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La reprogramación de Ana María (2)

en Control Mental

La reprogramación de Ana María (2)

Ana María prefería no revisar su correo del trabajo en casa pero esa noche lo hizo porque quería verificar que su jefe había recibido la información que necesitaba. El estaba de viaje en el extranjero y necesitaba esos datos con suma urgencia. Si todo salía bien, ella podría ser la próxima en viajar. Le gustaba la idea. Daban casi una semana por algo que tomaba solo tres días. Así podría dedicarse a hacer algo de turismo. Ana María ya había ascendido dos veces y había logrado un aumento de sueldo en los años que llevaba trabajando. Esa empresa trataba bien a sus empleados aunque el ritmo de exigencia era bastante arduo.

Su jefe le había contestado. Quería algunas precisiones en la información pero eso lo podía revisar mañana. Por costumbre, revisó la carpeta de spam. Leyó rápidamente los asuntos de los correos para verificar que ningún mensaje había sido enviado por error a esa carpeta. La mayoría eran propaganda o intentos de robarle sus contraseñas. Uno de los correos llamó su atención. El asunto era “música relajante”. Y enviaba a un link donde podía escucharse música para la meditación. Le invitaba a ponerse los audífonos y escuchar a un volumen medio.

Ana María ingresó a la página con cuidado. Era un diseño muy profesional. Tenía una sección gratuita y otra de pago. Encendió los altavoces y escuchó la música. Le gustó. Así que se colocó los audífonos y continuó explorando.

De vez en cuando, la voz de un locutor en off le daba indicaciones o explicaba sobre la música. Esa voz le resultaba vagamente familiar pero no lograba identificarla. Estuvo escuchando casi una hora antes de decidirse a entrar a la sección de pago. Hizo la transacción electrónica con su tarjeta de crédito. Se suscribió por un mes. La cantidad no era excesiva, solo lo suficiente para desanimar a los curiosos, pensó ella.

Estuvo escuchando otra hora. Dedicó unos minutos a personalizar su perfil. Ella prefería los sonidos un poco más alegres que los monótonos. Se sentía muy relajada. Esa música sí funcionaba. Se acostó temprano pensando en temas agradables, nada de trabajo.

En su consola de trabajo, el hipnotizador David se frotaba las manos. Había sido relativamente sencillo conseguir los datos de Ana María y su correo empresarial, pero le había tomado más de una semana conseguir su atención. Finalmente lo había logrado con esa página de música relajante. Había introducido mensajes subliminales en la música y estaba seguro que pronto ella acudiría a él. Sólo era cuestión de tiempo. Mientras tanto podía aprovechar para ir modificando su mente hacia los temas que él quería despertar en Ana María. La convertiría en su nuevo juguete sexual.

“Después de un agotador día de trabajo nada mejor que ir al spa y luego a dormir”, pensó Ana María. Se daba esos gustos muy de vez en cuando. El spa era bueno pero caro. Llegó a casa casi a la medianoche. Por acto reflejo encendió su laptop y puso la página web de la música relajante. Siguió las indicaciones, puso los altavoces y dejó que la música inundase la habitación con sonidos monocordes y bajos profundos. Dejó que la música penetre en su mente y se durmió con los altavoces prendidos. Escuchó toda la noche.

Se despertó muy relajada. Ese día estuvo un poco distraída en el trabajo, pero nada que le llamara la atención. Sólo notaba que se fijaba más en sus compañeros varones. Sobre todo en sus entrepiernas. Había un par con los que había flirteado antes pero no habían sido pareja. Quizás le faltaba sexo. Decidió llamar a su novio.

Marco la recogió a la hora acordada. Era muy puntual. Se le veía muy guapo en terno. Fueron a comer y luego de una larga sobremesa fueron al depa de él. Se besaron un buen rato antes de ir a la cama. Ella empezó a hacerle sexo oral. Él le pidió que continúe hasta el final. Cuando ya presentía los estertores próximos a la eyaculación, él le dijo con voz entrecortada por la excitación: “Trágatelo, trágatelo todo…” No era la primera vez que se lo pedía. Ana María detestaba el sabor y olor del semen pero intentó complacerlo. Pero le ganaron las arcadas. A medio desnudar fue corriendo al baño y vomitó el semen y un poco de comida.

