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La pastillita

en No Consentido

La pastillita

Marlene revisó por enésima vez los resultados. No había dudas, el efecto secundario de la nueva droga XHT89053 era realmente increíble. Los voluntarios varones tenían una erección descomunal que no cedía con nada. Hasta los impotentes de causa psicógena tenían una sólida erección que duraba horas. En las voluntarias mujeres no parecía causar ningún efecto importante.

Lamentablemente ese no era el único efecto secundario. Los especialistas de cardiología habían encontrado que podía causar falla cardíaca en pacientes ancianos y en aquellos menores de 40 años susceptibles. Asimismo, causaba amnesia temporal sobre lo sucedido en los minutos previos a la toma del somnífero así como confusión de diversa gravedad en un tiempo variable entre media hora y dos horas después de despertarse. Podían producirse accidentes si el paciente conducía un vehículo.

El laboratorio no correría el menor riesgo de demandas legales así que enviaron la nueva droga XHT89053 al archivo. Los directores solo pensaban en aumentar las ganancias y disminuir las pérdidas. Ordenaron destruir las últimas muestras y guardar la fórmula química bajo siete llaves.

Marlene se sentía un poco desilusionada, había sido parte del equipo que había trabajado esa droga por casi dos años y ahora todo su trabajo pasaba al archivo. No era la primera vez que sucedía, pero en esta ocasión se sentía afectada de una manera que ella misma no podía describir. Era una mezcla de pena y desasosiego.

Ella tenía dos doctorados y un gran número de publicaciones. Era una reconocida experta en el tratamiento del insomnio con el uso de fármacos. Era un mercado muy competitivo y ella era de las profesionales mejor pagadas en el país. Pero su vida personal y matrimonial no iba tan bien. Quizás por esa razón se había involucrado tanto en el trabajo y por eso sentía esa especie de duelo al saber que el fruto de su creación pasaría al olvido.

Las pruebas con animales ya habían evidenciado el problema de las erecciones pero no fue hasta las pruebas con voluntarios humanos que los chismorreos y bromas no se hicieron esperar. Ella y su equipo trataron de manejar la dosis, identificar el problema que afectaba a los nervios de la erección, pero fue en vano. Y el problema de las alteraciones cardíacas acabó con cualquier esperanza. El problema de la amnesia previa y la confusión posterior contribuyeron a su destino final.

Mientras descartaba los últimos blíster de las pastillas en contenedores especiales, decidió impulsivamente guardar unos cuantos en el bolsillo de su chaqueta. No sabría decir por qué lo hizo. Fue algo que no había premeditado. Simplemente cogió unos cuantos al azar y los escondió. Nunca había hecho algo semejante. Sentía que todos los ojos estaban mirándola.

En el inventario final, ella misma se encargó de que las cifras cuadren y luego del papeleo habitual se retiró a su domicilio. Salió muy tarde del trabajo como era habitual.

Mientras conducía, se preguntó qué haría con esas pastillas. Analizarlas por cuenta propia no tenía sentido. Seguramente acabaría arrojándolas al tacho de basura.

En casa estaba Giuseppe, su esposo. Hablaron de trivialidades mientras cenaban y luego fueron a la cama. Esa noche hicieron el amor como casi siempre, una rutina mecánica. Ella fingió un orgasmo y él eyaculó sin mayor entusiasmo. Luego media vuelta y quedó profundamente dormido. Marlene se quedó mirando el techo por un buen rato. No podía conciliar el sueño.

Se levantó y fue a la cocina. Allí vio su maletín con la chaqueta donde estaban los blíster con las pastillas que había sustraído de su trabajo. Casi había olvidado lo que había hecho.

Mientras contaba los blíster, tuvo una idea. Sonrió al espejo de la cocina. Guardó los blíster en un estante del aparador de la cocina, ocultos en una caja de galletas vacía y luego regresó a la cama. No le fue fácil dormir por una emoción especial que había nacido en su interior pero finalmente lo logró.

