al descuido el orificio anal completamente empapado por sus jugos. Arely no soportó más y se vino en un grito al alcanzar el orgasmo.

Santiago la miró cuando ella alcanzó el clímax. Se deleitó con su boca abierta de placer y sus pechos vibrando de placer con los espasmos. Sin dudarlo se acomodó entre sus piernas, la cogió de las rodillas y su pene buscó cobijo en su anito. Arely no lo impidió y por el contrario, sonrió pícaramente y orientó el miembro de manera correcta para que fuera sodomizada apropiadamente.

Él estaba arrodillado entre las piernas de su esposa. Ella lo jaló hacia sí con ambas piernas atrapándolo por las caderas, invitándolo a entrar más profundo, lo cual no era tan fácil en ese momento.

Ambos se acomodaron y en un nuevo intento, el pene del hombre penetró deliciosamente la cavidad anal de la mujer. Santiago sintió como su pene se hundía cada vez más en ese espacio reducido y húmedo. Arely subió sus pies en los hombros de su esposo y cerraba los ojos en cada estocada profunda, él pudo observar como las sensaciones la hacían presa de la lujuria más intensa y cómo sus ojos se entreabrían mostrando solamente el blanco de la córnea.

Ella utilizaba su mano izquierda para comprobar lo profundo que se enterraba el falo de su marido, y aprovechaba para acariciar sus testículos. Santiago levantó más y más sus piernas hasta que ella quedo solamente sobre su espalda y sus caderas le permitieron montarla completamente, mientras sus piernas jalaban sus hombros hacia ella. Él estaba a punto de venirse, y solo reaccionó cuando con una la voz enronquecida por la excitación, ella le pidió que saliera para intentar algo más.

Sorprendido por la forma de comportarse de su esposa, Santiago vio como ella bajaba las almohadas de la cama y se recostó sobre ellas en el piso, pegó su espalda al borde de la cama y alzo sus piernas completamente al aire.

Él aceptó su invitación besando su delicioso ano, y de pie tomó sus piernas mientras al inclinarse un poco insertaba su pene en su redondo y suave trasero, lo cual despertó en el hombre sensaciones indescriptibles. Arely movía las caderas de una forma deliciosa bajando un poco la cadera y haciendo círculos insertada en su pene, nunca había visto a su mujer tan excitada al hacérselo por el culo mientras le cogía las caderas, y él solo atinó a decirle que se moviera, que gozara.

Santiago retrocedió un poco pero con sumo deleite notó que su esposa no deseaba que saliera de dentro suyo. Él lo hizo con delicadeza y se colocó sobre la cama, boca arriba, invitándola a montarlo como un potro salvaje. Ella no dudó en hacerlo, sentándose de espaldas a su marido clavándose ávidamente sobre su erecto falo, él entró tan profundo en su recto que imaginaba que estaba desgarrando sus entrañas, al verla gozar tanto no pudo más que disfrutar de su espalda desnuda mientras con su mano izquierda la masturbaba.

Arely  repetía una y otra vez más que se la metiera, que no parara, su coño parecía fuente de placer dejando escapar sus deliciosos jugos. Cuando por fin se vino con unas contracciones salvajes, ella gritó como pocas veces antes. Santiago experimentaba un gran placer viéndola disfrutando de su falo dentro de su ano y corriéndose como gata en celo.

La espalda de la mujer se flexionó de manera que pudo entrar tan profundo que fue imposible para el hombre venirse. Él sintió como Arely estaba consciente de su gozo, movió en círculos su trasero, logrando que él eyaculase. El semen de su marido lleno toda su cavidad anal de espeso líquido, lo cual la calentó al grado de venirse una vez más.

Ella se desplomó a un lado. Santiago le besó dulcemente la espalda. La noche aun era joven y él esperaba recuperarse para disfrutar una vez más de su esposa con su nueva actitud hacia el sexo anal. Ya no sería necesario que la pusiese en trance para gozar de ella analmente. El pago de cinco años más sirviendo como parte del staff de “Esposas descarriadas” le parecía un pago adecuado.

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