Al rato Marco apareció en la puerta. Parecía un poco molesto y un poco asustado. Tenía el rostro con un gesto contrariado.

-          Disculpa, mi cielo – dijo Ana María -, pero me ganaron las náuseas.

-          No te preocupes, amor – dijo Marco –, discúlpame tú, sé que no te gusta hacerlo pero al menos lo intentaste.

Regresaron a la cama y luego de un rato de conversación cariñosa, hicieron el amor. Ella estaba con la mente en otra parte así que para no alargar una situación incómoda, fingió un orgasmo mientras él eyaculaba por segunda vez. Marco se durmió al rato, abrazado a ella. Ana María se quedó pensando en lo sucedido. No era la primera vez que fingía un orgasmo para satisfacer a su novio. También lo había hecho con su novio anterior. Y por lo que sabía, sus amigas también lo hacían a veces, aunque otras no tenían necesidad de hacer eso porque sus parejas las satisfacían.

Dos noches después, sola en su depa, Ana María tuvo nuevamente ganas de tener sexo. Estaba muy caliente. Llamó a Marco pero estaba muy ocupado. Se quedó en su cama, pensativa y deseosa. Tenía encendida su computadora y la música relajante llenaba toda la habitación.

Se desnudó y se tendió sobre la cama. Empezó a acariciarse el vientre y los pechos. Estaba caliente. Fantaseó con un artista de moda y luego sus manos se dirigieron a su vagina. Estaba muy húmeda. Ella se había masturbado en la adolescencia como una forma de explorar su sexualidad pero no lo hacía desde entonces. Dudó entre hacerlo o darse una ducha con agua fría. Siguió acariciándose, la música sonaba y sonaba.

Empezó a masturbarse y pronto alcanzó el orgasmo. Fue muy gratificante. Como tenía ganas aún, lo hizo de nuevo, esta vez con más rapidez. Jadeante y deseosa se dijo que nada le impedía masturbarse una tercera vez, y lo hizo. Radiante y satisfecha fue al baño a darse una ducha con agua tibia. Se demoró un buen rato y luego se acostó. La música seguía sonando. Se durmió con la computadora encendida. Las últimas noches habían sido así. Se dormía escuchando la música con los parlantes a volumen medio. Y tenía sueños eróticos como nunca antes en su vida.

El hipnotizador David estaba satisfecho de los avances que había logrado con Ana María. No había vuelto a tener contacto directo con ella, pero sabía que entraba todas las noches a la página web donde escuchaba la música con los mensajes subliminales. Había introducido órdenes para que ella tuviese cada vez más interés en el sexo. Pronto estaría lista para acudir a él.

Ana María solía almorzar a la volada para seguir trabajando pero ese día se desocupó tarde y la cafetería estaba casi vacía. Se demoraron un poco en traerle el almuerzo porque se habían acabado los platillos habituales y tuvieron que prepararle un plato especial. Estaba esperando que le sirvieran cuando entró Tatiana.

Se saludaron y su amiga se sentó a su mesa. Se pusieron a conversar de varios temas. Tatiana también iba a almorzar recién. Les trajeron la comida y se quedaron conversando un rato más.

-          ¿Y has regresado con el hipnotizador? – preguntó Tatiana, bajando un poco la voz para que nadie la escuche. La cafetería estaba casi vacía pero prefería que nadie la escuche.

-          No he podido –respondió Ana María –, además no me he fijado si ha tenido otro espectáculo.

-          Yo le comenté algo a Jorge y él me dijo que no creía en esas cosas. Quiero llevarlo para reírme un poco de lo que le haga el hipnotizador, ja ja ja.

Cambiaron de tema y luego regresaron al trabajo. Bien entrada la tarde, motivada por lo que mencionó su amiga, Ana María entró a buscar el anuncio del hipnotizador. No encontró nuevas convocatorias así que revisó el aviso anterior. Encontró un link a una página que no había visto antes. Era curioso, estaba segura de no haber visto ese enlace antes. Debían haberlo agregado después.