El fin de semana puso en práctica su plan. Giuseppe era un hombre sano que practicaba deportes con regularidad y no tenía historial de fallas cardíacas en su familia así que no corría el menor riesgo de ser afectado negativamente por la droga XHT89053. El principal problema era como administrársela sin que sospechase algo.

Finalmente Marlene optó por lo más sencillo. Una copa de vino con la pastilla disuelta en su interior. Un brindis con cualquier motivo y el incauto hombre no tardó en caer en los brazos de Morfeo.

La droga no tardó en hacer efecto con la monumental erección que Marlene había visto en el 100% de voluntarios varones. La solidez de la misma era envidiable. Ni en sus mejores años de noviazgo había visto tal consistencia. Parecía una barra de acero cubierta por una fina capa de piel.

Ella estaba preparada para la ocasión. Se había depilado y se puso un baby doll que no usaba hace mucho tiempo. Acomodó a su inerte esposo sobre la cama y procedió a deslizar el pene en su vagina, haciendo a un lado las bragas de la prenda que tenía puesta. Marlene estaba muy húmeda por la excitación. Técnicamente hablando, estaba violando a su esposo. El hombre no parecía reaccionar en lo más mínimo.

Empezó a cabalgarlo dándole la espalda. Sus nalgas apretaban la divina dureza de ese falo tan extraordinariamente erecto. Ella experimentó un orgasmo fabuloso. Y la erección seguía.

Sudorosa y excitada, Marlene volvió a introducirse el pene de su marido y se sacudió sobre él. Esta vez lo montó mirándolo al rostro. Tenía que hacer todo el trabajo pero ese trozo de carne era completamente delicioso. Cogió las manos de su marido y apretó sus pechos con ellas. Otro orgasmo y el pene de su esposo seguía como en el primer instante.

Finalmente se lo metió a la boca y empezó a mamarlo hasta que logró hacerlo eyacular. No fue una eyaculación copiosa pero fue lo suficiente para que ella embadurnase su cara. Estaba realmente satisfecha. Lentamente la erección cedió aunque no regresó a su estado habitual de descanso. Realmente esa pastillita obraba milagros.

Marlene se dio una ducha y regresó al lado de su esposo. Se durmió abrazada a él.

Al día siguiente el hombre parecía un poco confundido al despertarse sin calzoncillos ni pijama pero no le prestó mayor atención. Probablemente había sido un olvido momentáneo. Marlene aprovechó la confusión descrita en los ensayos con voluntarios para decirle que se diera una ducha mientras ella preparaba el desayuno.

Después de esa primera experiencia exitosa, Marlene inició una nueva rutina con su marido para los fines de semana. Colocaba un cuarto de pastilla en la bebida de su esposo y luego disfrutaba de su erección imbatible durante dos o tres horas. Giuseppe permanecía totalmente ignorante del uso que su mujer le daba a su cuerpo y especialmente a su pene en esas noches de placer bizarro.

Pasaron casi tres meses y Marlene tuvo una idea pervertida. Hace varios años había visto sin querer, a Víctor, el esposo de Antuanet, una de sus amigas de la universidad, completamente desnudo. Entonces ellos solo eran novios y él no le atraía para nada pero recordaba claramente que el hombre se manejaba un buen instrumento. Decidió ponerse en contacto con ella para sondear la situación. Su mente había empezado a elucubrar fantasías más perversas conforme pasaba más noches con su marido sedado por la poderosa droga XHT89053.

Antuanet estuvo muy contenta de volver a saber de ella. No habían sido las mejores amigas en la facultad, pero tenían un par de anécdotas juntas y se caían bien. Quedaron en salir a tomar un café y luego de ese primer encentro, empezaron a verse con más frecuencia.

