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IH (3) Olga

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IH (3) Olga

Invasión Hermafrodita (3): Olga

A Bruno siempre le había parecido raro que tantos compañeros de su facultad estuvieran embelesados con Olga. Ella era una chica de su misma escuela pero que no era su tipo de mujer. Era trigueña y de unos cuantos kilos de más. Quizás lo más llamativo era su escote que dejaba ver unos pechos generosos, pero nada más.

Bruno las prefería altas y de piel blanca. Definitivamente nunca habría tenido nada con Olga si su mejor amigo Héctor no hubiera estado un par de semanas con ella y había quedado prendado. No dejaba de hablar de ella. Quería regresar con esa chica.

Sin preguntar mucho, Bruno averiguó que al menos media docena de muchachos de su facultad se habían acostado con ella y ahora babeaban detrás suyo. Y en toda la facultad sumaban otra docena. Y eso en los últimos dos años. Definitivamente esa jovencita era toda una devoradora de hombres.

Bruno era alto y fornido. Tenía mucho jale con las mujeres y nunca se le negaban a una invitación. Varias se le habían regalado así que no le faltaba compañía femenina. Decidió que si tantos compañeros de la facultad estaban complacidos con la experiencia de ser pareja de Olga, él también tenía que probarla.

No fue difícil para Bruno coincidir con ella. Todo ocurrió en un baile de fin de ciclo. La fiesta no fue gran cosa, pero con un par de copas, Olga ya estaba sazonada y no fue difícil llevarla a su cómodo cuarto de estudiante.

Una vez a solas, Olga empezó a comportarse de manera realmente excitante. Compensaba su escaso atractivo físico con un desempeño sexual más que notable.

Ni bien cerraron la puerta de la habitación, Olga empezó a frotarse contra él. No había bebido mucho así que su desinhibición era innata en ella. Bruno le apretó el culo mientras la besaba.

Un segundo después atrapó las tetas de la muchacha, primero lo hizo despacio, pues más de una le había pedido que no sea tan brusco, pero ella no se quejó. Siguió frotándose contra él sin el menor pudor mientras empezaba a quitarle la ropa.

Bruno era más alto así que podía observa el rostro de la joven, descubriendo la dulce expresión de su rostro como sus pechos rollizos. Sin dudar, se agachó y empezó a lamerle los pezones con brusquedad.

Pero ella quería dominar la situación. Él la dejó hacer para ver su comportamiento. Olga no se fue con ambages. Le bajó el pantalón y el slip para dedicarse a admirar por unos segundos el largo pene del muchacho para luego abrir la boca y tragarse todo el glande. Bruno debió reconocer que mamaba como las diosas. Empezó a comprender por qué los muchachos la seguían como perritos falderos.

Bruno se acomodó sobre el sofá. La forma en que ella lo chupaba era de una dulzura sin par, sus labios besaban el capullo del hombre y su lengua daba lengüetazos suaves

La lengua de Olga recorrió todo el pene del hombre. Mientras con la mano derecha lo agarraba fuertemente y con la mano izquierda le acariciaba con ternura los testículos. Ese triple tratamiento excitaba a Bruno de una manera muy peculiar.

El pene del muchacho alcanzó un tamaño que pocas antes había logrado. Olga susurraba palabras cariñosas que aumentaban la excitación del muchacho.

La joven empezó a lamerlo de arriba abajo sin dejar de acariciarle los testículos.

Olga soltó una risita y abriendo su boca, comenzó a meterse alternativamente cada uno de los huevos de Bruno. Para entonces la excitación del joven era brutal. Deseaba que ella culminara su felación con su pene hasta el fondo de su garganta.

Bruno observó la mirada lujuriosa de la muchacha. Ella le hizo un guiño y abriendo los labios se tragó todo el pene con la boca. El ritmo que imprimió a su mamada fue lento pero constante. Buscando maximizar la locura masculina, cuando veía que estaba muy excitado paraba durante unos instantes para acto seguido reiniciar la felación con mayor ardor.