Hizo click en el link e ingresó a otra página. Era muy sobria con secciones bien diferenciadas donde explicaban sobre la hipnosis, había algunas fotos, pero todas muy decentes. Ella recordaba que algunos asistentes al show se habían desnudado casi por completo. Tatiana había sido una de ellas. Pero lo mostrado era más serio. Un poco aburrido. Inclusive hablaba de terapias, dejar de fumar y dietas. Eso le interesaba. Encontró un correo electrónico y escribió desde su cuenta personal.

Esa noche volvió a masturbarse y mientras escuchaba la música, entró a ver páginas donde vendían juguetes eróticos. Se demoró en escoger un vibrador y un consolador. Leyó cuidadosamente los comentarios de las que los habían comprado. Se aseguró que llegarían en una caja sellada sin ninguna señal de su contenido. En su edificio tenía una fama de mujer muy decente y no quería ser vista como una enfermita sexual. Ya era suficiente soportar las miradas de uno de los porteros y de unos vecinos más jóvenes que ella. Sin olvidar a los vecinos casados con una que otra bruja que la miraba con desaprobación en las raras ocasiones que ella se ponía minifalda o shorts.

Dos días después le avisaron en recepción que habían dejado un paquete para ella. La caja era muy discreta. En esa tienda sabían guardar la privacidad.

Apenas estuvo a solas en su salita, abrió la caja del vibrador. El producto estaba igual a la foto. Se moría de ganas por probarlo. Así que se desnudó y encendió el aparatito. Fue el deleite.

Guardó el consolador para después. Antes revisó su correo electrónico. En su bandeja de entra estaba la respuesta del hipnotizador. Ella consultó por la terapia de la dieta. Tenía unos rollitos rebeldes que quería desaparecer, pero siempre le faltaba tiempo para ir al gimnasio y su gusto por los dulces le ganaba. El hipnotizador le ofrecí un precio módico por tres sesiones y de ser necesario le reducía un 60% si eran necesarias otras tres. Confirmó de inmediato.

El hipnotizador David sonrió al ver la respuesta de Ana María. Ya sabía que aceptaría de inmediato. Los mensaje subliminales que al principio sólo estaba dirigidos al tema sexual, la habían predispuesto a buscarlo apenas se diera la oportunidad y la conversación con Tatiana había sido un simple desencadenante. Dispuso lo necesario para recibirla adecuadamente y fue afinando los detalles para continuar con la reprogramación de la incauta mujer.

Ana María llegó cinco minutos tarde a la cita, pero el hipnotizador la recibió amablemente. No tardó más de cinco minutos en sumirse en trance profundo. David la fue sumergiendo más y más en la hipnosis hasta tenerla casi por completo sin voluntad.

Cuando salió del local de David, Ana María se sentía completamente renovada. Fue a su depa y se masturbó dos veces. Luego llamó a Marco y le dijo que quería pasar con él toda la noche. Su novio se alegró y le dijo que la llevaría a bailar a la disco que le gustaba.

Ana María colocó una cámara web en su computadora y la dejó encendida en una dirección específica. Así el hipnotizador pudo ver lo que hacía. Se sentía cómoda siendo observada por él. Y empezó ese mismo día con la dieta.

Al día siguiente separó cita en un gimnasio y empezó un régimen de ejercicios moderado al inicio. Era increíble cómo podía ordenar su agenda si se lo proponía. Encontró espacios libres que antes no había visto. Definitivamente todo era cuestión de ordenarse.

Dos meses después, almorzaba nuevamente con Tatiana en el comedor. Su amiga le dijo que se la veía radiante. Ana María tuvo que reconocer que el uniforme le caía muy bien. Ya casi no tenía necesidad de usar maquillaje pues su rostro lucía diez años más joven. Se había gastado una pequeña fortuna en visitas al famoso spa donde antes acudía 3 o 4 veces al año, pero había valido la pena. Pudo notar un poquito de envidia en su amiga, pero también admiración. Volvió a sentir esa oculta vena lésbica. Ahora la sentía menos porque su interés por el sexo opuesto había aumentado notablemente.