Marlene no veía la hora de abordar el tema sexual, pero postergaba el tema una y otra vez. Hasta que en una de sus charlas de café, finalmente lo hizo. Para su amiga fue una catarsis completa. Tal como lo sospechaba Marlene, la rutina de la vida matrimonial había hecho que el sexo entre Víctor y Antuanet caiga en la monotonía, bordeando la abulia. Se confesaron un par de detalles íntimos y quedaron como confidentes.

Un poco más decidida para dar el siguiente paso. Marlene invitó a su amiga a su casa para cenar. Giuseppe estuvo con ellas un rato y luego fue a ver televisión. Marlene le suministró la pastilla disuelta en un refresco y mientras hacía efecto continuó la charla con su amiga en la sala.

Con la voz un poco alterada por los nervios, le contó a su amiga sobre la pastilla y sus efectos. Antuanet no podía creer lo que estaba escuchando. Pensó que era una broma pero ante la expresión de su amiga quedó anonadada. Su rostro reflejaba su sorpresa absoluta.

Finalmente Marlene le invitó a ver los efectos del somnífero en Giuseppe. Antuanet la acompañó hasta el dormitorio, siempre dubitativa. No podía concebir que su amiga, tan profesional, hubiera cometido semejante disparate. No podía salir de su asombro.

El hombre yacía sobre la cama, roncando suavemente, Marlene se colocó al lado izquierdo del lecho e invitó con un gesto a su amiga a colocarse al otro lado. Ambas se arrodillaron sobre la mullida alfombra.

Sin dudarlo, Marlene le quitó el pantalón y los calzoncillos a su esposo con un solo impulso. Así quedó expuesto ante los ojos desorbitados de su amiga, la potente erección masculina.

Ambas lo contemplaron en silencio, sin atreverse a hablar. Hasta que la dueña de casa se decidió a hablar.

-         Tócalo – dijo Marlene mientras lo hacía misma, estirando una mano para coger la base de la barra de carne que apuntaba al techo completamente enhiesto.

-         No-no seeeeé – tartamudeó Antuanet, que aún no terminaba de comprender si era una broma o algo por el estilo.

Marlene insistió. Su amiga tendría que ceder. Por un lado Antuanet quería salir corriendo de ahí y por otro, tenía curiosidad de sentir un pene bien erecto entre sus manos. Hace años que solo tocaba el de su marido, lo cual tampoco sucedía muy frecuentemente en los últimos años. Estaba poniéndose húmeda a pesar de lo extraño de la situación.

-         Chúpalo – susurró Marlene.

-         ¿Estás loca? – casi gritó Antuanet.

-         Vamos – dijo Marlene -, él nunca lo sabrá.

-         ¿Y si mi marido se entera? – preguntó Antuanet.

-         ¿Quién se lo dirá? – repreguntó Marlene - ¿Lo harás tú?

Antuanet no respondió. Marlene le guiñó un ojo y para darle el ejemplo, subió a la cama para meterse a la boca todo el enrojecido glande de su marido. Le dio un par de chupadas y luego se incorporó.

-         Es tu turno – dijo Marlene con voz de mando.

-         Me parece que es suficiente – dijo Antuanet pero no se movió de su posición.

Marlene se preguntó si tendría que empujarla de la nuca para que se metiese la verga de su esposo en la boca. Pero no llegó a esos extremos. Su amiga miró el erecto falo del esposo de su amiga. Adelantó el rostro y respiró profundamente. Se encogió de hombros y empezó a chupar con fruición.

Marlene soltó un gritito de alegría. Aplaudió a su amiga y empezó a quitarse la ropa. No se detuvo hasta quedarse completamente en cueros.

Antuanet chupaba la verga de Giuseppe como si se le fuera la vida en ello. Lo hizo con cuidado al principio pero luego se dejó llevar. Tragándose todo el falo hasta casi atragantarse.

Marlene la dejó disfrutar del pene de su marido por un buen rato, luego la apartó suavemente y empezó a cabalgar a su esposo, mientras le animaba a despojarse de sus prendas.

