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La reprogramación de Ana María (1)

en Control Mental

La reprogramación de Ana María (1)

Ana María era una mujer trabajadora, guapa, con novio, muy dedicada a los detalles. Tenía 32 años y se dedicaba de lleno a su trabajo. Se consideraba una mujer decente pero con algunos gustos extraños para el común de las personas como leer relatos de sexo, dominación y perversión.

Vivía una vida normal, en la cama era apasionada pero nada fuera de lo común. Se consideraba una mujer decente y no hacía cosas que consideraba eran propias de las putas. Ella era una dama y prefería que ciertos temas solo sean tratados en su mente. A veces visitaba blogs y veía fotos de situaciones escabrosas pero lo hacía con cierto cargo de conciencia y procuraba no hacerlo muy seguido. Concentraba en sus actividades laborales sentía que el tiempo se le pasaba volando.

Todo empezó a cambiar un viernes. Ese día había acabado de trabajar temprano. Ya estaba desocupada a la hora de salida. Tenía unos minutos así que entró a revisar una página de anuncios que curioseaba con frecuencia. Nunca había contestado a ninguno pero le daba risa y morbo leer lo que otros solicitaban o buscaban.

Uno de ellos llamó su atención. Era una exhibición de un “hipnotizador erótico”. El precio era un poquito alto pero le gustó que solo participarían personas que llevasen puesto un antifaz o una máscara. El propio hipnotizador llevaba puesta una máscara graciosa.

Dudó varios minutos. El lugar de reunión era el segundo piso de un restaurant de la zona centro. Ella había ido a ese restaurant hace dos años. Era un lugar tranquilo, ubicado cerca de dos avenidas principales.

Ana María estaba dudando cuando llamó su novio, Marco. Muy apenado le dijo que no podrían salir al día siguiente porque su jefe le había dejado un encargo urgente para el lunes. Prometió ir a verla el domingo por la mañana. Pero ella sabía que cuando él tenía trabajo se dedicaba más a la laptop que a ella. Le dijo que no se preocupe, que saldría con unas amigas.

Después de colgar el móvil, se le ocurrió que debía ir a esa convocatoria. Pero no se atrevía a ir sola. Había pensado inclusive ir con Marco pero entre que dudaba, pues él la llamó.

Miró a su alrededor. Ya no quedaban muchas personas en el piso. Pero dos cubículos más adelante estaba Tatiana, una novata que había ayudado en sus primeros días en el trabajo. Y estaba un poco confundida a juzgar por su expresión. Se acercó a ver en qué podía ayudar. No era nada complicado, solo un ligero percance con el nuevo sistema informático. Ana María lo solucionó en menos de dos minutos. Tatiana se lo agradeció.

-          Mil gracias. Eres un ángel, la semana pasada me quedé casi dos horas. Lo bueno es que los viernes mi novio trabaja hasta tarde así que no hubo jaleo.

Ana María sonrió y lo pensó un instante. Tatiana no era su mejor amiga pero de lo poco que la conocía la veía como una persona con carácter. Además que parecía también curiosa en temas no ligados al trabajo.

-          Oye, ¿qué te parece si vamos a ver el espectáculo de un hipnotizador? – propuso Ana María.

-          ¿Un hipnotizador? ¿Esos que te hacen imitar una gallina y esas cosas? – preguntó Tatiana.

-          Ja ja ja, pues algo así. Aunque este es más para adultos. – respondió Ana María.

Le mostró el aviso. Tatiana parecía en duda. Ana María le recalcó lo de los antifaces. La función empezaba en unas horas. Les daba tiempo para cambiarse la ropa de trabajo e ir a comprar unos antifaces.

-          Es que estoy un poco corta este mes – dijo Tatiana, que no estaba tan animada.

-          Yo te invito – dijo Ana María, - si no te gusta pues lo dejamos así pero si te gusta, después me invitas tú, a ese u otro espectáculo.

Tatiana asintió. Después de todo no tenía nada que hacer ese día. Los viernes eran un poco aburridos para todos los de la oficina. Terminar temprano con el trabajo causaba una sensación extraña.

Ana María fue a su depa, tomó una ducha rápida, algo de maquillaje, se cambió y luego fue a recoger a Tatiana. Su amiga se había puesto un vestido ligero y botas. Se la veía muy informal. Tuvo que admitir que era más guapa con esa ropa. Ana María se sintió un poco extraña. No era la primera vez que se sentía atraída por una mujer aunque nunca había pasado de un deseo escondido en su mente.

Compraron los antifaces en una tienda a dos cuadras del restaurante. El lugar estaba casi desierto a esa hora. Una camarera que luchaba por ocultar sus bostezos les preguntó si venían por la reunión o a comer algo. Ana María dijo que a lo primero. La camarera les indicó que podían cambiarse en el baño y luego subir por una escalera ubicada al fondo, al segundo piso.

Tatiana estaba más animada y en el baño se maquilló un poco. Ana María estaba un poco nerviosa pero la presencia de su amiga la tranquilizó.