El muchacho estaba completamente derrotado, el placer que le proporcionaba esa mujer era increíble. Coloco ambas manos sobre la cabeza de Olga, apretando su cabeza contra su pene. Ella se ahogaba, pero no dejaba su labor.

El hecho que encajara toda su extensión en su boca fue como una señal e  incrustándosela por entera hasta el fondo de su garganta, empezó a sacar y a meter su verga sin quejarse. La precisión que demostró al hacerlo así como el calor y humedad de su boca, le hicieron saber al joven que no tardaría en correrse.

Bruno dejó su mente en blanco mientras estaba sin voluntad, completamente entregado al placer que la boca de la joven le proporcionaba.

Olga estaba muy segura de lo que estaba haciendo, aceleró la velocidad de su mamada y sin dudarlo, se metió el dedo medio de la mano izquierda a la boca para humedecerlo y luego buscó, sin dudarlo, el agujero anal de Bruno.

Él sintió la falange distal del dedo que se introducía en su ano. Soltó un respingo pero no protestó. Ya que su placer era mayúsculo.

-          ¿Te gusta cómo te la mamo? – preguntó ella.

-          Sí - confirmó él, completamente rendido.

Olga soltó otra risita y continuó mamando, mientras su dedo se introducía más, hasta llegar a la próstata del hombre. Empezó a masajearlo con maestría.

Bruno comprendió entonces por qué Olga tenía tanta popularidad entre los varones. Era una experta mamadora. Y lo que le estaba haciendo por el ano era fabuloso.

De pronto, con una fuerza descomunal para una joven que parecía tan femenina, Olga le levantó las piernas, para tener mejor acceso a su ano y sin dudarlo, su lengua se deslizo hacia abajo.

Bruno empezó a jadear, era la primera vez que le hacía un beso negro. Empezó a ver estrellas mientras la hábil lengua de Olga se introducía en esa vía tan poco explorada.

El joven estaba en un sueño de placer. Por eso no notó que Olga se terminaba de desnudar y que entre el fino vello pubiano empezaba a crecer un pene rosado y grueso más que largo.

Mientras la lengua de la muchacha hurgaba en el orificio anal de Bruno, su mano derecha masturbaba el pene del muchacho.

Bruno soltó un bufido cuando empezó a brotar el semen de su sexo. La mano de la joven embarró todo el pene con los fluidos masculinos. Él sintió un placer inimaginable.

Cuando pensó que ya había acabado, Olga le abrió las piernas y mirándolo con ojos llenos de deseo, lo atravesó con su falo.

Bruno no se resistió. Durante un segundo pensó que era raro verla con ese falo entre las piernas, pero luego empezó a sentir un placer mayor a su eyaculación. Así que se entregó completamente a lo que experimentaba.

-          ¡Muévete, putito – dijo ella, con voz de mando -. Te prometo que a partir de hoy no tendrás queja. Serás mío cuando, donde y cuantas veces quiera!

Bruno masculló un sí, mientras ella le clavaba su verga entre sus pliegues anales. Su desfloración anal le proporcionó un placer inenarrable. Blanqueó los ojos mientras la rosada y gruesa polla de Olga lo ensartaba hasta que sus pubis chocaron.

Ella empezó a bombear. El joven gruñía de gozo, completamente entregado a la lujuria que Olga le proporcionaba. Ella lo tenía cogido de los tobillos para una penetración más profunda. Los sonidos que él emitía se acuciaron mientras ella incrementaba el compás con el que acuchillaba su interior hasta convertirlo en un movimiento vertiginoso. En poco tiempo,  él volvió a tener otro orgasmo, muy diferente a los habituales, porque su verga estaba fláccida.

Olga jadeaba, no pudo resistir más y explotó, sembrando su interior.  Lo llenó con su semen sintético. Agotada pero feliz, cayó sobre él mientras su cuerpo sufría los últimos embates de su orgasmo.

Pronto la sangre de Bruno estaría llena de los genes que lo convertirían en un esclavo más de la invasión que había empezado.

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