El más contento era Marco. Ahora él se daba más tiempo para estar con ella ya que sus encuentros sexuales alcanzaban la máxima temperatura. En ese tiempo ella había pasado de detestar el sabor del semen a realmente adorarlo. Y no sólo el semen de Marco. El hipnotizador David también había disfrutado de las atenciones orales de Ana María. Pero mucho menos. Y eso no lo recordaba ella. Lo había visitado cinco veces y luego había seguido sus indicaciones mediante audios grabados. La página donde se conectaba era completamente igual a la de la música relajante, pero ella jamás hizo la correlación entre ambas. Para algunos temas se había vuelto completamente despistada.

En ese momento, por ejemplo, mientras conversaba con Ana María, se había olvidado de cerrar el último botón de su blusa y dejaba ver el escote más pronunciado de lo que correspondía a una trabajadora formal. Tatiana se lo hizo notar dos veces antes de que ella lo cerrase. Y no era la primera vez que le sucedía. Eso hacía las delicias del personal masculino de su oficina. Sobre todo del Sr. Hernández. Un sobrio empleado que se rumoreaba sería el próximo jefe de sección.

Terminaron de almorzar y regresaron al trabajo. Ana María revisó su correo personal. Había un mensaje de la oficina del hipnotizador. Tenía cita a las 7:00 p.m. Se sorprendió un poco pues no recordaba haber sacado cita por lo que escribió preguntando. Cinco minutos después le llegó la respuesta. Era una cita de control para evaluar sus progresos. El costo era la mitad de una consulta habitual. Podía reprogramar si deseaba. Ese verbo le causó curiosidad. “Reprogramar”. Le dio vueltas en la cabeza. Le gustaba ese verbo, le causaba un raro deleite. Pero decidió que no fijaría una nueva fecha.

Ana María respondió diciendo que iría a la cita. Canceló lo que tenía planificado ese día. Era curioso, siempre había usado agenda pero en esos últimos meses debía consultarla con frecuencia pues nunca había estado tan ocupada. Y al mismo tiempo tan organizada. Ella se cuidaba mucho de los detalles, pero ahora estaba más obsesiva. Lo curioso era que antes se dejaba avasallar en ocasiones pero ahora todo le parecía muy natural. Realmente se sentía muy bien.

Debía ser el sexo. Definitivamente que sí. Marco era muy atento en la cama. Sus novios anteriores sólo pensaban en satisfacerse ellos. Pero Marco siempre era tierno y por momentos muy apasionado. Aunque un poco convencional. Excepto por lo de pedirle que se trague su semen, pues lo demás era como sus otras parejas. Quizás con más frecuencia pero no había mucha diferencia. Antes eso no le había importado a Ana María pero ahora pensaba en ello con frecuencia.

Se masturbaba casi a diario. Prefería el vibrador pero el consolador era más largo y grueso. Marco tenía el pene de tamaño promedio y a veces la dejaba un poco insatisfecha. No se atrevía a llevar sus juguetes sexuales a sus encuentros pero pensaba proponérselo con mucho tacto. No quería que él se espantase o pensase que se había vuelto loca.

Otro detalle que hace unos meses le habría parecido una locura pero ahora le parecía normal era que ya no consideraba imprescindible la ropa interior. Excepto en esos días del mes que era inevitable, empezó a ir sin bragas al trabajo. De no haber tenido un uniforme con una blusa tan ligera también habría ido sin sujetador. A Marco ese nuevo estilo le gustaba ya que podía acceder a su entrepierna sin mayor trámite. El había adquirido la costumbre de acariciarla en el cine o en el restaurante con frecuencia. A veces la llevaba hasta el orgasmo masturbándola. Era excitante.

En su depa, a solas, podía inclusive practicar el desnudismo. Ahora llegaba a casa y se desnudaba sin mayor miramiento. Le agradaba verse en los espejos, desnuda. Había mandado instalar varios en su depa. Marco prefería tener relaciones ahí ya que podía verse haciendo el amor en el dormitorio donde había puesto un espejo inmenso a un lado de la cama. Él no tenía la menor idea de la razón de ese despertar sexual de su novia, pero la estaba pasando muy bien.

