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Invasión hermafrodita (2)

en Control Mental

Invasión hermafrodita (2)

Peter condujo su moderna camioneta por el centro de la ciudad, tomando la ruta más corta a su departamento de estreno. A su lado estaba Giannina, con una sonrisa tímida. Peter no cabía en sí de felicidad. A su lado estaba la chica más deseada de la empresa donde el padre de Peter era uno de los dueños. La había visto un par de semanas antes y había quedado prendado por su belleza. Ella se había limitado a coquetearle con mucha elegancia y luego había aceptado una invitación a salir con él.

Ahora iban rumbo a su departamento para estar a solas, pedido hecho por la joven, con una timidez sumamente estudiada.

Peter era del tipo de jóvenes con mucho dinero que no sabía seducir a las mujeres. La mayoría de las chicas que se acostaban con él, lo hacían por su dinero, cuando no era él quien directamente las contrataba para fines sexuales.

Con Giannina las cosas habían sido un poco diferentes. Ella se había dejado seducir por él. O, mejor dicho, él pensaba que la había seducido, cuando era evidente que él no había podido resistirse a sus encantos ni a esos quiebres del cuerpo, tan disforzados, con que ella lo torturaba cuando coincidían en los pasadizos de la empresa.

Al cabo de pocos días de conocerla, él la había invitado a salir. Ella accedió luego de hacerse rogar un poco. Él la había recogido en la moderna camioneta que había comprado hace pocos meses. Pretendía llevarla a comer algo, luego a bailar, un poco de alcohol y luego al departamento. Pero ella le dijo, con mucho tacto, que prefería ir de frente al grano. Es decir, al departamento. Mientras conducía, Peter se felicitó por su buena suerte. Mientras Giannina se miraba en el espejo retrovisor, sonriendo tímidamente para él.

Ella estaba vestida de manera realmente impactante. Un top muy ceñido que dejaba ver un busto generoso y unos shorts calientes que le permitía lucir sus bien torneados muslos. Remataba el conjunto, unas sandalias muy elegantes, que resaltaban sus bien cuidados pies, de uñas pintadas con un sutil color rosado. Era un verdadero bocado de cardenal para los ojos de todos los que la veían.

A pesar de las ganas que tenía de estar a solas con Giannina, en su departamento, Peter tuvo la suficiente tranquilidad para conducir despacio. Nada peor que un accidente en el espantoso tráfico de la ciudad, para echarle a perder esa oportunidad gloriosa. Tenía las ventanas bajas en la camioneta, quería lucirse con esa belleza por las calles de la ciudad. Los varones que lo veían acompañado de la joven, lo miraban con envidia. Las mujeres lo miraban con aire pensativo. Era obvio que una cosa era ir con la camioneta a solas y otra, ir acompañado de la impactante beldad que era Giannina.

Finalmente llegaron al moderno edificio donde vivía Peter. Aparcó la camioneta de cualquier modo y subieron a su dúplex. Él se preguntó durante todo el trayecto, en el ascensor y los pasadizos, si debía besarla apenas cerrase la puerta del departamento, pero ella se le adelantó. Apenas cruzaron el umbral, con una sonrisa deliciosa, le dio un beso en la mejilla, lo tomó de la mano y le dijo:

-          Enséñame tu dormitorio.

Peter no cabía en sí de felicidad. Subieron al segundo nivel. Ella iba delante, moviendo las caderas de una manera que volvían loco al joven. Se preguntó si abalanzarse sobre ella no sería demasiado brusco.

En el dormitorio, ella se sentó al borde la cama y él a su lado. Giannina cogió el control remoto del televisor, encendió el moderno equipo y cambió los canales hasta dar con una película para adultos. Peter soltó un respingo. Jamás habría pensado que la adorable Giannina escogiese ver ese tipo de espectáculo.

El muchacho no se contuvo más. Estiró la mano izquierda y la colocó sobre el apetitoso muslo derecho de la joven. Su piel era sumamente suave.

Ella entreabrió los labios y él la besó apasionadamente. Cerró los ojos para disfrutar del momento, pero los abrió como platos, cuando sintió la delgada mano derecha de la joven sobándole el pene erecto que amenazaba con hacer estallar su pantalón.