Esta vez Antuanet no se hizo de rogar. Quería sentir ese falo dentro suyo. El hombre permanecía completamente inerte, como un muñeco de goma con una erección disponible para el gozo de las dos féminas.

Marlene continuó montando a su esposo hasta alcanzar el orgasmo. Luego de unos segundos para recuperarse, se hizo a un lado para que su amiga ocupe su lugar. Antuanet dejó que su cuerpo imprimiese un ritmo cadencioso y sostenido mientras cabalgaba a Giuseppe, dándole la espalda a su rostro. El ritmo que imprimió y las ansias contenidas no tardaron en llevarla al orgasmo. Luego fue el turno de su amiga que nuevamente cabalgó a su marido hasta alcanzar el clímax.

Unos minutos de descanso y Antuanet volvió a la carga. El falo del hombre seguía firme en su postura. Esta vez la mujer se demoró menos en llegar al disfrute pleno. Sintió como los efluvios del hombre la inundaban. Había sido fabuloso.

Pasados los momentos de mayor excitación y con el deseo satisfecho, Antuanet fue a lavarse en la ducha mientras Marlene acomodaba a su marido que seguía durmiendo sin enterarse de nada. Antuanet estaba un poco arrepentida por lo sucedido.

Nuevamente vestida, Antuanet intentó recapacitar sobre lo sucedido, pero Marlene fue implacable. Le dio un par de pastillas de la droga XHT89053 a su amiga y le explicó cómo dársela a su esposo Víctor sin que se diera cuenta.

Tres días después Marlene llamó por teléfono a su amiga. Antuanet todavía tenía sus reservas pero finalmente le prometió que seguiría sus instrucciones.

Víctor era un hombre de pocas palabras. No era muy apasionado pero había sido un buen amante en los años de noviazgo y durante los primeros años de su matrimonio. Luego la rutina había hecho estragos y se había dedicado más a su trabajo que a su vida matrimonial. Antuanet había pensado un par de veces en el divorcio al sentirse abandonada pero no había dado ningún paso en ese sentido.

Era noche del viernes. Al día siguiente Víctor no iría a trabajar. Antuanet tenía esa pastillita entre sus manos. La partió en cuatro partes siguiendo las ranuras y  molió una de las fracciones con ayuda de dos cucharas. No se detuvo hasta que solamente quedó un polvillo muy ligero. Disolvió el polvo resultante en una copa de vino y luego le propuso un brindis a su esposo. Estaba tan nerviosa que casi confundió las copas pero pudo recobrar la sangre fría y le dio a Víctor la copa con la droga. Él se bebió el contenido de un solo sorbo sin sospechar nada.

Menos de diez minutos después, el hombre dormía plácidamente sobre la cama del dormitorio. Antuanet seguía nerviosa pero también estaba excitada. Ella no era de las mujeres que tomaba la iniciativa en el sexo. Fruto de una educación muy patriarcal, pero ahora todo quedaba en sus  manos pues su esposo  yacía completamente inerte.

Desnudó a su esposo y pudo apreciar la monumental erección que ya se adivinaba aun con la ropa puesta. Víctor era un tipo aventajado en sus partes íntimas. Superaba ampliamente a Giuseppe y a todos los ex novios de Antuanet. Ella se mordió el labio inferior pensando en la nochecita que pasaría gracias a la potente droga.

Con un hombre inconsciente a su disposición, la mujer no se fue por las ramas. Cabalgó a su marido hasta tener tres orgasmos casi sin pausa. Después descansó un poco para luego echarse un poco de mantequilla en el culo y disfrutar de esa monumental solidez por la cola. Esa era una vía que su marido usaba muy poco y a ella le daba vergüenza admitir que le encantaba. Pero ahí, teniéndolo completamente sedado, no pudo resistir la tentación de disfrutar de la vía anal.

Mientras se metía unos dedos a la vagina. Antuanet agradeció mentalmente a su amiga por ese regalo tan especial. Se clavó hasta el fondo de su ser aquella verga descomunal y disfrutó de un orgasmo espectacular.