Ana María había sido muy cuidadosa en cerrar las cortinas de su depa, hasta hace unos meses, pero ahora olvidaba cerrarlas con frecuencia. Más de una vez había descubierto a sus vecinos varones espiándola cuando se paseaba desnuda. Inclusive una vecina se había enfadado con ella y se lo había increpado en la escalera. Ana María la mandó a rodar. Si la vecina era vieja y fea era su problema. En su depa ella podía estar como le diera la gana.

Tuvo que poner mucho empeño para terminar con el tiempo suficiente para llegar a la cita pactada con el organizador. Ya no tuvo tiempo de ir a su casa así que fue vestida tal como estaba. Pensaba no demorarse más de media hora. Le daría tiempo para ir al gimnasio y luego seguir avanzando unas horas con el informe de fin de trimestre. Era importante dedicarse al trabajo. Ya veía un nuevo aumento en el corte de fin de año. Las ventas habían mejorado notablemente.

Estacionó el auto en la cochera del restaurante. Un solícito ayudante la condujo por el ascensor de servicio a la oficina del tercer piso. Le daban un buen uso a ese local. Primer piso, un amplio restaurante con una reputación bien ganada sin necesidad de mucha publicidad. El segundo piso para eventos y el tercer piso para oficinas y la parte administrativa. Desde fuera parecía mucho más pequeño de lo que en realidad era.

David ya la estaba esperando. Tenía una sonrisa contagiosa. Parecía contento por algo en especial. Le preguntó sobre sus progresos. Ella estaba muy agradecida. Se sentía muy bien en ese lugar. Poco a poco olvidó todo lo que tenía que hacer después. El tiempo transcurría con suma lentitud. Cuando él le preguntó si deseaba ser hipnotizada nuevamente para aumentar algunos detalles de su control de dieta, ella aceptó sin ningún reparo.

David empezó la inducción y en menos de un minuto la tuvo sumergida en un trance profundo. Pero esta vez no le hizo que le brindase sexo oral. En esa ocasión tenía planificado para ella una tarea mucho más larga.

“Estás siendo reprogramada, Ana María, le dijo. En estas últimas semanas tu interés por el sexo ha aumentado. Hoy tenemos una función privada y quiero que participes. Es más, tú quieres participar. Así que vas a cancelar todos tus planes para hoy y te cambiarás de ropa. Esta noche serás mi ayudante.”

La mente de Ana María estaba preparada para recibir esas órdenes. Los mensajes subliminales la habían condicionado completamente, así que cuando David la despertó y le preguntó si quería participar en una sesión privada de hipnosis erótica, aceptó sin dudarlo. Se sentía muy honrada de haber sido invitada y era un honor mayor que él le pidiese que fuese su ayudante.

Una asistente de David la llevó a otra habitación donde podía ducharse y cambiarse de ropa. Se parecía mucho a la rubia de la sesión donde ella había participado en la vez anterior. Luego de ducharse, pudo ver que sobre las sillas y el escritorio había una gran cantidad de vestidos ceñidos y máscaras. Todos eran nuevos según vio en las etiquetas. ¿Cómo sabían su talla? No se detuvo en analizar esa pregunta.

Se probó varios vestidos antes de escoger uno, con un escote generoso, muy entallado y de falta muy corta. Se la veía muy linda. Escogió un antifaz grande y se aseguró de que ocultase su rostro por completo. Estaba irreconocible.

Estaba sin ropa interior y no se preocupó en ponérsela. Se sentía más cómoda así. Definitivamente era un convencionalismo estúpido usar ropa interior. Se sentía más fresca sin esas ataduras morales. En el trabajo podía ir sin bragas pero sin sujetador era imposible ya que la leve blusa del uniforme habría dejado ver sus pezones. Así se sentía más libre.

Cuando estuvo lista, la rubia la llevó al salón del segundo piso donde se había desarrollado la primera sesión. Los asistentes no llegaban a diez en esa ocasión. La mayoría eran varones pero en las pocas mujeres reconoció a una conocida suya. A pesar de los antifaces la reconoció porque la había visto antes con esa misma ropa. Y podía jurar que también conocía al muchacho que estaba al lado de ella.

Eran Tatiana y Jorge, el novio de ella. Definitivamente eran ellos.

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