En el segundo piso había una pequeña caja donde hicieron el pago. Había dos ambientes, uno enorme para recepciones y otro más pequeño donde cabrían unas 30 personas. El lugar estaba lleno casi a la mitad. Todos llevaban antifaces o máscaras. Algunos conversaban animadamente pero otros preferían observar en silencio.

Ana María se sentó al fondo pero Tatiana le animó a avanzar unas filas. Saludaron sin dirigirse a nadie en particular.

No tuvieron que esperar mucho. Dos minutos antes de la hora entró un caballero en terno y con la misma máscara de la convocatoria. Tenía una voz muy agradable. Al parecer varios habían asistido antes.

La puerta se cerró y con un poco de música ligera entró una hermosa rubia vestida con un babydoll oscuro que dejaba poco a la imaginación. Llevaba puesto un antifaz negro que combinaba con su atuendo. Dio unas vueltas por la habitación luciendo su figura y sonriendo a los varones presentes.

Acto seguido ingreso un fornido muchacho disfrazado de policía, la ropa era dos tallas menos de lo adecuado así que resaltaban sus músculos. Tenía todo el aspecto de un stripper. Tatiana soltó un gritito de alegría.

-          Creo que lo pasaremos mejor de lo que pensé –dijo Tatiana.

-          Claro que sí – dijo Ana María. Aunque sentía más curiosidad por el hipnotizador que por sus dos ayudantes.

El hipnotizador les dedicó unas palabras. Les agradeció por haber venido. Tal como lo sospechaba Ana María, varios lo conocían de funciones anteriores. Pero según pudo entender, habían sido sesiones privadas y era la primera de una serie que harían convocando de manera más abierta pero siempre guardando la discreción del caso.

De inmediato pidió voluntarios. Ana María se sorprendió cuando más de la mitad levantaron las manos. Sobre todo los de las primeras filas. Pero lo que más sorpresa le causó fue que Tatiana era de las más entusiastas.

-          Vamos, levanta la mano – dijo Tatiana.

-          Pero yo solo quiero ver – dijo Ana María.

-          Que no seas gallina – dijo Tatiana riendo – no ves que los que ya conocen el juego están como locos por participar.

“Demos la oportunidad a los que no han venido antes” – dijo el hipnotizador. “Por favor, bajen la mano los que ya han sido hipnotizados antes, prometo que después haré una inducción grupal.”

Se escucharon unos pocos sonidos de protesta pero la mayoría de manos bajaron. El hipnotizador fue señalando a las personas que seguían con la mano levantada. Obviamente Ana María y Tatiana fueron elegidas.

Salieron seis personas, además de ellas dos, eran dos mujeres más y dos varones. El hipnotizador les explicó que primero serían inducidos al trance y luego disfrutarían de una maravillosa sensación de bienestar.

Ana María seguía nerviosa pero se concentró en seguir las indicaciones del hipnotizador. La presencia de Tatiana a su derecha la tranquilizó. Escuchaba la voz del hipnotizador y sin darse cuenta fue sumergiéndose en un profundo sueño.

Casi tres horas después Ana María y Tatiana charlaban animadamente en un pequeño cafetín cerca a la casa de Tatiana. La experiencia había sido fascinante. Ambas habían disfrutado de varios orgasmos. Tatiana había hecho un strip-tease y Ana María se había sentado en las piernas de casi todos los varones de la sala. Había sido mejor de lo que habían pensado.  Se habían divertido muchísimo con lo que habían hecho y viendo lo que hacían los demás. Era un espectáculo para adultos, muy caliente y divertido.

Finalmente todos habían sido hipnotizados. Habían dos varones que sólo pretendían ver pero el hipnotizador hábilmente los había inducido a través de la rubia. El stripper no había sido de mucha ayuda en esa oportunidad pero ambas suponían que también servían de apoyo en caso alguna dama estuviera reacia a ser hipnotizada. Eran distractores para las mentes de los asistentes. Todos habían salido muy contentos.

-          Si mi novio se entera, me mata – rió Ana María.

-          Yo creo que llevaré a mi Jorge a la próxima reunión – dijo Tatiana – sólo que tendré que ir vestida diferente para que no me reconozca el hipnotizador, ja ja ja.

Mientras las dos chicas reían, el hipnotizador analizaba el video de la sesión. Sin la máscara, aparecía un perfil aguileño con unos ojos penetrantes. Se llamaba David y además era el dueño del restaurante.

Dos de las mujeres llamaron su atención. Eran nuevas y parecían estar en un trance hipnótico muy profundo. Buscó sus datos. Ya que mientras los asistentes al evento estaban bajo hipnosis, sus dos ayudantes habían fotocopiado las tarjetas de identificación de todos los presentes. Además que las cámaras del primer piso habían captado los rostros al descubierto. Hizo el cruce con las matrículas de los coches y pudo identificar rápidamente a una de ellas: Ana María. Trabajaba en una oficina del sur. No sería difícil ubicarla y reprogramar su mente tal como le gustaba hacer a David.

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