Hábilmente, los dedos de la joven bajaron la cremallera del pantalón y extrajeron la verga de Peter. Sin mayor preámbulo, Giannina se colocó de rodillas frente a él y atrapó su verga entre sus labios.

El joven arqueó el cuerpo al sentir las expertas caricias orales de la joven. Ella le bajó el pantalón para tener acceso a los testículos del muchacho, que empezó a acariciar con la mano derecha, mientras la izquierda sostenía la base del pene para poder chupar con mayor facilidad.

Los labios de Giannina aplicaron una deliciosa presión sobre todo el tronco del pene de Peter. Luego empezó a lamerlo hacia abajo. Mientras lo miraba a los ojos y lo chupaba desenfrenadamente como si quisiera devorarlo. El muchacho ya no prestaba atención a la película pornográfica que exhibían en su gigantesco televisor. Delante suyo tenía el espectáculo más erótico del que hubiera disfrutado en toda su vida. Las enormes caderas de Giannina resaltaban en esos diminutos shorts que llevaba.

Con la mano izquierda, Giannina apretó el pene del joven hacia su pubis para tener acceso a los testículos. Dejó la mano derecha libre para lamerlos con los labios, luego hizo una pausa y se metió el dedo medio a la boca para humedecerlo con su saliva.

Acto seguido, hizo algo que Peter jamás hubiera imaginado. Colocó la punta de su dedo medio sobre su orificio anal, y mientras le seguía lamiendo los huevos y la región perineal, fue introduciendo lentamente el dedo en el ano del muchacho.

Lo que sintió Peter fue indescriptible. Era un placer muy extraño. La boca de la joven lo excitaba muchísimo, pero el dedo en su orificio anal lo transportaba al paraíso de un placer no muy conocido para un varón heterosexual como él.

Hábilmente, Giannina empezó a darle un masaje prostático que no tardó en producirle una abundante eyaculación a Peter. Él convulsionó mientras chorros de semen caían sobre la cama, el piso, la ropa y el cuerpo de Giannina, quien no hizo nada para cubrirse.

El muchacho quedó exánime sobre la cama. Giannina se levantó. Miró por un instante su obra. Peter estaba casi sin conocimiento. Con los pantalones enrollados en los tobillos, la verga fláccida y con una expresión de felicidad en el rostro.

Sin dudarlo, Giannina se colocó sobre él. Lo besó en la boca y luego ladeó si cabeza para susurrarle frases ininteligibles al oído. Peter permaneció como estaba. Ella le besó el cuello, mientras le introducía a la boca el dedo medio que había estado en su ano hace unos instantes.

-          Chupa – dijo ella con voz ronca – chúpalo bien…

Peter obedeció, sin voluntad debido al idioma indescifrable con que ella había dominado su mente.

Giannina permaneció sobre él un par de minutos más. Mientras le lamía el cuello y seguía murmurando frases en un idioma milenario, extraño, manipulador. Luego se levantó, y con una fuerza que no coincidía con sus delicadas curvas, lo hizo girar para ponerlo boca abajo.

La joven se puso de pie, se quitó los ceñidos shorts que llevaba. Ella estaba completamente depilada. Tomó aire ampliamente y luego miró hacia su pubis. Y vio con alegría como surgía un falo más grande que el que había estado lamiendo hace un rato.

Sin pensar racionalmente en lo que hacía, llevada por su instinto. Se colocó de rodillas sobre Peter, separó las nalgas del muchacho con sus manos para exponer el orificio anal y procedió a penetrarlo sin miramientos.

En otras circunstancias, Peter se hubiera resistido para proteger su hombría, pero en ese momento yacía como un muñeco de trapo. No opuso la menor resistencia. Su ano recibió ajustadamente la verga de Giannina.

Ella bombeó un buen rato, gozando de ese placer tan diferente al que estaba acostumbrada. Se deleitó unos minutos antes que el esperma sintético llenase el ano de Peter. Giannina dejó que su cuerpo se relajase sobre el joven antes de levantarse y darse una ducha.

Dejo a Peter ahí sobre la cama, desnudo a medias, con el culo expuesto, con el extraño semen dentro de su cuerpo. Pronto empezaría a hacerle efecto, modificando sus genes para convertirlo en un diseminador de su progenie entre la humanidad.

La invasión hermafrodita continuaba con total impunidad.

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