A la mañana siguiente, las dos amigas se reunieron para conversar sobre la experiencia. Antuanet le contó todo con lujo de detalles. Marlene la felicitó por dar ese gran paso. Le insinuó que a ella también le gustaría gozar de esa verga tan fuera de lo común. Antuanet no pudo negarse así que la invitó a su casa para el próximo fin de semana.

Ese sábado Víctor se preguntaba que tanto cuchicheaban su esposa y su amiga en la cocina. Ya era casi la hora de irse a dormir así que cuando su esposa le ofreció un refresco, se lo tomó sin mayor comentario. Luego fue a ver algo de televisión y no demoró mucho en quedarse plácidamente dormido.

Esta vez le tocó a Antuanet hacer los honores a su amiga y ella misma se encargó de revelar la monumental verga de su marido. Le quitó la ropa y se la mostró con orgullo. Antuanet sonrió ampliamente al ver la cara de sorpresa  de Marlene. Esa verga era realmente grande. Mucho mayor de lo que recordaba. Además que ahora estaba al alcance de su mano y completamente enhiesta.

Ambas usaban vestidos ligeros ya que la estación calurosa era propicia. Lo que hicieron fue quitarse las bragas y cabalgar por turnos a Víctor. El hombre permanecía inconsciente, completamente dormido mientras las dos mujeres satisfacían sus ansias de sexo con su gigantesco falo.

Finalmente, ambas se derrumbaron sobre la cama, completamente ahítas de placer. Marlene regresó a su casa con una sonrisa de oreja a oreja.

Para redondear su plan, urdido maquiavélicamente, Marlene invitó a su amiga y su esposo a cenar en su casa. Le dijo a Antuanet que allí podrían disfrutar las dos de sus maridos mientras yacían inconscientes. Antuanet dudó un poco pero terminó aceptando. Ya que habían compartido ambas  a sus esposos en tríos bizarros, hacer un cuarteto era un paso más sencillo desde su punto de vista.

La cena pactada transcurrió sin contratiempos. Al final un brindis y luego las mujeres se excusaron para salir unos minutos a la terraza para conversar “temas de chicas”. Los esposos se quedaron hablando de fútbol sin sospechar que ya corría por sus venas el poderoso influjo de la droga XHT89053.

-         Es increíble que una pastillita tenga ese poder – comentó Antuanet.

-         La química es sorprendente – dijo Marlene.

Ambas rieron mientras conversaban de otros temas. Marlene no dejaba de mirar el reloj.

Cuando el tiempo suficiente hubo transcurrido, regresaron a la sala. Encontraron a sus esposos durmiendo sobre las sillas. Entre las dos los llevaron al dormitorio de huéspedes, que tenía más espacio libre. Los desnudaron sobre la amplia cama y luego Marlene propuso un brindis a su amiga.

-         Por una noche que esperemos se repita siempre que podamos – dijo mientras chocaban las copas.

Antuanet bebió sin sospechar que su astuta amiga había disuelto una pastilla en su copa. Minutos más tarde una niebla creciente fue apoderándose de su mente y acabó por derrumbarse mientras lamía la verga de Giuseppe.

-         Ahora también te tengo a ti, amiga mía – dijo Marlene en voz alta.

La colocó entre los dos varones y la desnudó. Luego empezó a lamer las pollas de su marido y de Víctor, y en el intervalo entre ellos, la vagina de su amiga. No era la primera vez que lo hacía pero la última vez que había practicado un cunnilingus había sido hace muchos años, en su etapa de experimentación juvenil. No había vuelto a tener ese impulso hasta que se puso en contacto con su amiga. Ahora podía lamer su clítoris y meter sus dedos en esa vagina tan jugosa.

Fue una noche fabulosa. Pudo disfrutar de dos penes y una vagina completamente a su disposición. Y Marlene tenía planeado muchas noches como esa en los meses sucesivos. Al menos mientras le durase su provisión de la droga XHT89053.

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